Antonio Blay
RELAJACIÓN Y ENERGÍA
Antonio Blay fue investigador de la
naturaleza humana y del desarrollo de su potencial interior No fue
solamente un teórico,
sino que practicó
ampliamente las diversas técnicas que
enseñaba, ya que nunca
habló o escribió sobre algo que no conociera o no hubiera
experimentado por sí mismo.
El autor, Intendente Mercantil por la Escuela de Altos
Estudios Mercantiles de Barcelona, Diplomado en Psicología y
Psicotecnia por la Universidad de Madrid y Miembro de la Sociedad
Española de Psicología, se especializó en el estudio de técnicas
y procedimientos tanto orientales como occidentales para influir
voluntariamente en los estados de conciencia y conseguir un
desarrollo superior de la personalidad.
Fue un precursor en nuestro país de
la psicología transpersonal y durante más de veinte años escribió
e impartió cursos y seminarios de psicología de la Autorrealización
en Barcelona, Madrid, Bilbao, San Sebastián y Valencia.
Antonio Blay nos dejó el 15 de Agosto de 1985 a los 61
años de edad, en plena actividad docente. Ha dejado una importante
obra escrita sobre diversas técnicas y caminos de realización
personal, en la línea de lo que más amaba: La unidad de conciencia.
DEDICATORIA
Al marqués de Castelldosrius, con afectuosa admiración
y respeto.
El Autor.
PRÓLOGO A LA PRESENTE EDICIÓN
Hace varios años que salió a luz el libro de
Antonio Blay «Relajación y Energía» con el propósito de ayudar a
profesionales y profanos en el conocimiento y la práctica de la
relajación consciente. Desde entonces son varios los libros que se
han editado sobre el tema, dado los beneficios que la relajación
proporciona en el campo de la medicina psicosomática, preparación
al parto y superación del stress. Sin negar el valor y funcionalidad
de estas obras y de otras muchas que puedan ir apareciendo, en aras
del interés del público y la toma de conciencia de los propios
recursos psíquicos, tan en boga hoy en día, vemos la necesidad de
esta nueva edición de «Relajación y Energía», en la cual se ha
conservado íntegro el texto de la primera -que constituye las dos
primeras partes del presente libro- y se ha reunido toda la
información nueva en la tercera parte. En el Apéndice y a petición
de varios médicos amigos, el autor describió con cierto detalle la
técnica de la Autorrelajación concentrativa de J. H. Schultz.
«... Es nuestro único deseo que el libro siga
prestando ayuda útil cuantas personas buscan remedio a las numerosas
tensiones físicas y morales que la vida moderna tiende a imponernos
cada día más. » ... Estas simples palabras de Antonio Blay que
retomamos aquí, son por sí solas la mejor presentación de esta
nueva edición de «Relajación y Energía».
INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA EDICIÓN
El arte de descansar bien y con rapidez ha pasado a
ser una de las necesidades primordiales del hombre de nuestros días.
Atestíguanlo, por un lado, las investigaciones de la moderna
Medicina Psicosomática, que no hace sino ir ampliando todos los días
el número de enfermedades que, atribuidas antes a causas meramente
orgánicas, se comprueba hoy ser causadas o favorecidas por los
estados de tensión psíquica a los que raramente escapa el hombre
que ha de 'desenvolverse en nuestro mundo complejo y apresurado. Por
otro lado, lo confirma la excelente acogida que el público de todos
los países, especialmente de América del Norte y de Europa Central,
dispensa a las obras que ponen a su alcance, el aprendizaje de las
técnicas científicas de relajación.
Este creciente interés está plenamente justificado,
y no sólo por constituir un excelente medio preventivo y terapéutico
de muchos trastornos físicos y psíquicos, sino también porque la
gran calma y tranquilidad interior que proporciona la práctica de la
relajación consciente, se traduce necesariamente en una mayor
eficiencia de la personalidad en todos los aspectos de la vida.
En los países de lengua española han visto la luz,
en pocos años, varios libros que tratan de este tema (véase
Bibliografía). Pero unos son de carácter excesivamente técnico
para el público no especializado y otros son demasiado extensos para
que las personas muy atareadas, precisamente las que más lo
necesitan, puedan disponer del tiempo necesario para su lectura.
Por esta razón hemos pensado que
sería útil publicar un libro muy reducido en el que se expusiera
del modo más claro posible, pero con las mínimas palabras, todo
lo esencial de la
relajación tanto en su aspecto teórico como práctico. Hemos
querido, además, incluir aquí algunos aspectos superiores de la
relajación que, por lo general, no son mencionados en las obras de
vulgarización. Quizás algunas, personas, al percatarse de que la
relajación integral es algo más que una técnica para descansar y
recuperarse, sentirán más interés para ahondar en la teoría y
avanzar en la práctica.
Damos las gracias a Editorial
Iberia, que
generosamente nos ha permitido utilizar abundante material de nuestro
libro «HATHA-YOGA. Su técnica y
fundamento». La
mayor parte del presente texto la constituyen, en realidad, los dos
capítulos que en aquella obra dedicamos a la relajación.
A. BLAY FONTCUBERTA.
PRIMERA PARTE
NOCIONES
TEÓRICAS
FUNDAMENTALES
CAPITULO PRIMERO
GENERALIDADES
RITMO VITAL DE LA PERSONALIDAD
Sabemos que toda la vida es
movimiento, es actividad inteligente, expresada en forma rítmica.
Este ritmo está constituido por dos clases de movimientos:
contracción y dilatación.
Este doble movimiento lo encontramos
indefectiblemente en toda manifestación de vida: desde el simple
acto de andar, de hacer un gesto, hasta la vida toda del hombre vista
en conjunto, pasando por todos sus actos fisiológicos, emocionales y
mentales, todo es constante expresión del mismo ritmo fundamental:
movimiento centrípeto, contractivo, de tendencia al interior, al
centro, y movimiento centrífugo, expansivo, de dilatación, de
tendencia al exterior, a la expansión y al crecimiento.
Pero este doble movimiento, esta actividad, alterna a su
vez de modo también rítmico y necesario con el reposo, con el
descanso, con la relajación.
Tenemos así, pues, un doble ritmo
que constituye el ritmo vital básico de la Personalidad:
|contracción
actividad |
|
dilatación
reposo
Tanto forma parte esencial de la vida
la actividad como el reposo. Ambos son inseparables: la una determina
y es preparación para el otro, y viceversa, formando un ciclo
completo e ininterrumpido.
El hombre está constituido por
varios niveles vitales y cada uno de ellos posee su propio ritmo de
actividad y descanso, de diferente duración. Por ejemplo, en el
orden fisiológico tenemos el ciclo vigilia-sueño, el ciclo sexual,
el nutritivo, el respiratorio, etcétera; en el orden psicológico,
el ciclo pensar-sentir, el percibir-expresar, etc. El tiempo de cada
uno de estos ciclos rítmicos es diferente.
La máquina humana funciona de tal
modo que siempre hay algo en movimiento: cuando un nivel está en
reposo, otros están activos. Con frecuencia, la actividad de unos
niveles exige el reposo de otros. Así, cuando se está haciendo gran
esfuerzo físico, no se puede pensar con profundidad; cuando se vive
un intenso estado emocional, no es posible descansar físicamente ni
se puede regular el pensamiento reflexivo, etcétera.
El reposo absoluto, desde luego, no existe en la
Naturaleza. En el hombre, el reposo de algo significa siempre la
puesta en marcha de otra cosa: el reposo de la atención, la
actividad de la imaginación; el reposo exterior, la actividad
interior; el reposo de lo inferior, el trabajo de lo superior...
LA TENSIÓN DE LA VIDA MODERNA
El hombre de nuestras ciudades modernas, empujado por la
urgencia de las crecientes necesidades y por la compleja estructura
de nuestra sociedad occidental, se ve obligado a dar más de sí a
cada momento, a vivir cada vez más deprisa, a sacar más
rendimiento, a producir y abarcar más y más, dejando a un lado la
necesidad de descansar, de distenderse, de equilibrar su ritmo de
vida.
Aumenta así la velocidad de acción
y la rapidez de reacción, pero lo que gana en rapidez lo pierde en
profundidad y lo que aumenta en acción lo disminuye en descanso.
Altera artificialmente su ciclo natural de actividad-reposo
obsesionado por el deseo o la necesidad de una incesante acción, de
una continua expansión, con detrimento evidente de los otros
aspectos de su ritmo vital: el recogimiento o concentración y el
descanso.
Después de esta hiperactividad, el hombre intenta
entregarse al descanso, sea permaneciendo despierto, sea
sumergiéndose en el sueño. Cuando descansa estando despierto, casi
siempre se pierde en divagaciones inútiles o en imaginaciones
estériles, productos de la tensión emocional, de modo que si bien
queda algo aliviado de cuerpo acaba con mayor cansancio e irritación
mentales que antes de empezar. Si duerme, frecuentemente queda en un
estado de ensueño durante el cual emergen extrañas pesadillas,
reflejo asimismo de sus tensiones emocionales no liquidadas. En todo
caso, se levanta insatisfecho y con la sensación de que algo no
marcha bien, de que en cierta manera está perdiendo un tiempo
precioso. Aun queriéndolo, no consigue nunca descansar por completo,
debido a lo cual tarde o temprano se resiente su salud y el
rendimiento de su diaria actividad. Ha alterado el mecanismo
regulador del descanso por desobediencia continua a la ley de uno de
sus ciclos fundamentales y sufre las consecuencias de ello. Al
alterar de modo persistente el ritmo de uno de los ciclos, se alteran
a su vez los demás y toda la personalidad queda desequilibrada.
Otra
consecuencia de este ritmo acelerado es la superficialidad de la vida
psíquica, la limitada percepción de la mente en profundidad. De
toda la gama de actividades vitales, todas ellas necesarias y
fundamentales, el hombre sólo percibe una pequeña parte y valora
una parte aún menor; sólo es consciente y aun de una manera muy
superficial, de algunos de sus procesos psicovitales, y de éstos,
valora como actividad útil un solo tipo: la acción exterior. No
consigue percibir los valores espirituales y la energía creadora
dentro de sí mismo, de modo directo de primera mano. Lo vive tan
sólo, de un modo indirecto y fraccionado, a través de su expresión
en los propios movimientos y actividades, físicos y psíquicos, pero
cuando ya han perdido su sabor fresco, su espontaneidad, su realidad
como energía viva, pura e indiferenciada. Vive las formas ya
materializadas y las sensaciones, más que el impulso directo y la
energía espiritual del alma que les da vida.
Resumiendo, diremos que la falta de un perfecto descanso
y relajación, consecuencia por un lado del defectuoso desarrollo y
funcionamiento interior del hombre, y por otro, del ritmo acelerado
de toda la vida moderna, produce importantes y definidos efectos
perjudiciales en el funcionamiento total de la persona.
CONSECUENCIAS DE LA FALTA DE DESCANSO
He aquí algunas de ellas:
1. Impide o dificulta el sueño eficazmente reparador.
2. Altera la salud, favoreciendo en especial: los
trastornos nerviosos, las enfermedades orgánicas de tipo funcional
(la clásica úlcera de estómago, la constipación intestinal
crónica, trastornos cardíacos y respiratorios, etcétera), y
predispone a los accidentes y traumatismos.
3. Aumenta la urgencia del descanso y disminuye el
rendimiento en general.
4. Aumenta las tensiones emocionales,
dando por resultado un aumento de los estados psíquicos negativos:
irritabilidad, inseguridad, miedo, inestabilidad, resentimiento,
agresividad, etc., dificultando, por consiguiente, el poder
establecer armónico contacto social y correctas relaciones humanas.
5. Aumenta la inquietud de la mente y
disminuye su capacidad de rendimiento, produciendo como consecuencia:
agitación, incapacidad de concentrarse, de profundizar; favorece
eventualmente la eclosión de ideas obsesivas, fobias y filias, etc.
6. Disminuye la eficacia de la voluntad, por lo que a
pesar del mucho esfuerzo no consigue superar las propias
dificultades.
7. Dificulta la productividad
psíquica de orden superior: reflexión serena y profunda, creación
artística e intelectual, investigación, etc.
8. Dificulta el desarrollo de una fecunda vida
espiritual.
Frente a este cuadro un poco fuerte,
pero cierto, de los perjuicios causados por la prolongada falta de
suficiente y adecuado descanso, está el hecho de que es
perfectamente posible aprender a redescubrir el propio ciclo natural
de actividad-reposo y a sujetarse a su ritmo. Esto, lejos de
disminuir el rendimiento externo, como algunos quizá podrían
suponer, permite realmente aumentar la calidad y la eficiencia de
toda clase de actividades, puesto que no se trata de trabajar y
descansar siguiendo
el capricho más o menos equivocado de los impulsos superficiales,
sino de adquirir el dominio de los mecanismos internos para
manejarlos diestramente a voluntad, a la vez que se consigue percibir
con claridad la voz profunda del instinto, expresión clara de las
necesidades de nuestra naturaleza. Se consigue entonces actuar
«siguiendo el ritmo profundo de la naturaleza», lo que equivale a
decir que toda la
fuerza de la ley natural se convierte en nuestro auxiliar más
precioso cuando aprendemos a reconocerla y a respetarla debidamente.
FORMAS CORRECTAS DE DESCANSO
Hay tres formas correctas de
descanso:
1ª.
Sustitución de una actividad por otra.
2ª.
Sueño profundo.
3ª. Relajación general consciente.
1ª.
Sustitución de una actividad por otra. - Es
el descanso parcial. Se basa en el hecho del ritmo alterno de la
actividad de los diversos niveles que hemos mencionado antes. Esta
forma de descanso es la que se hace o se intenta hacer,
habitualmente, cuando en el transcurso del día al estar cansados de
hacer algo pasamos a hacer otra cosa: después de leer o de estudiar
durante mucho rato nos ponemos a pasear, después de mucho andar nos
sentamos para descansar y reflexionar, etc.
Aunque esta clase de descanso puede
adoptar muchas variantes, éstas pueden agruparse en tres tipos,
según el nivel que predomine:
a) Sustitución
de la actividad mental por otra de tipo emocional o físico. Descanso
de la mente.
b) Sustitución de la actividad emocional-afectiva por
otra de tipo físico o mental. Descanso de la sensibilidad.
c) Sustitución de la actividad física por otra de tipo
afectivo o mental. Descanso del cuerpo.
La primera forma la utilizamos cuando
después de intenso trabajo intelectual buscamos distracción
placentera en charlas o bromas con amigos, o en estados afectivos más
elevados: música,
pintura, poesía, oración, etc. O también en ejercicios físicos:
paseos, deportes, gimnasia, etc.
La segunda, cuando después de un
prolongado estado afectivo o emocional: alegría o tristeza, amor o
temor, experimentamos la necesidad de hacer
algo, sea pensando,
sea moviéndonos físicamente.
Y la tercera, cuando, después de una intensa actividad
física, tendemos a descansar el cuerpo y a ocupar la mente en
reflexiones, estudio o proyectos. O también en una actividad emotiva
más o menos elevada.
Pero para que este descanso sea
correcto, esto es, de la máxima utilidad, es preciso que la mente
esté lo suficientemente educada para que sea ella la que dirija el
proceso, a voluntad, sin dejar que se mezclen con la nueva actividad
recuerdos o imágenes de lo que se acaba de dejar debido al estado de
agitación o de cansancio mental. Así, por ejemplo, si acabo de
tener una entrevista difícil y agitada, no he de permitir que la
mente siga, a pesar
mío, dando vueltas
alrededor de las incidencias pasadas imaginando lo que hubiera podido
decir o hacer en tal o cual momento, sino que dando por terminado de
momento el asunto,
hacer que la mente se entregue por
completo a la labor
que deba hacer a continuación, sin perjuicio de que después, cuando
yo lo decida claramente, repase
serena y objetivamente las circunstancias o consecuencias de dicha
entrevista.
No hay que permitir que en ningún momento se
interfieran, sin yo quererlo, dos tipos de actividades.
Hacer en cada momento lo que tenga
que hacer, del todo,
sin dejar que se
mezclen en ello otros asuntos ni aun mentalmente: si decido leer el
diario, leerlo y nada más; si decido descansar un momento, durante
este momento no permitirme hacer absolutamente nada, ni con el cuerpo
ni con la mente, sino tan sólo esto: descansar a plena conciencia. Y
así, con todas las cosas.
2ª.'
Sueño profundo. - El
sueño profundo, cuando realmente lo es, produce excelentes
resultados de recuperación general, como es ya bien sabido por
todos.
Las condiciones necesarias para que
el sueño sea tranquilo, profundo y reparador, pueden resumirse en
las tres siguientes:
1ª. Buen estado de salud.
2ª:
No tener pendientes
de solución interior fuertes
conflictos emocionales, afectivos o mentales.
3ª. Haber hecho suficiente ejercicio
físico durante el día.
En el caso de no reunir
la segunda condición,
que es la causa más frecuente de insomnio o de sueño agitado, la
práctica previa de las primeras etapas de la relajación, tal como
se aprenderá más adelante, constituye la medicina más eficaz e
inofensiva que existe para poderse sumir en pocos minutos en un sueño
realmente profundo, tranquillo y reparador.
3ª.'
Relajación general consciente. - Por
ser éste el tema especial del presente libro y para tratarlo con la
debida extensión, le dedicaremos íntegramente el siguiente
capítulo.
CAPITULO II
RELAJACIÓN GENERAL CONSCIENTE
PRINCIPIOS BÁSICOS
La relajación es la contraparte de la acción. Toda
acción es una descarga de energía; la relajación es el medio
natural para la reposición de la energía. A más acción le
corresponde necesariamente más relajación. Cuanto mejor se haga la
relajación consciente más energía se acumulará dentro del
psiquismo en menos tiempo. Cuanta más energía psíquica posea una
persona, mayor capacidad de acción tendrá.
Toda contracción muscular, sea consciente o
inconsciente, es un gasto de energía. Por consiguiente, toda
contracción muscular que no responda a una finalidad útil significa
una pérdida inútil de energía.
Toda la vida nos estamos entrenando para la acción
correcta. Bueno será, pues, que también nos entrenemos para una
relajación correcta. Sólo cuando la capacidad actualizada de
tensión y relajación sean completas e iguales, alcanzará el hombre
el equilibrio, la plenitud, la serenidad y la paz.
Es un hecho adquirido por la moderna
Psicofisiología que toda tensión emocional se traduce en una
contracción muscular. Y que toda represión psíquica mantenida
dentro de la mente, se expresa en el organismo en forma de una
contractura muscular permanente. Esta contractura muscular, que por
ser habitual pasa casi siempre inadvertida, produce inevitablemente
una alteración más o menos grave de las funciones fisiológicas:
respiración, digestión, eliminación, equilibrio endocrino,
metabolismo, circulación, etc. Los conflictos psíquicos se expresan
así a través del cuerpo, lo mismo que se expresan a través de la
mente, perturbando su funcionamiento normal.
Mediante la relajación muscular consciente se consigue
deshacer todas estas contracturas, aun las inconscientes, de modo
lento pero seguro. Y al mismo tiempo que se van soltando estas
contracturas van desapareciendo a su vez las correspondientes
tensiones emocionales, y los incesantes problemas que alteraban la
mente pierden ahora, en su mayor parte, toda su urgencia e
importancia.
El cuerpo recobra el normal funcionamiento; la salud en
general mejora notablemente gracias a una mayor producción de
energía y a su mejor circulación por todo el organismo.
La vida afectiva deja de estar pendiente de los mil
estímulos y cambios superficiales, y adquiere una profunda
estabilidad como nunca había conocido.
La mente no sólo consigue liberarse de su febril
hiperactividad pasando a un estado de calma y serenidad, sino que
adquiere un extraordinario vigor, claridad y penetración en todos
sus procesos.
La relajación general consciente se convierte en uno de
los medios más eficaces para el cultivo de la vida interior,
considerada ésta como la contraparte viva y fecundante de la vida
exterior.
REQUISITOS ESENCIALES
La relajación, para llegar a ser
correcta y total, ha de reunir necesariamente estas condiciones
básicas:
1ª. Progresiva distensión de todos
los músculos, superficiales y profundos.
2ª. Total tranquilización
emocional.
3ª. Cese de todo movimiento mental,
o sea de todo pensamiento, imagen o idea.
4ª. En ningún momento se ha de
perder la conciencia. Actitud positiva de la atención-voluntad que
constantemente dirige el proceso de relajación progresiva a lo largo
de toda su duración, y que cuando se alcanzan las fases adelantadas
se convierte en conciencia-testigo
o atención
central.
Es posible que algunas personas al leer estos requisitos
se asusten y se descorazonen, creyéndolos imposibles de conseguir,
quizás por haber intentado ya en alguna ocasión obtener de algún
modo este descanso perfecto sin haber conseguido otra cosa que
ponerse más nerviosos o quedarse dormidos. Es muy natural que
cualquier persona que inicie la relajación sin otra preparación que
su buena voluntad, fracase una y otra vez en su intento de apaciguar
la mente.
Esto que parece tan difícil, si no
imposible, se convierte, no obstante, en algo relativamente fácil si
se saben utilizar adecuadamente los siguientes principios:
1. Aflojar todas las contracturas musculares
conscientes.
2. Convertir en conscientes las
contracturas inconscientes, para así poderlas soltar
voluntariamente. Esto se consigue mediante una prolongada práctica
del punto anterior, o, muchísimo más rápido, mediante la ejecución
correcta de algunas posturas básicas del hatha-yoga: sarvangasana,
sirshasana, paschimottanasana, etcétera.
3. Aprovechar el efecto sedante de la respiración
abdominal, en particular del tiempo de espiración.
4. Creación previa de una clara imagen mental del
estado a conseguir.
5. Práctica suficiente para que se empiece a actualizar
la conciencia-testigo o atención central.
EFECTOS DE LA RELAJACIÓN
Como ya hemos dicho antes, toda contracción de un
músculo implica siempre la presencia, consciente o no, de energía y
mente sobre este músculo. Toda contractura o contracción permanente
constituye, pues, un gasto constante y estéril de ambas, energía y
mente. Al soltar la contracción se libera la energía que la
mantenía, y asimismo la mente se libera de su concentración más o
menos inconsciente, sobre dicha contracción.
Por lo tanto, a medida que progresa el estado de
relajación consciente, se produce un sucesivo desprendimiento
(liberación) de la mente (conciencia) de los niveles superficiales,
así como un automático despertar o toma de conciencia de los
profundos (interiorización).
Desde el punto de vista de la
energía, podemos
ver que la relajación produce los siguientes efectos:
1. Cese de gasto. En
efecto, el consumo de energía para el sostenimiento físico y
psíquico se reduce al mínimo durante todo el ejercicio de
distensión.
2. Liberación de energía del
inconsciente. La liberación de la energía implicada en la
contractura inconsciente, disminuye la carga energética de la
resistencia (tensión del inconsciente) y se incorpora al yo
consciente, todo lo cual se registra como una verdadera liberación y
fortalecimiento general de la personalidad, que se mantienen ya para
siempre.
3. Creación de nueva energía.
Mediante la
liberación de la reprimida y mediante la constante respiración
rítmica.
4. Acumulación. Es
el resultado de los tres puntos anteriores.
El cese del gasto favorece todo el proceso de
recuperación y revitalización orgánica. La liberación de la
energía del inconsciente disminuye la resistencia orgánica y
psíquica al buen funcionamiento. La creación de nueva energía
incrementa la vitalidad general de la persona. Y en fin, la
acumulación resultante permite aplicarla, sin gran esfuerzo y con
gran eficacia, a una mayor actividad, profundidad o elevación.
Si se ha ido entendiendo bien todo lo
que antecede, no extrañará al lector los, al parecer, asombrosos
resultados que se atribuyen a una relajación consciente bien hecha.
He aquí algunos de ellos:
1. Perfecto descanso del cuerpo.
2. Recuperación extraordinariamente rápida de toda
clase de fatiga.
3. Mejora el funcionamiento del cuerpo en general y
curación de los trastornos originados por hiperactividad orgánica o
por tensión.
4. Aumenta la energía física, psíquica y mental.
5. Tranquiliza, aclara y profundiza la vida afectiva.
6. Descanso de la mente, a voluntad.
7. Aumenta la energía, claridad y penetración de los
procesos mentales.
8. Desarrolla nuevas facultades de percepción de tipo
superior: intuición, sentimientos estéticos, etc.
9. Se descubren nuevos estados subjetivos de
interiorización.
10. Facilita, debido a quitar los obstáculos, la
eclosión de una conciencia espiritual: elevación.
FASES O GRADOS DE RELAJACIÓN
Aun cuando la forma detallada de
aprender a relajarse se explicará en la Parte Práctica de este
librito, bueno será que nos hagamos desde ahora una idea de los
varios grados o fases de la relajación y de los medios que se
emplean para conseguirlos. Todas estas explicaciones que,
a algunos les parecerá quizá teoría inútil, son, sin embargo, de
mucha utilidad práctica, puesto que a medida que se va comprendiendo
mejor la relajación en todas sus fases y aspectos, se va formando un
cuadro o imagen mental que, a la hora de la práctica efectiva del
ejercicio, predispone para su ejecución automática y a la vez
ahorra al sujeto que la practica muchos tanteos inútiles, errores e
incluso algún que otro sobresalto.
Las fases o grados de la relajación pueden ser
considerados objetiva y subjetivamente, es decir, describiendo qué
es lo que ocurre en el sujeto que se relaja, y qué es lo que
experimenta el propio sujeto mientras se va relajando.
Siguiendo la técnica que
describiremos más adelante, la relajación consciente consta,
objetivamente, de las siguientes fases o grados:
1ª.
Muscular superficial.
2ª. Emocional superficial.
3ª. Mental superficial.
4ª. Muscular profunda.
5ª. Emocional profunda.
6ª. Mental profunda.
Subjetivamente, durante la relajación
consciente se pasa por las siguientes fases:
1ª.
Conciencia física periférica.
2ª. Conciencia de hormigueo o de
vibración.
3ª. Sensación de placidez, de
bienestar general.
4ª. Descanso mental. Silencio.
5ª. Conciencia de obscuridad, de
vacío.
6ª. Conciencia de luminosidad, de
plenitud.
La primera fase es ya
conocida de todos. Es lo que se experimenta cuando al estar muy
cansado de mucho ejercicio físico, puede uno, por fin, tenderse en
la cama. Junto con la sensación general de descanso se percibe de
modo global todo el cuerpo. Es meramente la conciencia física.
La segunda fase se percibe cuando
durante el descanso físico se mantiene la conciencia despierta y
tranquila. Entonces se percibe una sensación general de hormigueo o
de ligera vibración y de calor dentro de todo el cuerpo, que empieza
casi siempre en las extremidades, pero que con la práctica se va
extendiendo por todo el cuerpo. Es lo que en la terminología del
yoga hindú se conoce por conciencia pránica.
La tercera, viene automáticamente,
si se persiste en el abandono progresivo, pero siempre consciente, de
todo el cuerpo. Una sensación de extraordinario bienestar invade la
conciencia, primero de modo apenas perceptible, pero que se va
afianzando poco a poco, hasta que, después de un tiempo más o menos
largo de práctica, se puede lograr casi instantáneamente.
Corresponde a la autoconciencia sensitivoemotiva.
En la cuarta fase se consigue que la mente deje de dar
vueltas y, sin necesidad de esfuerzo alguno, se tranquilice y se
calle. Esto se obtiene dirigiendo suavemente la atención hacia el
propio proceso de pensar, sin querer cambiarlo ni suprimirlo, sino
tan sólo mirándolo, con tranquilidad e imparcialidad. Nada más. Se
hace el silencio por sí solo. Silencio que tiene algo muy especial,
que está hecho de «algo», silencio que es tangible, extenso e
inteligente. Esta fase corresponde a la autoconciencia mental.
La quinta fase se inicia cuando el estudiante se da
cuenta de que puede aflojarse y abandonarse todavía más. Es
frecuente que en este momento las primeras veces se detenga la
experiencia, porque el principiante experimenta casi siempre un
sobresalto. Siente que se hunde hacia algo oscuro y desconocido que
le hace reaccionar instintivamente. Esta experiencia es sólo el
resultado de aflojar el gesto o contractura básica mental, que
estamos manteniendo siempre, inconscientemente, mientras nos
encontramos en conciencia vigílica, y no hay en ella el menor
peligro, aunque es natural que, al principio, el sujeto se asuste.
Hemos de advertir una vez más, no obstante, que es del todo
necesario que la mente (la atención) se mantenga en todo momento
bien despierta, serena, en estado positivo, dominando la situación y
siendo capaz de hacerla cesar cuando quiera.
Después, cuando al fin logra
trascender la etapa anterior, el experimentador perseverante pasa a
un estado completamente nuevo que escapa a todo intento de
descripción. La conciencia de plenitud y la luminosidad que
experimenta es de un orden totalmente diferente de lo que ha
experimentado en la tercera fase. Renunciamos a describirlo, pero nos
permitimos encarecer al verdadero
aspirante de vida
interior que no se desanime por las dificultades que pueda encontrar
a lo largo de todo este proceso de autodescubrimiento, hasta llegar a
esta fase final.
Las dos últimas fases que acabamos
de describir someramente, no son indispensables para conseguir los
beneficios físicos y psíquicos que la mayor parte de las personas
buscan en la relajación. Las tres primeras fases bastan para obtener
los resultados enunciados en los números 1 al 5, de las páginas
16-17. La cuarta fase de la relajación conduce a los resultados de
los números 6 y 7. Y las fases 5ª y 6ª abren las puertas de lo
indicado en los números restantes y aun de otros estados y
experiencias que por lo alejados que quedan del estado de conciencia
«normal» del hombre agitado de nuestra cultura occidental, no es
necesario ni útil, quizás, exponer aquí..
ACTITUD POSITIVA DE LA MENTE
La actitud mental que permite esta relajación
progresiva es la de ir soltando con la mente-voluntad todo esfuerzo,
de cualquier clase que sea, y mantener la atención (no el
pensamiento) siempre clara, despierta, alerta.
Se observará que el mejor modo de ir soltando toda
contracción es sincronizar los actos de la mente voluntad con el
movimiento de cada espiración.
La atención sigue un proceso de
transformación muy característico. Al principio, es como la usual
que se emplea al mirar cualquier situación exterior con interés.
Poco a poco se va acostumbrando a dirigirse y centrarse en las
sensaciones internas del cuerpo al tener que registrar el estado de
contracción o de distensión de cada miembro o región: es ahora una
atención interior pero particular, pues tiene que ir enfocando cada
miembro o región para registrar su estado. Con la práctica, está
atención se hace más general, siendo capaz entonces de registrar de
un modo instantáneo el estado global del tono muscular del cuerpo a
la vez que el estado mental que le acompaña. Al estar conectada
activamente con todas las vías de sensibilidad interior a la vez, la
atención se centraliza, se fija, se hace estable, inmóvil aunque
despierta; no mira, ve, contempla.
Esta interiorización de la mente, como es natural,
presenta su dificultad para el principiante. La mente, en efecto, al
no tener imágenes en las que agarrarse y al fallar todo estímulo de
la atención superficial, se resiste vivamente a dejar. su sede
habitual de actividad y si, al fin, la suelta de golpe, cae en la
inconsciencia, se sumerge en el sueño. Por esto, tanto para «ir»
como para «volver» del estado de relajación profunda es
indispensable usar en todo momento del máximo discernimiento y
suavidad, evitando en absoluto todo esfuerzo y violencia.
En la parte práctica daremos, desde luego, la
descripción detallada de cómo debe efectuarse cada una de las fases
de la relajación con la actitud y estado mental que les acompañan.
LOS
IMPEDIMENTOS
Los factores que dificultan o impiden
la práctica correcta de la relajación son de tres tipos:
de origen físico, de origen emocional y de origen mental.
1. De origen físico. - Cualquier
malestar o enfermedad dificulta la relajación superficial e impide,
si no se dominan por completo las cuatro primeras fases de la
relajación, los estadios profundos. A medida que la salud mejora,
aumenta la facilidad para la relajación, y viceversa, a medida que
se progresa en la relajación mejora paralelamente el estado de salud
en general.
Dentro de un orden menor de dificultades, hay que
mencionar las incomodidades. La relajación completa exige que el
cuerpo pueda olvidarse por completo, y, para ello, sobre todo al
principio, es preciso que las sensaciones físicas procedentes de la
propia postura, ruidos, temperatura, etc., sean las más favorables.
Estos son obstáculos físicos que
podríamos decir dificultan directamente
el aprendizaje de
la relajación. Después, al tratar de las dificultades de la mente,
veremos que también indirectamente perturban la marcha de los
ejercicios.
2. De origen emocional. - Como
ya hemos dicho anteriormente, toda tensión emocional, tanto
consciente como inconsciente, dificulta o impide la relajación. Pero
también, a medida que la relajación progresa, desaparecen de modo
natural y automático todas las tensiones y problemas emocionales,
aunque para algunas de ellas se requiere, desde luego, bastante
tiempo de perseverante ejercitación.
El estado emocional que más
entorpece el progreso en la relajación, como también en cualquier
otra actividad es, sin duda alguna, el miedo. No el miedo a los
ejercicios, sino el miedo en general, resultado de la cristalización
de la inseguridad que ha sentido y siente el individuo dentro de sí
mismo ante la vida. Este miedo, que tiene múltiples ramificaciones y
usa múltiples disfraces, se interpone de continuo en todo cuanto la
persona emprende y, en especial, en aquellas actividades o actitudes
que tienden a afrontarlo o a quererlo eliminar.
Y es aquí donde más aparatoso es el éxito de la
relajación, la que, inteligentemente combinada con la respiración
integral y con algunas posturas o asanas yóguicos, consigue en
tiempo relativamente muy breve un cambio radical, muy difícil de
conseguir con cualquier otro sistema o tratamiento.
3. De origen mental. - Es
un hecho de todos conocido la enorme dificultad que representa el
tranquilizar y descansar la mente. Y si la mente no consigue estar
relajada, silenciosa, no puede haber total relajación física y
emocional. Pero la mayor parte de la actividad de la mente que no
puede ser dominada no procede directamente de la misma mente, sino de
otras fuentes.
En términos generales, podemos establecer que la mente
recibe estímulos para su actividad automática de los siguientes
niveles
a) Cuerpo físico. - Las percepciones a través de los
cinco sentidos ponen en movimiento incesante todos los contenidas
subjetivos del yo con la consiguiente movilización de la mente. En
segundo lugar, las sensaciones procedentes del estado somático, en
especial en los casos de existir malestares, incomodidades o
trastornos orgánicos, dificultan igualmente la tranquilización
mental. Un ejemplo particular de esto lo tenemos en los casos en que
por existir un trastorno de las vías respiratorias o del corazón la
respiración sale forzada, rápida o irregular; entonces, la mente es
empujada también, automáticamente, a una actividad forzada, rápida
o irregular, lo que imposibilita su descanso. Hay siempre, en efecto,
un estrecho paralelismo entre el ritmo respiratorio y el ritmo de la
actividad mental.
b) Estados emocionales. - Son, en
general, el mayor estímulo de la actividad automática de la mente.
Casi el 90 % de los pensamientos y el 100 % de las imaginaciones
tienen por verdadero motor los estados emocionales que la persona, de
modo más o menos inconsciente, mantiene de continuo: deseo, miedo,
ambición, etc. Cuando los estados emocionales se tranquilizan de
verdad, entonces es ya muy fácil regular a voluntad la actividad
mental. Pero persistiendo las emociones, durante los ejercicios, todo
lo más que se puede conseguir es paralizar, inmovilizar por unos
instantes la mente, pero no hacerla descansar de un modo natural y
tranquilo, que es lo que verdaderamente interesa.
c) De la misma mente. - En primer
lugar está la inercia mental, por la cual la mente tiende a un
movimiento continuo, automático. Esto, no obstante, no constituye
una gran dificultad, puesto que mediante la relajación acompañada
de una respiración más lenta y profunda, la mente se tranquiliza
por sí misma, siguiendo como encantada, fascinada, el ritmo
respiratorio. Pero para que esta tranquilización sea efectiva hay
que haber solucionado previamente los estímulos procedentes de los
niveles físico y emocional de los que hemos hablado antes. El orden,
en efecto, que hay que seguir en la tranquilización general es
siempre: primero, lo físico; segundo, lo emocional, y por último,
la mente.
Otra dificultad que puede surgir del
propio nivel mental, es la de los problemas específicamente mentales
que la persona necesita resolver, problemas objetivos que exigen
solución concreta y definida. Mientras esta solución no se ha
encontrado existirá en la mente una tensión que habrá de
dificultar las fases adelantadas de la relajación. Estos problemas
deben solucionarse aparte de toda técnica psicofisiológica. Pero,
como hemos señalado antes, los problemas de naturaleza
exclusivamente
mental, son en
realidad muy pocos en la mayor parte de personas; aunque los
problemas se planteen siempre en forma
intelectual, y esto
haga pensar al sujeto que son
de naturaleza
mental, lo que casi
siempre da la fuerza e importancia al problema, son, en realidad,
pulsiones procedentes del nivel instintivo o afectivo, de modo que al
solucionar estos niveles, el problema desaparece o pierde toda su
fuerza.
Estos diversos factores que hemos mencionado como
fuentes de estímulos para la actividad mental, como puede fácilmente
comprenderse, no son independientes unos de los otros, sino que
constituyen una triple manifestación del mismo y único fenómeno
del existir humano en el plano superficial de su personalidad.
CONTRAINDICACIONES DE LA RELAJACIÓN
Aunque la relajación general
consciente es una práctica que conviene en general a todo el mundo,
dado el estado de tensión con que habitualmente se vive, hay algunos
casos en los que la relajación está más bien contraindicada, a no
ser que se haga bajo experta dirección médica. He aquí los
principales:
1. Las personas cuya tendencia habitual es la de huir de
las situaciones concretas de la vida.
2. Aquellas que presentan síntomas crónicos de atonía
o pereza fisiológica, física y mental.
3. Las personas cuyo psiquismo muestra clara tendencia a
la disgregación, a la dispersión.
4. Los afectos de trastornos psíquicos graves.
En algunos de estos casos la relajación puede también
ser muy útil pero a condición de ir acompañada de ejercicios de
otra clase o de un tratamiento médico específico. Por esta razón
las personas que estén incluidas en algunos de los grupos indicados
harán bien en no iniciar por su cuenta los ejercicios de relajación
y ponerse en manos de un buen especialista.
VENTAJAS DE LA RELAJACIÓN SOBRE OTRAS FORMAS DE
DESCANSO
La relajación total consciente tiene
algunas notables ventajas sobre las otras formas de descanso,
incluida la del sueño profundo:
La primera es que la recuperación física es mucha más
rápida en un estado de relajación bien logrado que en el sueño.
La segunda, que mediante la relajación consciente
existe verdadera resolución de los conflictos emocionales
inconscientes, esto es, es una verdadera psicoterapia de profundidad,
cosa que el sueño normal no puede hacer sino a base de gran duración
y en el supuesto de que no se añadieran nuevos factores al problema.
La tercera, y quizá la más notable,
es que al conservar en todo momento un estado de conciencia positivo,
con la mente perfectamente despierta, da por resultado:
a)
No sólo una
recuperación, sino un aumento efectivo de la energía mental.
b) Un progresivo «self-insight» o autocomprensión.
c) Una toma de conciencia de niveles más profundos y
superiores de la personalidad.
FACTORES QUE FACILITAN LA RELAJACIÓN
Los factores que más facilitan el
llegar con rapidez a una buena relajación consciente, son los
siguientes:
1. El esfuerzo consciente. -
Cuanto más
consciente es una contracción, más fácil es relajarla
voluntariamente. Convertir la contractura de inconsciente en
consciente para poderla aflojar después a voluntad, es uno de los
efectos que producen los asanas
yóguicos. Por esto
la práctica del hatha-yoga es una de las mejores preparaciones para
hacer la relajación con rápido éxito.
2. La respiración consciente. -
Es el medio más
fácil para profundizar el grado de relajación. Una respiración
abdominal lenta y profunda, seguida con calma por la mente, conduce
por sí sola a las fases adelantadas de relajación. El momento
óptimo para «soltar» es el de cada espiración, que ha de ser muy
lenta y completa.
3. La mente controlada y la
atención central. - Primero,
aprender a focalizar la mente en el estado interno somático y
psíquico, para registrar el estado de contracción o relajación y
ver lo que debe corregirse o mejorarse, es decir, para dirigir sobre
la marcha todo el ejercicio de relajación. Segundo, aprender el acto
de ir aumentando la profundización del estado, acto que consiste en
un ver y querer
simultáneo, sin
dialéctica alguna, sin discurso, sólo con un acto de la
mente-voluntad que, desde el interior, ordena con suavidad pero con
seguridad, soltar y profundizar constantemente más y más. Y
tercero, llegar a poderse mantener despierto y tranquilo, sin pensar,
como espectador atento que contempla, interesado, el proceso que está
teniendo lugar dentro de él, como se dirá con más detalle en la
Parte Práctica.
Todas éstas son actitudes nuevas para la mente, que
tienen que aprenderse desde el principio, a base de habilidad y
perseverancia, y no a base de nerviosismo ni impaciencia. Por estas
razones, cuanto más dominio real se tenga sobre la mente, más fácil
resultará el nuevo aprendizaje.
LA RELAJACIÓN EN LA VIDA DIARIA
Un poco de auto-observación en el
transcurso del día permitirá ver en seguida la enorme cantidad de
energía que se consume a diario con las tensiones musculares,
perfectamente inútiles, que se están haciendo a cada momento. Estas
contracciones musculares parásitas, son siempre producto de un
malestar físico, de tensiones emocionales o de preocupaciones
mentales. Esta actitud viciada, además de la fatiga inútil debido
al constante esfuerzo nervioso y muscular que requiere, dificulta la
elasticidad y agilidad de las funciones fisiológicas y de los
movimientos físicos, y entorpece asimismo la fluidez psíquica del
pensar, del sentir y del reaccionar.
La práctica sistemática de la relajación como
ejercicio especial, dará el dominio suficiente para evitar por
completo, también durante el día, todas estas tensiones,
permitiendo corregirlas instantáneamente en el caso de que se
produzcan debido a una momentánea situación de alarma o de
esfuerzo.
Con esto damos por terminadas las nociones teóricas de
la Relajación, y pasamos a continuación a describir el aspecto
práctico del aprendizaje.
SEGUNDA PARTE
PRÁCTICA DE LA RELAJACIÓN
CAPÍTULO PRIMERO
PRELIMINARES
Vamos a exponer a continuación toda
una serie de detalles de carácter práctico que son las condiciones
previas ideales para la mejor ejecución de las prácticas de
aprendizaje de la relajación. Pero éstas son sólo, como decimos,
las condiciones ideales.
Las circunstancias
particulares de algunas personas pueden impedir que se reúnan estas
condiciones, pero no por ello se han de considerar imposibilitadas
para el aprendizaje de la relajación. Todas las condiciones que se
indican lo son sólo a título de orientación y cada cual ha de
adaptarlas, en lo posible, a su caso personal.
LUGAR. - El lugar elegido para practicar la relajación
ha de ser tranquilo, bien ventilado y a salvo de interrupciones
inoportunas. Aunque la relajación profunda se hace mucho mejor sobre
una base dura, como el suelo, nuestros hábitos comodones
occidentales nos permiten hacerla sobre la cama o un diván, a
condición de que no sean excesivamente blandos.
La temperatura
de la habitación
ha de ser tal, que en caso de quedar dormido no exista posibilidad de
enfriarse. En invierno, por lo tanto, será conveniente cubrirse con
una o dos mantas; cuando la temperatura es templada, con una sábana,
etc.
En realidad, no se trata de prevenir
la posibilidad de quedarse dormido, aunque esto también puede
ocurrir al principio. Es que durante la relajación profunda, el
cuerpo queda en una condición similar a la del estado de sueño:
disminuye la temperatura interna, la frecuencia cardíaca, la
respiración se hace más lenta y profunda, etc.
Evite toda corriente de aire durante las prácticas,
incluso en verano.
En cuanto a la
tranquilidad del
lugar, si no puede conseguirse un silencio completo, cosa bien
difícil en nuestras ciudades, puede también hacerla donde los
ruidos le sean ya muy familiares, con tal de que esté bien seguro de
que durante el tiempo del ejercicio nada ni nadie vendrá a
interrumpir las prácticas.
La luz que
mejor conviene es una suave penumbra.
ROPA. - Si las prácticas se efectúan
durante el día, como que se irá vestido, no hace falta quitarse
ropa, especialmente cuando el tiempo es fresco. Lo que sí es
imprescindible es que la ropa no cause la menor molestia al cuerpo,
por lo que se tendrá mucho cuidado en aflojar aquellas prendas que
produzcan alguna presión: cinturón, corbata, cuello de la camisa,
zapatos, etc. Téngase en cuenta que estas prendas pueden no molestar
estando de pie, pero al cambiar de posición, es decir, al extenderse
horizontalmente y aflojar la musculatura consciente, pueden
dificultar entonces la libre respiración y la circulación de la
sangre.
HORA. - Al escoger una hora determinada del día para
las prácticas, ha de tomar en consideración algunos factores que
dependen de usted; momento del día en que más fácilmente pueda
disponer de una media hora libre de obligaciones, momento en que
pueda estar seguro de que nadie vendrá a importunarle, cuando hay
más tranquilidad en el lugar elegido para el ejercicio, etc.
En general y aparte de las circunstancias particulares
de cada uno, ha de tener en cuenta que:
Si practica la relajación al despertarse por la mañana,
puede encontrarse con que la mente no esté lo suficientemente
despejada y a los pocos momentos vuelva a quedarse dormido.
Lo mismo puede ocurrir, aún más
fácilmente, si hace las prácticas de relajación por la noche antes
de dormirse: el cansancio del día puede impedir que se mantenga la
mente tan clara y despejada como es de desear.
Si lo hace después de comer, puede ciertamente
facilitarle la digestión, pero el torpor mental que acostumbra a
acompañar al proceso digestivo, no es el mejor estado para que la
mente pueda aprender a dirigir la distensión o aflojamiento
sistemático de los músculos.
A nuestro entender, los mejores momentos del día para
el aprendizaje de la relajación consciente son a media mañana, a
media tarde, poco antes de la comida y poco antes de la cena.
Cuando se hace el ejercicio antes de la comida o de la
cena es conveniente que antes de ponerse a comer se haga unos
momentos de ejercicio suave, como andar, arreglar las cosas, etc.,
para que el cuerpo esté mejor entonado para ingerir la comida.
Una vez elegida la hora que mejor reúna las condiciones
deseadas, manténgala todos los días. No la cambie, a no ser por un
motivo plenamente justificado. Su cuerpo y su mente se acostumbrarán
a este ritmo y obedecerán con más facilidad.
DURACIÓN DEL EJERCICIO. - Los
primeros quince días, lo mejor es dedicar al entrenamiento dos
sesiones de quince o veinte minutos, una a media mañana o antes de
comer, y otra a media tarde o antes de cenar. Después, a medida que
se vayan dominando las fases preliminares, puede alargarse el tiempo
de cada sesión hasta media hora, lo que se hará con gusto debido al
bienestar que se acostumbra a experimentar.
Cuando se llegue a dominar por completo la técnica,
entonces ya estará uno mismo en condiciones de apreciar
intuitivamente la duración y frecuencia convenientes.
POSICIÓN. - Para el aprendizaje de
la relajación general, la posición consiste en estar en decúbito
supino, o sea, extendido de espaldas, boca arriba, los pies algo
separados entre sí, en posición perfectamente natural, los brazos a
los lados del tronco con las palmas de las manos hacia arriba y los
dedos un poco doblados con naturalidad. En el yoga hindú, se
denomina a esta postura con el nombre de shavasana
o postura del
cadáver, debido a que realmente todo el cuerpo ha de reposar
extendido en el suelo como si estuviera muerto.
Algunas personas aconsejan poner almohadas debajo de las
rodillas, de los riñones, de la nuca, de los antebrazos, etc.
Nosotros hemos podido comprobar en la gran mayoría de las personas a
quienes hemos enseñado estos ejercicios, que se puede conseguir una
perfecta relajación sin necesidad de almohada alguna, ni siquiera
debajo de la cabeza. Por esta razón aconsejamos al principiante que
se acostumbre ya desde los primeros días al entrenamiento
sencillamente extendido sobre la cama o diván, de modo que el cuerpo
quede lo más horizontal posible, y prescindiendo, salvo necesidad
muy personal, de todo aparato o artificio suplementario.
La boca se mantiene naturalmente cerrada, aunque la
mandíbula inferior, al relajar los músculos de la cara, queda
siempre algo descendida.
Los ojos se mantendrán semicerrados o cerrados del
todo. En la fase elemental del entrenamiento, aconsejamos el tenerlos
semicerrados para contrarrestar la tendencia del principiante a
quedarse dormido.
Hay unos pequeños detalles que conviene cuidar para
llegar más rápidamente al resultado final. Uno de ellos es el que
la columna vertebral esté lo más plana posible, es decir, que es
conveniente que toquen al suelo el mayor número de vértebras
posible. Nos referimos, claro está, a la región lumbar que conviene
esté en línea recta con las restantes vértebras, reduciendo al
mínimo la natural curvatura o lordosis lumbar. Un poco de práctica
hará posible conseguirlo con comodidad en la mayoría de las
personas. La señal de que esto está conseguido es que la
respiración surge de un modo espontáneo en la forma abdominal, con
sensación de libertad, comodidad y amplitud.
Otro detalle que la práctica demuestra ser de
importancia, es la exacta posición de la cabeza. En efecto, una
pequeña variación en la inclinación de la cabeza hacia arriba o
hacia abajo puede entorpecer o facilitar la relajación. Hay una
posición exacta en la cual la cabeza queda óptimamente colocada
para que la sangre circule sin obstáculo alguno y para que la
respiración pueda proseguir su curso sin la menor dificultad aunque
se prolongue el ejercicio. Cada cual ha de buscar por sí mismo esta
posición exacta, que a menudo requiere tan sólo una variación de
unos pocos milímetros respecto a la que se había adoptado en el
primer momento.
En los comienzos de la relajación, es experiencia muy
frecuente que a los pocos minutos de permanecer en la posición
indicada, se sienta una imperiosa necesidad de moverse. Esta
necesidad, que es psicológica y no física, conviene resistirla y
dominarla hasta que desaparezca. No obstante, si antes se ha hecho
suficiente ejercicio o esfuerzo, esta necesidad de moverse no se
presentará. Entonces, el descanso es la continuación natural del
ejercicio.
Observaciones importantes: 1ª.
Al empezar la
relajación haga siempre dos o tres respiraciones completas y
profundas. Al terminar el ejercicio o si tiene que interrumpirlo por
algo imprevisto, haga siempre dos o tres respiraciones profundas
antes de intentar moverse.
2ª. No interrumpa nunca bruscamente
la relajación, pues podría causarle algún perjuicio en el sistema
nervioso. El alejamiento o acercamiento consciente del cuerpo se hace
siempre mediante estos dos elementos: mente y respiración, y su
acción ha de ser en todo momento suave y gradual. Por lo tanto, si
ha de interrumpir la relajación súbitamente, en vez de intentar
moverse o de hablar en seguida, piense
primero que ahora
dejará este estado y volverá al estado normal; entonces respire
profundamente un par de veces y abra los ojos; haga otra respiración
completa y contracture los músculos, especialmente los de los brazos
y piernas, como si se desperezara por la mañana al despertarse. A
continuación ya podrá moverse sin el menor inconveniente.
RESPIRACIÓN. - Al empezar la sesión
haga siempre dos o tres respiraciones lentas y completas, como ya
hemos dicho. Después, pase a hacer respiración natural abdominal,
sin forzarla. Mantenga esta respiración a lo largo de todo el
ejercicio, que se irá haciendo por sí misma más lenta y profunda a
medida que se profundice el estado de relajación, y viceversa,
volverá a ser más ligera cuando el estado sea también más
superficial. Al terminar, no se olvide nunca de hacer las dos o tres
respiraciones lentas y profundas acompañadas de la idea de volver al
estado normal y seguidas de la contractura como se ha iniciado al
final de la 2ª observación; antes de ponerse en pie.
ACTITUD MENTAL. - La actitud mental es el eje de todo el
aprendizaje de la correcta relajación. La mente consciente ha de
llegar a ser el elemento dinámico y rector de todo cuanto está por
debajo de ella cuerpo físico y sus sensaciones, sentimientos,
imaginaciones y pensamientos.
La actitud mental que se ha de tener
indispensablemente durante todas las fases de la relajación,
consiste en mantener la atención perfectamente despierta y tranquila
de modo que pueda dirigir, desde el principio hasta el fin, todo el
proceso psico-fisiológico como se indicará en su lugar. Esta
atención al principio será intermitente por la habitual
interferencia de pensamientos, imágenes y recuerdos, pero poco a
poco, gracias a la práctica constante y al esfuerzo dirigido, la
mente se irá estabilizando y el foco mental de la atención podrá
dirigirse y mantenerse a voluntad durante todo el tiempo necesario
sobre los puntos requeridos. Los estados mentales se irán
transformando a medida que se progrese, hasta llegar al punto en que
la mente podrá mantenerse completamente despierta aparte de toda
operación mental, esto es, se mantendrá completamente tranquila y
despierta sin pensamiento alguno: es el estado que denominamos
conciencia-testigo o
atención central. Es
la fase final de la relajación en su aspecto mental y cuando se
llega a alcanzar, aunque sólo sea por breves instantes, produce una
transformación profunda de toda la personalidad.
Ahora, pues, solucionados los preliminares externos e
internos, extendido ya cómodamente sobre la cama, envuelto en una
suave penumbra que invita al silencio y al recogimiento, entremos
propiamente en el aprendizaje de la relajación.
CAPÍTULO
II
APRENDIZAJE PROGRESIVO DE LA RELAJACIÓN
GENERAL CONSCIENTE PRIMERA Y SEGUNDA FASES
PRIMERA Y SEGUNDA FASES
Primera semana
Una vez colocado en la postura y
demás condiciones indicadas en el capítulo anterior, proceda, con
calma, del modo siguiente:
1º Haga tres respiraciones lentas y profundas, por la
nariz y con la boca cerrada.
2°
Piense que va ahora
a relajar todo el cuerpo porque usted así lo desea.
3° A continuación afloje de golpe todos los músculos
de los cuales sea consciente, con un gesto interior global de soltar,
de aflojar, de dejar ir.
4° Haga ahora diez respiraciones
normales, pero algo más lentas, repitiendo a cada espiración, esto
es, al sacar el aire por la nariz, este gesto de aflojamiento
general, que es el mismo que seguramente habrá hecho en muchas
ocasiones, cuando estando muy fatigado, ha podido al fin tenderse en
la cama y, suspirando, «se deja caer del
todo en ella».
Mantenga clara en la mente esta idea de aflojar, soltar y relajar
todo el cuerpo y repita una y otra vez el gesto a cada nueva
espiración.
5º Descanse unos momentos, uno o dos
minutos, y aprovéchelos para mirar mentalmente el estado en que se
encuentra el cuerpo, es decir, para tomar clara conciencia de la
sensación que le viene del cuerpo mientras está en este estado de
reposo.
6°
Piense que ahora va
a poner fin a este estado de relajación y que va a volver al estado
vigílico normal.
7° Haga tres respiraciones, siempre por la nariz,
aumentando a cada una el volumen de la inspiración.
8° Después de la tercera respiración mueva los dedos
de las manos y de los pies y contracture unos instantes los músculos
de los brazos y de las piernas. Acto seguido ya puede ponerse en pie,
dando por terminado el ejercicio.
La ejecución de este ejercicio durará en conjunto tan
sólo unos diez minutos, pero para los primeros días es suficiente.
Recuérdese lo que hemos dicho referente a la duración y frecuencia
de la relajación en la parte teórica y, en consecuencia, procúrense
hacer dos de estas sesiones de entrenamiento cada día.
Es evidente que la relajación
conseguida por ahora será todavía bastante imperfecta, pero si
cumple estrictamente estas instrucciones habrá empezado a
acostumbrarse a manejar todos los elementos que le asegurarán más
adelante una relajación perfecta. Por favor, insistimos, no descuide
ninguna de las indicaciones que le damos: todas ellas son esenciales
y es importante aprender desde el principio su correcta ejecución:
le facilitarán enormemente el conseguir con la máxima rapidez y
perfección las fases más adelantadas y difíciles.
Segunda semana
1º Haga tres respiraciones lentas y profundas, por la
nariz.
2° Piense que
va ahora a relajar todo el cuerpo.
3° A continuación afloje de golpe todos los músculos
de los cuales sea usted consciente, con un gesto interior global de
soltar, de aflojar, de dejar ir.
4° Haga ahora cinco
respiraciones
normales, pero algo más lentas, repitiendo a cada espiración - este
gesto de aflojamiento general.
50
Ponga ahora la atención en los pies y las piernas, siéntalos,
y durante otras
cinco espiraciones dedíquese a aflojarlos de un modo especial y
suplementario. Así es que, manteniendo el cuerpo en el mismo estado
del número 4, dirija suavemente la atención a la sensación
interior de las piernas, piense con claridad que ahora las va a
aflojar más y más y repita el gesto interno de relajarlas durante
cada una de las cinco espiraciones. Aun cuando usted tenga la
impresión de que están ya bien relajadas y que no puede conseguirse
más, no importa, insista. Precisamente en este esfuerzo
suplementario y aparentemente inútil reside uno de los secretos del
éxito en la relajación profunda.
60
Haga lo mismo del punto anterior con los brazos y las manos, durante
otras cinco respiraciones.
70
Descanse unos momentos, uno o dos minutos, y aprovéchelos para
registrar el estado interno del cuerpo en general y de las
extremidades en particular.
8° Piense que
ahora va a poner fin a este estado de relajación y que va a volver
al estado vigílico normal.
9° Haga tres respiraciones, siempre por la nariz,
aumentando a cada una el volumen de la inspiración.
10. Después de la tercera respiración mueva los dedos
de las manos y de los pies y contracture unos instantes los músculos
de los brazos y de las piernas. Acto seguido ya puede ponerse en pie,
dando por terminado el ejercicio.
Tercera semana
1º
Haga tres respiraciones lentas y profundas, por la nariz.
2°
Piense que va ahora
a relajar todo el cuerpo.
3° A continuación afloje de golpe todos los músculos
de los cuales sea usted consciente, con un gesto interior global de
soltar, de aflojar, de dejar ir.
4° Haga ahora cinco respiraciones normales, pero algo
más lentas, repitiendo a cada espiración el gesto de aflojamiento
general, incluyendo además la relajación especial de piernas y
brazos.
5° Ponga ahora la atención en el
plexo solar, esto es, en la boca del estómago, sienta
interiormente esta
región, y durante otras cinco espiraciones dedíquese a aflojar de
un modo especial y suplementario, extendiendo la relajación a toda
la región del vientre.
6° Haga lo mismo con la región del pecho, durante
otras cinco respiraciones.
7º Descanse unos momentos, uno o dos
minutos, y aprovéchelos para registrar el estado interno del cuerpo
en general y de las extremidades y tronco en particular.
8°
Piense que ahora va
a poner fin a este estado de relajación y que va a volver al estado
vigílico normal.
9° Haga tres respiraciones, por la nariz, aumentando a
cada una el volumen de la inspiración.
10º Después de la tercera
respiración mueva los dedos de las manos y de los pies y contracture
unos instantes los músculos de los brazos y de las piernas. Acto
seguido ya puede ponerse en pie, dando por terminado el ejercicio.
Cuarta semana
1° Haga tres respiraciones lentas y profundas, por la
nariz.
2º Piense
que va ahora a
relajar todo el cuerpo.
3° A continuación afloje de golpe todos los músculos
de los cuales sea usted consciente, con un gesto interior global de
soltar, de aflojar, de dejar ir.
4° Haga ahora cinco respiraciones normales, pero algo
más lentas, repitiendo a cada espiración el gesto de aflojamiento
general, incluyendo además, la relajación especial de las
extremidades y el tronco.
5º Ponga ahora la atención en la
nuca, sienta
interiormente esta
región y durante otras cinco espiraciones dedíquese a aflojarla de
un modo especial y suplementario, extendiendo la relajación a toda
la región del cuello.
6º Haga lo mismo con los músculos
de la cara, frente, maxilar inferior, lengua, etc., durante otras
cinco respiraciones.
7° Descanse unos momentos, uno o dos minutos, y
aprovéchelos para registrar el estado interno del cuerpo en general
y de la cabeza y cuello en particular.
8º
Piense que ahora va
a poner fin a este estado de relajación y que va a volver al estado
vigílico normal.
9° Haga tres respiraciones, por la nariz, aumentando a
cada una el volumen de la inspiración.
10º Después de la tercera
respiración, mueva los dedos de las manos y de los pies y
contracture unos instantes los músculos de los brazos y de las
piernas. Acto seguido ya puede ponerse en pie, dando por terminado el
ejercicio.
Quinta semana
1º Haga tres respiraciones lentas y profundas, por la
nariz.
2º Piense
que va ahora a
relajar todo el cuerpo.
3º A continuación afloje de golpe todos los músculos
de los cuales sea usted consciente, con un gesto interior global de
soltar, de aflojar, de dejar ir.
4° Haga diez
respiraciones
normales, que ahora tendrán ya que salir espontáneamente del tipo
abdominal, haciendo en el momento de cada espiración un acto general
de aflojamiento de todo el cuerpo. En el grado actual de práctica,
ha de poder conseguir esta distensión muscular con mucha mayor
rapidez y profundidad.
5° Durante cuatro o cinco minutos,
dedíquese a descansar mentalmente y observe de vez en cuando si
existe la más mínima tensión en alguna parte del cuerpo, y de ser
así, aflójela suavemente. Sienta
todo el cuerpo
descansando.
6° Piense que ahora va a poner fin a este estado de
relajación y que va a volver al estado vigílico normal.
7° Haga tres respiraciones, por la nariz, aumentando a
cada una el volumen de la inspiración.
8° Después de la tercera respiración, mueva los dedos
de las manos y de los pies y contracture unos instantes los músculos
de los brazos y de las piernas. Acto seguido ya puede ponerse en pie,
dando por terminado el ejercicio.
Con esto pueden darse por bien completadas las dos
primeras fases de la relajación que hemos descrito en la Parte
Teórica. Aunque es frecuente que aparezcan rasgos o características
que corresponden a un estado o fase ulterior, sin haber conseguido
realizar del todo la fase preliminar, al llegar al final de esta
quinta semana ha de ser capaz de dominar con relativa facilidad y
bastante perfección la relajación general de la musculatura
consciente. Esto lleva consigo el experimentar la conciencia global
periférica del cuerpo, la sensación general de hormigueo y calor,
apunta ya de un modo más o menos claro la conciencia de un bienestar
físico, que corresponde propiamente a la tercera fase.
TERCERA FASE O GRADO DE RELAJACIÓN
Sexta semana
1º
2° y 3º, como en las semanas anteriores.
4º Una vez conseguido el estado de aflojamiento general
aprendido en la última semana, dirija su atención hacia el
movimiento respiratorio. Respire del modo más natural posible, y sin
pretender modificar para nada esta respiración, dedíquese a
observarla tranquilamente. Primero, siga con la mente el movimiento
físico del diafragma y del pecho; al cabo de un rato dirija la
atención a la sensación interna del impulso respiratorio. Nada más.
No quiera modificar en ningún sentido la respiración que surge de
un modo espontáneo y natural. Tan sólo mirar y sentir, esto es,
contemplar. Prolongue este ejercicio hasta unos 15 minutos.
Cuando la mente se aleje de esta atención por aparecer
imágenes o pensamientos extraños al ejercicio, vuélvala de nuevo,
suavemente, hacia la respiración.
Y esto cuantas veces sean precisas, sin impaciencias ni
violencia de clase alguna. Si ha seguido puntualmente las
instrucciones de las semanas precedentes observará que el control de
la mente no resulta ahora tan difícil como se imaginaba al
principio.
5°, 6° y 7º,
como los tres
últimos puntos de las semanas anteriores.
Séptima semana
1º,
2° y 3º,
como en las
semanas anteriores.
4º Como resultado de la observación sobre la
respiración seguida durante la semana anterior, habrá comprobado
seguramente que la respiración sale de un modo desigual, irregular y
arrítmica. Se trata ahora de conseguir su regularidad, esto es, que
la inspiración y la espiración tengan la misma duración y que su
frecuencia sea regular, constante. No se trata de modificar el
volumen, sino tan sólo el ritmo. Por consiguiente, corrija, siempre
sin violencias, los dos movimientos respiratorios alargando un poco
el que sea más corto y acortando un poco el que sea más prolongado,
hasta que consiga que el ritmo se mantenga de un modo regular. Haga
este ejercicio durante unos quince minutos.
5º,
6º y 7°, como los tres últimos puntos de las semanas anteriores.
Octava semana
1º, 2º
y 3 °, como
en las semanas anteriores.
4° Manteniendo la atención sobre el
ritmo respiratorio como en la última semana, procure ahora aumentar
de modo muy suave su profundidad, su volumen. En ningún momento hay
que forzar nada. La respiración ha de surgir tan lenta y suavemente
como antes, sólo el volumen se amplía un poco; la inspiración algo
más profunda y la espiración también. Mantenga esta práctica
durante veinte o veinticinco minutos.
5º, 6º y 7º,
como los tres
últimos puntos de las semanas anteriores.
Hemos conseguido ahora, plenamente, la tercera fase o
grado de relajación general consciente. Ha de experimentar una gran
sensación de placidez y de bienestar durante el ejercicio. La mente,
asimismo, notará que queda muy calmada, aunque no silenciosa del
todo, lo que corresponde a la fase siguiente.
La persona que haya seguido
sistemáticamente las prácticas tal como se han recomendado hasta
aquí, tiene asegurados los resultados que se indican en los cinco
primeros números de las páginas 16-17 [CAPÍTULO PRIMERO; apartado:
CONSECUENCIAS DE LA FALTA DE DESCANSO] lo que constituye ya, por sí
mismo, una espléndida realización.
HACIA LA CUARTA FASE
Es la fase de la autoconciencia mental. Una vez se
consigue con facilidad el estado de placidez y de bienestar general
propio de la tercera fase de la relajación consciente, puede
emprenderse con éxito esta etapa superior, que consiste en la
relajación mental o dominio del pensamiento. Intentar abordar esta
fase sin haber conseguido sobrepasar las anteriores es someterse a un
esfuerzo tan penoso como inútil. Pero si se emprende el control de
la mente después de haber dominado los demás niveles, sorprenderá
la facilidad con que se consigue este dominio sobre el propio proceso
de pensar, que tan difícil, si no imposible, parece al principiante.
Veamos en qué consiste la práctica:
1º,
2º y 3º, como
de costumbre.
4º Durante unos cinco minutos
continúe con la mente centrada en el ritmo respiratorio, como en la
fase anterior. A continuación, dirija suavemente la atención hacia
sus propios pensamientos. Del mismo modo que en la tercera fase
miraba
tranquilamente el
ritmo respiratorio, mire ahora su propia actividad mental, sin hacer
nada más, sin querer cambiarla ni suprimirla, sólo como espectador
pasivo que asiste al espectáculo de unas ideas o imágenes que
vienen y se van, sin intervenir para nada en ellas, ni siquiera para
valorarlas ni juzgarlas.
Cuando esta actitud de espectador
esté bien establecida, lo que puede conseguirse a los diez o quince
días de iniciada esta cuarta fase de relajación, dé orden a la
mente, desde el fondo, de que guarde silencio. Quiera,
sencillamente, que
todo se tranquilice, que la mente quede limpia, tranquila y
silenciosa. Repita dos o tres veces, muy sutil pero claramente, la
orden: silencio, más silencio, silencio profundo, silencio...
Después de media hora, termine el ejercicio con los
tres puntos de costumbre.
Es casi seguro que al principio
encontrará dificultad en mantener la mente en la actitud espectadora
señalada al principio. Ayudará el fijar la atención primero
durante unos momentos, en el punto medio o punto de partida del
impulso respiratorio. En efecto, al mirar fijamente el punto central
e inmóvil alrededor del cual gira el vaivén respiratorio, se
produce un doble efecto en la mente: se estabiliza y se profundiza.
Sabemos que esto resultará ininteligible para el lector ocasional de
estas líneas, pero todo aquel que haya seguido escrupulosamente las
instrucciones dadas hasta aquí, estará en condiciones de comprender
bien a qué nos referimos. Así, pues, una vez centrados mentalmente
durante unos momentos en el centro del impulso respiratorio, se
dirige de nuevo la mirada mental hacia la pantalla de la mente para
contemplar cuantos pensamientos e imágenes persistan todavía en
aparecer, y que ahora serán ya muy pocos.
Al cabo de unos cuantos días de práctica, conseguirá
que la mente quede, por lo menos durante un rato, tranquila y quieta,
sin necesidad de forzar ni violentar ningún mecanismo mental. Es ya
el silencio de la mente.
Este silencio es efecto de una profundización real de
la conciencia y no de una inmovilización artificial y forzada de la
mente. Cuando se experimente este silencio mental en el estado de
perfecta lucidez que requiere la relajación consciente, un nuevo
nivel de conciencia emergerá del fondo de su personalidad. Una de
las notables impresiones que se experimentan al conseguir
efectivamente este silencio mental consciente, es la de sentirse
inmensamente libre, o quizás sería más adecuado decir que uno se
siente a sí mismo como liberado. Al mismo tiempo, se tiene la
evidencia también de estar en contacto con algo más grande, algo
inmenso, vivo y poderoso que dilata la mente y la vivifica de un modo
extraordinario.
Es evidente que para lograr la perfección de esta
cuarta fase y, por consiguiente, estos estados de conciencia que
hemos mencionado, se requiere un trabajo perseverante de varias
semanas. Pero aunque sólo se perciba esta experiencia profunda
durante unos breves instantes en los primeros quince días de
iniciada esta etapa, será ello compensación más que suficiente de
los esfuerzos realizados, a la vez que estímulo para seguir adelante
con la práctica,
Con la práctica, este estado se
podrá renovar una y otra vez hasta que, muy lentamente ahora, se irá
afianzando en el trasfondo de la conciencia vigílica. Empieza aquí
a funcionar la atención central o conciencia-testigo en el propio
nivel mental. A partir de este momento, deja de dependerse de la
propia actividad mental: se empieza a ser consciente de un nivel de
la propia realidad más allá del pequeño mundo de las formas
mentales de tipo personal (que son las únicas que nos causan
preocupaciones), y estas formas pueden empezar a manejarse a
voluntad. El dominio
real del
pensamiento comienza a ser un hecho en todos los momentos del día, y
esto transforma por completo toda la personalidad.
No se puede fijar el tiempo requerido para dominar esta
fase de la relajación por completo, variando, como es natural, en
cada caso particular. Como plazo general, puede señalarse el de uno
o dos meses.
QUINTA FASE
A partir de la cuarta etapa, o fase de la relajación,
todo trabajo de profundización se ha de hacer exclusivamente en la
mente. Los estados conseguidos en las tres primeras etapas son la
preparación necesaria e indispensable para que la mente pueda
abstraerse de los niveles superficiales e inferiores de su propia
esfera, penetrando entonces con plena conciencia en los niveles
profundos y superiores del plano mental.
Esta quinta fase o grado, que es el de la conciencia de
obscuridad, de vacío, es tan sólo el efecto de la prolongación de
la fase anterior y es el punto de transición para llegar a la fase
final, a la conciencia positiva de plenitud. Por lo general esta fase
es de muy corta duración, unos días, pero hemos querido señalarla
por su carácter distintivo de aparente negatividad. Vamos a tratar
de describirla brevemente.
Cuando la quietud mental de la fase
4a se
prolonga, la impresión de silencio se transforma, por sí sola, en
la percepción de una oscuridad creciente y de un vacío cada vez más
activo. La gran fuerza viviente que se empezó a sentir en la cuarta
fase, adquiere aquí un extraño vigor, aparentemente negativo. Es,
en efecto, algo que parece negar toda noción de vida, tal como la
conocemos: es grande e inmenso y, sin embargo, vacío y oscuro; es
vivo y poderoso y, no obstante, inaprehensible; es inteligente y, a
pesar de esto, ininteligible en su naturaleza.
La mente tiende a agarrarse a las viejas experiencias y
a los estados habituales, pero no obstante, siente la urgente
necesidad de ir adelante, de soltar todo cuanto está aún retenido y
de penetrar, sea como sea, en este nuevo mundo misterioso y
desconocido. Cuando la mente afloja un poco más se tiene la
impresión de que se está cayendo en un abismo negro y sin fondo.
Evidentemente, se trata tan sólo de un estado subjetivo,
consecuencia de aflojar por unos momentos las fuertes
identificaciones de la conciencia en sus estratos profundos con las
viejas experiencias de la vida corriente y elemental.
No hay peligro alguno en este
descenso a lo interior, si la mente permanece firmemente centrada en
su propio nivel mental, es decir, si se consigue mantener la atención
central como núcleo consistente y básico a lo largo de toda la
experiencia. Es muy difícil describir adecuadamente estos estados y
experiencias, pero aquellas personas que lleguen o estén en sus
proximidades comprenderán de qué se trata. A las demás, no hay
forma posible de comunicarlo. Decíamos que no hay peligro alguno en
estas experiencias, si se logra mantener una perfecta cohesión
mental o punto integrado de atención. Es este punto integrado de
atención el que hace posible que en cualquier momento se pueda
retroceder en la experiencia. Es el que nos permite dominar por
completo la situación. Si esta unidad de atención no está presente
debe renunciarse por completo a esta clase de experiencias y estados:
significa que la personalidad no está suficientemente integrada en
el nivel de la mente y, por consiguiente, en vez de intentar penetrar
de modo prematuro en estos niveles profundos necesita reforzar,
coordinar e integrar la mente en sus niveles superficiales mediante
otras técnicas adecuadas.
SEXTA Y ÚLTIMA FASE DE LA RELAJACIÓN
Poco podemos decir de esta fase,
aparte de afirmar su existencia. Incluso si decimos que es la última,
es sólo porque es la más elevada que, de algún modo, conocemos.
Pero de la misma manera que a la noche sigue el día, de las
tinieblas interiores surge la luz interior del alma. Este estado
subjetivo, aunque dentro de un orden perfectamente natural, parece
corresponder a la experiencia del «sí mismo», a la evidencia
inmediata, como sujeto, de la realidad espiritual del alma. No
podemos decir más. Añadiremos tan sólo que después, al encajarse
de nuevo en la
mente y demás estructuras psíquicas normales, se da uno cuenta, con
asombro, de la extraña limitación en que habitualmente vive dentro
del minúsculo y enmarañado mundo de los propios pensamientos y
deseos personales.
CAPÍTULO III
OBSERVACIONES COMPLEMENTARIAS
ALGUNOS FENÓMENOS QUE PUEDEN PRESENTARSE DURANTE LA
RELAJACIÓN
La experiencia propia y ajena nos ha enseñado que
durante la práctica de la relajación general consciente pueden
presentarse algunos fenómenos que, si bien no suelen tener
consecuencias, de momento no dejan de asustar o desconcertar al
principiante.
Veamos los más frecuentes:
1. Pequeñas sacudidas en las
extremidades. - Ocurre
alguna vez, al principio, sentir como si una pierna o un brazo dieran
de pronto un salto como consecuencia de una sacudida nerviosa. Este
fenómeno no tiene importancia alguna. Es debido a la súbita
descarga de corrientes nerviosas que circulaban defectuosamente. Al
mejorar ésta, gracias a la relajación, se normaliza el sistema
nervioso, por lo que dejan de presentarse al cabo de unas pocas
sesiones.
2. Fenómenos sensoriales
subjetivos. - A
determinadas personas
les ocurre que al estar quietos y tranquilos, empiezan de pronto a
ver, imaginativamente, caras o paisajes, unas veces conocidos y otras
no.
Este fenómeno siempre es debido, durante la relajación
consciente, a que no se ha conseguido mantener la debida actitud
mental positiva. Cuando la mente está ocupada en hacer algo bien
definido, no hay lugar para visiones de ninguna clase. No
recomendamos al estudiante de la relajación científica que se deje
llevar por este tipo de percepciones, a no ser que lo haga con la
autorizada supervisión de una persona competente en estas materias.
Si procura que la mente esté más activamente despierta, regulando
en cada momento lo que se está haciendo, y mantiene a la vez los
ojos semiabiertos, estas visiones desaparecerán por completo.
Otras personas perciben voces o música, y otras incluso
sienten intensos y agradables perfumes. Todo esto no tiene
importancia v, por lo tanto, no hay que darle ninguna. A esta clase
de fenómenos es aplicable lo mismo que hemos dicho antes sobre los
fenómenos visuales.
Otra cosa son ciertos sonidos que pueden presentarse
precisamente cuando más atento y tranquilo se está. Estos sonidos,
que tienen varias modalidades, pueden no ser producto de ninguna
actitud errónea, sino que pueden corresponder a la actividad
vibratoria de determinados centros superiores, y son bien conocidos
por los practicantes adelantados de yoga y por cuantos se dedican
seriamente a la meditación. Una de las formas de saber con certeza
si se trata de esta clase de sonidos, es comprobar lo siguiente
1º Cuanto más claro,
despierto y tranquilo se
está, más claro también se percibe el sonido.
2° Cuanto más claro e intenso se percibe el sonido, se
tiende de un modo natural a un mayor recogimiento y elevación de la
mente. Si ello no es así, entonces conviene aplicar lo que hemos
dicho en el caso de las visiones. Si con esto no desaparecen los
ruidos conviene dejar la práctica de la relajación y se debe
consultar a un neurólogo. En el caso de que se trate efectivamente
de esta clase de sonidos de tipo positivo, entonces pueden utilizarse
con provecho como base para fijar la atención, en los grados 4, 5 y
6 de relajación, en lugar de utilizar el centro del impulso
respiratorio.
3º
Fenómenos de movimientos. - Si debido
a que ha dejado de estar bien atento por unos momentos empieza a
notar como si el suelo o la cama se balanceara, o como si todo
empezara a girar, haga lo siguiente: en primer lugar, no se asuste,
compruebe simplemente con toda calma lo que le está ocurriendo;
segundo, respire un poco más profundo alargando la inspiración una
y otra vez y por último, haga una inspiración profunda y abra los
ojos. El estado habrá cesado por completo.
4°
Fenómeno de inmovilización. - Si debido
también a unos momentos de ausencia mental, le parece encontrarse
repentinamente incapaz de poderse mover, aún queriéndolo, haga lo
siguiente:
1º Tranquilícese y no haga ningún
esfuerzo ni violencia de ninguna clase.
2º
Piense que quiere
hacer una inspiración un poco más profunda. Repita este pensamiento
dos o tres veces, sin hacer nada más en este momento.
3º Intente ahora aumentar
efectivamente y poco a poco, las sucesivas inspiraciones.
4º Haga ahora una respiración
completa, aunque suave. Acto seguido otra respiración más profunda
y abra los ojos.
Al cabo de unos cuatro o cinco
segundo de permanecer tranquilo habrá cesado por completo el estado
anómalo.
NOTA SOBRE LAS FASES SUPERIORES DE LA RELAJACIÓN
Algunas personas, ajenas a estos estados, no dejarán de
ver en las descripciones que hemos hecho de las fases avanzadas de la
relajación, peligrosas desviaciones a incluso definidos trastornos
de la mente. Creemos que no es éste el sitio adecuado para largas
argumentaciones ni discusiones. Diremos aquí solamente que existen
algunas formas bien definidas que permiten apreciar con bastante
seguridad si la persona realmente adelanta o retrocede, si crece o se
desvía, si alcanza un nivel creador o de desvarío...
La persona que adelanta, que crece
interiormente, presentará siempre, inevitablemente, una mayor
capacidad para comprender, aceptar y comunicar en el mundo de sus
semejantes. Vivirá interiormente con más paz y alegría, y a la
vez, se sentirá más próxima al corazón de su hermano. Se adaptará
mejor a cualquier circunstancia, pero lejos de disminuir su
personalidad, se afirmará y aumentará cada vez con más fuerza, sin
proponérselo, su influencia personal y su irradiación interior.
Dejará de depender interiormente de personas y cosas, y no obstante,
cada vez se sentirá más unida, más compenetrada con todo cuanto
vive y alienta. Desaparecerá de su interior todo temor y toda
inseguridad, pero le sustituirá un creciente amor y una sincera
religiosidad. Y es que, en efecto, el progresivo dominio y
conocimiento interior de sí mismo, le conducirá indefectiblemente
hasta los límites de su propia realidad, que es tanto como decir
hasta los pies de su Creador, ya que según dice aquel texto clásico,
«donde acaba el hombre, allí empieza Dios».
BIBLIOGRAFIA
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Scientifique Française. París,
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World's Work. Surrey, 1957.
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Médico-Chirurgicale, 25-437. A. 10. París, 1961.
TERCERA PARTE
SUGERENCIAS COMPLEMENTARIAS Y APLICACIONES
PRÁCTICAS DEL ESTADO DE RELAJACIÓN GENERAL CONSCIENTE
CAPÍTULO PRIMERO
SUGERENCIAS COMPLEMENTARIAS A LA
PRÁCTICA DE LA RELAJACIÓN
Vamos a dar a continuación diversas notas,
observaciones y sugerencias que esperamos ayuden a numerosas personas
a alcanzar el estado de relajación con mayor rapidez y profundidad.
Algunas de estas observaciones son producto de nuestra
propia experiencia en la práctica y en la enseñanza de la
relajación, otras son resultado de la experiencia personal de
nuestros alumnos, y otras, en fin, son recomendaciones hechas por
diversos autores bien calificados.
Nadie debe desconcertarse por leer
tantas sugerencias diferentes sobre un mismo tema, ni tampoco debe
pretender ponerlas en práctica todas ellas de manera inmediata. En
ésta, como en otras materias similares, el practicante debe estar
dispuesto a experimentar en sí mismo, comprobando, después de
repetidos ensayos, cuáles son los detalles que mejor se adaptan a
sus necesidades personales. Y aún es mejor que se ejercite paso a
paso en varias modalidades de prácticas, porque constatará en su
experimentación que si bien en determinadas ocasiones tal
procedimiento le resulta sumamente eficaz, en otros momentos, en
cambio, serán otras prácticas o detalles los que más le
facilitarán el llegar a un estado de perfecta quietud y
tranquilidad.
1. Nunca se debe intentar la relajación física
inmediatamente después de llevar varias horas de relativa
inmovilidad: trabajo de oficina, tertulia con amigos, etc. El cuerpo
en estas condiciones necesita movimiento, ejercicio, y no es momento
propicio para una nueva inmovilización.
Hay que exceptuar tan sólo el momento de despertarse
por la mañana. En efecto, en ese momento, si las circunstancias
exteriores lo permiten -no tener que levantarse apresuradamente por
necesidades fisiológicas o de horario, calma de ambiente, etc.- y si
al mismo tiempo uno aprende a mantenerse interiormente bien
despierto, aunque tranquilo y en silencio, es sumamente aconsejable
permanecer unos instantes en relajación consciente. Estos instantes
son preciosos, tanto para ahondar más y más en el estado de
relajación, perfeccionándolo, como para aprovecharlos utilizando
ciertas técnicas de autotransformación -sugestión profunda,
meditación, contemplación-, según explicaremos más adelante.
En el instante de despertar, si el
sueño ha sido relativamente tranquilo y profundo, el cuerpo y la
mente permanecen aún en el estado de relajación ideal. El problema
reside en conseguir que, sin abandonar para nada esta placidez, yo
esté lúcido, consciente de mí mismo y de mi estado general, pero
sin salir al mundo externo -esto es, manteniendo los ojos cerrados- y
sin enredarme en ideas, recuerdos, etcétera. Sólo ha de existir
conciencia de mí mismo, estado de quietud y silencio. En esta
condición el foco activo de mi mente -mi atención intencional- está
en condiciones óptimas tanto para entrar en lo profundo de mi
inconsciente, implantando allí las ideas positivas que se hayan
previamente elegido, como para adentrarse en los niveles superiores
de la mente -intuición- o para actualizar más y más nuestra unión
con Dios, abriéndonos a Él, siempre presente y activo en el mismo
centro de nuestro ser.
La dificultad de todo esto, salta a
la vista, es la tendencia que experimentarán muchas personas a
quedarse inmediatamente dormidas de nuevo. Y la solución única a
esta dificultad es ejercitarse en practicar durante todo el día el
acto de estar autoconsciente -lo que en varios de mis libros se
describe como atención
central o atención intencional-. Esta
práctica es la que mejor prepara para poderse mantener lúcido en
todo momento y situación. Y también, pues, en el momento de
despertarse. Y además de esto, el requisito indispensable en todo
aprendizaje: práctica inteligente, perseverante y con paciencia
incansable a toda prueba.
Así, pues, repetimos que salvo el
caso del momento del despertar, no es aconsejable la práctica de la
relajación después de haber estado varias horas inmóvil. Por el
contrario, la mejor preparación inmediata para la relajación es el
ejercicio corporal de cierta intensidad: hatha-yoga, gimnasia o
intensa actividad física.
2. -En el aprendizaje de la relajación es muy
importante la toma de conciencia del estado interno del cuerpo, esto
es, la percepción de la sensación general que nos señala el grado
de tensión o de relajación muscular y nerviosa. Esta percepción
interna es la que sirve en la práctica no sólo de referencia sobre
el grado de distensión conseguido, sino que también será utilizada
más adelante como punto de partida para lograr a voluntad la
relajación global instantánea.
3. - El ejercicio de la relajación
consciente requiere una entrega completa a la experiencia. Es
imposible, pues,
alcanzar un estado satisfactorio si algún sector de nuestra mente
está pendiente de alguna posible interrupción, de alguna ulterior
gestión pendiente, del tiempo que ha transcurrido y otras cosas por
el estilo.
Uno debe asegurarse que durante los
diez, veinte o treinta minutos que durará la sesión, nada ni nadie
le vendrá a molestar. Por su parte, el sujeto debe hacerse la idea,
muy clara y concreta, que durante estos minutos uno deja
completamente aparte todos los asuntos pendientes. Que estos minutos
representan un paréntesis en su actividad y preocupaciones. Son unas
minúsculas vacaciones -minúsculas pero totales- que uno se toma
porque así lo ha decidido y porque le son de gran utilidad. Después,
solamente después de acabado el ejercicio volverá a pensar en los
asuntos habituales. Estos han de ser unos minutos dedicados por
completo a la toma
de conciencia de sí mismo en el aislamiento del silencio y en la paz
interior.
4.-Algunas personas no logran discernir la importancia
de una plena dedicación, de una total entrega a la correcta
ejecución de las prácticas en el momento de hacerlas. Se conforman
con un «más o menos», un «ya está bien», confundiendo la
relajación consciente con un tumbarse a descansar un rato, como si
se tratase de algo parecido a una «siesta», dejando que la mente
divague a su gusto de un lado para otro. La relajación exige la
plena presencia interna del sujeto, es un proceso que aun cuando
transcurre dentro de un marco de completa pasividad externa, requiere
la máxima lucidez de la mente, la máxima actualización de la
atención concentrada.
La diferencia entre un modo y otro de
practicar puede representar exactamente la diferencia entre la
curación definitiva de un trastorno y el seguir arrastrándolo toda
la vida, entre tener acceso a un mundo libre y luminoso y permanecer
indefinidamente encerrado dentro de la maraña de los propios temores
y preocupaciones.
5. -En los primeros pasos de la
relajación puede ser una eficaz ayuda el evocar la sensación de
peso. Esta sensación debe comenzarse en los brazos, primero el
derecho, luego el izquierdo;
se pasa luego á las piernas, después al tronco y finalmente a la
cabeza. La fórmula a representarse es: «mi brazo pesa», «mi
pierna pesa», y, finalmente: «todo mi cuerpo pesa, se hunde más y
más en el suelo».
6. -También puede ser una buena ayuda, después de la
sensación general de peso, evocar la sensación de un suave calor
agradable que primero se siente en el plexo solar -o boca del
estómago- y de ahí se irradia al resto del tronco y a las
extremidades. Hay que exceptuar en esta evocación de calor, a la
cabeza. Siguiendo las instrucciones de Schultz, hay que procurar, una
vez se consigue con facilidad esta sensación de calor en todo el
cuerpo, evocar una sensación de frescor en la frente.
7. - Para facilitar la etapa de
tranquilización del estado de ánimo -una vez conseguidos los
primeros resultados en la relajación meramente física- es útil
evocar un estado afectivo agradable: amor tranquilo, paz, etcétera.
8.-La relajación muscular se
facilita evocando la sensación de bienestar general asociándolo al
libre movimiento respiratorio. Dejar que el vientre respire solo, por
sí mismo, con entera libertad ya trae consigo esta sensación de
bienestar físico. Pero el evocar deliberadamente el bienestar
facilita también el que la respiración se haga más libre y
natural, perfeccionándose así el estado de relajación.
9. -Para las personas que se proponen en serio trabajar
para un mejoramiento definido de su personalidad, es una buena
práctica el tener una frase clara, corta y gráfica, que sea la
consigna de lo que uno se propone conseguir. Esta frase ha de ser
objeto de diaria reflexión y meditación, para ahondar más y más
su significado y sus implicaciones. Cada persona ha de elegir su
propia consigna de acuerdo con su caso personal y sus deseos. A
título puramente ilustrativo podemos citar algunas de tales frases
posibles «Llegar a ser yo mismo del todo», «Yo soy energía
cordial e inteligente», «Comprender más a los demás es afirmarme
más a mí mismo», «Siempre despierto y bien centrado», etc.
Esta misma frase uno debe repetirla a lo largo del día
en todo momento de descanso, yendo por la calle, etc. Esta práctica
refuerza el efecto transformante de la reflexión y de la
autosugestión (véase el capítulo dedicado a la transformación del
carácter). Pues bien, si uno hace esta práctica, entonces en el
momento de la relajación la repetición de esta frase facilita
extraordinariamente el estado de relajación profunda y de relajación
de la mente. No hay que decir que la repetición tranquila de esta
frase ha de hacerse, especialmente en la relajación, sólo
mentalmente, aunque procurando siempre evocar el estado o la actitud
significada por ella.
10. -La práctica de la relajación puede también
hacerse en un sillón o una butaca que permita apoyar no sólo los
brazos, sino también la espalda y la cabeza. Es conveniente buscar
la manera de que la cabeza quede bien apoyada de manera que al
relajarla no se incline hacia un lado. Puede ser útil colocar una
manta doblada a cada lado de donde se apoya la cabeza de manera que
quede en medio un hueco en el que la parte posterior de la cabeza
encaje con comodidad. (Véase figura 1).
11. -Una práctica que es eficaz para
inducir un estado de tranquilidad anímica y mental, y que es quizá
la práctica más extendida en todo Oriente, consiste simplemente en
contemplar con calma pero con perfecta lucidez el ritmo de la
respiración. Esto es, seguir con atención la sensación del vaivén
del vientre mientras éste se mueve tranquilamente y con libertad al
ir respirando. No hay que intervenir de ninguna manera activa ni en
la respiración -que ha de ser lo más natural y espontánea posible-
ni en el vientre. Mirar, contemplar, sin razonar ni juzgar, pero
tampoco sin dormirse ni
disminuir la lucidez. Es un excelente ejercicio de descanso, de
revitalización y de concentración mental. Es mejor hacer esta clase
de práctica cuando se hace la relajación sentado en un sillón que
no cuando se hace extendido en el suelo o en la cama.
12. -Para inducir el silencio de la mente, una vez
logradas las fases previas, puede ser útil para ciertas personas el
representarse un paisaje muy amplio y tranquilo.
También puede serlo imaginarse que
uno contempla las vías del tren desde el último vagón: las dos
líneas se van alejando, alejando, hasta convertirse en un punto allá
muy lejos.
Una práctica útil para ahondar el silencio de la
mente, consiste en representarse un paisaje de noche. La luna llena,
que está más o menos frente a los ojos, muy lentamente va
ascendiendo hacia encima de la cabeza. Esta práctica sólo debe
intentarse cuando se ha conseguido ya un buen estado de tranquilidad
mental.
También para facilitar el silencio de la mente es una
buena práctica el mirar simplemente la oscuridad que se hace en la
mente. Otras personas encontrarán más fácil escuchar el silencio.
Y aún otras observarán que les va mejor sentir la sensación de
vacío, de soledad.
13. -Cuando uno se da cuenta que se
ha distraído, lo primero a hacer es permanecer tranquilo y no
impacientarse. A continuación hacer dos o tres respiraciones más
lentas y conscientes y volver a la evocación de,
descanso, silencio, etc.
14. -Recordamos que no hay que pretender silenciar la
mente sin que antes se haya logrado que el cuerpo esté bien relajado
y que el estado de ánimo sea tranquilo y agradable.
15.-No se debe luchar con las imágenes o ideas que
surjan. Hay que aprender a mantenerse en la actitud de espectador
impasible. Nada le ha de hacer salir de su conexión con la sensación
de descanso, de bienestar, tranquilidad, etc.
16. -Ocurre con frecuencia que un día uno consigue un
magnífico estado de relajación profunda, pero luego pasan días y
días sin que sea posible volverlo a alcanzar. Esto es completamente
normal y no ha de producir desánimo alguno.
Lo que suele suceder es que cuando se consigue una
relajación más profunda, con el consiguiente estado que lo
acompaña, se produce en el sujeto un doble efecto. Por un lado la
satisfacción inherente al estado logrado y también la satisfacción
de haber hecho un progreso tangible. Pero por otro lado, surge casi
siempre el miedo, la desconfianza hacia todo lo que es una
experiencia nueva, hacia lo que es desconocido. De ahí que a pesar
del deseo consciente de volver a repetir aquella experiencia, el
recelo más o menos consciente impide durante algún tiempo la
necesaria entrega interior para volverla a conseguir.
17. -La práctica de la relajación
no ha de considerarse como algo con que se ocupa un tiempo libre. Es
un tiempo de plena dedicación a algo básico:
a tomar mayor conciencia directa de uno mismo, al margen de todo
estímulo externo e interno.
18.
-Cuando se aprende a aflojar algo que estaba tenso -sea de orden
físico, afectivo o mental- se está aprendiendo una fase tan
importante del propio dominio como cuando se aprendió a tensar lo
que estaba suelto.
19. -La relajación progresiva es una progresiva
desidentificación con todo cuanto es ajeno a nuestro verdadero yo.
CAPITULO II
LA ACTITUD POSITIVA EN LA
RELAJACIÓN Y EN
LA VIDA COTIDIANA
¿QUÉ ES LA ACTITUD POSITIVA?
Vamos a estudiar aquí la actitud positiva en todas sus
fases, tanto en la relajación como en el aspecto dinámico de la
vida. Por un lado se nos aconseja vivir siempre en una actitud
positiva y, de hecho, todo el mundo está convencido de que la
actitud positiva es algo excelente, pero el problema viene en
realidad a la hora de llevarla a la práctica, y, sobre todo, el
intentarlo en determinados momentos de especial dificultad.
La importancia del tema justifica que hagamos ahora un
repaso de todo esto, precisando conceptos y dando orientaciones para
su práctica más efectiva en toda situación.
¿Qué es realmente la actitud positiva? Es vivir
siempre y en todo momento conectado interiormente con nuestras
cualidades centrales positivas, esto es, con nuestras cualidades
intrínsecas de energía, de conocimiento y de amor. Vivir conectado
con lo que realmente es el Yo, de manera que entonces esta conexión
por ser algo directo entre la mente consciente y esas cualidades
centrales no depende para nada de ningún hecho exterior.
En realidad, esta actitud positiva
implica dos aspectos distintos. Por un lado, el que yo sea siempre
consciente de mí mismo como sujeto, con total independencia de toda
alteración, de toda acción o incluso de todo estado; yo, como
simple sujeto, como espectador, como protagonista del acontecer, va
sea interno o externo. Y, por otro lado, es una disponibilidad óptima
de todo yo en relación con las situaciones que en cada momento se
crean.
La distinción que hacemos sobre esta
doble disposición es fundamental, como veremos. Porque en la
práctica, cuando se habla de actitud positiva todo el mundo suele
asociarla con más facilidad al hecho de una disposición activa, de
una actitud combativa frente a la vida, un estar animado, optimista,
dispuesto exteriormente. Y efectivamente, toda persona que lo ha
probado se da cuenta de la importancia que esto tiene, porque le es
sumamente útil. Pero esto es sólo una fase de la verdadera actitud
positiva. Las personas no distinguen normalmente este doble contenido
de la actitud positiva: la conciencia de sujeto en cuanto sujeto y,
aparte, la disposición óptima hacia la acción, con la consiguiente
actitud despierta y afirmativa que tal disposición requiere. A
muchas personas les cuesta diferenciar la primera parte de este doble
acto y esto es debido a que normalmente no se sienten a sí mismas
sino en la medida que se relacionan con algo, que actúan hacia algo,
ya sea otra persona, una cosa o una situación externa.
La persona tiene que aprender a
cultivar su actitud positiva en los dos aspectos: en el aspecto de sí
mismo, en tanto que sí mismo; y luego en el de este sí mismo que se
pone en determinada relación con las cosas, personas o situaciones.
LA ACTITUD POSITIVA EN LA PASIVIDAD Y EN LA ACTIVIDAD
En primer lugar hay que descubrir la
actitud positiva cuando uno está receptivo, ya que esto es lo que la
mayor parte de personas no han descubierto todavía. Y luego habrá
de venir el aprendizaje de la actitud positiva no sólo en los
momentos en que uno está receptivo, sino incluso cuando uno está
totalmente pasivo. Uno está receptivo, por ejemplo, cuando está
escuchando; en una actitud de recibir algo. Esta actitud receptiva
puede ser positiva o negativa. En otro momento estarán sin actuar y
sin recibir, estarán simplemente descansando y este descanso es una
actitud propiamente pasiva;
pues bien, también esta situación pasiva, de no hacer nada, hay que
vivirla de un modo positivo.
Con respecto a la acción, la actitud positiva no sólo
nos conduce a que rindamos más en los aspectos utilitarios de la
vida, sino que también facilita el que uno viva con más libertad
interior, que uno perciba las cosas con mayor objetividad y que uno
vaya creciendo en fortaleza interior, en maduración anímica.
Cuando la persona aprende a vivir
sintiéndose a sí misma, siendo consciente de sí misma en todo
momento, se da cuenta que hay algo en sí misma que es aparte de las
cosas que hace o dice, aparte de lo que piensa y de lo que le ocurre
por dentro. Se da cuenta que él es en todo momento, haga esto o lo
otro, haga algo o no haga nada. Esto da a uno una noción directa,
una experiencia inmediata de independencia respecto a las cosas que
ocurren. Esto, curiosamente, hay pocas personas que lo experimenten
espontáneamente. Uno suele estar tan estrechamente conectado con su
acontecer interior o exterior que en cada momento se cree ser aquello
que le ocurre, y por eso si lo que le ocurre es desagradable, la
persona se vive a sí misma negativamente, y si lo que le ocurre es
agradable, positivamente.
En realidad no debiera ser así. La persona es siempre
algo intrínseco, algo positivo, con total independencia de que le
ocurran cosas agradables o desagradables. Es decir, hay que aprender
a cultivar esta vivencia más central de yo, cómo espectador, en
todo momento. Cultivándola en todo momento se descubre que hay una
constante, lo mismo si ocurren cosas agradables como desagradables.
Esa constante que hay detrás de las variaciones nos conduce hasta
una evidencia nueva, una evidencia interior de independencia respecto
a las diversas cosas y circunstancias. Se ve que hay un factor común,
una identidad de uno consigo mismo más allá de todos los cambios.
Esto es lo que da una sensación de verdadera independencia y de
libertad interior. Uno se emancipa. Las cosas ya no le afectan como
antes, a pesar de que puede manejarlas mejor que antes, porque al no
confundirse con las cosas aprende a valorarlas sin tendenciosidad. De
este modo adquiere una visión más correcta de las personas, una
valoración más justa de las situaciones y, por lo tanto, su
capacidad de juicio y de decisión gana también en calidad.
Al mismo tiempo este vivir conectado
con sus cualidades interiores, con las nociones básicas de realidad,
de energía, de discernimiento, hace que estas mismas cualidades, que
están dentro de un modo potencial, se vayan desarrollando y
manifestando con mayor celeridad. Esto proporciona a la persona una
gran fuerza y solidez interior. Su núcleo central, el núcleo del
yo-experiencia, se va consolidando de una manera extraordinaria. Esto
conduce directamente a ese estado de fortaleza, de estabilidad y de
maduración que en el fondo todos están buscando a través de una
cosa u otra.
LA ACTITUD DE CENTRAMIENTO NO DEBE ALEJARNOS DE LA VIDA
Algunas personas piensan que este vivir centrado en sí
mismo puede conducirles a una indiferencia o apatía por todo lo
externo.
Confunden la independencia interior
con la indiferencia o frialdad. Piensan erróneamente que si no se
identifican con lo que ocurre, personas o acontecimientos que rodean
su vida, no pueden sentir su impacto. Y es que uno sin darse cuenta
tiende a interpretar el estado de no identificación con el estado de
aislamiento interior en que uno se cierra a la impresión de lo
externo y lo mira todo solamente desde fuera; y no es esto. Cuando
uno aprende a estar centrado uno puede abrirse totalmente a1 impacto,
a la impresión, y uno tiene mucha mayor sensibilidad que antes,
mejor dicho, tiene la misma, pero dispone de ella del todo, cosa que
antes no ocurría porque siempre había una actitud de rigidez como
autoprotección. En el momento en que uno se siente seguro, fuerte,
ya no tiene necesidad de protegerse, porque no se: siente amenazado,
y entonces es cuando puede aceptar lo que venga. Pero si yo no me
siento yo en mí mismo y tan sólo me apoyo en unas impresiones, o en
unos estados de ánimo, forzosamente he de retener estas impresiones,
o buscar otras que sean más positivas y agradables para mí, a fin
de sentirme artificialmente más fuerte. Por eso el lograr esta
actitud de atención central, se traduce en una libertad y en un
aumento de poder interior. Uno dispone de sí mismo, dispone de su
sensibilidad, puede abrirse. No queda impresionado ni por las ideas,
ni por las emociones; uno percibe las propias emociones pero las
percibe como algo exterior al yo. Sin embargo las vive y las siente
del todo; no es un simple mirarlas con un juicio crítico, como hace
la persona que está normalmente cerrada, y como se suele hacer
siempre y a diario. Se trata de ser yo del todo, sintiendo el yo como
centro de este todo. Y entonces que este yo se abra a la experiencia;
y esta experiencia no modificará para nada al yo, sino simplemente
ensanchará su campo de vivencia, su campo experimental, pero sin
hacerle perder en modo alguno esta cohesión, esta axialidad, esta
independencia básica que le caracteriza. En consecuencia, uno
disfruta mucho más que antes.
Y de la misma manera, uno aprende también a expresarse
con más naturalidad, con más libertad que antes, porque antes uno
tenía que estar siempre calculando lo que decía y cómo lo decía,
si representaba un riesgo para la propia seguridad social, o la idea
que los demás se formaban de uno mismo, la opinión, la crítica,
etc. Pero cuando uno vive centrado, ciertamente toma en cuenta el
problema de la crítica, porque es un hecho real, pero no depende
interiormente de él y, por lo tanto, puede expresarse con toda la
libertad, aunque de hecho utiliza esta libertad justo en la medida
que lo juzga prudente en cada situación.
Entonces se produce un modo nuevo de
poder vivenciar las cosas y en verdad se disfruta mucho más que
antes. Se parece un poco a lo que experimenta un buen actor cuando ha
de vivir un papel y este papel lo puede vivir muy conscientemente. El
actor disfruta enormemente al representar aquel papel y al expresar
aquellos sentimientos que trata de vivir. Pero en la medida que él
se mantiene consciente, él se siente independiente de aquello que
expresa, sin dejar por eso de sentirlo. O sea, cuanto más capaz es
de sentirlo y al mismo tiempo de mantenerse él mismo centrado,
consciente, más aumenta su capacidad de disfrute; juega mejor porque
juega más todo él. Y exactamente igual ocurre en la receptividad:
uno participa más plenamente en lo que ve.
Algo semejante pasa también con los sentimientos de
compasión. Todo el mundo nos dice que es muy bueno compadecer a los
otros, y compadecer quiere decir compartir lo que el otro siente. Y
esto es medio verdad y es medio mentira.
La compasión es positiva cuando va
acompañada de una desidentificación, es negativa cuando se está
identificado. Abrirse al sufrimiento del otro es bueno, pero
identificarse con el sufrimiento del otro es aumentar el propio mal y
el del otro. Por tanto, esto sólo tiene sentido cuando uno es capaz
de mantenerse independiente interiormente, y en esta actitud se abre
al modo de sentir del otro. Porque, además, sólo así tendrá uno
la capacidad de influir sobre el otro, de poder ayudarle, de
reaccionar frente a él. En cambio, si uno está identificado con el
sufrimiento del otro sólo aumenta la cantidad de llanto en el mundo,
pero no aumenta nada bueno; sufrir por sufrir es absurdo; ahora,
sufrir para compartir algo y a partir de este algo que comparte
ayudarle a subir un escalón, conducirle a algo más luminoso, esto
sí es positivo. Por tanto, creo que la compasión es positiva en la
medida que hay esta conciencia central, esta desidentificación y al
mismo tiempo una auténtica sinceridad para recibir lo que siente el
otro.
¿Cómo se cultiva esta actitud positiva en cada uno de
los aspectos que hemos citado? Esto es lo que vamos a explicar ahora,
viendo su aprendizaje concreto en la vida activa, en la vida
receptiva y en la relajación o descanso.
LA ACTITUD POSITIVA EN LA VIDA ACTIVA
En la vida activa es fácil de ver
porque es a lo que naturalmente uno la asocia con más facilidad. Yo
debo estar conectado con mis cualidades básicas, no con unas
cualidades que yo me invento, sino con las cualidades que me son
intrínsecas, que yo intuyo están en mí, porque forman parte
inherente de mi ser, y estas cualidades abarcan tres aspectos:
aspecto energía, aspecto conocimiento y aspecto amor. El aspecto
energía, comprende la noción de potencia o de realidad de ser.
Cuando uno aprende a centrarse en esto, uno descubre progresivamente
que hay ahí una fuerza extraordinaria. El segundo aspecto es el
aspecto conocimiento, pero no se trata ya del conocimiento adquirido,
sino la capacidad de comprender, la capacidad de saber. Es una
capacidad de evidenciación. Tenemos la capacidad de darnos cuenta:
yo me doy cuenta. Esta capacidad de darse cuenta es tan natural en
nosotros, es tan inherente al yo del hombre como el hecho mismo de
ser, como el hecho de que este ser tiene un aspecto energía. Y por
último, el aspecto amor. Muchas personas dirán: es que el amor es
para mí algo incidental, que en un momento se tiene, pero que en
otro momento no se tiene. El amor al que nos referimos es algo
esencial, es el amor como sustancia misma del propio ser. Hay un
aspecto de satisfacción, de felicidad, que es inherente al hecho de
ser. Es esa sensación de felicidad que no depende para nada de la
relación con algo o con alguien. Es ese amor o cualidad que los
hindúes llaman ananda, o beatitud, y que se traduce en una buena
disposición, en una buena voluntad y una cordialidad permanentes con
total independencia de la situación, o de la circunstancia externa.
Esto es algo que está realmente en mí, algo que a medida que voy
descubriendo, por intuición directa, el hecho de ser, se va
actualizando en mí. Pues bien, me he de obligar a mantenerme
conectado en este triple aspecto, aunque inicialmente me apoye más
en el que pueda ser más consciente. Para una persona será más
fácil conectarse con el aspecto energía, para otra con el aspecto
lucidez, para otra quizá con el aspecto felicidad o cordialidad.
Entonces la persona al vivir
mentalmente conectada con estas cualidades básicas está en una
disposición sintónica, en una disposición de actividad interior
que le permite ponerse en contacto y adaptarse mejor a las
situaciones exteriores. Está en contacto permanente con todo el
aspecto dinámico de su personalidad, y así está dispuesto a
moverse físicamente, está dispuesto a responder a estímulos
exteriores, está dispuesto a exteriorizar cordialidad, afecto-
o cualquier otro sentimiento. Todo surge entonces desde la misma
conciencia de ser, desde esta conciencia de ser en donde se sintoniza
con toda la gama de sus facultades dinámicas, tanto en el aspecto
físico, como en el mental y el afectivo.
Pero hay que evitar que esta actitud
positiva en cuanto a la acción degenere en una excitación, en una
agitación, lo que sería negativo. Hoy día las personas están
sujetas a una demanda constante de acción y es fácil que caigan,
por eso, en un desagradable y pernicioso estado de tensión. Entonces
lo que debería ser una actitud positiva, pero bien centrada y
serena, interiormente tranquila, aunque exteriormente muy dispuesta,
se convierte en una tensión general hacia la acción, en una
excitación. Esto hay que evitarlo, y se evita cuando la persona
aprende a cultivar paralelamente la actitud positiva en el aspecto
receptivo y en el aspecto descanso. Es necesario que la persona
aprenda a mantener esta actitud positiva en toda situación, hasta
que consiga vivir positivamente todas las fases del ritmo de la vida.
LA ACTITUD POSITIVA EN EL ESTADO RECEPTIVO
Veamos el aspecto receptivo, que es
cuando una persona, por ejemplo, está oyendo o viendo cualquier
cosa. Aquí ocurre que algunas personas no saben estar en esta
actitud positiva. La actitud positiva consiste también en este caso
en mantenerse conectados con esta realidad central de uno mismo, con
ese aspecto de energía, de conocimiento, de bienestar, de felicidad.
Si estoy en todo momento conectado con mi centro entonces puedo
abrirme; abrirme para
enterarme, para dejar penetrar en mí al otro, a lo demás. Si estoy
escuchando, que realmente escuche, pero manteniendo siempre este
centramiento, esta actitud positiva por dentro y receptiva hacia
fuera. Entonces cuando la persona aprende a escuchar, a mirar, a
mantenerse receptivo conservando al mismo tiempo esa actitud
positiva, la persona nunca se sentirá invadida, nunca se sentirá
inferior a la situación. Digo esto porque muchas veces la
resistencia que hay para escuchar de veras, para interesarnos de
veras por los demás, es un miedo a ser presionado por el otro, un
miedo a ser influido por el otro y el consiguiente deseo de querer
afirmarse a sí mismo rechazando la completa admisión y manteniendo
una actitud de acción.
Al vivir la persona en actitud
centrada, se vive a sí misma de una manera tan segura y evidente que
desaparece el miedo; porque desaparece toda sensación de estar a
expensas del otro. Uno se siente fuerte aun siendo enormemente
receptivo. Y cuanto más va percibiendo, entendiendo o captando
ideas, impresiones o emociones, manteniendo al mismo tiempo esa
conciencia central de sí mismo, más fuerte se va sintiendo, más
sólido en sí mismo y a la vez más independiente con respecto a eso
mismo que está percibiendo. O sea que por un lado aumenta su
receptividad, pero por otro lado se evita la identificación con lo
que está percibiendo; uno es más sensible y percibe de veras, pero
al mismo tiempo se mantiene interiormente él mismo. Esto es
fundamental en la actitud receptiva y esto es lo que hace falta
cultivar. Hay pocas personas que vivan la receptividad de esta
manera, bien sea porque se ignora, porque no se nos ha enseñado o
bien porque la actitud de recibir se asocia a una actitud meramente
pasiva y no a una afirmación de sí. Hay, pues, que aprender a
afirmarse sin miedo a la vez que se está totalmente receptivo y
abierto, como también mientras uno habla, actúa o se expresa.
LA ACTITUD POSITIVA EN EL ESTADO PASIVO O DE RELAJACIÓN
Cuando esto se cultiva una y otra vez, por actos
repetidos, uno va adquiriendo esta noción más central de sí mismo
y entonces es posible que aprenda a tener también esta actitud
positiva en el momento en que está descansando, en el momento en que
realmente está pasivo, cuando uno está alejado de todo el mundo
exterior. Cuando uno hace relajación general, siempre existe el
peligro de que uno caiga en un estado de inercia imaginativa o de
torpor, y es por eso tan importante aprender a cultivar la actitud
positiva en todo momento. Se trata de que al hacer relajación o al
descansar uno se mantenga continuamente conectado con esta realidad
que es uno mismo. También entonces yo soy energía, conciencia y
bienestar; yo que me siento aquí, y que estoy experimentando un
aflojamiento, un soltar todo, ya sean estados o sensaciones físicas,
ya sean tensiones o estados emocionales, o bien actitudes o estados
mentales. Y este mantenerme yo en mí mismo es una noción que se
hace tan simple que permite realmente aflojar fácilmente todo lo
demás.
Eso es tan importante que sin ello es imposible ahondar
en la relajación, y quien dice la relajación, en los estados de
silencio interior.
Gracias a esta actitud la relajación
tendrá un carácter positivo en todo momento. Es gracias a esto que
yo podré darme cuenta de todo lo que ocurre y dirigir todo el
proceso de la relajación. No me encontraré que me ha ocurrido esto
o aquello y luego me entero con sorpresa de lo que me ha pasado;
tampoco me encontraré que me he dormido sin darme cuenta. En todo
momento seré yo quien estoy presente, yo quien estoy manejando,
conduciendo, manteniendo el estado. Siempre se mantendrá esa actitud
centralmente positiva, aunque todo lo demás esté completamente
suelto, aflojado. Además, esto evita las desviaciones, desviaciones
que son muy frecuentes, y en varios sentidos, tanto en la relajación
general como en los estados diríamos de relajación mental. Por un
lado el atontamiento. Creo que al hacer relajación todos hemos
experimentado al principio que, en ocasiones en que a uno le parece
que está bien relajado, en realidad lo que está ocurriendo es que
se va quedando como atontado, la conciencia se queda medio eclipsada
u oscurecida. Esto es lo más opuesto a la verdadera relajación
consciente, y a la adecuada actitud mental en todo trabajo interior
de profundidad.
IMPORTANCIA Y NECESIDAD DE LA ACTITUD POSITIVA DURANTE
LA RELAJACIÓN
La actitud positiva central es lo
que, una vez más, evita este embotamiento, y evita también que se
produzcan movimientos incontrolados de las cargas que hay en nuestro
interior: cargas del inconsciente, cargas emocionales, instintivas,
etc. Si la persona queda en un estado pasivo y esto lo practica con
cierta frecuencia, es posible que los impulsos tiendan a querer
salir, y que no encuentren la capacidad de inhibición y de control
que normalmente efectúa nuestra mente consciente. Al intentar estar
con la mente en silencio, existe el peligro de que los impulsos vayan
ganando preeminencia y que encuentren menos resistencia para salir, y
que esto se traduzca en una dificultad para controlar la propia
conducta. Puede que le salgan a uno cosas completamente fuera de
lugar, cosas perjudiciales. En cambio, la actitud positiva lo evita
de un modo total, de un modo rotundo.
Y ya que estamos en esto tendríamos que decir unas
palabras sobre el silencio; el silencio en la relajación y el
silencio como estado propio, para indicar en qué casos es positivo y
cuándo no lo es.
El silencio es positivo cuando la
actitud central es positiva, es decir, cuando se mantiene esta
lucidez, esta conciencia de sujeto bien clara, bien presente.
Entonces no hay peligro en el silencio. Se puede mantener durante el
rato que uno sea capaz de hacerlo y se puede hacer con la frecuencia
que uno desee. La actitud positiva no hará nada más que permitir
que uno vaya descubriendo activamente nuevas zonas de realidad de sí
mismo y que al mismo tiempo vaya descubriendo los modos de funcionar
de lo que son los instrumentos de su personalidad: sus automatismos
mentales, sus conexiones, sus hábitos, etc.
En cambio, el silencio es desaconsejable y peligroso
cuando no existe esta conciencia positiva, central, de uno mismo. Un
poco de silencio no produce ningún daño, porque al cabo de unos
momentos se convierte en sueño; el problema es cuando esto se alarga
y se alarga, porque a veces uno puede encontrar una satisfacción,
una sensación especial en este silencio. Entonces uno queda a merced
de los impulsos, de los estímulos que le puedan venir de cualquier
parte, sea de su zona inconsciente, sea de aspectos más sutiles
exteriores, o de otras influencias externas. Ante ellas la persona
queda inerme, no tiene capacidad de control, no puede discernir ni
valorar, no puede reaccionar y esto es negativo.
Ciertamente el silencio es estupendo, es un medio y un
camino extraordinario, pero sólo en la medida en que la persona
puede mantener esta lucidez central de sí misma, esta conciencia
positiva de sí misma en todo momento y circunstancia.
LA ACTITUD POSITIVA, CLAVE PARA CONTROLAR EL DOBLE RITMO
VITAL
Ahora que hemos hecho una revisión
de la actitud positiva en sus diversas fases o estados, podemos
comprender que uno tiene que aprender a darse cuenta que en la vida
diaria se funciona con un doble ritmo actividad-receptividad (o sea
acción hacia afuera y acción hacia adentro), y luego el ritmo
actividad (sea en cualquier dirección) y descanso. Se trata de ver
si este ritmo funciona básicamente bien en la persona, porque esto
es absolutamente necesario para el equilibrio;
el equilibrio somático que llamamos salud y el equilibrio psíquico
que se traduce en una personalidad armónica, adaptada a sí misma y
adaptada al ambiente.
Es probable que en nuestra personalidad encontremos que
hay algo que necesita ajustes y esta necesidad de ajustes viene
siempre condicionada bien por un exceso de acción, bien por un
exceso de atonía, sea de la personalidad en general o bien de algún
nivel concreto en particular.
EL RITMO ACTIVIDAD-DESCANSO EN NUESTRA VIDA COTIDIANA
Creo que es muy conveniente que a la
luz de estas simples nociones examinemos de cerca nuestra propia vida
cotidiana. ¿En general, mi vida está equilibrada en cuanto se
refiere a actividad y descanso? No solamente si descanso lo
suficiente, que esto es ya importante, sino si vivo el descanso de
manera suficientemente positiva. Porque hay personas que por su
edificación han ido valorando el movimiento, la actividad, por
encima de todo y se han convertido en grandes activistas creyendo que
sólo aprovechan el tiempo cuando están moviéndose. Naturalmente,
este tipo de pensamiento se traduce luego en un regateo constante en
lo que es descanso, les parece que cuando descansan no viven, les
parece que cuando descansan no son ellas mismas, y si existe esta
valoración, es natural que esto se traduzca en un modo trepidante de
vivir, en una exigencia constante que no hace nada más que ir
tensando todos los mecanismos hasta que viene una rotura, rotura que
se traduce en un profundo desequilibrio a veces recuperable, a veces
más difícilmente recuperable.
Lo primero, pues, que habría que
preguntarse es ¿vivo la actividad y el descanso de una manera
suficientemente positiva? Porque también puede suceder que lo que
uno viva de una manera no positiva sea la actividad. Hay ciertas
personalidades para quienes el descanso es lo mejor de la vida, es lo
único que tiene sentido; en cambio, la actividad es una obligación,
es una cosa a la que no hay más remedio que doblegarse y así cuanta
menos actividad tenga, mejor. De esta manera es posible que la
persona esté precisamente desequilibrada por este lado y no por el
otro.
¿Cómo se nota si la persona está
realmente equilibrada o no? Porque no se trata ahora de un equilibrio
cuantitativo de tantas horas de actividad y de tantas horas de
descanso; sino que el equilibrio siempre será en relación con la
capacidad de vivirlo de una manera positiva. Cuando la persona vive
de una manera positiva descubre cuándo es natural el descanso y
cuándo es natural la actividad. Pero cuando se toma el descanso o la
actividad como una huida o como algo que hay que hacer cuando no
queda otro remedio, entonces desaparece su sentido de proporción, su
sentido de medida. Entonces se hace excesivo esfuerzo en la actividad
y se huye en el descanso, o viceversa, y por lo tanto en esta huida
no hay medida; es simplemente una cosa negativa.
Cuando la persona aprende a vivir positivamente el
descanso y la actividad, entonces no necesita huir porque lo mismo se
vive a sí misma de un modo positivo en una cosa que en la otra.
Entonces puede ajustarse con precisión a lo que son imperativos de
sus mecanismos naturales, de su naturaleza profunda, dando siempre la
respuesta adecuada frente á cada una de las exigencias, sean
interiores o exteriores.
EL RITMO ACTIVIDAD EXTERIOR-RECEPTIVIDAD
Después de este ciclo general
actividad-descanso, la persona debería mirar:
¿mantengo también suficiente equilibrio entre lo que es actividad
exterior y receptividad? ¿Entre lo que es mi actitud de
exteriorización y mi actitud de recepción? ¿O solamente tiendo a
valorar la acción? ¿O por el contrario, tiendo a valorar mucho más
la recepción? ¿Quiero siempre que me den, que me expliquen, que me
hagan, quiero ser en el fondo un espectador del mundo y no un actor
en el mundo? Es preciso que uno aprenda a mirar no solamente si uno
está más tiempo en la actitud receptiva, o activa, sino si sabe
mantenerse en una actitud positiva tanto en una cosa como en la otra.
Porque sólo educando su capacidad positiva en la recepción y en la
acción, es cuando podrá recuperar el verdadero sentido auténtico
del ritmo natural, del ritmo correcto. Cuando para la persona el
actuar no sea un huir, ni el escuchar otro modo de huir, sino que
sepa vivirse positivamente en los dos aspectos, entonces se sentirá
afirmado en cualquier situación, y seguirá espontáneamente lo que
su ritmo natural le pide.
Este examen de uno mismo no ha de versar solamente sobre
la actividad o la receptividad tomadas en general, sino que debe
realizarse en cada uno de los niveles de nuestra personalidad.
¿Soy yo físicamente que estoy crispado o bien tiendo a
una atonía, a una pereza, a una falta de tono? ¿O quizá no es
físicamente, pero sí emocionalmente? Puede ser que mi problema, mi
campo de batalla sea más lo emocional, lo anímico, que lo meramente
físico. ¿Estoy en actitud abierta o estoy cerrado? ¿Estoy tenso o
estoy relajado? ¿Estoy suficientemente tenso cuando necesito estar
tenso, o siempre estoy relajado y entonces estoy demasiado pasivo
frente al impacto de los demás? Y mi mente, ¿está suficientemente
tensa en el momento de actuar? ¿Está suficientemente relajada en el
momento de percibir? ¿O no lo está?
Sólo el examen continuado, realizado
un día tras otro, es el que nos permitirá regularizar nuestros
ritmos, toda nuestra modalidad de ser. Esto en la vida tiene mucha
importancia. Cada uno tiene un estilo de vida, y este estilo de vivir
está hecho de momentos de contracción y momentos de apertura, y
según cómo se seleccionen y relacionen estos momentos dan una
modalidad peculiar a nuestra vida que puede conducirnos a una plena y
armónica expansión de la personalidad, cuando el ritmo es correcto,
o bien nos irá desadaptando interna y externamente en el caso de que
tal ritmo sea antinatural.
La observación desapasionada mediante la atención en
constante actitud positiva nos permitirá descubrir claramente los
fallos que puedan existir en nuestros hábitos cotidianos y ponerles
rápida y adecuada solución.
CAPÍTULO I I I
LA RELAJACIÓN COMO BASE DE DIVERSAS TÉCNICAS DE
MEJORAMIENTO PERSONAL
INTRODUCCIÓN
NECESIDAD DE PROFUNDIZAR EN LA RELAJACIÓN
En este capítulo vamos a hablar de cómo aprovechar
mejor el estado de relajación general consciente para mejorar la
salud y el carácter, para ahondar más en el conocimiento de sí
mismo y otras varias aplicaciones de gran utilidad. Aunque de por sí
la relajación ya produce unos efectos generales excelentes en todos
sentidos -en un sentido físico, en un sentido de estado de ánimo, y
de tranquilidad mental- por el simple hecho de estar un rato en
relajación consciente, no obstante se puede aún profundizar mucho
más este estado de relajación y con ello obtener nuevos y mayores
rendimientos en múltiples direcciones de especial interés y
utilidad.
De hecho la relajación profunda es
una puerta de entrada a una serie de posibilidades extraordinarias en
cuanto a rendimientos nuevos de la persona. Pero esto requiere que la
relajación se aprenda a hacer bien, que se consiga de veras llegar a
un grado de relajación general profunda. Y para lograrlo hay que
hacer hincapié en la necesidad de que se examine bien qué pasa
durante la relajación, que se vayan puliendo los defectos, que se
vayan aclarando las dificultades que se
encuentran para
llegar a una auténtica relajación profunda. No contentarse con
hacerlo más o menos; las cosas hechas más o menos no pueden dar
resultado y es una lástima no aprovechar una herramienta
extraordinaria de trabajo que tenemos en las manos por no aprender a
utilizarla mejor.
Lo que hace que la relajación
general consciente sea
una puerta de
entrada a una serie de posibilidades de trabajo y de transformación
enormes, es el estado especial en que se encuentra la mente en
relación con el resto del psiquismo. Nosotros en nuestra vida diaria
no nos damos cuenta, pero estamos utilizando tan sólo un pequeño
sector de nuestra mente, la parte más externa. Y como este sector de
la mente ha ido desarrollándose precisamente a través del contacto
con el mundo exterior, de desenvolverse en él, de luchar o adaptarse
a él, ha hecho que todas nuestras facultades mentales se fueran
desarrollando al servicio de esta función, la función de regular
nuestro contacto con el mundo exterior. Esto ha producido un notable
desarrollo de este sector externo de nuestra mente, pero al mismo
tiempo se han relegado prácticamente al olvido todos los demás
sectores que hay en ella. Y así el hombre se ha ido alejando de su
propia naturaleza, de la mente que está rigiendo su propia vida a
través de delicados mecanismos de regulación neurofisiológica, de
unas funciones psíquicas más internas, más profundas, y al mismo
tiempo incluso de unas maravillosas facultades de tipo superior.
El hombre está monopolizado por la preocupación de su
vida diaria, de resolver sus contactos personales, de manejar los
hechos exteriores y por esto el hombre es cada vez más extraño a sí
mismo y más extraño a la vez a esas magníficas posibilidades que a
través de todos estos niveles internos podría desarrollar.
En la relajación, en cambio, se
produce por unos instantes la neutralización de este estado de
monopolio, casi obsesivo, en relación con la vida exterior. En la
relajación se consigue que la mente se aísle, que cese en esta
actividad exclusiva hacia el mundo exterior, y que se interiorice.
Esta interiorización permite que la mente consciente, es decir, el
foco consciente de la mente, se ponga en contacto con otros sectores
de la misma mente. Estos sectores son:
- En primer lugar, nuestra mente
vegetativa;
- en segundo lugar, nuestros niveles subconscientes
mentales;
- en tercer lugar, un nivel más profundo de nuestra
mente consciente, de tipo horizontal, a la misma altura que la mente
consciente,
- y finalmente, unos sectores de tipo superior, a los
que englobamos con el nombre de superconsciente y que normalmente
permanecen completamente ignorados.
MÉTODOS PARA PROFUNDIZAR LOS ESTADOS DE CONCIENCIA
Las antiguas escuelas
Cada uno de estos sectores es un
mundo de posibilidades, es un mundo de rendimientos latentes. En
realidad este estado en que el foco consciente de la mente se
desconecta de la fijación exclusiva en el mundo exterior y sus
preocupaciones para contactar con todos los demás sectores, es el
estado ideal que desde todo tiempo se ha estado buscando de una
manera más empírica o más científica, pero que siempre ha
constituido el objetivo
de quienes han buscado la transformación superior del hombre. Ya
desde muy antiguo, las escuelas de Egipto, de la India y de otras
civilizaciones, trataban de conseguir en los aspirantes este estado
profundo mediante unas disciplinas, unos rituales, unos
entrenamientos que no eran nada más que una preparación para que
con ayuda de los sacerdotes, de los magos, o de las personas que ya
vivían algunas de estas posibilidades superiores, pudieran ser
receptivos a la toma de contacto con esas nuevas fuerzas interiores.
La hipnosis
Más adelante, este mismo estado es el que se buscó y
consiguió, a través de los procedimientos clásicos de la hipnosis.
Empezó con Charcot y durante unos años proliferó en una numerosa
serie de escuelas y subescuelas. Producía efectos extraordinarios en
las personas, con curaciones realmente fantásticas, curaciones
reales de trastornos que eran rebeldes por completo a toda clase de
tratamientos y que se conseguía eliminar de manera definitiva en un
tiempo récord. No obstante, a causa del aspecto puramente empírico
que tenía la hipnosis pasó al olvido, como consecuencia de las
críticas acerbas de que fue objeto por parte de otros científicos y
porque la investigación de los terapeutas se orientó hacia otros
caminos.
Últimamente la hipnosis ha sido revalidada, ha sido
reconsiderada y ha sido reincorporada a las técnicas de la moderna
medicina. Desde hace unos 25 ó 30 años surge floreciente en casi
todos los principales centros de estudios clínicos, tanto en el
aspecto de psicoterapia como en algunos aspectos auxiliares de la
medicina general y de la cirugía. No olvidemos que fue también
partiendo de la hipnosis como surgió el psicoanálisis.
Las primeras investigaciones psicoanalíticas de Freud
partieron inicialmente de trabajos y de terapéuticas hipnóticas.
Después han surgido las escuelas de autohipnosis que
tratan de hacer que el sujeto, por sí mismo, induzca en sí estos
estados profundos para que a través de ellos pueda producir unos
cambios profundos sea en su psiquismo, sea incluso en su organismo.
La autorrelajación concentrativa de Schultz
Paralelamente a esto han surgido también las técnicas
profundas de relajación, ¡as técnicas llamadas científicas.
Surgieron simultáneamente en Alemania y Estados Unidos. En Alemania
con Schultz, quien a partir de la hipnosis estudió cuáles eran los
fenómenos que siempre se presentaban en todos los sujetos
hipnotizados.
La hipnosis tiene los inconvenientes
de que necesita un operador, de que las personas tienen un grado
distinto de sugestionabilidad y de que en algunos casos llegar a un
estado de hipnosis requiere varias sesiones y siempre, en todo caso,
mucho tiempo de práctica. Además, la hipnosis tiene el
inconveniente de que el sujeto queda por completo dependiendo del
hipnotizador y en este sentido limita, disminuye la capacidad de
autodeterminación. La persona no es dueña de sí misma, sino que ha
de entregarse en manos de otra persona, aunque sea con fines
terapéuticos. Schultz pretendió, a partir de la observación de los
fenómenos que se producen en la hipnosis, desarrollar un sistema de
autoadiestramiento, de entrenamiento que permitiera llegar
exactamente al mismo grado de estado profundo que en la hipnosis,
pero que fuera el mismo sujeto el que aprendiera a ponerse en él a
voluntad. Así surgió el entrenamiento autógeno o la
autorrelajación concentrativa de Schultz que pasa por las fases
típicas que se experimentan en la hipnosis, primero la sensación de
tranquilidad, luego sensación de peso, de calor, respiración
tranquila, sensación del corazón que late fuerte y regular, una
sensación de calor general, sensación de la frente fresca, etc.
El método de Jacobson
Paralelamente al método de Schultz surgió en Estados
Unidos el método de Jacobson, quien, como él, también vivía el
problema de las tensiones con todas las secuelas que esto tiene en el
hombre moderno. A partir de unos estudios de fisiología que él se
dedicaba a hacer, aprendió y descubrió el modo sistemático de
llegar a una relajación profunda, pero por otro camino distinto. El
método de Jacobson consiste en hacer que la persona tome conciencia
de su capacidad de tensionar, de poner en tensión sus músculos.
Hace que la persona se dé cuenta de cómo está apretando algo y le
hace, por ejemplo, flexionar la mano, el puño, y así sucesivamente
diversos músculos que después le obliga a soltar. La persona se da
cuenta de la sensación que tiene cuando aprieta y la sensación que
tiene cuando afloja. De esta forma la persona aprende a conmutar el
estado de tensión por un estado de distensión, aprende a ser
consciente de lo que ocurre cuando está apretando algo y cuando
aquello está suelto. Esto le capacita para tomar conciencia de las
tensiones en la vida diaria y para poder entonces aflojarlas en la
misma vida diaria. El aprendizaje de Jacobson requiere, pues, este
entrenamiento de tensión y distensión sistemática a través de
todos los principales grupos musculares.
El método de Schultz va mucho más
lejos, porque no sólo pretende esta relajación meramente muscular,
sino que trata de inducir un estado psíquico de ensimismamiento, de
profundidad, que permita un acceso a las zonas profundas del
psiquismo. Por esto la técnica de Schultz es, sobre todo, una
psicoterapia. En cambio, la técnica de Jacobson es principalmente
una fisioterapia, terapéutica de tipo físico, que va ordenada
directamente a lo físico, aunque indirectamente tenga sus
repercusiones sobre lo psíquico.
A partir de la técnica de Schultz
han venido después muchas modificaciones en las que, por ejemplo, se
combina la relajación con ciertos estados de sugestión o con
estados de hipnosis. Otras veces se estudian las dificultades que
tiene la persona durante la relajación cuando provienen de la
resistencia a aflojar determinadas zonas. Entonces se utiliza aquella
resistencia para dialogar con el médico, ya que cada resistencia
muscular responde a una actitud psíquica de defensa o de miedo; o
sea que se combina entonces una especie de análisis de su estado, de
su situación y de su actitud con la técnica de relajación
progresiva. Éstas son algunas de las numerosas variantes que han ido
surgiendo modernamente.
La escuela de Sofrología
Aún más recientemente se ha creado
la escuela de Sofrología, que es toda una ciencia que se centra en
el estudio de los estados de conciencia y que estudia todos los
medios que, de una manera u otra, consiguen modificar el estado de
conciencia. La Sofrología, por un lado, estudia las técnicas de
relajación, las técnicas de hipnosis, pero también se interesa por
las técnicas orientales, y el fundador de la Sofrología, que es el
Dr. Alfonso Caycedo, de Colombia, él mismo personalmente ha ido a la
India y se ha pasado cerca de dos años visitando todos los
principales centros de la India en donde se practican técnicas de
yoga, para estudiar en el propio terreno y con los mismos maestros
cuáles son sus procedimientos y, sobre todo, sus
resultados. Porque si bien en la India se practica el yoga con una
finalidad espiritual, a fin de conseguir la realización del yo
espiritual y la unión con Dios, sin embargo existen hoy en día
centros en los que se aplica el yoga a la curación de trastornos
físicos diabetes, trastornos intestinales, etc., y también
trastornos de tipo psicológico: neurosis y otros problemas
similares, obteniendo, según parece, resultados excelentes.. Pues
bien, también la Sofrología trata de una manera u otra de conseguir
estados profundos que ella denomina estado de sofronización.
Escuelas esotéricas y de parapsicología
Otras escuelas han buscado también este mismo estado,
escuelas de tipo más o menos esotérico y psíquico, que tratan de
desarrollar determinadas facultades psíquicas. Muchas técnicas de
los chamanes, que son los magos de grupos o pueblos de civilizaciones
consideradas como primitivas, son capaces de producir unos efectos
reales y estupendos de curaciones, y para ello se sirven, como punto
de partida, de este estado de ensimismamiento durante el cual
consiguen una capacidad extraordinaria de rendimiento y, en este
caso, de influencia sobre otras personas y aun, al parecer, sobre
determinadas fuerzas de la naturaleza.
Igualmente trabajan, provocando este
estado, las escuelas que tratan de desarrollar facultades no
manifiestas normalmente en las personas y que constituyen el dominio
de la moderna parapsicología, tales como las facultades de
clarividencia, la captación de la mente de otras personas, la
capacidad de producir movimientos o influencia sobre la materia a
distancia, en fin, todo este extenso campo de fenómenos
paranormales. Aunque esta ciencia en tanto que ciencia está todavía
en su infancia, no obstante está demostrado que existen estos
fenómenos, y está demostrado no solamente por observación
empírica, sino a través de métodos estadísticos gracias sobre
todo a las observaciones iniciadas por el Dr. Rhine, el cual,
mediante métodos exhaustivos, demostró la existencia del factor que
él llama ESP, o de percepción extrasensorial.
Y por último, es este mismo estado
el que buscan las tradiciones orientales como punto de partida para
un perfeccionamiento y un desarrollo superior del hombre, y para el
descubrimiento de sus realidades espirituales: técnicas Zen y las
técnicas de los yogas, etcétera.
Por tanto, este estado de relajación profunda es un
estado clave. Sin embargo, no es, como podrían creer algunas
personas, el estado terminal, el estado final, sino que en realidad
es un nuevo punto de partida. Por esto, vale la pena por un lado
trabajar para conseguir el estado de relajación realmente profunda y
por otro, estudiar qué se puede seguir haciendo luego para obtener,
además de los beneficios derivados naturalmente de la simple
práctica de la relajación, otros efectos más amplios que a uno le
pueden ser muy importantes.
REQUISITOS FUNDAMENTALES PARA LOGRAR UNA RELAJACIÓN
POSITIVA
Para que se pueda convertir en técnica de trabajo la
relajación profunda requiere dos requisitos fundamentales. En primer
lugar que esta relajación sea real, es decir, que haya una
relajación física completa, un estado de ánimo completamente
tranquilizado, y una mente totalmente serena. El segundo requisito,
que se ha de cumplir simultáneamente, es que durante este estado uno
aprenda a mantener una conciencia completamente lúcida de sí mismo.
O sea, que no se trata de un atontamiento, de un estar medio
dormidos, de una duermevela, sino que se trata de estar perfectamente
conscientes, perfectamente lúcidos, pero en un estado absoluto de no
acción, en ningún sentido.
Este estado se puede alcanzar
mediante la práctica sistemática, paso por paso, de las distintas
fases de la relajación. Y es por esto que yo insisto en que los
aprendizajes se tomen realmente en serio y que se traten de resolver
las dificultades que surgen en cada paso.
Esto requiere una práctica hecha con cuidado y hecha
con regularidad. Cuidado para que realmente se atiendan todos los
aspectos de la relajación, regularidad porque es el único modo de
mejorar los aprendizajes. Entonces se van ahondando, cada vez más,
los estados que se van consiguiendo.
Cuando la persona adquiere un entrenamiento sistemático
entonces en pocos segundos consigue un estado de relajación
profunda, un estado de tranquilización total. Lo que ahora en media
hora no se consigue, cuando uno está bien entrenado lo logra
perfectamente en dos o tres minutos.
I.
LA RELAJACIÓN Y EL MEJORAMIENTO DE LA SALUD
ORIGEN DE LOS TRASTORNOS FUNCIONALES
En el estado de relajación, el foco
consciente de la mente se pone en contacto, se sintoniza con todos
los demás sectores de la mente que normalmente permanecen ignorados
y que funcionan desconectados en la vida diaria. El primer foco hemos
dicho que es el de la mente vegetativa. La mente vegetativa es la que
cuida de dirigir y regular todas las funciones del cuerpo, es la que
nos hace vivir en nuestra dimensión biológica. El problema de los
trastornos funcionales proviene de que la persona rechaza unas
situaciones determinadas de su vida cotidiana, no se adapta a ellas,
se resiste, se cierra. Y este rechazo psicológico u oposición al no
poder expresarlo exteriormente la mayor parte de veces, porque las
circunstancias o las convenciones sociales se lo impiden, produce a
su vez una actitud interior de cierre o de replegamiento de todo lo
que es lenguaje orgánico, de lo que es la expresión orgánica de la
vida. La vida se vive paralelamente en la mente y en el cuerpo, y eso
da lugar a una interrelación permanente. Cuando hay una actitud de
huida o de rechazo hacia algo, esta actitud es simultánea en la
mente y en el cuerpo, y por esto vemos cómo todas las emociones y
todos los estados mentales se reflejan en el cuerpo.
Cuando una actitud de rechazo o de
protesta se establece dentro de un modo permanente, entonces no sólo
la mente consciente se pone tensa y crispada, sino que el mismo
cuerpo expresa este rechazo crispando ciertos grupos de músculos,
que producen alteraciones en determinadas funciones fisiológicas. La
mente aprende a aparentar que todo sigue igual, pero interiormente se
mantiene aquella oposición, el cuerpo mantiene aquella crispación.
El resultado es que aunque la persona siga funcionando con
apariencias de normalidad, la contraparte orgánica sigue
protestando, sigue en actitud de cierre. Y esta crispación muscular
y nerviosa acaba produciendo un bloqueo en determinadas funciones o
secreciones orgánicas, dando así origen a trastornos funcionales
que inicialmente no obedecen a ninguna lesión concreta, sino que son
simple manifestación de una actitud de disconformidad y de protesta
profunda ante situaciones de la vida. Y esta actitud puede mantenerse
durante años.
Esta correlación de la actitud consciente con la
expresión orgánica se hace a través de lo que podemos llamar la
mente vegetativa. En el momento en que se produce el estado de
relajación profunda, nuestro foco consciente, que normalmente está
preocupado y obsesionado exclusivamente por el quehacer externo, y
por lo tanto, no sabe nada de lo que ocurre en la mente vegetativa,
en ese momento, digo, la mente consciente se sintoniza con el sector
vegetativo y por esto es entonces cuando conscientemente,
deliberadamente se puede actuar sobre la mente vegetativa, y por lo
tanto, influir sobre ella, para modificar o corregir el funcionalismo
orgánico.
INFLUENCIA DE LA MENTE CONSCIENTE SOBRE LA MENTE
VEGETATIVA
Eso se ha comprobado en estados de hipnosis combinados
con la sugestión. A este propósito el Dr. Caycedo explica un
experimento muy significativo. A una persona se le da agua en estado
de sofronización o sea, en estado de hipnosis profunda. Se le da
agua, pero se le dice que es leche; por tanto, la persona bebe el
agua, pero saborea y tiene esta sensación pastosa propia de la
leche. En el momento en que ha bebido el agua se le hace un sondaje
estomacal y entonces se comprueba que en el estómago hay secreciones
que sólo se segregan frente a la leche. Piensen que esto es
sumamente interesante porque ya no se trata simplemente de hacer
creer una cosa u otra, sino de ver como el organismo reacciona
fisiológicamente ante dicha idea a través de la mente vegetativa.
Precisamente este fermento que aparece frente a la leche no aparece
frente a ningún otro alimento, y por esta razón dicho experimento
es una prueba concluyente de la influencia de la mente sobre las
funciones más sutiles y diferenciadas del organismo. Ya es sabido
que a través de la sugestión se pueden producir parálisis y se
pueden curar parálisis; se pueden producir quemaduras y se puede
producir una insensibilidad a la quemadura, y no sólo tina
insensibilidad en el caso de heridas leves sino incluso una ausencia
de salida de sangre. Se pueden producir, en fin, una serie de
resultados extraordinarios. Las leyes fisiológicas normales quedan
no abolidas, pero sí alteradas profundamente. Parece como si nuestra
fisiología fuera una prolongación de la mente.
Todo esto son solamente muestras de la capacidad de
poder influir a través de la mente vegetativa. En el estado de
relajación profunda nos ponemos en contacto con esta mente
vegetativa y podemos actuar sobre ella directamente. Lo cual quiere
decir que esto pone a nuestro alcance la capacidad de regular nuestro
funcionamiento fisiológico hasta un grado extraordinario según la
práctica que uno adquiera, si uno aprende a hacerlo bien.
De hecho esta acción a través de la
mente vegetativa podemos aplicarla, en primer lugar, a tratar toda
clase de trastornos funcionales. En segundo lugar, a modificar o
suprimir los hábitos perjudiciales, los hábitos cuya fuerza radica
en una habituación orgánica, no solamente los hábitos de acciones
puramente psicológicas, sino aquellos hábitos que tienen una
repercusión o que producen un condicionamiento fisiológico, como
pasa con las drogas, o con el tabaco. Y en tercer lugar, además de
curar los trastornos funcionales de todo tipo y de poder modificar y
eliminar totalmente los hábitos perjudiciales, permite elevar el
tono vital.
LOS
PROCESOS DE RECUPERACIÓN
La primera aplicación de la relajación es que permite
acelerar el proceso de recuperación orgánica en los casos de
enfermedad de cualquier tipo que sea.
Durante la recuperación lo que interesa es que la zona
afectada aumente su vitalidad, es decir, el funcionamiento de la
energía y de toda la actividad vitalizadora que está funcionando
alrededor del órgano o del conjunto de órganos trastornados. Cuando
se tiene una enfermedad, en realidad, todo el organismo se organiza
alrededor de la región afectada para facilitar su curación. Ahora
bien, uno puede, mediante la acción mental vegetativa, hacer que
este proceso de ayuda aumente. Hay una experiencia que se puede hacer
cuando uno domina un poco la relajación profunda, y que consiste en
alterar a voluntad la circulación sanguínea de una mano, de un pie.
Estando en relajación, si uno mentalmente se forma la idea clara de
que esta mano está poniéndose más caliente, al cabo de un rato
esta mano está más caliente, y no es una sugestión, se ha
comprobado que puede existir más de un grado de diferencia entre una
mano y la otra.
Pues bien, éste es el mecanismo básico. Se trata de
hacer que, durante el estado de relajación, las inspiraciones sean
un poco más profundas y entonces hacerse la imagen mental -la mente
juega siempre el papel de conductor y de inductor-, hacerse la imagen
de que se manda más calor, más energía a aquella zona afectada,
para vitalizarla. Al inspirar aumenta la sensación de energía.
Basta imaginarse simplemente que esa energía que uno está
inspirando la envía con preferencia a aquella zona determinada.
Cuando uno está en relajación profunda puede sentir las zonas por
dentro, uno tiene la sensación de la mano, del pie, del vientre o de
la zona que sea, directamente y por dentro. Pues bien, hay que
imaginarse aquella zona, visualizarla, sentirla, y mandar allí esa
energía que uno siente al respirar, para que aquella zona se
vitalice y adquiera más fortaleza.
No se crea que esto es muy complicado; aquí lo único
complicado que hay, es conseguir el estado de relajación profunda,
porque este efecto de influir en la circulación sanguínea, por lo
tanto, en el calor de unas zonas, es facilísimo. Cuando uno consigue
el estado de relajación profunda todo se reduce simplemente a pensar
en aquello, y la voluntad, que no es una voluntad activa de esfuerzo
sino que es un ver y querer mentalmente que sea así, sin crispar
nada, inmediatamente produce el efecto. No se trata sólo de que uno
cree que la cosa es así sino que literalmente se modifica la
circulación; y es así, por sugestión, como se ha conseguido
producir también ulceraciones, estigmas, quemaduras. Por ejemplo,
echándole a una persona agua helada y diciéndole que era agua
hirviendo, estando con los ojos vendados, se le produjo una quemadura
general de segundo grado.
Realmente la mente vegetativa es la que dirige todos los
procesos fisiológicos. Por tanto, el mismo poder que nos hace
enfermar, es el que nos permite curar cuando aprendemos a dirigirlo,
a manejarlo. No estamos empleando ningún poder extraño sino que es
el mismo que ya nos está haciendo vivir, solamente que nuestra
actitud mental habitual nos mantiene alejados de él y por esto nos
suena a cosa mágica y extraña a pesar de que está funcionando en
nosotros desde incluso antes de haber nacido.
O sea que para revitalizar alguna
parte del organismo o para conseguir una pronta recuperación, el
procedimiento es el siguiente: Colocarse en estado de relajación
profunda haciendo que la respiración sea un poco más profunda y
procurando retener la inspiración dentro unos instantes. Entonces
imaginar, visualizar, que esta energía uno la envía a tal zona
determinada. A continuación espirar lentamente y notarán cómo en
aquella zona hay una sensación de calor y de vibración. Y eso se
hace durante unos diez minutos. Si pueden hacer dos sesiones mejor,
notarán como los efectos son muchísimo más rápidos. Esta
revitalización es válida para toda clase de trastornos en los que
hay un déficit de energía y en aquellos en los que se requiere un
aumento de las defensas para eliminar un foco infeccioso. Pero todo
esto no nos exime de la atención médica correspondiente. En ningún
caso la persona enferma deberá pretender sustituir al médico. Lo
que aquí exponemos es tan sólo una ayuda complementaria a la acción
terapéutica que el especialista clínico nos ordene. Incluso es muy
conveniente que el enfermo le pida autorización a su médico para
toda práctica de relajación profunda.
LOS TRASTORNOS FUNCIONALES
En cuanto a los trastornos funcionales, hay un cuadro
enorme de ellos. Los más típicos son quizás los del aparato
digestivo, con sus digestiones difíciles, con su acidez de estómago,
que si no se resuelven bien acaban por convertirse en una úlcera.
Existe también el problema de la eliminación, el estreñimiento, o
el problema de diarreas, o colitis. Todo esto se puede solucionar
completamente. Al fin y al cabo cuando la persona tiene estreñimiento
se ha comprobado -la medicina psicosomática ha ido recogiendo
observaciones superabundantes en este sentido- que siempre responde a
una actitud psíquica; hay un paralelismo entre funciones
fisiológicas y psicológicas. El estreñimiento corresponde a la
persona que se retiene por dentro, que tiene miedo de salir, que se
encuentra en situaciones que vive como peligrosas, y ante esta
situación peligrosa se inhibe, se repliega dentro. Esta persona la
mayoría de las veces reacciona orgánicamente, según su lenguaje
orgánico digestivo, mediante una inhibición de lo que es el
movimiento peristáltico normal que estimula la eliminación.
El estado de relajación profunda casi siempre suele ya
de por sí aliviar esto automáticamente, porque por unos instantes
permite que haya una tranquilidad profunda y entonces las capacidades
naturales que hay en nuestro organismo regularizan las funciones.
Pero esto se puede acelerar mucho más cuando en estado de relajación
profunda uno se forma la idea y la imagen de que las funciones de
eliminación funcionarán regularmente, o sea, uno visualiza que por
la mañana a tal hora sentirá la necesidad de eliminar de un modo
natural. Se trata, pues, de la idea y de la sensación, la
idea-imagen no sólo externa, sino acompañada de la sensación de
que hay la llamada intestinal, la llamada orgánica para evacuar.
Esta formulación requiere algunos instantes para hacerla, pero es
suficiente, para que produzca resultados, que se haga durante tres o
cuatro días seguidos. Esto es suficiente para que la cosa quede
solucionada, con tal que después se siga practicando la relajación
profunda, o sea, que se permita que el organismo, y por lo tanto, la
mente profunda, tenga también unos instantes de distensión.
El mismo procedimiento es aplicable a
los problemas circulatorios. Estos trastornos se manifiestan a veces
en dolores de cabeza, a veces en dolores precordiales, o la falsa
angina de pecho propia de la persona que tiene o cree tener mucha
responsabilidad. En estos casos, en el momento de la relajación
profunda hay que visualizar la zona correspondiente imaginando que el
sistema orgánico funciona estupendamente bien y que ante las
situaciones externas difíciles uno reacciona con soltura y plena
tranquilidad.
Lo que es imposible, y esto es muy importante
comprenderlo bien, es curar los trastornos funcionales sin curar al
mismo tiempo la actitud psicológica, porque el trastorno funcional
no es nada más que un reflejo orgánico de la actitud psíquica. Ya
veremos luego cómo la relajación actúa de por sí sobre el estado
de ánimo y además estudiaremos el modo de influir sobre nuestro
carácter. Pero ahora, como estamos en el capítulo de la mente
vegetativa, hemos de tratar este aspecto. No obstante, es necesario
que se sepa que ningún trastorno funcional puede curarse
aisladamente. Podemos condicionar a nuestra mente vegetativa para que
haga funcionar bien el organismo, pero si subsisten las actitudes
negativas, las actitudes psíquicas conscientes de tensión, de
miedo, de crispación, éstas volverán a repercutir sobre el cuerpo
y volverá a reproducirse de nuevo el trastorno. Por lo tanto, la
acción se ha de hacer paralelamente en la mente vegetativa y luego
en nuestra mente subconsciente, a fin de que se modifique nuestra
actitud psíquica. Este aspecto lo trataremos más adelante.
Digo esto porque hay mucha ignorancia
en este sentido. Las personas reconocen difícilmente sus defectos,
reconocen difícilmente sus puntos débiles. Por el contrario, se
convencen con mucha facilidad de que ellos lo hacen todo muy bien y
que en realidad es el organismo el que funciona mal, como si el
organismo fuera algo extraño que les molesta. No se dan cuenta de
que el organismo no hace nada más que responder a su modo de ser. El
organismo es un elemento pasivo, es un elemento que refleja. La mente
vegetativa sigue los dictados del psiquismo general y, por lo tanto,
no es nunca -me refiero a los trastornos funcionales, pues es
distinto en las lesiones exteriores o en las enfermedades congénitas-
no es nunca, digo, el organismo el que se interpone en el camino;
nuestro organismo simplemente está expresando lo que la mente se
niega a querer expresar.
Por tanto, siempre que nos encontremos con trastornos
funcionales sabemos que esto significa que la persona en su actitud
tiene algo que arreglar, y que debe ser arreglado.
LOS
HÁBITOS PERJUDICIALES
Hábitos perjudiciales hay muchos, desde las drogas
hasta los más inofensivos de morderse las uñas, de comer
excesivamente, o comer determinados alimentos que son perjudiciales
para uno. El procedimiento básicamente consiste en que, a partir del
estado profundo, uno se represente con toda claridad que rechaza
hacer aquello, y que en el momento de rechazarlo uno se siente con
una gran euforia, con un gran bienestar, de tal manera que gracias a
este bienestar, a esta satisfacción, a esta euforia vital ya no
necesita ningún sucedáneo que le dé satisfacciones.
Muchas veces estos hábitos son la expresión de una
compensación, es decir, hacen el papel de una compensación;
compensación por el fracaso que la persona tiene en otras cosas en
las que buscaba satisfacción. Problemas, por ejemplo, de frustración
afectiva, problemas de fracaso profesional o social, problemas de
inferioridad. Esto hace que la persona busque entonces una
satisfacción sea a través de lo sexual, sea a través del alcohol,
sea a través de las drogas. Luego las drogas o los hábitos ejercen
ya su propia función de condicionamiento. La raíz de todo esto es
inicialmente un disgusto o un displacer que uno ha tratado de
compensar mediante un placer. Por esto el procedimiento consiste en
que uno, en este estado de relajación profunda, vea con claridad que
rechaza por completo aquel acto y que el hecho de rechazarlo le
produce una gran euforia. Esta euforia será la que le permitirá de
hecho pasarse sin aquello.
Es mejor este procedimiento que no
simplemente lo que tendería a formular nuestra mente racional: «no,
porque es malo; no conviene; es perjudicial». No es éste el camino.
Nuestro mecanismo vegetativo funciona a través de la ley del placer
de acuerdo con una mentalidad muy elemental: tiende a hacer todo
aquello que le da satisfacción, rehúye todo lo que le significa
dolor. Por lo tanto, asociemos lo que queremos hacer a una sensación
viva de satisfacción, no al sentido o a la noción del deber.
Simultáneamente podemos también asociar el hábito que deseamos
eliminar a una sensación de asco, de repugnancia, de rechazo.
Rechazo o asco, no por razones éticas, sino porque éste es el
lenguaje vegetativo, y esto es más efectivo para el condicionamiento
de la mente vegetativa que todos los razonamientos éticos,
estéticos, sociales o religiosos.
En resumen, se trata de asociar la
sensación de satisfacción al hecho de no repetir el hábito, y el
dolor o la repugnancia al hecho de reincidir en él. Esto requiere
ser hecho durante un tiempo, de dos o tres meses. Si la relajación
es profunda, con mucho menos se habrá solucionado la cosa, pero
cuando se tiene un hábito que está enraizado profundamente no está
de más que uno prolongue el condicionamiento contrario como refuerzo
suplementario incluso hasta un mes o dos más allá del momento en
que parece que el hábito ha sido ya vencido.
AUMENTO DEL TONO VITAL
Por último hablaremos sobre el
aumento de la euforia vital. El procedimiento es muy elemental y
sencillo. Consiste en mantener el estado de relajación profunda
combinado con el ritmo respiratorio. Siempre que se trate de aumentar
el factor de energía o de euforia, ya sea energía en el aspecto
funcional orgánico, o euforia en el aspecto subjetivo psíquico, hay
que asociarlo con una respiración un poco más profunda. Entonces
formular la idea y la evocación de un estado de satisfacción
fisiológica, de goce fisiológico, de bienestar físico:
todo yo que me siento funcionar cada vez mejor. Se debe evocar la
sensación general y al mismo tiempo visualizar esta idea. Y cada vez
me sentiré funcionando mejor. La forma de manejar esto es siempre a
través de la idea, pero utilizando también la imagen y la
sensación.
Hacerlo sólo a través de
razonamientos no sirve para nada. La idea ya produce algún efecto de
por sí, puesto que es con ideas que trabaja nuestra mente consciente
y tienen su repercusión más o menos indirecta en nuestra mente
vegetativa. Pero aún es mucho más efectivo para nuestra mente
vegetativa la evocación directa de estados, de sensaciones y las
visualizaciones; éstos son los elementos que hay que manejar, y, por
consiguiente, éstos son los factores que hay que retener y mantener
durante el trabajo de acción profunda.
Con esta labor, hecha a título
preventivo, podemos conseguir prácticamente un notable ahorro en
médicos y medicinas, pero sobre todo, lo más interesante es el
poder aprovechar al máximo la capacidad de recuperación que es
inherente a nuestra misma naturaleza.
Hasta ahora hemos hablado solamente de uno de los cuatro
sectores de la mente que enumeramos al principio de este capítulo.
En los próximos artículos iremos viendo los restantes sectores.
INDICACIONES ESPECÍFICAS DE LA RELAJACIÓN SISTEMÁTICA
EN EL TRATAMIENTO DE ENFERMEDADES
Además de la acción general benéfica sobre todo el
organismo y sobre la mente, la relajación profunda tiene
aplicaciones más específicas en muchos trastornos orgánicos y
psicosomáticos. He aquí algunas de estas indicaciones clínicas (v.
«Analecta Terapéutica», número 47)
1. Sistema nervioso
Insomnio, sueño inquieto y
superficial. Distonías neurovegetativas. Depresiones ciclotímicas.
Alcoholismo leve. Toxicomanías. Ciertos tipos de cefaleas
y neuralgias. Irritabilidad y excitabilidad nerviosa. Trastornos de
la motilidad, como tics, tartamudeo, espasmos profesionales.
2. Aparato digestivo
Espasmos de esófago, de píloro e intestinales, colitis
mucosa, estreñimiento espástico. Hipermotilidad e hipersecreción
gástrica. Ulcus gastro-duodenal. Espasmos y disquinesias de las vías
biliares.
3. Aparato circulatorio
Trastornos cardíacos orgánicos y funcionales. Neurosis
cardíaca. Angor péctoris. Hipertensión arterial esencial.
4. Aparato respiratorio
Taquipnea, disnea suspirosa, asma neurógena.
5. Aparato locomotor
Estados de fatiga y agotamiento. Estado de debilidad
muscular, incluyendo la convalecencia de enfermedades infecciosas y
agotadoras. Reumatismo psicógeno.
6. Aparato genital femenino
Tensión premenstrual. Dismenorrea. Dispareunia,
vaginismo. Frigidez sexual. Esterilidad. Hiperemesis gravídica.
Dolores del parto. Trastornos del climaterio.
7. Aparato genital masculino
Debilidad e impotencia sexuales. Hipererotismo.
8. Aparato urinario
Vejiga neurógena funcional.
9. Sistema endocrino
Hipertiroidismo,
bocio tóxico.
10. Enfermedades del metabolismo
Delgadez. Obesidad.
Diabetes.
11. Enfermedades alérgicas
Todas en general.
La práctica asidua de la relajación
profunda es suficiente para producir concretos alivios y en varios
casos eliminación definitiva del trastorno. Pero estos
efectos pueden intensificarse en profundidad y rapidez si se asocia a
la práctica de la relajación la visualización mental y la
formulación de ideas concretas de restablecimiento, según hemos
indicado antes.
Hay otros aspectos psicológicos que pueden ser
totalmente corregidos a través de la relajación, pero como
pertenecen más al aspecto del carácter que de la salud, hablaremos
de ellos en el próximo apartado.
Existen igualmente otras posibilidades de curación o
alivio de las enfermedades a través de la acción de las energías
de los niveles más superiores de nuestra personalidad. Pero para que
esta acción eficaz sea posible es necesario que la persona haya
cultivado intensamente sus capacidades mentales y espirituales. No
podemos entrar aquí en explicaciones detalladas, pues esto desborda
ampliamente el tema de la relajación. No obstante, algunas
sugerencias sobre varios aspectos de este trabajo interior serán
mencionadas más adelante.
II. LA TRANSFORMACIÓN DEL CARÁCTER
Dijimos que el estado profundo de relajación es una
puerta de entrada a una cantidad de posibilidades enorme, y ahora
vamos a detallar algunas de estas posibilidades.
En este capítulo hablaremos de una serie de procesos
que se pueden hacer a través de la relajación para influir sobre la
personalidad, y en particular veremos cómo se puede utilizar este
estado profundo para transformar el carácter.
Pero creo que es necesario, antes de
entrar en el detalle de los procedimientos a seguir, aclarar algunas
ideas que normalmente se prestan a confusión. Tales son, por
ejemplo: ¿Es lo mismo carácter que personalidad? ¿Qué quiere
decir exactamente temperamento? ¿Hasta qué punto puede ser
modificado el carácter de una persona?
EL TEMPERAMENTO
En primer lugar hay un modo de ser que depende de la
estructura física de la persona. Según su modo biológico,
fisiológico, así será también su modo de conducirse y de
reaccionar. Así, por ejemplo, si la persona está dotada de un
sistema nervioso frágil, no hay duda que esto se reflejará en su
modo de reaccionar. Y si la persona tiene un aparato locomotor muy
potente, sólido, esto también habrá de influir en el modo como se
irá formando toda su personalidad y en la forma de enfocar los
problemas; muy distinto de la persona que tiene una estructura física
débil o enfermiza.
Así, pues, hay una serie de componentes fisiológicos
que determinan unos modos básicos de reaccionar. A estos factores
que dependen del modo físico de ser, a esto se le llama
temperamento. El temperamento es el modo de reaccionar que depende de
la biología de cada uno. Y porque depende del modo fisiológico de
ser, por eso guarda cierta semejanza, a veces, con el de los padres,
con los ascendentes.
CÓMO SE FORMA LA PERSONALIDAD
Pero la personalidad es más que esto. La persona además
de este modo peculiar de ser tiene algo que es primordial, que es
básico y son, por ejemplo, sus impulsos de vivir, sus impulsos de
desarrollarse, sus sentimientos, la necesidad de formar parte de
algún grupo, una serie, en fin, de necesidades básicas que están
más allá de sus peculiaridades fisiológicas.
De hecho la persona se forma a partir
de un impulso primordial de vida que, a través de las varias
circunstancias de su existencia, le va permitiendo, y a la vez le
empuja a desarrollar unas cualidades positivas, básicas, que son
intrínsecas a nuestra naturaleza. Estas cualidades básicas que son
intrínsecas a nuestra naturaleza son de tres tipos. Primero, las que
se derivan propiamente del mismo impulso; por lo tanto, de ahí surge
todo lo que llamamos energía, lo que llamamos voluntad, iniciativa,
decisión, aplomo, seguridad, confianza en sí mismo. O sea que ese
impulso se abre en un abanico de cualidades diferenciadas que tienen
en común este factor energía.
Otra de las cualidades básicas es el factor
inteligencia y de este factor surgen luego una serie de
características como pueden ser: el tener una inteligencia más
elevada o más baja, más amplia o más estrecha, más profunda o más
superficial, más rápida o más lenta, más rígida o más elástica,
más teórica o más práctica, el sentido de curiosidad, la
capacidad de atención, de discernimiento, de lucidez. Todo esto se
deriva de este principio fundamental, inteligencia, que está en
nosotros.
El tercer factor es el sentimiento. Y el sentimiento
primordial es el amor. Amor que en el plano físico o fisiológico se
manifiesta como placer, satisfacción, euforia; que en un sentido más
afectivo se transforma en amistad o cordialidad; y que en su aspecto
más elevado da lugar a la buena voluntad, al espíritu de servicio,
la capacidad de abnegación, el amor desinteresado. En fin, es toda
una gama de sentimientos y cualidades la que surge de estos tres
principios básicos porque ellos son la semilla que contiene todas
las posibilidades de cada cualidad fundamental: energía,
inteligencia, amor.
Así, pues, la vida es un despliegue -a través de
nuestras acciones espontáneas o a través de nuestras reacciones
frente al ambiente- de estas cualidades básicas. La persona necesita
vivir, y vivir precisamente de acuerdo con sus imperativos
fundamentales de reafirmación de sí mismo, de conservación, de
desarrollo, de expansión. Y al vivir así va enfrentándose con las
posibilidades y dificultades del ambiente. Por otra parte se
encuentra con un equipo biológico más dotado en un sentido que en
otro, se encuentra que el ambiente le es más propicio en unas cosas
y más hostil en otras, y el conjunto de todas estas circunstancias
que le rodean le obligan a un modo de obrar y de actuar determinado.
Todo esto da lugar a una configuración personal característica que
es el resultado o la suma de sus impulsos básicos, de la educación
que recibe, de la autoeducación que él mismo se da y del conjunto
de experiencias de todo tipo que va acumulando y que le van
condicionando. A la suma de todas estas cosas, a la resultante final
le llamamos personalidad.
EL CARÁCTER
Esta personalidad, rica y compleja, va adquiriendo un
modo particular de expresarse y de conducirse frente al mundo. Tal
estilo personal de conducta y de expresión no pone de manifiesto
toda la gama de cualidades y características que la persona posee,
pero los demás le ven y le conocen sólo a través de su manera
especial de comportarse. Y esto es precisamente el carácter. Todos
los problemas que una persona puede tener en su relación con la
gente son siempre problemas de carácter -timidez, agresividad,
indecisión, etc.-. Veremos la importancia de distinguir claramente
los conceptos de carácter y de temperamento en seguida.
RESUMEN DE ESTAS NOCIONES
Personalidad es
un concepto global, que incluye todos los aspectos, facetas y
factores del modo de ser humano. Viene a ser como un inventario
general de todos los rasgos personales.
Carácter es
un concepto parcial. Se refiere al modo característico de conducirse
una persona. Son los rasgos particulares que en su comportamiento
distinguen a una persona de las demás. Es la manifestación terminal
de la personalidad en relación con el mundo.
Temperamento es
también un concepto parcial. Es el estilo natural de acción y de
reacción según le determina su instrumento orgánico. Es el modo
primario de conducta hecha abstracción de lo adquirido por toda
educación e influencia exterior.
Impulsos básicos + organismo físico = Temperamento.
Temperamento + inteligencia + educación y experiencia
de toda clase = Personalidad.
La personalidad en su modo concreto y particular de
comportarse en contacto con lo exterior = Carácter.
ELEMENTOS FIJOS Y VARIABLES DEL CARÁCTER
Es importante esta noción por varias
razones. En primer lugar porque nos hace comprender que la base del
carácter siempre es positiva, ya que se funda en el despliegue de
unas cualidades intrínsecamente positivas que son inherentes a
nuestra naturaleza: energía, inteligencia, amor.
En segundo lugar es importante esta
noción, porque nos permite distinguir lo que es un componente
relativamente fijo en nuestro carácter de lo que es componente
variable. Es relativamente fijo aquello que depende de nuestra
herencia, de nuestra estructura fisiológica. Si yo tengo una
dotación neuromuscular determinada, yo no puedo pretender ser como
el que tiene una configuración muy superior a la mía o muy
inferior; si tengo un sistema digestivo poderoso, todo mi sistema
vital estará funcionando con una potencia, con unas exigencias, con
una fuerza tremenda, y esto influirá en mi modo de ser, aunque
quiera ignorarlo, y hará que yo sea distinto de otra persona; tendré
unas notas, unas características particulares.
Estos factores que dependen del soma, de los factores
constitucionales, son los que forman el componente relativamente
fijo.
Pero todo lo que ha sido adquirido a través de la
educación, o autoeducación, todas las transformaciones que se han
operado como consecuencia de las experiencias acumuladas, todo esto
constituye el factor variable que permite modificar el carácter.
FORMACIÓN DE LOS HÁBITOS
Mirándolo ahora desde un punto de
vista más funcional, nuestro carácter se va formando a través de
unos modos habituales de reaccionar ante las situaciones. Nosotros
necesitamos satisfacer nuestras necesidades, y al satisfacer un
impulso interior, una necesidad interior, tratamos de hacerlo siempre
del modo que nos
resulte más económico, que nos exija menos esfuerzo. Así, si me
considero una persona con fuerza, pero que me cuesta razonar, tendré
tendencia a exigir las cosas, o a ponerme en ambientes donde
exigiendo las cosas me sea más fácil obtenerlas, y esto me
acostumbra a un modo de actuar imperativo y directo.
Si, en cambio, tengo poca sensación de energía pero
tengo una gran sensibilidad o una gran inteligencia, entonces
utilizaré más bien la habilidad, la astucia, la diplomacia, y no
los métodos violentos, para conseguir los mismos fines.
Así nos acostumbramos a satisfacer nuestras necesidades
según los recursos de que disponemos, y según también el modo de
ser de los demás. En un ambiente favorable, nos acostumbramos a
considerarnos seguros porque aquello que nos hace falta nos es dado
con relativa facilidad. En cambio, en ambientes hostiles sabemos que
tendremos que luchar para conseguir lo que necesitamos. Así vamos
adquiriendo unos modos de acción, unas tácticas, y esto crea en
nosotros unos hábitos.
De este modo hemos desarrollado una serie enorme de
hábitos, según las diversas situaciones en que nos encontramos. Por
ejemplo, en nuestra casa nos hemos acostumbrado a actuar de una
manera, con un tono, pero cuando estamos con un grupo de amigos
actuamos de un modo completamente distinto y lo mismo nos ocurre en
el ambiente de trabajo. Incluso cuando estamos ausentes en el
extranjero, nos comportamos y reaccionamos muchas veces de una manera
totalmente distinta. Pero cada vez que estamos en un ambiente similar
reaccionamos del modo a que estamos acostumbrados en aquel ambiente.
Así se van formando los hábitos.
INFLUENCIA DE LOS PATRONES MENTALES SOBRE LOS HÁBITOS
¿Qué son los hábitos? Son modos de hacer que
responden a un patrón mental. Es mi mente la que registra los modos
de hacer. Por tanto, todos los modos de conducta son la consecuencia
de un patrón que hay en mi mente. Si yo vivo conscientemente una
situación y veo que me va bien, en la próxima ocasión volveré a
hacer algo igual, según me ha enseñado la experiencia anterior. De
este modo tiendo a reafirmar lo que he hecho y como consecuencia se
va reforzando en mi mente un patrón de conducta ante tal situación
tipo.
Así es como nos hemos acostumbrado a
una serie de tipos de conducta. Nuestra vida está hecha en su mayor
parte, por no decir en su totalidad, por tipos de conducta: tipos de
acción y tipos de reacción ante las exigencias del exterior.
Es curioso porque esto nos condiciona
de tal manera que cuando queremos actuar de una manera diferente no
podemos, o nos cuesta un esfuerzo tan extraordinario, que nos resulta
más cómodo, más fácil, seguir haciendo como hemos venido haciendo
hasta ahora. Es evidente que esto se debe, por un lado, a una
actitud, a un modo de hacer, a un,
modo de moverse habitual; pero en el fondo todo esto está dirigido
por la mente, y es el patrón que hay en la mente el que prefigura,
el que predetermina este modo, este hábito de acción.
Estos patrones de conducta que se
instauran en la mente pasan a un nivel subconsciente. Todo cuanto
hacemos varias veces seguidas pasa a automatizarse y esta
automatización queda relegada a una función más elemental de
nuestro psiquismo. Esto es una ley de economía para nuestra mente:
aprendemos a hacer las cosas sin darnos cuenta; algo aprende a
hacerlo en nosotros, para que nuestra mente consciente esté
disponible a fin de poder hacer otras cosas. Si tuviéramos que estar
regulando con nuestra mente consciente todas las cosas todavía
tendríamos que estar ocupados en cada momento en cómo sentarnos,
cómo andar y cómo coordinar dos palabras seguidas; gracias a la
automatización, a este aprendizaje, nos es posible realizar una gran
cantidad de actos sin que les prestemos una atención deliberada, y
de esta manera la atención voluntaria queda disponible para atender
a otras cosas.
Es importante que se comprenda cómo los hábitos están
regulados por unos patrones mentales que están funcionando desde
nuestra mente subconsciente. Porque si queremos modificar nuestra
conducta no bastará con que nosotros lo queramos, sino que tendremos
que buscar la manera de actuar sobre estos patrones de conducta
automáticos para que se produzca la modificación. Si no se logra
actuar en estos niveles subconscientes, no se conseguirá ninguna
modificación real y estable.
CÓMO APARECEN LOS RASGOS NEGATIVOS DEL CARÁCTER
Hasta ahora, todo lo que hemos dicho se refiere al
funcionamiento normal de la persona, tal como la persona se va
desplegando a medida que las situaciones externas le van exigiendo un
rendimiento, o que sus necesidades interiores van poniendo en
movimiento sus diversos recursos y posibilidades. Entonces, al
enfrentarse con el exterior, la persona ha de luchar, ha de
adaptarse, ha de esforzarse y todo esto la va desarrollando.
Pero el problema surge cuando en algunas ocasiones las
necesidades no quedan satisfechas; el ambiente a veces no es propicio
y no permite satisfacer algunas necesidades, necesidades que para uno
pueden ser importantes. Ocurre además que el ambiente por su parte
no es un elemento totalmente pasivo que da o no da, es también un
elemento activo que actúa sobre la persona y la obliga a hacer una
serie de cosas, o a hacerlas de un modo determinado; y esto crea una
serie de obligaciones que unas veces uno está dispuesto a
secundarlas, porque coincide con la propia línea de desarrollo, pero
que otras veces uno no quiere aceptarlas, porque violentan su
espontaneidad, su naturalidad, y entonces se crea una situación de
conflicto.
Muchas veces los impulsos que tienden
a expresarse no pueden ser satisfechos porque están socialmente
prohibidos, son impulsos elementales, anárquicos, inoportunos.
Entonces estos impulsos han de quedar relegados, la mente ha de
inhibirlos. Todo esto va haciendo que la persona no se desarrolle con
este ritmo natural, espontáneo, como el de una planta que va
creciendo normalmente. Por un lado ella trata de desarrollarse, pero
por otro lado se encuentra que no puede hacerlo, o por lo menos no
puede hacerlo de la manera que desearía y en cambio se ve obligada a
crecer en otras dimensiones, en otras direcciones que no desea. Esto
crea una serie de violencias, una serie de experiencias
desagradables, negativas, que hacen que la persona interiormente o
bien se sienta frustrada, fracasada, y esto afecta a la idea que se
forma la persona de sí misma, o bien se origina en su interior una
sensación de protesta porque considera que aquello es una
injusticia, que no se le da lo que se le debería dar. Esta reacción
de protesta, si se mantiene una y otra vez porque aquello no queda
satisfecho, acaba por convertirse en una actitud de profunda
irritabilidad frente al ambiente.
Tenemos, pues, por un lado, la
sensación de fracaso, a la que se reacciona con protesta e
irritabilidad. Pero las situaciones de conflicto también pueden dar
origen a otro tipo de reacción: la de inhibición, replegamiento o
huida interior de la situación. Esta reacción negativa se
manifiesta luego por un estado de inseguridad, de temor o hasta de
angustia. Y también es frecuente encontrar personas en quienes se
presentan simultáneamente y con la misma fuerza ambos tipos de
reacción.
Estos tres tipos de reacciones negativas -reactivos,
inhibidos y mixtos- hacen que aparezcan en la persona, tanto en su
vida interior como en su modo de conducta unos rasgos completamente
inarmónicos, que le hacen infeliz y que le impiden al mismo tiempo
adaptarse a la situación-ambiente.
Todos hemos tenido que soportar
carencias de algo que considerábamos importante. Para muchas
personas será el no haber recibido todo el afecto que necesitaban;
para otras el no haber sido aceptadas sus cualidades, su
inteligencia, o su figura física, a la manera que ellas querían; en
otras personas, en fin, el no haberlas dejado expresarse con la
libertad que deseaban. Todos hemos sufrido experiencias de
frustración, de fracaso, en un grado u otro. Esto hace que todos
tengamos dentro unos rasgos negativos de carácter, rasgos que se
traducen siempre por tensiones, insatisfacciones, hostilidades,
protestas interiores y que se manifiestan luego en la vida corriente
a veces con violencia, a veces con críticas, a veces con una
conducta negativa infantil, como cuando la persona se niega a aceptar
las cosas tal como son. En fin, toda una serie de mecanismos entran
en juego y hacen que los problemas interiores se proyecten al
exterior, muchas veces sin que la misma persona se dé cuenta de
ello, creando un malestar que uno atribuye al exterior cuando la
verdadera causa hay que buscarla dentro.
Y como algunos de estos rasgos
negativos los arrastramos desde muchos años atrás, han influido en
nuestra mente dando origen a una serie de prejuicios, y de ideas
equivocadas sobre las posibilidades de cambiar el carácter. Por eso
es tan sumamente frecuente que cuando se nos habla de corregir la
violencia, la impulsividad, la timidez, uno piense en seguida que no
se puede hacer nada, que cada uno es como es: «Yo he nacido
nervioso, soy tímido... no puedo hacer nada, no puedo cambiar, es mi
modo de ser... » Y esto es falso. Solamente los rasgos básicos del
temperamento, que son siempre todos ellos positivos, no se pueden
cambiar. Pero el carácter, que es la resultante del temperamento y
de las innumerables experiencias vividas, es evidente que puede ser
profundamente modificado precisamente modificando el tipo de las
presentes y futuras experiencias mediante las diversas técnicas y
procedimientos de formación y reeducación personal. Y la
experiencia de millares de personas lo confirman a diario.
CÓMO SE ELIMINAN LOS RASGOS NEGATIVOS DEL CARÁCTER
En el fondo todos los defectos no son
nada más que el producto de unas ideas y de unos patrones negativos
de conducta que la persona tiene dentro de su mente. Cuando a uno le
sale mal una cosa, o cuando a uno se le ríen de algo, entonces se
forma dentro de la persona no solamente la idea de que «he
fracasado, he quedado mal», sino que además, instantáneamente,
reacciona contra los demás juzgándoles peyorativamente: «todos
estos son unos tontos, todos son unos incapaces». Entonces queda
dentro registrada tanto esta idea, esta experiencia de fracaso, como
la sentencia dada contra los demás, y cada vez que se va repitiendo
una nueva experiencia de fracaso, grande o pequeña, se reafirma en
mí tanto la idea de que he fracasado como este apelativo que doy a
los demás.
Estos patrones mentales que hay en nosotros son los que
hacen que luego sin darnos cuenta actuemos con recelo, con
desconfianza y no podamos ser francos, no podamos sentirnos realmente
armónicos, sintónicos con los demás.
Todos los rasgos negativos si queremos eliminarlos los
hemos de eliminar desde la mente, los hemos de eliminar modificando
estos patrones mentales. Y estos patrones mentales, que están en el
nivel subconsciente de la mente, pueden ser perfectísimamente
eliminados, de la misma manera que han venido. Del mismo modo también
se puede hacer que entren otros patrones distintos en el mismo nivel,
ahora deliberadamente, para que se produzcan las transformaciones
deseadas. Así, pues, el carácter puede ser totalmente transformado
en lo que son componentes negativos; los componentes positivos no
hace falta, ni uno desea modificarlos, porque ya los vive como
positivos.
No olvidemos que todos los defectos
de carácter no son nada más que esto, un defecto, es decir, una
carencia de la cualidad correspondiente. El defecto, pues, no es nada
de por sí, es simplemente la ausencia de la cualidad
correspondiente, esa cualidad que no se ha desarrollado
suficientemente. Cuando en mí se ha desarrollado, por ejemplo, un
sentimiento de recelo, de hostilidad contra los demás, y esto ha
quedado como un patrón en mi mente subconsciente, esto no es nada
más que una falta de confianza en mí mismo y de confianza o de
aceptación hacia los de más. Y de tal modo queda esto instaurado en
mí de una manera automática que aunque luego yo quiera,
voluntariamente, ser amable con los demás, al menor contratiempo me
saldrá mi reacción hostil, porque es a la que yo estoy
condicionado.
He de modificar, pues, este patrón inconsciente y he de
modificarlo dándole lo que le falta. No negando lo negativo, sino
aumentando lo positivo. La negación no tiene de por sí sentido, lo
único que hace es poner de manifiesto que falta lo positivo; por
tanto, si hemos de modificar el carácter será siempre aumentando
nuestra conciencia de lo positivo, permitiendo que ese potencial
básico que hay en nosotros, estas tres cualidades básicas, puedan
expresarse de un modo mayor, más pleno, y esto hará que
automáticamente los defectos correspondientes se eliminen por sí
solos.
Esto, pues, es lo que hemos de hacer:
un trabajo para permitir que se manifiesten, que se expresen estas
cualidades básicas que hay en mí. Y como lo que les impide que se
expresen son nuestras ideas negativas incrustadas en el
subconsciente, hemos de actuar en este subconsciente modificando los
patrones que hay en él, para que al adoptar unas ideas afirmativas
respecto a estas cualidades, las energías y las cualidades
correspondientes encuentren un camino expedito, un camino abierto,
para poder manifestarse. Si en mi interior hay la idea de que «yo no
valgo nada», yo me sentiré obligado a sentirme y a actuar de
acuerdo con tal idea y no podré funcionar de otra manera. Es como si
mi máquina automática, mi cerebro electrónico, estuviera
programado para funcionar de acuerdo con esta fórmula; por más que
mi mente consciente se esfuerce, a la larga, siempre saldrá ganando
la programación de este condicionamiento inconsciente que obra en
mí. Podré influir una vez, dos veces conscientemente en mi
conducta, pero en cuanto se afloje un poco este control, fuerte y
violento, se producirá lo que es automatización, lo que es el
mecanismo que sale sin esfuerzo alguno.
Por eso, toda modificación seria de la personalidad,
del carácter, ha de hacerse a través de la modificación de
nuestros patrones mentales del subconsciente.
Para llegar a estos niveles subconscientes donde están
las ideas y los patrones que automatizan nuestras actitudes y nuestra
conducta es preciso que nuestra mente consciente esté en un estado
de tranquilización, de relajación, de descanso. Sólo entonces
nuestro foco mental puede ahondar, y ponerse en contacto con estos
niveles más profundos. Por esto el estado de relajación profunda es
un estado óptimo para llegar a este nivel subconsciente en el que se
inscriben los patrones mentales. Por eso también el hipnotismo,
aprovechando este mismo mecanismo, ha podido obtener una serie de
éxitos espectaculares consiguiendo, a través de la inducción
hipnótica, notables transformaciones de la personalidad. El
inconveniente, ya lo dijimos antes, es que para producir estos
resultados se requiere siempre la intervención de un operador que
actúe sobre la mente a un nivel profundo, y que esta acción se
repita un día y otro día, lo cual crea una dependencia respecto al
hipnotizador. En cambio, esto no ocurre cuando la persona aprende a
producir ella misma este estado de interiorización, de conciencia
profunda, lúcida, de sí misma. Entonces se tiene todas las ventajas
del estado de hipnosis sin tener ninguno de sus inconvenientes. Pero
una vez más he de recalcar que es preciso que la relajación
profunda se domine bien, que se consiga un estado auténtico de
relajación integral, con verdadera tranquilidad de ánimo y con la
mente serena y en silencio.
El que la mente esté completamente
silenciosa solamente es necesario porque indica que la persona ha
alcanzado un nivel de profundidad auténtico. En realidad podría
practicarse la autosugestión en todo momento si se viviese en este
estado de profundidad. Cuando uno puede conseguir que la mente esté
en silencio, no porque uno la retiene, sino porque hay paz interior,
esto indica que se ha alcanzado un grado excelente de profundidad. O
sea, que más que un requisito previo, el silencio es un síntoma de
un nivel alcanzado.
¿QUÉ
HAY QUE HACER PARA TRANSFORMAR EL
CARÁCTER?
AUTOEXAMEN PREVIO
Aquí hay una cuestión previa, antes
de decir qué hacer en el momento de la relajación. Hay que
plantearse claramente:
¿qué es lo que pretendo conseguir?, ¿qué es lo que voy a
modificar?, ¿qué es lo que quiero cambiar? Las personas que no han
desarrollado una observación serena y persistente de sí mismas,
generalmente tienen unas ideas bastante equivocadas, bastante
superficiales, sobre lo que son sus puntos fuertes y sus puntos
débiles. Es preciso que uno aprenda a establecer una jerarquía de
todos sus rasgos personales, no solamente de sus cualidades, sino
sobre todo, ahora es lo que más nos interesa, de sus problemas, de
sus puntos débiles; una verdadera jerarquía, porque todos tenemos
muchos puntos débiles, todos tenemos muchos defectos y quisiéramos
eliminarlos todos a la vez, lo cual no es ni posible ni aconsejable.
El problema se enfoca diciendo: de todo esto ¿qué es lo más
importante? El esfuerzo será básicamente el mismo, pero hemos de
aprender a actuar sobre causas fundamentales y no sobre defectos
periféricos.
Hemos hablado antes de que todas
nuestras capacidades son un despliegue, una particularización de
tres tipos de cualidades básicas: la energía, la inteligencia y el
sentimiento amoroso. Yo, ¿en qué línea me siento más débil?, no
sólo ahora, sino en una observación objetiva de mi vida, de mis
últimos cinco años, por ejemplo. ¿Por dónde falló?, ¿qué es lo
que me hace andar mal?; ¿es un problema de discernimiento, de
inteligencia? ¿O es un problema de emotividad, pues, en el fondo
estoy siempre buscando lo más agradable, lo que más me halaga? ¿O
es un problema de falta de empuje, de falta de capacidad de acción,
de falta de energía? Es así como hay que examinarse, buscando las
causas que son fundamentales.
Ya antes enumeramos una serie de
cualidades; las podemos repetir para que sirvan un poco de punto de
contrastación con uno mismo. Dependientes del factor energía,
podemos citar: la seguridad y confianza en sí mismo, la voluntad, la
perseverancia, la potencia, la decisión, las ganas de hacer, la
independencia y libertad interior. Conviene observar aquí que hay
una independencia que deriva del factor energía y otra del factor
sentimientos, la persona puede sentirse dependiente de los demás
bien porque al sentirse débil busque siempre el apoyo de una
personalidad más fuerte, de mayor voluntad y decisión, o bien puede
estar siempre pendiente de los demás, para recibir su aprobación,
su afecto.
Del factor sentimiento o amor, en
todos sus matices, se derivan: la cordialidad, la alegría, el
respeto, la verdadera amistad, la paz. Se ha de ver no sólo si uno
tiene o no estas cualidades sino ver si las tiene de un modo
habitual, de un modo permanente, que sea una tónica constante. De la
misma manera la energía o capacidad de hacer ha de ser también una
tónica constante de la personalidad; no que en un momento de
arranque tenga uno una gran capacidad de hacer y que en otros
momentos caiga desplomado incapaz de hacer nada. Cuando se habla de
tener una cualidad nos referimos a que esta cualidad está
normalmente disponible por la mente consciente. Por tanto, no sólo
la energía, sino también estas cualidades de cordialidad, de buena
voluntad, etc., han de ser algo permanente.
Respecto al factor inteligencia podemos enumerar la
atención, la lucidez, el discernimiento, la intuición, la amplitud,
la rapidez, la profundidad, la curiosidad, el interés.
También podemos hacer el examen de
nosotros mismos mirándonos, no como cualidades aisladas, sino en su
aspecto global como actitudes. En la actitud influyen los tres
factores: energía, inteligencia y sentimiento. Así puedo preguntar:
¿cuál es mi actitud general?, ¿tengo realmente una actitud
positiva?, ¿una actitud abierta, sintónica, constructiva, firme,
cordial? ¿Y esto lo tengo, no a veces, sino de un modo permanente?
¿Lo tengo frente a mí mismo? ¿Lo tengo también frente a mis
familiares, frente a mi ambiente laboral, frente a todas las personas
en general, frente a Dios? Porque puede ser que sea muy cordial con
dos o tres amigos, pero que me cierre y me muestre sumamente huraño
cuando estoy en el trabajo o con otras personas.
Se trata, pues, de ver qué cualidades' tenemos, o
cuáles nos faltan, y dónde está en concreto nuestro principal
problema personal.
Todo esto no ha sido más que una
simple enumeración a título de sugerencia, para aprender a mirar en
nosotros mismos, porque es uno mismo quien ha de establecer cuál es
la cualidad fundamental que uno necesita trabajar, que debe
desarrollar.
Cuando uno se examina así retrospectivamente, uno puede
darse cuenta si los fallos que tiene se deben más al hecho de una
falta de energía, o a una falta de visión, a una falta de actitud
afectiva. Por esto es interesante hacer este examen retrospectivo.
Para ello basta con recordar o enumerar los hechos principales de la
propia vida, sin preocuparse por el momento de buscar causas. ¿Qué
cosas me han pasado? ¿Pérdida de amigos? ¿Incidencias en mi vida
familiar o profesional? ¿Desplazamientos, cambios de trabajo,
cambios de domicilio? ¿Me hablo con más gente, con menos? Hechos,
simplemente hechos, negándose a razonar o a justificarse, que es la
tendencia automática que surge: «claro, no tenía otro remedio». Y
este razonamiento puede ser muy correcto, pero no interesa. Lo que
interesa es un cuadro estadístico de hechos. Porque puede ser muy
bien que uno encuentre a una o dos personas que sean unos
sinvergüenzas, pero si ocurre que durante los cinco últimos años
todas las personas que uno ha encontrado son unos sinvergüenzas,
entonces es muy probable que algo ande mal en la propia persona, y
esto sólo se puede ver cuando uno se toma el trabajo de hacer esa
enumeración objetiva de hechos. Entonces sólo con mirarlo salta a
la vista cuáles son los denominadores comunes que hay detrás de
todos los acontecimientos de mi vida.
Estas cosas requieren ser hechas con interés y con
cuidado. Si se hacen más o menos, uno nunca aclara nada. Esto hay
que hacerlo con la misma precisión con que en un laboratorio se hace
el recuento de tales elementos microbiológicos cuando se trata de
hacer un experimento. Hay que seguir una marcha rigurosa si se quiere
hacer un análisis cualitativo de algo.
Después de este examen uno habrá llegado a conocer con
exactitud qué es lo que anda más flojo en él y, por tanto, qué es
lo que uno debe reforzar más.
Pero repito que se ha de tener presente que el modo más
rápido y eficaz para eliminar un defecto no consiste en negar el
defecto, sino en desarrollar la cualidad que se le opone, porque el
defecto no es nada más que la ausencia de una cualidad. No neguemos
lo negativo, opongámosle la afirmación de lo positivo.
Si uno se hace una lista de cualidades y echa cuentas,
entonces puede que le salgan varios años para modificar su carácter,
pero esto no es así. Cuando uno aprende a trabajar sobre una
cualidad básica, curiosamente se modifican muchas cosas que uno no
pensaba; al acertar la causa aquello tiene repercusiones profundas y
resulta que desaparecen una cantidad de puntos débiles que uno no
pensaba se referían a lo mismo. Basta trabajar una sola cualidad
básica hasta el fondo para que toda la personalidad se consolide.
PROCESO DE AUTOCONDICIONAMIENTO DURANTE LA RELAJACIÓN
Cuando uno ha determinado la cualidad o actitud que debe
trabajar como la más importante en toda la estructura de su
carácter, entonces tiene que buscar la expresión más clara y más
concreta de la misma, formándose una imagen muy viva de lo que
significa poseer esa cualidad. Finalmente, conviene formular dicha
imagen en una frase breve, pero muy expresiva, que evoque la imagen
con toda su fuerza. Todo esto se ha de hacer previamente al estado de
relajación.
Cuando esto está bien concretado es
cuando uno puede empezar a aplicarlo en el estado de relajación. Una
vez se ha llegado a este estado de relajación profunda, en el que
tanto el cuerpo como el estado anímico y la mente están
perfectamente tranquilos y en silencio, al mismo tiempo que uno se
mantiene totalmente lúcido, y centrado, entonces es cuando hay que
proceder a dar los siguientes pasos. En primer lugar formular
mentalmente la frase, esa frase que uno ha elaborado, corta, pero
positiva y evocadora. Además de formularla se puede recomendar que
uno la visualice, que la imagine como si estuviera escrita con letras
luminosas; porque cuando uno está en este estado de relajación
profunda no interesan los procesos racionales o lógicos que
tenderían a hacer salir a la persona del estado de relajación
profunda para hacerla pasar a un estado de raciocinio. Simplemente
hay que apelar a la capacidad de visualización. Y al mismo tiempo
que uno ve la frase luminosa, imaginarse que la oye como si alguien
la estuviera diciendo a su lado de una manera muy clara. Todo esto
con calma, con lentitud.
Una vez se ha repetido esto tres o
cuatro veces, entonces evocar el estado interior o la actitud que
responde a esta cualidad: ¿cómo me sentiría yo si tuviera
desarrollada del todo esta cualidad o actitud que trato de
visualizar? Esto no es difícil, pues no se trata de que uno pueda
actualizarlo de un modo perfecto, de un modo intensísimo, sino de
que lo vaya evocando y actualizando cada vez más en la medida que le
sea posible. Y esto siempre es posible porque uno ya tiene en sí la
experiencia de esa cualidad, por eso la aprecia; uno ya sabe de qué
se trata, pues en un grado u otro ya lo ha experimentado
anteriormente. Esas experiencias dieron lugar a unos estados que
quedaron registrados dentro de nosotros. En este momento los podemos
evocar, los podemos hacer salir y tomar de nuevo conciencia de ellos.
El tercer paso consiste en
visualizarse a sí mismo de un modo dinámico: ¿cómo me
desenvolvería, cómo me movería, cómo me expresaría, teniendo
esta cualidad del todo? Se trata de esta cualidad en acción,
imaginarse a uno moviéndose, gesticulando, hablando; todo esto hecho
con calma, con mucha lentitud, repitiendo las situaciones. Porque
estamos trabajando para una mente subconsciente y no sólo para que
nuestra mente consciente perciba una simple ráfaga pasajera. Se
trata de incrustar algo, se trata de hacer penetrar, y la lentitud y
la reiteración son factores esenciales para que esta idea con toda
su fuerza dinámica penetre dentro.
El estado de relajación es el estado ideal para
realizar este trabajo por la vivenciación especial que entonces se
tiene, y por la conexión que de un modo directo e inmediato se
establece con el nivel subconsciente a través de nuestra mente
interna. Lo que se es capaz de visualizar o evocar en este estado
produce instantáneamente su efecto en el subconsciente; se está
trabajando al nivel de las causas de nuestro carácter. No como
cuando uno está decidiendo volitivamente, o está tratando de
convencerse racionalmente de que ha de ser así o del otro modo;
entonces se está actuando sólo a nivel de los efectos. Es en el
nivel de causas donde hay que actuar, y el nivel de las causas de
nuestro modo de ser es el subconsciente porque de ahí surgen todos
los automatismos. Por tanto, es ahí donde hay que actuar, y el modo
de actuar es este que hemos descrito.
Esto hay que hacerlo durante unos
diez minutos; son diez minutos que contando el período previo de
relajación se puede calcular de modo global en una media hora. La
persona que domine muy bien el estado de relajación, en cuatro o
cinco minutos llegará a este estado profundo, pero por si no se ha
alcanzado esta pericia más vale contar con un poco más de tiempo y
hacer estos veinte minutos de relajación inicial, lo que en total
dará media hora de práctica. Lo ideal sería hacerlo dos veces al
día. Es importante que la persona persista con la misma frase, con
la misma imagen, con la misma idea, con la misma cualidad un tiempo
mínimo de tres meses, mejor si son seis. Es posible que mucho antes
ya haya notado los efectos, pero no importa; como se trata de la
transformación de unos hábitos adquiridos, la reiteración, el
refuerzo, el hacer más trabajo para asegurar la consolidación de
este nuevo condicionamiento siempre es tiempo ganado y el resultado
queda más asegurado. Tampoco ha de saber mal el tener que estar tres
o seis meses, porque en verdad es un tiempo mínimo si realmente en
este tiempo uno consigue transformar lo que era un punto débil en un
punto fuerte y sólido de su carácter.
La eficacia de esto es matemática;
es un problema de mecánica, de condicionamiento, de causa y efecto.
El único factor variable que hay aquí es el factor humano, es
decir, hasta qué punto la persona ha aprendido a hacer bien la
relajación, hasta qué punto está ejecutando correctamente cada
fase. Si la persona no quiere correr, no quiere apresurarse, si uno
aprende a respetar punto por punto todas las fases del aprendizaje,
del entrenamiento, la persona se estará asegurando de una manera
total el resultado. En la medida que haya precipitación, en la
medida que haya poca escrupulosidad en la práctica de cada fase,
entonces la cosa queda colgada, queda inacabada, queda diluida y los
efectos no son absolutamente contundentes.
Es importante recordar, que una vez
hecho esto, no hay que cesar de una manera abrupta el estado de
relajación profunda, sino que hay que retroceder, hay que volver del
estado de relajación paso a paso, según las instrucciones que ya se
han dado y que ustedes conocen. Formarse primero una idea clara de
que vamos a dejar ese estado, tratar luego de respirar un poco más
profundamente, mover los pies y las manos y finalmente abrir los
ojos, y ya está.
Con este procedimiento pueden
modificar absolutamente todo lo que deseen de su carácter, pueden
adquirir cualidades, pueden neutralizar defectos. Todos los defectos,
no lo olviden, son siempre actitudes adquiridas, no hay defecto que
sea congénito, y como son adquiridos se pueden cambiar. Lo que no
puede conseguirse es pasar de 1,60 de altura a 1,90, o tener una
reactividad de tipo nervioso sobre una base constitucional linfática;
esto no se puede cambiar. Pero que, dentro de mi modo de ser básico
yo desarrolle todo lo que son posibilidades positivas, esto sí
depende de mí. El tener reacciones de miedo, el vivir encogido, la
actitud de hostilidad, todo esto son cosas adquiridas que pueden
cambiar del todo transformando la vida de la persona. Uno ha de
aprender a ser más inteligente respecto a sí mismo, a no aceptar
como verdades lo que no lo son: «yo soy así, nadie me va a cambiar,
he hecho varios intentos y no tengo nada a hacer...» No tengo nada a
hacer si no hago nada; «soy así» mientras no decida ser
inteligentemente de otra manera; no puedo cambiar ciertamente a
fuerza de nervios, de broncas, de escándalos, ni por más violencia
que me haga; sólo cambiaré si aprendo a ver cómo funciono, cuáles
son las leyes de mi temperamento y aprendo a utilizarlas con
inteligencia; entonces podré, con el mínimo esfuerzo, conseguir el
máximo resultado de transformación. Y es por eso que habiendo
fracasado a veces las grandes resoluciones y las grandes exigencias
exteriores uno puede, sin embargo, conseguir el triunfo con un poco
más de inteligencia, de habilidad y, eso sí, de buena voluntad.
III.
LA RELAJACIÓN CONSCIENTE Y EL MUNDO
DE LOS FENÓMENOS PARAPSICOLÓGICOS
EL INTERÉS DE ESTE TEMA
En este apartado vamos a hablar de los fenómenos
paranormales, es decir, de toda esta variadísima gama de
percepciones y estados que se salen de la experiencia común y que,
de una manera u otra, pueden relacionarse con el estado de quietud
interior conseguido en la relajación profunda.
Existen varias razones por las que creemos puede ser de
interés hablar de este tema. Quien más quien menos ha tenido
personalmente alguna de estas experiencias aparentemente
inexplicables o está en relación con personas que las han tenido.
Otras personas están simplemente interesadas en los fenómenos
paranormales y sus posibles implicaciones.
A todas ellas les podrá resultar de utilidad que demos
aquí algunas explicaciones que, aunque muy sencillas y someras, les
permitan aclararse un poco más sobre la variedad de tales fenómenos,
criterios sobre su fiabilidad y hasta algunas indicaciones prácticas
para todo eventual experimentador.
Y TAMBIÉN, SUS PELIGROS
Hablar de fenómenos extraordinarios es siempre
delicado. Y lo es por varias razones, que se corresponden a otras
tantas categorías de personas.
En primer lugar, existe un abundante número de personas
en quienes todo cuanto se relaciona con fenómenos de telepatía,
clarividencia y similares despierta de inmediato una gran curiosidad
y excitación. Muchas de estas personas están ávidas de emociones y
buscan todo lo que es extraño, lo que sale de lo corriente y esperan
les provoque nuevas sensaciones y emociones que creen van a ser
apasionantes.
Otras, dentro de este mismo grupo, buscan estas mismas
materias y experiencias porque están ávidas de poder, de sentirse
superiores, de sentirse más que los demás y les parece que si
pudieran desarrollar estas capacidades misteriosas, si pudieran leer
la mente de los demás, hablar del futuro o producir cualquier otra
clase de fenómenos extraordinarios les daría una patente
indiscutible de superioridad.
Estos tipos de personas son temibles porque movidas por
su curiosidad o por su ambición, se lanzan a hacer pruebas, a hacer
toda clase de ejercicios de una manera temeraria, sin el menor
sentido común, sin equilibrio ni sentido de proporción y esto les
puede conducir fácilmente a los más graves errores, desviaciones y
hasta a auténticos trastornos mentales. En vez de tratar de
equilibrar y fortalecer su personalidad a través de una progresiva
integración personal en su vida cotidiana se evaden hacia lo mágico
y misterioso, desquiciando con ello aún más todo su psiquismo.
Está después el grupo de las personas temerosas, las
que no quieren saber nada de esto, no quieren enredarse y prefieren a
todo trance no salirse de lo trillado, de lo habitual, en una actitud
de encogimiento crispado como defensa de su seguridad. Son personas
que todo lo nuevo o desconocido les inspira temor y recelo, personas
a quienes su precaria seguridad interior les obliga a mantenerse en
el círculo, minúsculo y cerrado, de las cosas ya establecidas y
aceptadas por todo el mundo, sin más, resistiéndose a todo riesgo y
rechazando a veces violentamente toda nueva posibilidad de realidades
mayores o simplemente distintas.
Viene por último, como grupo de
actitudes erróneas, el tipo del escéptico. Pero no el escéptico
común y racional, sino el escéptico rígido, el que dice que todo
esto no puede existir, porque lo único que puede existir es lo que
ya se conoce, lo que se acepta, es decir, lo que se enseña en los
centros oficiales de estudio. Son personas con cierta rigidez mental
que o bien consiguen encajar las cosas en el inalterable esquema
mental que se formaron durante sus estudios, o bien lo rechazan de
plano. Éste es el tipo de personas que en todo tiempo se han opuesto
a toda innovación, a todo nuevo descubrimiento, cerrándose a una
investigación objetiva y abierta, retrasando con esta actitud -que
adoptan en nombre de la ciencia- el verdadero progreso científico.
Decíamos que hablar de fenómenos extraordinarios es
siempre delicado y aun peligroso. Podemos ver ahora el porqué y en
qué sentido. En el primer tipo de personas que hemos mencionado -los
que buscan emociones nuevas-, el peligro reside en un fácil
ilusionismo y credulidad que les conduce a desengaños y a algún que
otro susto. En el segundo tipo mencionado -los que buscan compensar
su complejo de inferioridad- el peligro reside en un probable
empeoramiento de su estado. En los tipos últimos -el temeroso que se
encierra y el escéptico de tipo dogmático- el peligro ciertamente
no son ellos mismos quienes lo corren, sino quienes se atreven a
hablar y aun defender algo que está rigurosamente excluido de su,
intocable círculo mental la crítica, el anatema y aun el
menosprecio son casi siempre su reacción.
LAS ACTITUDES CORRECTAS
Dos actitudes iniciales básicamente
correctas son posibles en el acercamiento al tema de los fenómenos
paranormales: la aceptación
y el escepticismo.
La actitud de aceptación previa se encuentra en
personas que han tenido ellas mismas alguna experiencia paranormal o
bien en quienes tienen la natural intuición de que tales fenómenos
no sólo son reales sino que han de entrar de lleno dentro de los
hechos naturales -casi diríamos «necesarios»- de la Vida.
Pero para que esta actitud de aceptación previa se
convierta en una capacidad seria de investigación es necesario que
la persona reúna otras cualidades.
Si la investigación ha de ser puramente intelectual,
como mero observador de los fenómenos, aparte de los conocimientos
especiales de metodología, deberá contar con un buen entrenamiento
de la mente en sus facultades crítica y razonadora. Hagamos resaltar
el hecho de la absoluta necesidad de este espíritu crítico, esto
es, la exigencia que uno ha de imponerse de querer saber la verdad
por encima de todo. En la medida que existe el deseo emocional de
afirmar la existencia y la naturaleza de un determinado fenómeno,
aumenta el riesgo de tendenciosidad y aún de mera sugestionabilidad
en la observación, interpretación y valoración de los hechos.
Cuando el investigador trata de experimentar por sí
mismo, entonces además de esta capacidad crítica, y aun en cierto
sentido mucho más importante que ella, es el que posea una
personalidad bien integrada, esto es, una mentalidad sólida, con un
buen equilibrio afectivo y fisiológico, todo ello demostrado
mediante su modo de vivir realista y la correcta adaptación a su
ambiente.
La segunda actitud correcta para
abordar estos estudios es la de un escepticismo inicial. La persona
no acepta de entrada la realidad y naturaleza de los fenómenos
paranormales, y no las acepta porque no tiene base suficiente para
hacerlo. Pero a
priori tampoco
niega su posibilidad. Y por esto quiere simplemente investigar.
Las condiciones complementarias que normalmente ha de
adquirir el escéptico investigador son, además del necesario
estudio de cuanto se ha conseguido hasta el presente sobre el tema,
la metodología, etcétera, y una perfecta comprensión de las
condiciones externas e internas que el sujeto experimentador requiere
para que se produzcan los fenómenos.
El eficaz funcionamiento de la sensibilidad interna
sutil requiere una tranquilidad completa, tanto en lo que respecta al
ambiente exterior -ruidos, luz, actitudes de las personas presentes-,
como en su estado interior. Todo factor que pueda producir miedo,
tensión o irritación en el sujeto es suficiente para incapacitarlo
para una correcta percepción.
El experimentador ha de comprender que solamente
mediante una tranquilización completa del psiquismo superficial es
factible percibir e identificar las nuevas y sutiles impresiones de
imágenes, ideas, sentimientos y sensaciones que puedan aflorar a la
conciencia. Igualmente ha de comprender que incluso con las mejores
condiciones externas, hay días o momentos en los que el sujeto
experimentador «no está en forma» y los rendimientos, por mucho
que se intente, serán nulos o muy escasos. En la experimentación
psíquica hay que ser muy constante pero nunca hay que ejercer
presiones de ninguna especie. Toda impaciencia es siempre
perjudicial, no sólo respecto a los rendimientos de las experiencias
sino también respecto a la salud del experimentador.
RELAJACIÓN Y PARAPSICOLOGÍA
La relajación sistemática puede
relacionarse con los fenómenos paranormales de dos maneras:
1. La persona que se ejercita en la relajación
consciente quizá con fines de simple mejoramiento físico o
emocional puede experimentar de manera inesperada y fortuita algún
tipo de fenómeno más o menos extraordinario. Éste es un hecho que
ocurre con relativa frecuencia en ciertas personas predispuestas a
ello por su sensibilidad interna. Y también suele presentarse en
casi todas las personas que llegan a ahondar de manera sistemática
el estado de tranquilidad interior.
Estas experiencias espontáneas no son exclusivas del
estado de relajación. Toda persona que trabaje seriamente en su
cultura interior, sea a través de la meditación, de la oración o
de la simple concentración mental, se encontrará muy probablemente
con determinadas experiencias o estados muy fuera de lo habitual.
De ahí que exista una razón más
para conocer estos temas, con lo cual se evitarán innecesarios
sustos o perplejidades y se conocerá mejor el terreno que se está
pisando. Se sabrá ver entonces que tales experiencias son algo
previsto, algo relativamente normal que se encuentra dentro del
trabajo que uno está realizando, pero algo a lo que no hay que
prestar demasiada atención, como simples incidentes laterales dentro
del propio camino. En Oriente se recomienda al discípulo que trabaja
para su desarrollo espiritual que no dé ninguna importancia a
cualquier clase de fenómenos que pueda experimentar y que no se
detenga siquiera a considerarlos: exactamente como el viajero que por
el camino ve paisajes o escenas más o menos curiosas e inesperadas;
nada debe detenerle, ni siquiera hacerle retrasar su llegada al punto
de destino.
2. Otra
manera de relacionarse la relajación con los fenómenos paranormales
es cuando una persona quiere desarrollar de manera sistemática sus
facultades latentes parapsicológicas -las facultades P.E.S. o de
percepción extra sensorial- y para ello utiliza precisamente la
técnica de la relajación consciente.
Hemos hablado anteriormente de los requisitos mínimos
indispensables que ha de reunir una persona para entrar en el terreno
experimental. No los repetiremos aquí. Solamente afirmaremos que,
efectivamente, el aprendizaje correcto de la relajación consciente
constituye un entrenamiento preparatorio excelente, sobre todo cuando
después de seguir paso a paso las fases más elementales se alcanza
de manera estable la fase del silencio positivo de la mente. Más
adelante iremos dando nuevas precisiones y detalles concretos sobre
las diversas modalidades de percepción.
LAS VARIEDADES DE LOS FENÓMENOS PARANORMALES
Son muchos los fenómenos o hechos
extraños a lo habitual que la bibliografía sobre este tema ha ido
recogiendo, y lo primero que conviene es hacer un poco de orden en
toda esta barahúnda de cosas «raras» que suceden y pueden suceder.
No pretendo hacer una enumeración completa ni una clasificación
definitiva, sino tan sólo haré una clasificación práctica para
seguir un cierto método en nuestra exposición.
Podemos clasificar los fenómenos en
tres categorías o tipos:
1.-
Fenómenos de percepción o conocimiento, como
pueden ser la telepatía, la clarividencia, las premoniciones, o la
xenoglosia o capacidad de hablar en un momento dado un idioma que,
según parece, se desconoce.
2.-
Fenómenos de acción, como,
por ejemplo, la telequinesia o capacidad de producir movimiento o
influencia sobre los objetos sin contacto físico alguno. Otro
fenómeno de este tipo es lo que se llama el desdoblamiento o salida
en astral.
3.- Fenómenos que consisten en la
alteración de las leyes conocidas físicas y fisiológicas. Por
ejemplo, la levitación, el hecho de elevarse por el aire; el ser
inmune al fuego; y uno muy extraño que es el modificar las
dimensiones del propio cuerpo, ser más alto, más bajo.
1.-Fenómenos
de percepción.-Son
principalmente la telepatía, la clarividencia y las premoniciones.
Existen realmente todos estos fenómenos, existe la
telepatía, existe la clarividencia, y la premonición.
La telepatía consiste en poder captar directamente el
pensamiento, lo que hay en la mente de otras personas, sin ninguna
indicación directa o indirecta, y excluyendo completamente toda
posibilidad de comunicación externa.
La clarividencia es la posibilidad de ver lo que ha
ocurrido, lo que ocurre u ocurrirá.
Las premoniciones consisten en tener la impresión de
que algo ocurrirá de una manera u otra y que realmente esto se
cumpla, y que se cumpla no por casualidad sino con una continuidad y
una exactitud tal que excluya toda casualidad.
DIVERSOS NIVELES DE CONCIENCIA
Hemos de señalar que en nosotros, en nuestra mente, hay
varios sectores. Existe el sector mental consciente que podemos decir
es el sector más externo de nuestra mente, pero por debajo, por
detrás y por encima de este sector todo es mente. De hecho nuestra
mente consciente es sólo una pequeña zona que ha emergido, que se
ha diferenciado, de, todo un campo de conciencia mucho mayor. Así
que nuestra mente consciente está de hecho rodeada por todas partes
de unos contenidos que podemos decir que son conciencia, o por lo
menos que se pueden hacer conscientes. En realidad son conciencia,
pero en un grado tan inferior que uno no los reconoce como
conciencia.
En lo más abajo de todo está lo que podemos llamar la
mente vegetativa, la mente que se cuida de las funciones orgánicas.
Ella administra y regula todo el funcionamiento de nuestro organismo
señalándonos cuándo hemos de cambiar de posición, cuándo tenemos
hambre, cuándo necesitamos esto o lo otro; es decir que regula y
dirige todas las funciones concernientes a nuestra salud, a nuestra
vida fisiológica.
Existe además el nivel subconsciente, que está también
por debajo de nuestra mente consciente, y es donde se guardan o
registran todas las experiencias, todas las impresiones, todas las
percepciones que uno ha ido teniendo en la vida y que uno es incapaz
de recordar y de evocar conscientemente.
Después viene otro sector que no se
halla ya debajo de la mente consciente sino detrás; es lo que
podemos llamar la mente interna, distinta de la mente subconsciente y
de la mente vegetativa. La mente interna es la zona que sirve de
enlace entre la mente consciente y los demás sectores; es, además,
donde se está preparando todo el material que nosotros utilizamos
normalmente al hablar, al pensar; es donde están los contenidos de
los que ya ahora somos conscientes o podemos ser inmediatamente
conscientes.
Y después está una zona que podemos llamar la zona
superconsciente, y en la cual, parece ser, residen unas capacidades
extraordinarias comparadas con lo que es nuestra mente concreta
habitual.
PERCEPCIONES DEL NIVEL VEGETATIVO
Al estudiar los fenómenos, es útil conocer este
esquema porque nos permite comprender mejor las diferencias
fundamentales que existen entre las varias clases o tipos de
fenómenos.
Por ejemplo, al hablar de la percepción paranormal,
podemos distinguir varias clases de percepción. Primeramente la que
nos viene a través de nuestra mente vegetativa y es la posibilidad
que uno tiene de sentir el buen o mal estado fisiológico de otra
persona. No es simplemente un deducirlo por su aspecto, o por su modo
de andar; es un percibir, un captar, un sentir en sí mismo un
malestar verdadero que procede de la otra persona, y esto existe con
mucha mayor frecuencia de la que se cree. Hay muchas personas que
están mal, que se sienten mal en un momento dado, y su mal no es
verdaderamente suyo, sino un simple contagio psíquico del mal de las
otras personas con quienes conviven. Esta capacidad la tenemos todos
pero algunos la poseen de un modo más actualizado y entonces pueden
con facilidad percibir el estado fisiológico de las personas e
incluso llegar a hacer una descripción exacta de lo que está
ocurriendo dentro de la otra persona.
Se han dado muchos casos de
dictámenes o diagnósticos realizados a través de esta percepción
interna que luego han sido plenamente confirmados por medio de
pruebas clínicas y exámenes radiológicos. Todo esto funciona a
través del nivel vegetativo de la mente.
PERCEPCIONES DEL NIVEL SUBCONSCIENTE Y SUS DIVERSOS
MODOS DE EXPRESIÓN
Existe otro tipo de percepción que nos viene de la
mente subconsciente. Nuestra mente subconsciente es, como decimos,
una especie de archivo de todo lo que ha acontecido desde nuestra más
primera infancia. Pero no sólo es un registro que hay en nosotros,
sino que también es una zona sensible al mismo tipo de hechos y
cosas de los demás. La persona que puede ponerse en contacto con su
propio subconsciente puede percibir a través de él lo existente en
el subconsciente de otra persona y así poder explicar, a veces con
una precisión total, cualquier hecho que le ha ocurrido en la vida,
cualquier cosa que ha aprendido, cualquier cosa que ha escuchado, es
decir, todo lo que ha experimentado, Porque se ha comprobado que
todo, absolutamente todo, queda registrado en la mente, y que en
condiciones especiales puede ser evocado y reproducido.
Como ejemplo clásico se cita el de aquella sirvienta
que encontrándose en estado hipnótico, como parte del tratamiento a
que era sometida para curarla de una enfermedad, espontáneamente
comenzó a hablar en griego. Era una mujer que no tenía estudios y
que ni siquiera sabía leer, y sin embargo en el estado de hipnosis
había sido capaz de hablar de una manera fluida en perfecto griego
clásico. Ante este fenómeno tan extraño se comenzó a investigar y
resultó que esta chica había servido muchos años atrás en casa de
un profesor que acostumbraba a pasearse por su habitación recitando
textos clásicos en griego. Es de imaginar el modo tan accidental
como esta sirvienta tenía que haber oído estas peroratas en griego
clásico y la dificultad tan grande, por no decir imposibilidad, de
que pudiera recordarlo. Sin embargo, en el estado de hipnosis había
sido capaz de repetir lo mismo que había oído.
Este ejemplo, igual que los que más adelante les vaya
exponiendo, son casos completamente verificados por la crítica; es
decir, que o bien son casos que yo personalmente puedo haber vivido y
comprobado, o bien son casos que los testimonios críticos más
exigentes han tenido que aceptar su certeza.
El subconsciente nos puede informar también de muchas
cosas del presente, cosas que aunque las estamos viviendo actualmente
permanecen fuera del alcance de nuestra mente consciente. E incluso
este subconsciente puede revelarnos ciertas cosas del porvenir, cosas
que ya se están gestando. Se trata de nuevas fuerzas activas o de
ciertas líneas de acción que ya han hecho su aparición dentro de
nosotros mismos y que, aunque pasan desapercibidas para nuestra mente
consciente, llevan en sí toda la fuerza que más o menos pronto hará
que se traduzcan en una acción concreta. Es decir que son como el
germen de nuestro próximo futuro.
Pues bien, la persona que se puede poner en contacto con
el contenido del subconsciente podrá ver no solamente en sí mismo,
sino también en otras personas, cosas que le ocurrieron, cosas que
actualmente le están pasando y cosas que le pasarán o que hará de
una manera muy próxima.
Esta forma de percibir a través del
subconsciente es la más frecuente. Existen varias formas de
percibir. Hay una forma de percibir en sueños, otra forma de
percibir espontánea y finalmente las percepciones provocadas.
Generalmente, en los sueños, las cosas suelen
presentarse de una forma simbólica. Hay personas para quienes
recibir un regalo, por ejemplo, tiene un significado de recibir
noticias agradables, pero no porque se le atribuya como una
superstición, sino porque realmente coincide una y otra vez con
hechos reales. Sabemos que además de estos hechos existe el caso de
las supersticiones y creencias, que no responde a hechos. Pero esto
no invalida el valor de los sueños auténticos. En algunos casos
incluso el sueño no se manifiesta sólo de forma simbólica sino de
forma literal: uno sueña con una persona determinada y en efecto
luego la ve; se ve un hecho determinado y aquel hecho ocurre; se ve
un paisaje, una casa y luego esto se ve por primera vez en la
realidad.
A veces esto viene de una forma
espontánea a las personas que están especialmente dotadas. A veces
se provoca, y claro, ahí tenemos ya, al hablar de provocar, un gran
sector de personas, no solamente los que tratan de investigar de una
manera seria, sino aquellos que se dedican a hablar del porvenir: las
clarividentes profesionales, las mediums, las personas que por un
procedimiento u otro pretenden hablar del pasado, del presente o del
futuro.
Esas personas pueden valerse o bien de imágenes que
acuden espontáneamente a su mente, o bien de impresiones y
sensaciones que experimentan, o bien de una forma o especie de clave
convencional que emplean para interpretar. Entonces se pueden
utilizar muchas cosas; por ejemplo, se puede utilizar una bola de
cristal, un vaso de agua o una superficie brillante. Al fijar en
ellos la mirada se provoca un estado de atención y concentración
que en algunas personas favorece el que se proyecten imágenes o que
vengan sensaciones relacionadas con la persona que consulta.
Existe también el procedimiento de
las cartas, que utilizan las echadoras de cartas. Se da realmente la
posibilidad de que a través de las cartas se haga una lectura de
hechos pasados, presentes e incluso futuros. El mecanismo es éste:
como uno no puede ponerse directamente en contacto con su propio
subconsciente como medio para captar al otro, entonces la persona se
aísla, se centra, provocando el estado de silencio y de relajación
-por esto se relaciona con el estado de relajación-, y se deja
llevar por lo que son sus impulsos automáticos. Esos impulsos
automáticos son expresión de su subconsciente. Cuando la mente se
ha entrenado para poder dirigir el inconsciente a fin de que entre
toda la información que posee dentro, seleccione los datos que se
refieren a una situación dada, entonces, ante aquella nueva
situación, la mente inconsciente selecciona unas cartas y no otras.
Esto puede parecer inverosímil, pero se puede
comprobar. Un psicólogo de la talla de Jung, por ejemplo, utilizaba
con algunos de sus equipos de ayudantes un procedimiento similar
procedente de China, del antiguo taoísmo que es el Yi King, el libro
clásico de adivinación, y que consiste en una serie de bastoncillos
de bambú que se mezclan, se pasan de una mano a la otra y entonces
se dejan caer formando unas figuras determinadas. Hay todo un código
convencional para interpretar el significado de aquellas figuras. La
persona que hace esto tiene que saber el código porque es a través
de este código como se seleccionan inconscientemente unas figuras y
no otras.
Con las cartas ocurre igual. Cuando la persona puede
sintonizarse de veras con esta sensibilidad interna, entonces se
eligen unas cartas y no otras, y unas cartas que tienen unas
significaciones específicas. En esto hemos podido ver comprobaciones
asombrosas. Hay por un lado la selección que se hace
inconscientemente y por otro lado la capacidad de valorar estas
cartas, y ahí otra vez juega este factor subconsciente falsamente
llamado intuitivo.
Realmente, a través de este procedimiento las personas
que tienen auténtica aptitud, auténtico entrenamiento, pueden
llegar a decir cosas del pasado de una manera segura y aún cosas del
futuro de una manera probable.
Algo parecido ocurre con los que se sirven, por ejemplo,
de la Astrología. La Astrología tiene unas leyes propias con un
valor propio que básicamente es cierto, en contra de lo que opinan
algunos círculos intelectuales o que se llaman intelectuales. La
Astrología es cierta básicamente. Es verdad que todavía es
incompleta, que nos faltan muchos datos, que no lo explica todo,
precisamente por esta parcialidad de los conocimientos que se tienen.
No obstante, se tienen los suficientes para poder verificar
experimentalmente que se cumple, que funciona, que hay una
correlación real entre las posiciones de los cuerpos planetarios y
unos hechos en la vida, un modo de ser personal, unas enfermedades e
incluso unos estados de ánimo. Esto una vez más está más allá de
criterios personales porque se puede comprobar objetivamente por
cualquiera que se tome la molestia de estudiar en serio y
experimentar año tras año.
Sin embargo, el conocimiento de esto
es laborioso y complicado. Hay muchas personas que no llegan a
dedicarse de verdad a la Astrología; simplemente la utilizan como
una base puramente convencional para movilizar eso que llaman
intuición, como podrían utilizar las cartas, o los bastoncitos de
bambú. No obstante, estas personas, a pesar de que sus conocimientos
son escasos, a pesar incluso de que algunas de sus ideas sobre
Astrología quizá sean erróneas, pueden con todo llegar a anunciar
hechos de un modo correcto.
Lo mismo ocurre con las personas que
utilizan las líneas de la mano. También esto responde a una
realidad; existe un paralelismo entre líneas de la mano,
personalidad y hechos en la vida de personas. Es algo muy sutil, muy
complicado para estudiar a fondo. Pero muchas personas de las que
hacen lectura de las manos utilizan simplemente la palma de la mano
para centrarse, y entonces se dejan llevar por lo que su impresión
les dice, y así pueden realmente acertar muchas cosas.
Hay personas que hacen esto mismo con la Grafología, de
la que tienen unas nociones muy vagas. No obstante pueden describir
con mucha precisión a la persona. Incluso se puede utilizar una
simple fotografía con la misma finalidad. Ésta es también la base
del funcionamiento de la radiestesia. Aquí se trata de una persona
que por medio del péndulo nos puede decir de otras personas no sólo
enfermedades sino incluso hechos y circunstancias concretas de su
vida.
Pero no queremos con todo esto animar
a las personas a que vayan a consultar con mediums o echadoras de
cartas. Aparte de los muy frecuentes errores que inevitablemente se
producen incluso en las personas bien dotadas -y de los que
hablaremos a continuación- hay en este terreno una verdadera plaga
de charlatanes, que sin la menor facultad y sin el menor escrúpulo
se dedican a sacar el máximo dinero de cuantos acuden a
consultarles, abusando de su credulidad y del estado de deseo o de
temor en que les hacen vivir sus problemas.
PELIGROS DE LAS PERCEPCIONES PROVENIENTES DEL
SUBCONSCIENTE
Ahora bien, este conocimiento que
viene del nivel subconsciente se halla expuesto a varios peligros. En
primer lugar, por el hecho de venir del subconsciente existe siempre
el peligro de que se interfiera con los demás contenidos del propio
subconsciente: deseos, temores, ilusiones, protestas. Esto es casi
inevitable. El segundo peligro es que la persona tome los contenidos
del subconsciente como realidades objetivas, como correspondiendo a
hechos reales, cuando quizá responden solamente a deseos o
proyectos. Entonces la cosa que se percibe no responde a ninguna
realidad concreta. Y finalmente, el peligro más frecuente es que la
persona crea que está sintonizada y no lo esté.
Por lo tanto, las propias
interferencias, la mala interpretación o la falta de sintonía
pueden ser causa de muchos errores. Por eso ocurre que hay tantos
fallos al lado de aciertos indudables, aciertos que son
extraordinarios por su precisión, o la improbabilidad de que el
hecho pudiera tener lugar; y no obstante se anunció y ocurrió. Sin
embargo, la posible presencia de esos factores interferentes hace que
todo este tipo de percepciones tenga un carácter de poca fiabilidad,
a pesar de que se puede demostrar que este tipo de percepciones
existe realmente. Yo personalmente he tratado de conocer esto de
cerca, lo más cerca posible, y hasta el presente no he conocido
todavía ninguna persona que no se haya equivocado en alguna ocasión
en cosas muy importantes, pero estas mismas personas me habían
dicho, explicado o anunciado con gran precisión cosas inverosímiles
que se cumplieron todas al pie de la letra, cosas que no dependían
para nada de mi voluntad, sino de otras personas o de circunstancias
por completo ajenas a mí. Si me anuncian cosas que yo haré y
realmente luego las hago, esto podría ser debido a una sugestión
que me condiciona, pero cuando depende de factores externos en los
que yo no puedo influir directamente, entonces la cosa es más seria,
indica que hay una capacidad, una facultad paranormal.
Las diversas categorías de
percepción que acabamos de ver se relacionan con el nivel
subconsciente, que, como ya hemos dicho, ofrece poca fiabilidad. Es
precisamente en este nivel donde funcionan -cuando realmente
funcionan- la mayor parte de personas que se dedican a este tipo de
experimentación: tanto las que hemos mencionado como las famosas
mediums de las clásicas reuniones espiritistas. Los fenómenos
pueden ser muchos de ellos reales, en tanto que fenómenos, pero no
existe ninguna garantía de que las cosas que se anuncian responden a
una realidad objetiva, porque pueden ser percepciones del propio
subconsciente o percepciones del subconsciente de los asistentes que
no responden a una realidad exterior, a un hecho real, sino
simplemente a estados interiores, a intenciones, a proyectos, a
deseos, a temores.
Hemos de mencionar también aquí que
desde otro punto de vista el cultivo habitual de esta clase de
percepciones es negativo y perjudicial. Negativo porque el desarrollo
evolutivo de las personas requiere que se estimulen las facultades
superiores -sentimientos volitivos, razón, intuición mental, etc.-
y el nivel subconsciente representa una etapa que debiera estar ya
superada. Y es perjudicial para la salud en general, porque somete el
sistema nervioso vegetativo a fuertes y continuas tensiones,
disminuye el equilibrio del sistema nervioso central y debilita la
capacidad de control de la mente consciente sobre las pulsaciones de
los niveles subconsciente y vegetativo.
PERCEPCIONES DE LA MENTE INTERNA
Viene luego el sector que hemos llamado de la mente
interna. Ahí es donde empieza el trabajo realmente de calidad. Es en
este sector de la mente interna donde empieza a funcionar la
auténtica telepatía. Existe realmente la capacidad de transmisión
de ideas, no de estados de ánimo, no de emociones -esto es mucho más
fácil- sino de ideas. Las ideas se captan precisamente a través de
este nivel interno, más profundo, pero a la misma altura de nuestra
mente consciente. La telepatía tiene como característica el captar
directamente las imágenes mentales y las ideas. De hecho, son muchas
las veces que tenemos tales percepciones, porque es un fenómeno muy
generalizado, sólo que no nos damos cuenta que estamos percibiendo
algo de otra persona. Como estamos normalmente tan poco conscientes
de nuestro propio proceso interno, no sabemos discernir cuándo una
idea es auténticamente nuestra o cuándo nos viene del exterior.
Cuando uno se dedica a observar, a estar atento interiormente,
entonces es capaz de darse cuenta de que las percepciones son
completamente distintas, según que la idea la elabore el propio
sujeto, que surja como resultado del encadenamiento de las ideas que
uno está trabajando, o bien que venga como impactada del exterior
procedente de la mente de otra persona.
Lo curioso en el caso de la
telepatía, de la auténtica telepatía, es que no viene afectada
para nada por la distancia. El fenómeno se puede producir entre tres
o cuatro personas que están hablando: uno dice la idea que otro
tenía en la mente, exactamente con las mismas palabras, o uno
empieza a hablar de un tema que el otro estaba pensando y que no
tenía nada que ver con lo que se estaba hablando un momento antes.
Pero lo mismo puede ocurrir a diez mil kilómetros de distancia, no
afecta para nada la proximidad o la lejanía. Esto es lo que sabemos
experimentalmente. Ahora bien, para toda esta clase de fenómenos,
tanto los anteriores como éste, es un requisito fundamental el que
la mente esté en silencio, que el psiquismo, el estado de ánimo, e
incluso el estado físico esté en perfecto equilibrio, esté
tranquilo, inmóvil. Solamente cuando existe esa inmovilidad
interior, pero inmovilidad suelta, relajada, tranquila, y cuando al
mismo tiempo hay atención, lucidez, entonces se puede percibir. En
cambio, si hay tensión, si hay presión, esto actúa en forma de
barrera que nos aísla del exterior y nos impide percibir nada,
porque todo queda detenido en la barrera, en la periferia de nuestra
conciencia.
PERCEPCIONES PROVENIENTES DEL NIVEL SUPERCONSCIENTE
Viene luego la zona del
superconsciente que es ya terreno, diríamos, sagrado. Cuando nuestra
mente consciente puede sintonizarse con lo que está más arriba, -y
digo más arriba porque realmente se experimenta así, corno viniendo
de arriba-, la diferencia que se observa con respecto a los fenómenos
telepáticos, los cuales se percibían como viniendo del mismo nivel,
de la misma altura a la que uno normalmente está acostumbrado a
pensar, es enorme. Esta distinción entre inferior y superior
responde, pues, a dos modos distintos de percepción. Cuando uno se
pone en contacto con estos niveles superconscientes, entonces se le
abren a uno unas posibilidades extraordinarias, parece que hay un
sector superior en la mente que está más allá de las limitaciones
sensoriales, más allá de nuestra noción de personalidad, más allá
de la noción de realidad inmediata, de la noción de tiempo y
espacio. Es como si hubiera un punto impersonal en
esta mente superior que planeara por encima del devenir humano, por
encima de los hechos, por encima de la historia, y que fuera capaz de
percibir de una manera panorámica tanto lo que es muy remoto como lo
que es actual o lo que está por venir en nuestro plano concreto
personal. Hay una altura desde la cual el tiempo no existe o, mejor
dicho, existe pero de manera completamente distinta; el tiempo no es
más que un determinado modo personal de vivir una realidad
trascendente.
Esto es muy difícil de comprender
para la persona que solamente vive las percepciones del nivel
concreto externo, y que está acostumbrada a considerar que una cosa
viene después de la otra a un determinado ritmo, que el tiempo es
inexorable, que todo está sujeto a una medida fija. Le parece
inconcebible que pueda ser posible que esto que está sucediendo
ahora y lo que sucedió antes y lo que sucederá después corresponda
en otra dimensión a un mismo presente. Sin embargo, el hecho existe,
está verificado, está comprobado; pero sobre todo, es comprobable
para quienes quieran trabajar en él.
CÓMO SE HA DE MANEJAR LA MENTE EN EL ENTRENAMIENTO
PERCEPTIVO
El primer consejo que hay que dar a
las personas que desean trabajar interiormente en el terreno de las
percepciones intuitivas es que lo hagan solamente a partir del nivel
interno de la mente o del nivel superconsciente. Que no se dediquen
para nada a hurgar en el subconsciente, porque sí encontrarán a
veces cosas interesantes, pero no podrán nunca estar completamente
seguros de cuando una cosa es correcta y cuando es falsa. Con este
mismo recelo se ha de recibir todo lo que sean comunicaciones en las
sesiones llamadas espiritistas y la mayoría de las consultas con
personas más o menos dotadas de facultades psíquicas. Puede ser que
en algunas ocasiones las contestaciones
sean correctas, pero en otras no lo serán. Esto, por lo demás, no
desautoriza a la persona que, puede actuar de buena fe y que incluso
en ciertos momentos consigue grandes aciertos.
Pero el verdadero trabajo interior
sigue otro camino; la persona ha de aprender a estar centrada, en una
actitud positiva, y ser bien consciente de sí misma en el nivel de
la mente, pero tratando de situarse en el nivel interno. ¿Y cuál es
este nivel interno de la mente? No es otro que aquel al que se llega
precisamente en el estado de relajación profunda, cuando uno
permanece consciente en la misma mente. Algunas personas no saben
hacerlo correctamente y entonces la conciencia puede bajar a una zona
puramente del pecho o del vientre, o quedar totalmente difuminada.
Cuando la persona mantiene su núcleo consciente en la cabeza
descubrirá que hay algo que está mucho más adentro, solamente que
esta zona que está mucho más adentro es para la persona terreno
desconocido y no se atreve a moverse, no sabe por donde ir, no sabe
identificar áreas y caminos. Es preciso una práctica prolongada
para que uno se acostumbre a estar en esta zona profunda interna de
la mente, no abajo, no arriba, simplemente un poco más atrás. Todo
aquel que logra el estado de relajación profunda con una mente
lúcida sabe qué es este estado. Si uno aprende a permanecer ahí
incluso cuando empiezan a funcionar las propias ideas, y sabe
mirarlas desde ahí, sin influirlas, sin inhibirlas, sin
estimularlas, simplemente dejando que la propia inercia, el propio
automatismo de nuestra actividad mental vaya funcionando por sí
solo, entonces uno consigue ver las ideas de una manera objetiva y no
de una manera identificada. Esta disposición es la que permite ver y
discernir la presencia de ideas mías o de las ideas que me vienen de
fuera. Cuando la persona aprende a mantenerse así incluso en su vida
ordinaria, no digo en los momentos de mucha agitación, porque
entonces es realmente difícil, pero sí al menos en los momentos de
relativa tranquilidad, sin estar necesariamente en relajación
profunda -la relajación profunda ha de haberla practicado antes-,
cuando uno consigue mantenerse en este punto interno de la mente,
incluso cuando está en contacto con las personas, y procura
conservar el silencio propio y característico de ese punto interior,
entonces observará que está pensando en silencio, que hay un
silencio dentro de ella y que dentro de este silencio se van formando
los pensamientos que uno puede considerar propios y los que de vez en
cuando le vienen del exterior. Entonces podrá distinguir el sabor,
el modo, la sensación diferencial que hay entre el propio proceso y
lo que nos viene de fuera. Pero si uno no se sitúa en este punto de
observación, en esta zona de silencio lúcido y despierto, desde el
cual uno observa como espectador, entonces no hay forma de que esto
se pueda trabajar y desarrollar correctamente. Así pues, el que
quiera trabajar es ahí donde ha de situarse. Esto lo explicamos
ahora en relación con la percepción telepática, pero todo ello es
aplicable igualmente a las percepciones de tipo superior.
DESARROLLO DEL NIVEL MENTAL SUPERCONSCIENTE
Para desarrollar la capacidad de
contacto con los niveles superconscientes es recomendable que la
persona se ejercite de una manera sistemática en contemplar, desde
este mismo punto interior de la mente, las ideas que son de tipo
universal. Que se acostumbre, que se habitúe a establecer contacto
con este nivel superior de la mente, que es el auténtico nivel
intuitivo, mediante la práctica regular de la concentración y de la
meditación.
Así, por ejemplo, el meditar sobre el orden universal,
sobre el cambio universal, sobre la belleza universal, es decir,
sobre todo lo que tiene un carácter universal, el aprender a mirar
qué quiere decir el bien, la verdad, la justicia, la paz, pero no en
un sentido concreto sino en ese mismo sentido universal, el
reflexionar, en fin sobre los fenómenos fundamentales, sobre las
cualidades básicas de la existencia, ya sean fuerzas o
inteligencias, todo esto hace que uno se vaya acostumbrando a
mantener un contacto, a establecer un puente de unión con este nivel
superior de la mente al que corresponden todo este tipo de
percepciones, este tipo de verdades. A medida que se va estableciendo
este puente se va ensanchando la perspectiva mental, se descubren
nuevas evidencias, nuevas verdades y la mente siente que una poderosa
fuerza está penetrando en ella. Entonces es cuando empieza a ser
posible que la persona seleccione y dirija el proceso pudiendo
aplicar esta nueva fuerza, esta nueva luz, a la solución de
problemas particulares.
En un momento dado podrá interesarle
conocer tal aspecto, tal verdad o tal problema determinado. Lo
primero que ha de hacer es orientar hacia él el foco de su atención
consciente, pero dirigiendo toda la actividad de la mente desde el
sector interno. Esta primera fase consiste simplemente en hacerse
cargo del asunto, o del problema, del modo más claro posible pero
sin intentar elaborar ninguna respuesta con la mente externa. Es
decir, la demanda se produce en el sector consciente externo; pero es
en el sector interno de la mente donde esta demanda se recoge y se
orienta luego hacia arriba adoptando una actitud de expectación
abierta y silenciosa. Entonces es cuando se podrá percibir la
respuesta proveniente del sector superior que se manifestará en
forma de ciertas verdades o evidencias muy claras.
La dificultad que tienen las verdades
que se pueden descubrir de esta manera es que no hay manera de
poderlas situar con absoluta precisión en el tiempo y tampoco en el
espacio, precisamente por el carácter universal e impersonal que
tienen. Se puede ver que tal cosa ocurrirá pero no se puede ver
exactamente el día ni el mes; se puede tener la impresión de que
está cerca o de que está lejos, pero nadas más. Aplicando este
procedimiento al estudio de los demás podríamos decir que en cada
persona hay una zona superior, que está próxima, que contacta con
su mente interna, y que a través de ella se pueden percibir hechos
que corresponden a su vida. No se trata de percepciones de tipo
subconsciente sino de tipo superconsciente que responden a lo que
podemos llamar una planificación de su vida, una especie de
previsión, o de plan divino, lo que la Providencia tiene preparado,
por lo menos en parte, para aquella persona, y que solamente a través
del tiempo se irá actualizando. Y es esto lo que puede ser percibido
por quien está debidamente preparado. Las realidades así percibidas
corresponden a hechos, pasados, presentes o futuros siempre ciertos.
Todos estos detalles los expongo para aquellas personas
que tienen una curiosidad seria en conocer estos fenómenos con algo
más de precisión y detalle, pero especialmente para quienes ya
tiene determinadas percepciones y buscan alguna orientación sobre la
naturaleza de lo que experimentan y posibilidades que para ellas
pueden ofrecer tales facultades.
2.-Fenómenos
de acción. Existen
varios fenómenos en los cuales intervienen fuerzas extraordinarias o
capacidades que están por encima de nuestras posibilidades
ordinarias habituales.
Aquí citaremos solamente tres tipos de fenómenos la
levitación, la telequinesis y el desdoblamiento.
LEVITACIÓN E INMOVILIDAD
La levitación consiste en elevarse
del suelo sin ninguna ayuda o apoyo exterior. Éste es un fenómeno
cierto y comprobado pero que no se ha de atribuir necesariamente a
fuerzas sobrenaturales en el sentido de milagrosas. El fenómeno se
debe sí a fuerzas excepcionales, poro todo se desarrolla dentro de
una dinámica de fuerzas perfectamente naturales. La levitación,
como decimos, ha sido comprobada por numerosos testigos no sólo en
personas, diríamos, oficialmente muy religiosas, sino también en
personas sin ninguna religiosidad especial. Incluso se ha dado en
algunos casos de perturbación mental. En Alemania, en una clínica,
existía una mujer que levitaba.
La levitación, pues, es un fenómeno que se ha conocido
desde hace muchos siglos, y se ha conocido tanto en Oriente como en
Occidente.
Curiosamente existe también el
fenómeno inverso que es el de la imposibilidad de moverse e incluso
de que le muevan. Esto se cita como resultado de la práctica de una
intensa concentración en el centro físico y psíquico de la
persona; este punto se denomina tandem
en el Japón y como
saben quienes practican judo, está situado debajo del ombligo.
Harrington, periodista norteamericano, antiguo luchador profesional y
luego judoka durante los años que vivió en el Japón, describe que
estando en el interior del país tuvo ocasión de conocer a una
persona que por otros motivos había estado practicando durante
muchos años este tipo de concentración. Un día, de modo
excepcional, porque esto normalmente no se muestra a los extraños,
le hizo una demostración. Se trataba de un japonés pequeño y
además ya de cierta edad. Y este norteamericano, luchador
profesional y judoka, o sea un hombre con una potencia física
comprobada, cuenta cómo aquel hombrecito se sentó en el suelo, en
Padmasana, empezó a ensimismarse, a concentrarse y cuando le dio la
consigna de que tratara de moverlo, encontró que con toda su fuerza
no pudo ni moverlo, ni girarlo para adelante, ni levantarlo, estando
él con plena posesión de todas sus facultades porque no se trataba
de un fenómeno de hipnosis.
LA TELEQUINESIS
La telequinesis consiste en el poder de influir sobre
las cosas, o de producir determinados movimientos físicos. Esto se
ha comprobado, por ejemplo, mediante los dados. Son unos dados que se
mueven automáticamente, por impulso eléctrico, de modo que no
existe ni se ejerce ninguna acción personal directa, ni indirecta
sobre los mismos. Se trata de ver si la persona que tiene esta
capacidad puede influir para que salga, por ejemplo, el número seis.
Estadísticamente se sabe la probabilidad que hay de que salga dicho
número en relación con los demás. Hay personas que si se
concentran pueden conseguir que salga el número deseado con una
frecuencia extraordinaria. En cambio, frente a las personas que no
tienen esta capacidad los resultados se ajustan a lo previsto por las
estadísticas. Como durante el experimento no media ningún tipo de
contacto físico, se deduce inevitablemente que tales resultados son
debidos solamente a la actitud mental de la persona que tiene esa
capacidad.
EL DESDOBLAMIENTO
Dentro del tema de este artículo quiero hablar, por
último, del fenómeno llamado desdoble o salida en astral.
Se afirma que en determinadas condiciones es posible que
la parte anímica de la persona, esto es, el individuo en tanto que
sujeto consciente, salga con plena lucidez fuera del cuerpo físico
manteniendo todas sus capacidades afectivas, mentales y volitivas
plenamente despiertas. Y que después de actuar en estas condiciones
durante un tiempo variable, se reintegre de nuevo a su cuerpo -que
había permanecido durante todo el proceso en un estado letárgico,
idéntico al que tiene durante el sueño profundo-, con un claro
recuerdo de todo lo sucedido.
Hay muchas personas que nunca han oído hablar de esto.
Y es casi inevitable que tales personas al leerlo por primera vez
reaccionen por lo menos con incredulidad, si no con un rechazo
absoluto. La cosa parece, en efecto, fantástica, increíble y digna
de una fantasía de ciencia-ficción. Y, no obstante, el hecho está
ahí, es cierto. Hay millares de relatos de tales experiencias según
las han vivido personas de las más variadas condiciones sociales,
culturales e ideológicas, tanto del pasado como del tiempo actual. Y
la mayoría de estas experiencias se han presentado de manera
espontánea e involuntaria en personas que nunca habían oído hablar
de nada parecido.
Se han recogido muchos de estos
testimonios en diversos libros (véase la bibliografía al final de
este artículo), algunos de los cuales han sido escritos por personas
de sólida formación científica. En ellos se relatan con detalle no
sólo las experiencias de sentirse inesperadamente fuera del cuerpo,
sino también de todo cuanto han percibido y cuanto han hecho durante
este estado.
¿EXISTEN PRUEBAS?
Es perfectamente natural que el lector escéptico se
pregunte qué criterios de certeza podemos tener de que tal hecho
existe en realidad y que no se trata de una mera imaginación o de un
simple sueño.
Digamos en seguida que una clara evidencia personal
solamente la podrá tener quien haya vivido la experiencia
personalmente y no sólo una sino varias veces. Porque ningún relato
ajeno, por claro y detallado que sea, será capaz de dar la absoluta
certeza que da la experiencia personalmente vivida.
Pero hay algunos aspectos que más bien hacen inclinar
la balanza en sentido afirmativo, aún para quien solamente mira el
fenómeno desde fuera.
En primer lugar llama la atención la
variedad y el número de los testimonios. No hay uniformidad alguna
en cuanto a la postura ideológica o condición física de esas
personas: las hay espiritualistas y materialistas convencidas -aunque
éstas últimas, a raíz de tales experiencias hayan tenido que
modificar luego sus ideas-; las hay religiosas fervientes y
escépticas o indiferentes; las hay protestantes, católicas,
musulmanas o budistas, hay personas con excelente salud y otras muy
debilitadas por una enfermedad crónica. En fin, que las hay de toda
condición física, intelectual y espiritual.
En segundo lugar, son notables los relatos de lo que han
percibido esas personas durante su estado. Algunas, por ejemplo, que
han tenido la experiencia cuando estaban bajo anestesia en ocasión
de una intervención quirúrgica, describen las incidencias de la
operación tal como las han visto y oído, indicando por los detalles
de su descripción que realmente estaban presenciando la escena desde
arriba. En otros casos, los hechos que el sujeto ha percibido en su
desplazamiento han podido ser ulteriormente comprobados como
totalmente ciertos. En otros, la experiencia de estar visitando a
otra persona ha coincidido exactamente con la manifestación
espontánea de esta misma persona de haber tenido una especial
sensación de presencia de aquélla.
Y, en fin, yo diría a todo aquel que esté
verdaderamente interesado en llegar a saber qué hay de cierto en
todo esto, que tiene la prueba al alcance de su mano, esto es, que se
prepare como es debido y que se dedique a investigarlo
experimentalmente por sí mismo. Porque existe, en efecto, la
posibilidad de provocar esta experiencia de manera plenamente
consciente y voluntaria. Y, además, es relativamente sencillo para
toda persona que haya adquirido un buen dominio del estado de
relajación profunda. En realidad, este estado es el punto de partida
de la experiencia.
Pero no puedo alargarme aquí con descripciones de
procedimientos, modalidades de experimentación y fenómenos
incidentales que tienen lugar durante el proceso. Se podrá encontrar
toda esta información en la bibliografía que se facilita más
adelante. Solamente me permito recordar una vez más al futuro
experimentador, la absoluta necesidad de que no se dedique a la
experimentación personal hasta no estar bien seguro de que posee una
gran solidez y equilibrio físico, emocional, moral y mental. Y
añadiré que no basta con que uno mismo generosamente se atribuya
estas cualidades, sino que éstas deben ser demostradas en su modo de
vida cotidiana. Especialmente en la experiencia voluntaria del
desdoble estos requisitos son no sólo importantes sino
indispensables.
¿TIENE ALGUNA UTILIDAD ESTA EXPERIENCIA?
Directamente, no. Pero indirectamente, en cambio, creo
que puede tener mucha. Quiero decir que si bien el mismo hecho de
salir del cuerpo físico no tiene ninguna aplicación inmediata que
pueda justificar una serie de entrenamientos en esta dirección, en
cambio, la experiencia suele producir un efecto posterior sobre la
mente y la actitud del sujeto verdaderamente revolucionario.
Sentirme fuera del cuerpo con plena lucidez significa,
en efecto, que por primera vez descubro de manera inequívoca que yo
no soy el cuerpo, ese cuerpo que estoy viendo allí inmóvil y
dormido, ese cuerpo con el que siempre me había identificado
creyendo que de él dependían mi vida y mi ser. Ahora me doy cuenta
de manera experimental y con una evidencia abrumadora que mi ser y mi
vida no dependen sustancialmente del cuerpo y de lo que a él le
pueda ocurrir. Me doy cuenta que el cuerpo es una funda, un
instrumento con el que puedo contactar y expresarme en el mundo
físico. Pero un instrumento del que puedo prescindir -y del que un
día prescindiré necesariamente sin que mi integridad psicológica
quede afectada en lo más mínimo. Significa liberarse del temor a la
muerte, del temor a que la muerte represente la aniquilación de mi
ser o de algo esencial en mi. No importa que antes creyera en la
inmortalidad, en la supervivencia. La experiencia directa tiene un
poder demostrativo muy superior a toda fe o creencia. Por estas
razones afirmo que la experiencia del desdoble consciente tiene un
efecto revolucionario no sólo sobre las convicciones personales sino
también sobre la propia actitud ante la vida y ante la muerte.
DESDOBLAMIENTO Y RELAJACIÓN
Conocer la relación que puede existir entre el fenómeno
del desdoble y el estado de relajación profunda consciente es
interesante no sólo porque la relajación es parte fundamental del
entrenamiento para provocar el desdoble a voluntad, sino también
porque puede ocurrir que durante la simple práctica de la relajación
se produzcan espontáneamente pequeños fenómenos relacionados con
el desdoble.
Y decimos pequeños fenómenos porque nunca ha de temer
quien practica relajación con fines puramente de descanso o para
cualquiera de las demás aplicaciones que hemos mencionado en este
libro, que el fenómeno del desdoble se presente espontáneamente si
él no lo desea. Y diremos el por qué.
La experiencia del desdoble puede presentarse bien por
un entrenamiento deliberado en esta dirección, bien espontáneamente.
El primer caso queda ya excluido para quien practica relajación para
otros fines concretos. Y el segundo caso, esto es, cuando se presenta
espontáneamente sin que la voluntad haya intervenido para nada en
ello, siempre tiene lugar el fenómeno cuando la persona ha quedado
por completo inconsciente -sea en el sueño nocturno, sea por acción
anestésica-.
En todo ejercitamiento sistemático
para el aprendizaje de la relajación, es requisito básico exigido
por todos los métodos modernos de orientación psicológica que el
sujeto ha de permanecer perfectamente despierto, lúcido, consciente,
durante todas y cada una de las fases del aprendizaje. Esto es
fundamental para que sea realmente un aprendizaje y contribuye a
conseguirlo el que el practicante deba estar prestando atención
deliberada en cada momento a tal sensación, idea, imagen o vivencia.
Y todo esto es lo más opuesto a la inconsciencia, estado base de
desdoble involuntario. Así, pues, nadie ha de temer en lo más
mínimo si no lo desea y no lo visualiza deliberadamente de manera
sostenida sesión tras sesión, encontrarse de súbito fuera del
cuerpo.
Pero sin que llegue a producirse el fenómeno, puede
ocurrir que durante la relajación y debido a momentos de
inconsciencia por fallos del control de la mente, se noten algunas
sensaciones más o menos extrañas. Tales pueden ser, por ejemplo, la
impresión de que el suelo se mueve suavemente, o de que es uno mismo
quien se ladea, o que las piernas se elevan poco a poco. Estos y
otros fenómenos semejantes no son más que el efecto momentáneo de
una desconexión parcial de nuestra mente consciente con un
determinado sector de nuestro cuerpo.
Ya hemos hablado en la Segunda Parte
de este libro sobre algunos de estos pequeños fenómenos que,
repetimos, no tienen la menor importancia. Y también hemos dado allí
las normas concretas a seguir en tales casos: la calma, la idea clara
de lo que ocurre y de lo que se ha de hacer, y el control de la
respiración son las palancas que nos permitirán manejar toda clase
de situaciones parecidas, con toda facilidad.
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III, SOBRE RELAJACIÓN Y PARAPSICOLOGÍA
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parapsicología. Historia y crítica. R.
Amadou. Paidós. Buenos Aires, 1964.
33. La
personalidad del hombre. G.
Tyrrel. Paidós. Buenos Aires, 1965.
34.
Science, Philosophy and ESP. Ch. McCreery.
Faber and Faber. Londres, 1967.
35. El
rostro oculto de la mente. O. G. Quevedo,
S. J. Sal Terrae. Santander, 1967.
36. De
1'intellect a 1'intuition. A.
A. Bailey. Lucis. Londres, 1957.
37. El
médico del alma. Doce años de desdoblamiento consciente. Yram.
Buenos Aires, 1959.
38. La
evolución en los mundos superiores
Yram. Buenos Aires,
1959.
39. The
techniques of astral projection. R.
Ckrookall. Aquarian Press. Londres,
1964.
40. La
proyección del cuerpo astral. Muldoon
y Carrington Saros. Buenos Aires, 1955.
41. Astral
projection. A record of out-of-the-body experiences.
University
Books. Nueva
York, 1962.
IV. LA REALIZACIÓN DEL YO CENTRAL
CRISIS DE LOS VALORES EXTERNOS TRADICIONALES
Llegar a la autorrealización, descubrir la naturaleza
esencial del Yo, o en otras palabras, llegar a ser uno mismo del
todo, he aquí otra, y quizá la más trascendental de las
posibilidades que encierra este trabajo de silenciamiento interior a
través de la relajación profunda ejercitada sistemáticamente.
El hombre de nuestros días necesita más que nunca
consolidarse a sí mismo, fortalecerse, encontrar algo que le sirva
de soporte, de fuerza, algo estable frente a esta mutabilidad que
descubre en todo cuanto le rodea.
Hasta ahora el hombre se había apoyado en una serie de
estructuras y de valores que él consideraba fijos y estables. Pero
los últimos decenios no han hecho más que poner en evidencia la
inestabilidad, la impermanencia de todo lo que servía de base. Las
estructuras, sean políticas, sociales, económicas, incluso
familiares; las instituciones tradicionales, incluso muchas de las
estructuras religiosas, por lo menos en algunas de sus formas,
tienden a tambalearse cada vez más y en la medida que la persona
vivía apoyada en ellas se encuentra ahora más desorientada,
desconcertada, desarticulada.
Por otra parte encontramos que la
vida moderna exige un rendimiento cada vez mayor, rendimiento no como
antes de una manera individual y aislada, sino que obliga a la
persona a integrarse dinámicamente dentro de grandes conjuntos que
le convierten en un elemento funcional dentro de esta totalidad; el
hombre pasa a ser un número, una pieza que sólo tiene sentido en la
medida que está formando parte de este engranaje, de esta máquina
inmensa en funcionamiento.
El hombre se ve, pues, siempre conducido, presionado por
exigencias siempre crecientes del grupo, de la colectividad, de la
masa y esto tiende a despersonalizarle y a diluir su valor como
individuo. El hombre, pues, sufre una crisis actualmente, desde hace
unos años; sufre una crisis porque no encuentra nada sólido, le
parece que la vida no tiene sentido, le parece que no hay nada que le
ofrezca una seguridad, una razón de ser. Esto ocurre porque el
hombre se ha desarrollado en Occidente apoyándose siempre en valores
exteriores, asomado al exterior, y así el hombre ha ido asociando la
conciencia de sí mismo y su autoafirmación con su capacidad de
hacer, y con su capacidad de integrarse dentro de una serie de áreas
estructuradas socialmente. Sólo se siente ser en la medida que es
tal o cual cosa en relación con determinada estructura o área
social. En el momento en que estas áreas se deshacen, entonces el
hombre se encuentra sin apoyo alguno y, como no ha cultivado nada
más, se encuentra deshecho incluso en su mismo interior.
El hombre necesita encontrar una base sólida que no
dependa para nada de estas contingencias exteriores, que no dependa
de valores exteriores. Necesita encontrar en sí mismo esa base
inmutable que le dé auténtica fuerza, auténtica independencia,
auténtica libertad. Sólo así el hombre se encontrará capacitado
para poder manejar o desenvolverse dentro de los cambios y no verse
arrastrado de una manera irremediable por el devenir, por la mutación
de las cosas.
Esa inestabilidad de todos los valores se traduce en una
inseguridad existencial. Inseguridad que repercute en el modo de
vivir, en el modo de pensar, en el modo de sentir y que da lugar a
una huida en busca de compensaciones, en busca de algo que le dé a
la persona una satisfacción y una seguridad, aunque sean
momentáneas, ya que no puede encontrarlas en lo que eran valores
tradicionales tal como habían sido vistos y vividos en generaciones
anteriores. Le han quitado lo que tenía por tradición, pero no ha
encontrado nada nuevo que lo sustituya, y esto a muchas personas les
conduce a un estado más o menos larvado de desesperación.
Desesperación que no sólo es por falta de objetivo y de sentido en
la vida, sino que es también por la desesperanza definitiva de poder
encontrar ya nunca más nada realmente sólido y real.
Esto es doloroso porque no debería ser así. El hombre
tiene él en su mismo ser, en su naturaleza íntima, una riqueza, una
potencia, un caudal enorme, inmenso, inagotable de esa energía, de
esa fuerza, de esas cualidades, de esos bienes que él está buscando
a través de las estructuras. Si el hombre quiere encontrar una base
que sea auténtica, una base que no dependa de ningún cambio
exterior, es evidente que la debe buscar y encontrar únicamente en
sí mismo.
NECESIDAD DEL DESCUBRIMIENTO DE UNO MISMO
Hoy más que nunca es urgente que el hombre llegue a
encontrarse a sí mismo y que este encontrarse a sí mismo no sea una
frase literaria, sino que responda a un hecho real, a una experiencia
vivida. El hombre al encontrarse a sí mismo deja de ser un elemento
pasivo frente a las circunstancias para transformarse en un elemento
activo, dinámico, auténticamente creador.
El hombre está constituido en su
centro, en su naturaleza íntima, esencial, por una fuente inagotable
de energía, de inteligencia y de amor. Pero esto ordinariamente no
se nos ha enseñado, como tampoco se nos ha mostrado el camino para
vivir centrados en esta fuente. Y es curioso porque Occidente, que se
nutre tanto del Cristianismo, uno de cuyos principios fundamentales
es que el hombre tiene un alma espiritual creada a imagen y semejanza
de Dios, de modo que el fundamento mismo del dogma cristiano consiste
en esta afirmación radical de la naturaleza espiritual del hombre
-principio que es fuente de toda clase de bienes en el hombre-, es
curioso, digo, que sea precisamente el hombre occidental el que más
alejado esté de sí mismo, de esa fuerza, de esa libertad interior y
que ande buscando su verdad y su plenitud solamente a través de
estructuras exteriores, a través de valores que son todos ellos
efímeros, contingentes e inevitablemente impermanentes.
Quizás el error del hombre se debe
en gran parte a que ha querido ir a Dios sin pasar primero por sí
mismo. El hombre occidental ha visto en Dios una realidad superior
pero externa y no ha descubierto que antes necesita acabar de
descubrirse a sí mismo para que su actitud hacia Dios sea una
actitud auténtica, completa, íntegra. Mientras el hombre oponga el
mundo de la actividad al mundo espiritual; el mundo de la materia al
mundo de Dios, se encontrará ineludiblemente con que las demandas
exteriores, el creciente ritmo de vida, la tecnología cada vez más
exigente del mundo del trabajo, le absorben de tal modo toda su
actividad, su tiempo y su interés que lo que él llama Dios o
realidades espirituales van quedando cada vez más alejadas de su
centro de interés, en un plano remoto e inaccesible.
En consecuencia, el hombre se
encuentra ante una dualidad, ante una doble opción posible: o el
mundo exterior con todas sus luchas y toda su contingencia, o Dios.
Pero el hombre se olvida de sí mismo, no se ha encontrado a sí
mismo y hasta que el hombre no se encuentre a sí mismo no tendrá ni
la capacidad, ni la fortaleza suficiente para manejar sus problemas,
para decidirse, para hacer tanto su función en el mundo como su
entrega a Dios de una manera auténtica y completa.
Buscarse a sí mismo, encontrarse a sí mismo es algo de
lo que se habla mucho pero que casi nadie sabe concretamente qué es
ni cómo se hace. Las personas pretenden encontrarse a sí mismas a
través de la acción, a través de la lucha, a través de los
negocios o a través de satisfacer sus necesidades en el mundo
exterior. Con esto lo único que el hombre consigue es satisfacer
momentáneamente sus necesidades elementales más inmediatas.
Pero luego aparecen otras necesidades nuevas que aunque
de por sí no sean tan urgentes se convierten luego de hecho en
necesidades apremiantes debido a que la vida va adquiriendo un tono y
un estilo cada vez más superficial, de modo que lo que al principio
no era más que un lujo acaba por convertirse en una nueva necesidad.
En consecuencia, el hombre no llega nunca a encontrar una
satisfacción completa y definitiva, no alcanza su plenitud, y no la
alcanza porque se le escapa el verdadero secreto de la misma que es
el encontrarse a sí mismo. Y esto no depende de las cosas que haga,
no depende de que sean muchas o pocas, que sean extraordinarias o no.
El secreto está en el modo cómo hace las cosas, en su disposición
interior al hacerlas, es decir, en esa actitud especial que le
permitirá dirigirse paso a paso hacia su propio centro a través de
su misma actividad externa. Mientras la persona siga asomada
exclusivamente al exterior nunca encontrará esta realidad central.
Su actitud parcial le impide descubrir lo que hay dentro de su propia
casa.
A esta actividad meramente material, mundana, se suele
contraponer la actitud de ciertos grupos místicos que rechazan la
vida del mundo, que dicen que lo único que vale la pena es dedicarse
a la contemplación y al trabajo interior, dejando que los problemas
humanos, los problemas sociales y económicos se arreglen por sí
solos; no, de ninguna manera. El hombre ha de aprender paralelamente
a su trabajo exterior, a su acción en el mundo, a descubrir su
propio mundo interior, a descubrir quién es él. Y si no llega a
esta autorrealización, a este autodescubrimiento de sí mismo, todo
cuanto haga servirá solamente para producirle un agotamiento inútil,
un sacrificio estéril de su vida en aras de una productividad o de
un progreso que a él personalmente no le habrá conducido a riada de
auténtico valor en sí mismo, a nada que pueda darle auténtica
satisfacción ni a descubrir el verdadero sentido de la existencia.
Encontrarse a sí mismo, llegar a ser
uno mismo del todo: creo que ésta es la consigna más urgente del
hombre actual. Consigna que por el hecho de ser central tiene valor
en todos los sentidos.
Encontrarse a uno mismo. Veamos si podemos acercarnos a
esta posibilidad y señalar unas normas concretas.
FALSA IDEA DEL SÍ MISMO
En primer lugar, el hombre tiene una
idea completamente confusa respecto a este sí mismo, a lo que quiere
decir encontrarse a sí mismo. La persona, a través de su lucha, de
su esfuerzo, de su acción hacia el mundo exterior se ha ido formando
una personalidad artificial, una personalidad que está enfocada toda
ella de cara a la conveniencia, de cara a satisfacer su función
familiar, social, económica, política, etc.
Todo esto se traduce en una idea de sí mismo, de su
valor y de sus cualidades solamente en función del rendimiento y de
la aceptación de los demás. Naturalmente, esto hace que la idea que
se ha formado de este modo esté muy lejos de corresponder a su
verdadera naturaleza.
Se ha fijado sólo en una parte de su
ser, de su personalidad, y la ha hinchado y deformado configurando en
su mente una idea más o menos arbitraria de lo que él debería ser,
de las cualidades externas que debería poseer. Esta idealización de
sí mismo, o yo-idea, se constituye en el punto de referencia de su
vida práctica, creyendo que ésta es la expresión más adecuada de
su ser. Evidentemente, en estas condiciones llegar a realizarse a sí
mismo, llegar a ser uno mismo, a encontrarse a sí mismo no tiene
ningún sentido, porque esta idea que se ha formado de sí mismo es
una idea parcial y deformada. En este caso encontrarse a sí mismo se
interpreta como el deseo de realizar este yo-idea, y esto nunca podrá
llenarle porque ya de entrada está estructurado sobre una base
falseada.
El hombre ha de aprender a distinguir
que está viviendo con valores falsos, con valores artificiales.
Tiene ciertamente una vida auténtica, está hecho de cualidades
auténticas, pero estas cualidades, a través de su actitud
permanente en el mundo, se han ido oscureciendo y desfigurando. Y
así, en vez de buscar realizarse a sí mismo pretende ser lo que los
demás esperan que uno sea, pretende ser lo que puede merecer mayor
aceptación y apoyo, o la subordinación de los demás hacia él. En
la práctica solamente se valora en función de la valoración de los
demás, y esto hace que uno no desarrolle ni descubra para nada las
cualidades intrínsecas que uno tiene o es por sí mismo.
El hombre ha de descubrir que esta
actitud crispada hacia el mundo exterior, esta dependencia hacia los
demás es una actitud falsa. Hasta que no abandone esta
identificación con lo externo, esta idea funcional de sí mismo, no
tendrá oportunidad de descubrir algo más auténtico en sí mismo. Y
para descubrir esto es preciso qué él sea capaz de autoobservarse,
que sea capaz de sentir una resonancia de algo más profundo que le
sirva de piedra de toque, de punto de contras te con lo que es su
modo habitual de pensar y de hacer. Esta capacidad de autoobservarse,
esta capacidad de resonancia, el hombre solamente la adquirirá
cuando consiga alejarse por un tiempo de la barahúnda de presiones
exteriores. Mientras el hombre siga actuando día y noche sólo en
función de su relación con el mundo exterior, estará totalmente
obsesionado por esto y no habrá lugar, no tendrá capacidad para ver
nada más. Es preciso, y esto es una exigencia de su equilibrio, que
se detenga de vez en cuando, que aprenda a dejar de lado por unos
momentos toda su dinámica habitual y haga silencio en sí mismo, que
aprenda a observar lo que ocurre, que escuche dentro de sí, para ver
si todo esto que él hace, si el conjunto de valores por los que se
esfuerza y lucha, están de acuerdo con su conciencia íntima, con su
intuición directa de la realidad y de los valores verdaderos.
LA RELAJACIÓN, PUERTA DE ENTRADA PARA EL DESCUBRIMIENTO
DE SÍ MISMO
Ahí tenemos, pues, una de las
ventajas primordiales de la relajación, ya que la relajación es un
paréntesis en la actividad, en la agitación, en la tensión diaria;
un paréntesis en el que la persona se libera de esa actividad
febril, mecánica, automática. Es un soltar todo por unos instantes
y aprender simplemente a estar él allí, respirando, sintiéndose él
mismo en su sensación de descanso, en su sensación de estar
presente al simple hecho de vivir. Por esto la práctica de la
relajación tiende a aclarar ideas, tiende a purificar, a rectificar
valoraciones, tiende a dar una perspectiva mucho más profunda, más
serena, más amplia, más auténtica. Éste es un efecto automático
de la relajación profunda cuando se practica de una manera regular.
Porque al quitar los impedimentos, al conseguir durante unos minutos
que desaparezca la tensión y la agitación, entonces si la persona
se mantiene lúcida puede empezar a sentir una exigencia, una voz,
una fuerza, una energía interior que le está señalando e indicando
lo que tiene auténtico valor, lo que es la fuente del verdadero
valor.
La relajación puede ser una puerta de entrada a un
trabajo sistemático de autodescubrimiento, pues por un lado consigue
este aislamiento del exterior, y por otro le pone a uno más cerca de
sí mismo, desarrollando la capacidad de evidencia y de visión
interior. Entonces uno va descubriendo las actitudes artificiales que
adopta en la vida, en las diversas situaciones, y las va descubriendo
porque tiene ahora un punto de contraste con la conciencia de sí
mismo cuando simplemente es él sin hacer ningún papel. Lo peor es
cuando la persona ni siquiera se da cuenta que está haciendo un
papel, cuando cree que él es esta personalidad que tiende a merecer,
a mendigar muchas veces, la aprobación y el aprecio de los demás,
cuando él cree que esto es su auténtica personalidad.
Solamente la práctica de unas cuantas semanas de
relajación profunda es suficiente para que la persona presienta en
su interior un eco y una resonancia que tiene una potencia, una
grandeza, una realidad y un verismo mucho más fuerte y auténtico
que el mundo exterior y todos los valores que la persona pone en este
mundo exterior. Cuando la persona empieza a intuir que dentro de sí
misma hay algo que merece ser descubierto, cuando intuye que en el
fondo toda su vida no es nada más que un despliegue de unas
cualidades centrales, cuando descubre que todo cuanto él puede
llegar a vivir de positivo brota y surge de este núcleo central,
entonces empieza a poseer el secreto de la verdadera estabilidad, de
la verdadera autenticidad. Entonces se libera de la idea engañosa de
que su afirmación y su autenticidad dependen del logro de algo
determinado en su vida exterior.
El hombre solamente encontrará la plenitud cuando él
sea él mismo, auténticamente él del todo, cuando viva, cuando
realice lo que él es con independencia de lo que le ha venido del
exterior, con independencia de su función externa; en una palabra
cuando realice lo que él es en esencia.
DESCUBRIRSE
A SÍ MISMO NO
SIGNIFICA OLVIDAR LA VIDA EXTERIOR
Todo esto no quiere decir que la
persona deje de valorar su vida exterior; esto sería un error, un
gran error en el que han caído ciertamente muchas personas. La vida
exterior existe y existe por algo, y si nosotros estamos metidos
dentro de este ritmo y con unas exigencias exteriores es porque esto
ha de tener un gran sentido y así es en efecto. El ser humano tiene
una doble función: por
un lado necesita desarrollar sus capacidades participando en el
mundo, colaborando en el funcionamiento colectivo de la humanidad,
siendo un elemento constructivo, una pieza absolutamente necesaria
dentro del concierto evolutivo de la humanidad, y en este sentido
tiene también una responsabilidad que no puede ni debe eludir, de
colaborar, de participar, de abrirse a todo, de dar todo lo que él
tiene, de poner todas sus capacidades al servicio de este trabajo
conjunto que la humanidad está llevando a cabo, la mayor parte de
las veces con plena inconsciencia.
El hombre, pues, por un lado solamente encontrará la
plenitud cuando haya dado todo lo que tiene en sí mismo, cuando haya
dado todas sus capacidades de un modo inteligente, de un modo
constructivo en la sociedad en la que vive. Pero paralelamente a esta
función social tiene el hombre una función interna, subjetiva,
individual, y esta función interna consiste en llegar a descubrir la
auténtica fuente de sí mismo, descubrir su naturaleza intrínseca,
su realidad espiritual. Todos los trastornos, todos los
desequilibrios tanto de las sociedades como de los individuos, vienen
siempre de que la persona olvida uno de estos dos sectores, una de
estas dos funciones; o bien se extravierte de un modo total y
absoluto, como ocurre en Occidente y entonces se enajena, sale de sí,
quedando absorbida y desarticulada por la exigencia y presión
social, o bien, como ha ocurrido durante muchos siglos en Oriente, se
vuelve de espaldas al mundo exterior y se encierra en sí misma,
tratando de realizar eso que intuye como valor permanente
prescindiendo por completo de lo que considera vanidades fútiles que
no tienen absolutamente ningún valor. Entonces la sociedad tambalea,
la sociedad funciona mal como hemos tenido ocasión de ver y
comprobar.
El hombre, pues, necesita
desarrollarse en estas dos direcciones. En una dimensión central
hacia la realización de sí mismo y en una dimensión social de
plena donación de sí mismo al servicio de la humanidad; servicio a
los demás que implica, claro está, el que quede asegurado también
su propio servicio.
La persona ha de satisfacer estas dos necesidades y las
ha de satisfacer sobre la marcha, no debe quedar absolutamente
absorbida ni por una ni por la otra. Esto traducido a términos de
práctica inmediata quiere decir que el hombre, paralelamente a su
actividad exterior diaria, necesita dedicar un tiempo al trabajo de
encuentro consigo mismo, al trabajo de desprendimiento de su papel,
de su función social, para quedar desnudo frente a sí mismo y
tratar de acercarse más y más a su propio ser íntimo, esencial.
La relajación profunda practicada
sistemáticamente es un excelente camino de acercamiento a este sí
mismo. Al mismo tiempo, este acercarse a sí mismo para realizar su
dimensión central es el mejor medio de prepararse y equilibrarse
respecto a su función social. Cuanto más fuerte sea el hombre en sí
mismo, cuanto más se acerque a esta realidad central, más fuerte
será también a la hora de actuar, más sólido, más independiente,
más libre. Entonces manejará mejor todas sus capacidades, que
vendrán multiplicadas, porque ya no dependerá de convenciones, ni
de artificios. Dispondrá de una solidez íntima que le permitirá
desenvolverse con mucha mayor soltura y dominio de la situación que
la persona que aún está identificada con los papeles, con las
funciones y con las situaciones exteriores en general.
FASES DEL AUTODESCUBRIMIENTO A TRAVÉS DE LA RELAJACIÓN
Cuando la persona se propone encontrarse a sí misma,
cuando esto se convierte para ella en un objetivo realmente
importante, entonces es cuando puede empezar a trabajar. Hasta que la
persona no toma conciencia clara de esta necesidad es completamente
incapaz de esforzarse, de trabajar, de dirigirse en la dirección
correcta. Ahora bien, cuando el hombre se hace más consciente de su
situación e intuye que si existe algo sólido ha de encontrarse en
eso mismo que le hace ser, en esto que le permite existir, en ese
centro de sí mismo de donde surge toda su capacidad de acción,
entonces puede convertir el estado de relajación consciente en la
puerta del camino hacia el sí mismo. De hecho, este camino hacia el
sí mismo no es complicado, no digo que sea fácil, sino que no es
complicado. Simplemente es un camino nuevo, diferente de todo cuanto
uno ha hecho hasta ahora. Y porque requiere actitudes nuevas
neutralizando antiguas inercias mentales, exige aprendizaje y
entrenamiento con interés y dedicación.
a) Silencio interior
El hombre necesita, en primer lugar, desprenderse de sus
hábitos mentales. Durante la práctica de la relajación profunda,
ha de procurar liberarse de este funcionamiento mecanizado,
automático; para ello ese estado de tranquilidad y silencio interior
es el más adecuado, puesto que, como hemos dicho, en el silencio
interior la persona está desconectada de los patrones mentales, de
los hábitos de conducta que regulan su vida habitual.
¿Qué es la persona, qué es uno mismo cuando no hace
ningún papel? ¿Qué es la persona aparte de sus acciones, de sus
ideas, de sus emociones, de sus impulsos hacia la derecha o hacia la
izquierda? ¿Qué es la persona simplemente como foco central de
existencia? Muchas personas quisieran dedicarse a esta búsqueda pero
no saben como hacerlo o se pierden en especulaciones y al mismo
tiempo tienen miedo. Tienen miedo de encontrarse con un vacío, de
encontrarse con un desengaño, de no encontrar nada. En el fondo
tienen miedo de la nada, de su nada.
Sin embargo, lo único que está realmente vacío son
las estructuras artificiales que la persona ha ido fabricando, a
pesar de que toda la capacidad que demuestra en su vida exterior, de
acción, de entusiasmo, de discernimiento, de alegría, de felicidad,
de creatividad, todo esto son hechos reales y son hechos que
responden a una naturaleza real, a una realidad que está surgiendo
del interior en la medida que las circunstancias exteriores se lo
permiten o quizá le obligan a hacerlo. Por lo tanto, la misma vida
exterior, aunque inestable en sí misma, es el testimonio más
directo, es la prueba más inmediata y contundente que el hombre
puede desear de que él es precisamente la fuente de toda esta
energía, la fuente de toda su capacidad de ser feliz, de amar, de
crear, de comprender, de intuir.
b) Actitud de investigación
La persona que una vez llegada al
estado profundo de relajación, quiere llegar a descubrirse a sí
misma, debe procurar mantener siempre en su mente una honda y sincera
actitud de investigación, repitiéndose una y otra vez, esta
pregunta permanente: «yo, ¿qué soy yo?, ¿qué es ese yo?», y
tratar de mirar mentalmente allí donde se produce esta resonancia,
tratar de mirar aunque al principio parezca que no hay nada, aunque
al principio ni siquiera se vea adónde hay que mirar, porque esta
conciencia del yo, cuando uno la quiere mirar de cerca, se desvanece,
se escapa, se diluye. Por esto decía que solamente cuando la persona
intuye la absoluta importancia de descubrir esta realidad central, es
cuando movilizará su capacidad de búsqueda, de trabajo, su
capacidad de esfuerzo y perseverancia para seguir investigando. La
investigación se ha de mantener siempre en la misma línea: ¿quién
soy yo? Cuando se produce el silencio, el descanso, el vacío, hay
algo que resuena interiormente como conciencia de sí mismo: ¿qué
es ese yo? Tratar entonces de
ser consciente de esta vivencia, tratar de mirar esta resonancia
interior, tratar de conectarse con ella, con calma, con
discernimiento, con sutilidad, sin pensar, simplemente manteniendo en
activo esta resonancia, mirándola y tratando de penetrar dentro de
este yo para ver de qué está hecho, en qué consiste.
Esta labor se ha de proseguir día
tras día en la fase de relajación profunda. Por lo demás, para la
persona que desea conseguir la realización del yo, descubrir que es
realmente uno mismo, este trabajo no puede quedar limitado al momento
de la relajación profunda. Entonces esta pregunta, esta
investigación, este espíritu de búsqueda, se convierte en la nota
dominante de toda su existencia, y así lo mismo si está atendiendo
a su actividad diaria, como si está resolviendo sus problemas, o
tratando con las personas, le surge de una manera automática esa
pregunta: yo ¿quién soy yo? ¿Yo, que ahora estoy hablando, yo que
estoy preocupado por este asunto? ¿Yo, qué soy detrás de estas
preocupaciones, yo más allá de estos pensamientos, de estos
sentimientos, de esta situación, yo, qué soy yo? Y así durante
todo el día, en las mil situaciones que se van presentando, tanto
cuando está funcionando su nivel vital, como su nivel afectivo, como
su nivel mental, cuando está con la familia, cuando está en el
cine, cuando está en el trabajo, cuando se pone a dormir; en todo
momento tiende a surgir esta pregunta constante. No es una pregunta
puramente, teórica sino que es una actitud profunda de evocar una
vivencia del yo y de mirarla, de penetrar en ella: «yo, ¿qué soy
yo?»
Cuanto más se hace este trabajo durante la actividad
del día más eficaz resulta en el momento de la relajación. De
hecho, yo soy tanto lo que hay detrás de la actividad, lo que hay
detrás de la fenomenología, detrás de todos mis movimientos como
lo que hay detrás de mi descanso, detrás de mi sensación de
bienestar, de paz, de tranquilidad. Yo soy el protagonista de esta
paz, yo soy el sujeto que vive, que experimenta esta paz. Esta paz,
esta tranquilidad, si las miro bien me conducirán a este yo que la
posee, que la disfruta, que la experimenta. Y así manteniendo esta
pregunta con una mente tranquila, totalmente silenciosa, porque esta
pregunta se hace una y otra vez incluso en el silencio, se notará
que toda la mente, toda la voluntad, todo el interés se va centrando
alrededor de este descubrimiento que uno intuye como lo más
importante de toda su vida, llegar a descubrirse uno mismo, llegar a
ser auténticamente yo.
En el curso de este trabajo la
persona puede atravesar diversas fases y estados, estados de euforia
y de depresión, estados de plenitud y de soledad. En el fondo está
atravesando lo que hay dentro de sí misma, porque para llegar al
centro tiene que atravesar todas las capas intermedias y como
nosotros tenemos muchos miedos escondidos, como también tenemos
muchas cualidades estupendas, a medida que la persona va
desbloqueando estas zonas por medio de su trabajo de investigación,
va sintiendo exteriormente ya sea un estado eufórico o depresivo,
bien estados de miedo o de exaltación. Toda clase de estados van
desfilando; pero cada vez se nota con mayor fuerza la atracción del
centro. Uno tiene la intuición de una presencia grande, inmensa, de
esa gran incógnita, que ya no es una incógnita vacía, sino una
incógnita llena, que irradia, que uno la presiente cada vez con más
fuerza y con mayor poder atractivo.
c) La iluminación
Avanzando en este trabajo de investigación llega un día
en que se produce un gran silencio, un silencio de todo el ser, no
sólo de un sector de la mente. Uno descubre que todo está
silencioso, que todo tiene un clima especial, como si todo hubiera
cambiado por unos momentos, como si todo estuviera cargado de una
electricidad especial. Ese estado no puede durar es el preludio de
algo más trascendente. Si la persona se mantiene en ese estado y
prosigue su investigación -aunque en ese estado se le hace difícil
formularse concretamente ninguna pregunta, pues está todo él como
paralizado por esta expectación, por este clima general que vive
exterior e interiormente- entonces ocurrirá que un pequeño hecho
externo o interno produce de repente como un cataclismo
extraordinario, como si se rompiera toda la estructura artificial que
le envuelve y entonces la persona descubre lo qué es, descubre lo
que siempre ha sido, descubre que su ser es potencia, luz y amor; que
es presencia y realidad permanente. Descubre que han desaparecido
todos los problemas que en su vida ha tenido, que desaparece por
completo toda posibilidad de temor, toda posibilidad de dudas, toda
posibilidad de perplejidad, porque ha desaparecido toda dualidad.
Vive ya su conciencia de sujeto, de ser uno mismo, y este ser uno
mismo tiene una tal autenticidad, una tal totalidad que le sitúa
junto, con, y en el centro de todas las personas y de todo cuanto
existe.
Éste es el estado de iluminación.
En el Oriente recibe el nombre de samadhi
o de satori. Esta
realización, por extraordinaria que parezca, está al alcance de
todo el mundo. Y marca un nuevo nacimiento, el auténtico nacimiento
de uno mismo. A partir de entonces la persona será ya para siempre
auténticamente ella misma. Exteriormente seguirá siendo una persona
con todas las limitaciones humanas, sujeta a enfermedades, a
defectos, a todas las contingencias; necesitará de los demás para
comer, para vestir, para convivir., Pero interiormente brillará como
un foco positivo que no dependerá absolutamente de nada y porque no
dependerá de nada exterior podrá irradiar, podrá dar, tendrá
libertad, tendrá fuerza. Será un elemento realmente positivo que
podrá dar un rendimiento del cien por cien en todas sus capacidades,
que ahora irá desarrollando sin problema, porque ya no necesitará
subordinarse a la apreciación de los demás, a sentirse aceptado,
estimulado, halagado, a sentirse compensado. No necesita ya
compensaciones, porque todo cuanto tiene y todo cuanto es, lo es y lo
tiene para expresarlo, para darlo.
Esto no es más que un pobre bosquejo del trabajo de
autorrealización a través de la investigación del yo. Pero creemos
que a pesar de todas las limitaciones todo cuanto hemos dicho puede
ser útil a algunas personas, sea para concretar más una aspiración
interior, quizás difusa, sea para orientar los pasos de quienes ya
están decididos a trabajar en esta línea concreta de
autorrealización. En todo caso, las personas de veras interesadas en
trabajar han de saber que solamente depende de sí mismas el que esto
llegue a ser en ellas una realidad plenamente actualizada.
LA ADECUADA ORIENTACIÓN EN ESTE TRABAJO
La línea de conducta a seguir, así como la consigna
que debe ser mantenida en esta labor de autodescubrimiento -línea y
consigna que han de mantenerse idénticas desde el comienzo hasta el
fin de todo el proceso-, es sumamente clara y simple.
Pero lo que no es tan clara y simple es la mente del
investigador, por lo menos al comienzo de la labor. Y a esto se debe
el que durante las diversas fases del trabajo se experimenten
múltiples variaciones de estados mentales y de estados de ánimo.
La labor de interiorización de la mente produce la
conexión mental con zonas psíquicas de toda índole, que
inevitablemente repercute en la disposición y actitud habitual del
practicante. Depresiones y euforias no son las únicas reacciones que
se producen. Como veremos con más detalle en el artículo siguiente,
nuevas capacidades de percepción y de acción se ponen de
manifiesto. Y aunque de hecho toda persona con suficiente sinceridad
de propósito-y perseverancia puede llegar al feliz término del
objetivo deseado, como lo demuestran los numerosos casos en que así
ha ocurrido, en la práctica se hace muy conveniente la asistencia de
un Maestro, de un Guía experimentado que pueda discernir en cada
instante lo que está ocurriendo y que, por consiguiente, pueda dar
las orientaciones más adecuadas para proseguir adelante el trabajo
evitando posibles errores, desviaciones o estancamientos.
Esto plantea el problema de cómo
localizar a un Maestro que realmente lo sea, esto es, que reúna
suficientes garantías como para poner en sus manos nuestro trabajo
más íntimo y trascendental. Y cómo saber reconocerlo con certeza
cuando acaso nos encontremos frente a él. Por esto puede ser útil
que demos aquí algunas sugerencias al respecto.
En primer lugar, no debemos fiarnos
meramente del aspecto exterior. Se ha dicho que sólo un Maestro
puede reconocer con certeza a otro Maestro. Los hay que tienen un
aspecto externo impresionante y los hay que son todo lo contrario.
Pero hay aspectos imponentes que son solamente manifestación de los
deseos imponentes que el sujeto tiene de que le admiren y le
consideren como Maestro. En cambio, un aspecto vulgar, o aún
insignificante, puede ocultar una gran sabiduría y realización
interior. Hay muchas personas que se han formado una imagen tan
idealizada de lo que creen ha de ser una persona realizada que
pierden lamentablemente una oportunidad tras otra de recibir efectiva
orientación.
Tampoco ha de ser criterio de validez en este terreno la
inteligencia, la erudición o el talento en hablar -o escribir- sobre
estos temas. Aunque la persona realizada siempre tendrá una gran
comprensión, discernimiento e intuición, no siempre estará
dispuesta a mostrarlo y, aún menos, a exhibir sus capacidades. Puede
haberlos cuya misión sea pública y se manifiesten abiertamente,
pero puede haber otros cuya misión se haga en pequeños círculos
privados y quienes mostrarán una gran reserva en hablar sobre estos
temas, tanto dentro como fuera de sus mismos centros de influencia.
Por otra parte, hay algunas personas que, guiadas por
una gran curiosidad, han hecho muchas lecturas y estudios y pueden
hablar sobre los temas del desarrollo interior del hombre con gran
habilidad, persuasión y aun con mucha justeza. Pero tales personas,
al no haber realizado experimentalmente en ellas mismas esta realidad
interior no son Maestros en el sentido especial al que aquí nos
referimos. Toda la Filosofía, la Teología, la Psicología y las
demás ciencias reunidas, por muy interesantes y útiles que puedan
ser en su propio nivel, no bastan para calificar eficazmente a una
persona como guía en la autorrealización.
¿Qué criterios podemos tener, entonces, para discernir
con cierta garantía a la persona que nos pueda ser de verdadera
ayuda en este trabajo interior?
El primer criterio es que cuando se está en presencia
de alguien que posee esta conciencia plena de realidad -y con total
independencia de toda autosugestión y también con independencia del
tema sobre el que se esté hablando- se notará una impresión
interior de estímulo a ser más sincero, más auténtico. Se notará
como un impacto sutil, que perdura aún después de haber dejado a
tal persona, que nos induce a pensar y a sentir con mayor hondura, y
que nos provoca una atracción hacia ella sin que esto dependa de
ningún rasgo físico, emotivo o intelectual de su personalidad. Y
aún puede ocurrir que sintamos esto a pesar de determinada antipatía
o rechazo hacia algunas particularidades de su modo de ser.
El segundo criterio de autenticidad es que todo cuanto
haga o diga esta persona lo realizará con una profunda independencia
y libertad interior. Y por consiguiente, nunca encontraremos nada en
ella que tienda a buscar prestigio o cualquier otro tipo de
autovaloración egocentrada.
Y el tercer criterio es el de la propia experiencia. En
la medida que sus orientaciones y consejos, seguidos, claro está,
con absoluta sinceridad y perseverancia, nos conduzcan a resultados
positivos en el camino emprendido tendremos la prueba evidente de
haber acertado en la elección de la persona que necesitábamos.
Quizá se piense que va a ser sumamente difícil en la
práctica encontrar tal Maestro calificado. Esto es cierto en un
sentido aunque no lo es en otros como lo vamos a ver.
En primer lugar, no hemos de estar
esperando encontrar al Maestro ideal para empezar nuestro trabajo de
autorrealización. Porque si esperamos dar el primer paso hasta
tenerlo todo previamente arreglado y asegurado nunca haremos nada.
Somos nosotros quienes hemos de iniciar la marcha, esto es, la
búsqueda interior, apenas dispongamos de los mínimos elementos
indispensables. Y estos conocimientos mínimos los podemos encontrar
en muchos buenos libros. Y sabremos reconocerlos si tenemos
verdaderamente ansia de ponernos a trabajar.
En segundo lugar, una vez ya iniciado el trabajo,
descubriremos constantemente las orientaciones y sugerencias que nos
hagan falta a través de los hechos y circunstancias en apariencia
más fútiles y casuales. Y es que, en efecto, cuando uno se pone en
serio a trabajar en esta dirección parece como si los hechos de la
vida cotidiana, los mismos que antes uno vivía de manera anodina, se
animaran de repente, se llenaran de significación y estuvieran ahí
precisamente para transmitirnos su mensaje de estímulo, de
orientación concreta y aun de corrección. Para quien se esfuerza
con sinceridad todo se convierte en Guía, en Maestro unos niños que
juegan, una conversación que oímos casualmente, una noticia, una
película, nos dan inesperadamente la solución de un conflicto
interno al que no veíamos salida alguna.
En realidad todo esto es debido a la
acción profunda que por su parte está llevando a cabo el mismo Yo,
la misma realidad espiritual que estamos buscando. El Yo espiritual
es quien en realidad lleva la iniciativa, desde su soberano nivel de
silencio y luminosidad, de todo nuestro trabajo de búsqueda. Desde
las primeras inquietudes y curiosidades hasta los últimos esfuerzos
y realizaciones, todo está originado y dirigido por el poder y la
sabiduría del Ser espiritual que somos nosotros mismos en realidad.
Dirección y guía a veces suave y amorosa, a veces enérgica y sin
contemplaciones, pero siempre presente, segura, eficaz.
Por esta razón el problema del Maestro realmente no
existe. El verdadero Maestro siempre está ahí, en nosotros mismos,
actuando desde el anonimato de su postura central, haciéndonos
sentir, ver y comprender cada vez un poco más y un poco mejor la
realidad y la verdad de la vida, de nosotros mismos y de los demás.
Y será este mismo poder el que, justo en el instante preciso, nos
pondrá en contacto con el Maestro exterior, grande o pequeño, que
realmente podamos necesitar.
Nadie será impedido de progresar por falta de guía y
asistencia. Lo realmente importante es que no perdamos tiempo, que
nos pongamos inmediatamente a trabajar con sinceridad y
discernimiento, de acuerdo con nuestras posibilidades actuales. El
paso siguiente lo veremos justo en el mismo instante en que lo vamos
a dar.
V. LOS EFECTOS DEL ACERCAMIENTO AL YO
EL YO CENTRAL, FUENTE DE TODAS
NUESTRAS CUALIDADES
Cuando uno practica la relajación
para acercarse más a la profundidad, a la autenticidad de uno mismo,
a fin de ver y descubrir qué es ese yo, cuando uno trabaja en esta
dirección, día tras día, en la calma y en el silencio, se van
produciendo una serie de efectos muy importantes. El simple hecho de
practicarla con esta intencionalidad, con este deseo de comprenderse
mejor, de ser más uno mismo, exige que la mente esté bien despierta
y es totalmente incompatible con una relajación en que la mente esté
dormida. Por eso tengo siempre gran interés en recordar una y otra
vez que la relajación es un acto que requiere nuestra presencia
total. Todo el rato que uno se dedica a descansar, es un rato que
vino dedica al descanso, sí, pero estando más presente que nunca en
el mismo descanso; por tanto se requiere una actitud mental
completamente positiva. Dentro de la calma, del aflojamiento general
y del silencio ha de haber siempre una perfecta lucidez y atención.
Pues bien, es precisamente esta actitud mental despierta
la que le permite a uno dirigir la atención hacia el centro de uno
mismo y continuar su trabajo de investigación. «Soy yo que estoy
aquí; ¿quién soy yo?, ¿qué es ese yo?». Cuando uno va
practicando esto diariamente se produce una serie de efectos
automáticos. No vamos a hablar aquí del hecho mismo del
descubrimiento, del establecimiento de esa conexión directa con el
yo, sino de las etapas previas. Este es un trabajo que puede durar
semanas o meses y en los que se van produciendo unas fases
progresivas de acercamiento.
En realidad el yo, no el yo
superficial, ese yo que nos hemos ido fabricando a través del
contacto con el mundo exterior para contestar y resolver nuestra
postura frente a los demás, sino el yo profundo, el yo tal como soy
auténticamente por dentro, ese yo central que no conocemos y que no
obstante siempre estamos buscando, es el verdadero protagonista de
toda nuestra vida detrás de la máscara del yo exterior, y la fuente
de donde surgen todas nuestras capacidades. En primer lugar, de ahí
brota nuestra capacidad de estar despiertos, de darnos cuenta, de
conocer, de ser inteligentes. Todas las capacidades posibles para
nuestra mente, no sólo las actuales, sino las que podemos ir
desarrollando, todas existen, en este yo central, pues la vida no es
nada más que un desplegamiento progresivo de las cualidades que ya
existen, y que son inherentes a este yo. En la medida que nos
encontramos con instrumentos aptos y con medios exteriores que
estimulan o permiten el desarrollo, la persona va actualizando más y
más cada una de las cualidades que posee de modo virtual en su yo
central, aunque allí, en la dimensión central, no son sólo
cualidades virtuales sino algo totalmente presente y esplendoroso, es
la sabiduría única y luminosa, fuente de la que luego se irán
actualizando en la mente concreta las facultades o sectores
diferenciarlos de inteligencia y conocimientos.
Además de este factor de inteligencia, que hace posible
todas las formas de razonamiento, comprensión e intuición, es de
este mismo yo de donde surge toda la energía de nuestro ser, toda la
energía que nos hace vivir, toda la energía que ha permitido que
fuéramos estructurando nuestra personalidad física, afectiva,
intelectual, espiritual. La energía, que además de constituir la
base de nuestra conciencia de ser, de nuestra noción de realidad, es
también la base de lo que es voluntad, de lo que es perseverancia,
de lo que es poder, de lo que es potencia. Cuanta más energía
consciente funciona, más profunda es la noción que uno tiene de
realidad, de autenticidad, de ser uno mismo. Pues bien, esta energía
procede básicamente de ese yo, del que podemos decir que es en sí
una fuente inagotable de energía. Es una fuente inagotable porque en
realidad está en contacto con la Fuente Infinita, y por tanto a
través de este yo nos está viniendo inagotablemente toda la energía
que nosotros somos capaces de admitir, que estamos dispuestos a
aceptar.
Además de este aspecto energía y de
este aspecto conocimiento, este yo central está hecho de paz, de
felicidad, de amor, pero no de la felicidad y amor que solemos
conocer en nuestra vida cotidiana de manera ocasional, sino de un
amor y plenitud totales, permanentes e inmutables. Nosotros vivimos
ahora, ocasionalmente, en un estado placentero, agradable e incluso
en algunos momentos nos sentimos exaltados, apasionados,
entusiasmados; pero esto es siempre algo episódico, puesto que
siempre depende de diversos factores externos a nosotros. Pero
incluso estas cualidades y estados pasajeros que apreciamos tanto en
nuestra existencia por su estupendo carácter positivo no son más
que pequeñas chispas que se actualizan de este yo, de nuestro centro
espiritual, en donde reside toda la capacidad de felicidad y de
plenitud.
DOS
CAMINOS POSIBLES DE ACERCAMIENTO AL YO
Todo cuanto en la vida vamos viviendo
de valor no es nada más que una muestra que procede del yo.
Solamente que del yo procede un estado de fuerza pura y a través de
nuestra existencia va adquiriendo un aspecto de fuerza manifestada,
fuerza incorporada, encarnada. La vida nos ofrece un material
concreto, a través de fuerzas concretas, y entonces esa
potencialidad interior se actualiza, se incorpora en una situación,
en una persona, en una actitud, en unas ideas, en unos gestos
determinados; se materializa en algo concreto, pero la cualidad en sí
toda ella está procediendo de la misma fuente.
Estas consideraciones pueden
ayudarnos a comprender un poco mejor la trama profunda y los resortes
secretos que movilizan toda nuestra conducta. Nosotros en el fondo
siempre estamos buscando con nuestro comportamiento cómo sentirnos
un poco más felices, cómo sentirnos más afirmados, más aceptados,
más nosotros mismos, y si hacemos tantas travesuras en la vida es
con frecuencia para llegar a sentirnos con más realidad o fuerza, o
quizá también para recibir un poco más de admiración de los
demás, un poco más de seguridad, un poco más de halago. Pensemos,
sin embargo, que todo esto que estamos buscando a través de esa
táctica infantil, todo absolutamente, reside en nuestro interior y
es de nuestro interior de donde se ha de desplegar. Para alcanzar esa
plenitud a la que aspiramos hay dos posibilidades: o bien todo ese
potencial ha de ir saliendo de nuestro interior, se ha de actualizar
a través de una lucha total, de una movilización completa de todas
las energías, bien hemos de aprender a ir hasta allí. Cuando
obligamos a que nuestras potencialidades se actualicen en virtud de
una vida de lucha, o de una incesante actividad urgente y apremiante,
entonces al final de la lucha, al extremo de nuestro trabajo, después
de nuestro esfuerzo de día tras día, iremos encontrando esta paz,
esta serenidad propias del ser central -es lo que hemos explicado en
otras ocasiones acerca del sobreesfuerzo-. La otra posibilidad
consiste, no en que yo me obligue a salir fuera, sino en que aprenda
a entrar dentro, a conectar mi mente consciente con este centro, con
esto que yo soy.
SILENCIAMIENTO DE LAS CAPAS INTERMEDIAS DE NUESTRA
PERSONALIDAD
Todos observamos que normalmente
dentro de nosotros estamos sosteniendo un diálogo ininterrumpido en
el que siempre estamos hablando con gran animación, comentando,
murmurando, criticando;
¿quiénes son los que hablan dentro de nosotros?, ¿nos hemos
preguntado esto alguna vez? Es curioso que seamos una sola persona
pero que por dentro se produzca un diálogo tan intenso como si se
tratara de todo un consejo de administración discutiendo
agitadamente sin cesar. ¿Cómo es posible si sólo soy yo? Y es que
una cosa es lo que yo soy realmente en mi centro y otra cosa es la
idea que tengo de mi, el yo-idea, que se ha ido conectando e
identificando con diversos sectores internos y más superficiales en
los que hay toda clase de contenidos y actitudes: deseos, recuerdos,
temores, impulsos, datos concretos, posibilidades exteriores, sentido
del deber, etc., etc. Son precisamente estos varios sectores con los
que yo -el yo-idea me siento identificado, los que dialogan entre sí.
Se trata de buscar y descubrir no
estos sectores más o menos superficiales, sino lo que es la raíz,
lo que está detrás de todos ellos. Alguien describía la situación
diciendo: nosotros tenemos tres yo, tres capas: la primera capa es la
que nosotros presentamos al mundo; es nuestro personaje exterior, la
pose que adoptamos, el papel que hacemos siempre que estamos con
alguien, o cuando nos encontramos en cualquier situación. El segundo
yo es el que se manifiesta cuando entramos en nuestro dormitorio para
descansar; allí cambia nuestra actitud, allí el personaje
desaparece y surge este mundo intermedio de preocupaciones, de
pequeñas manías, de ilusiones, este mundo medio infantil que está
lleno de cosas bonitas y de cosas no tan bonitas; muchas veces este
mundo es un mundo de desconcierto porque uno no sabe exactamente qué
hacer y necesita entonces preocuparse por otras cosas, necesita leer,
necesita pensar en lo exterior, en lo que ha hecho, en lo que va a
hacer mañana; necesita otra vez jugar al personaje para sentirse que
está haciendo algo porque tiene en sí mismo una conciencia muy
incierta de lo que es. Y después de este yo del dormitorio para
dentro, viene el que hay detrás de todo, el que aparece en los
momentos más importantes, por ejemplo, cuando uno piensa que ha de
morir y sabe que tiene que dejarlo todo, o e1 yo que surge en el
momento de situaciones muy graves, de situaciones abrumadoras, en las
que ya no se le ocurre a uno jugar a ningún personaje exterior ni
tampoco está para seguir haciendo su pequeño juego privado;
entonces, de repente, siente algo profundo que no sabe lo que es ni
puede identificarlo.
Bien, este yo profundo que siempre se
escapa, que es
inaccesible -pero es inaccesible simplemente porque no nos hemos
dedicado a buscarlo, a acercarnos a él-, este yo es de donde surgen
absolutamente todas las cualidades, todo cuanto podemos conseguir en
la vida. Por tanto, es natural que cuando nosotros nos vamos
acercando a este yo a través del silenciamiento del personaje, de
esa capa externa que está en nosotros, tanto la parte del mundo que
tenemos dentro como la parte nuestra que se relaciona con el mundo,
cuando esto se silencia; cuando conseguimos también silenciar ese
mundo intermedio de recuerdos, de asociaciones, de conexiones, y el
mundo de los contenidos reprimidos; cuando conseguimos, pues, ir
centrándonos y atravesamos todas esas capas, externas y medias,
entonces, sin hacer absolutamente nada más, se comienza a manifestar
dentro de nosotros un resplandor y una fuerza que, aunque débil y
difusa al principio, se intuye que encierra en sí una grandeza y un
poder extraordinarios.
ECLOSIÓN
DE NUEVAS FACULTADES
Incremento de la capacidad creadora
Este simple vislumbre produce en
nosotros el despliegue de una serie de facultades, capacidades y
rendimientos que estaban latentes en nuestro interior. El primero de
ellos es nuestra capacidad creadora, que
automáticamente experimenta en nosotros un aumento muy notable. ¿Qué
es la capacidad creadora? No consiste sólo en el hecho de pintar
cuadros muy bonitos o de hacer una sinfonía magistral, ni de
escribir un poema, no. La capacidad creadora es el arte de poder
expresar de un modo directo e inmediato nuestra esencia, la vida
profunda que hay en nosotros. La capacidad creadora surge cuando
somos capaces de expresar algo más allá de nuestros automatismos,
más allá de toda la máquina que está funcionando en nosotros.
Cada vez que sale algo de un modo inmediato, directo, desde nuestra
fuente de vida, desde nuestro yo profundo, aquello tiene siempre un
carácter creador cien por cien. Es lo que encontramos en los niños,
cuando todavía no están demasiado preocupados por su yo-idea y
expresan de una manera espontánea sus impulsos y sus primeras ideas.
Se ve allí no solamente una ingenuidad, sino una fuerza, una
grandeza, un mundo maravilloso que están detrás de aquellos
pequeños gestos, detrás de aquella expresión. Lo vemos también en
el mundo de los animales en los que no hay el yo-idea; ellos expresan
su reacción, dentro de una gama limitada de posibilidades, pero con
una autenticidad que es también extraordinaria.
La capacidad creadora es algo que potencialmente tenemos
todos. Esencialmente consiste en el hecho de poder vivir cada
instante y responder a cada situación de un modo totalmente
auténtico, totalmente fresco, totalmente nuevo. No consiste en hacer
cosas nuevas, sino hacerlas desde una perspectiva nueva; no es el
objeto lo que constituye la creación sino el sujeto, el sujeto que
se vive a sí mismo de una manera nueva y que como consecuencia puede
vivir cada cosa de una manera también nueva.
Cuando la persona se va acercando a esta fuente interior
cada instante se siente renovado, cada instante se vive como si fuera
un nuevo comienzo. Los que han experimentado el amor en su fase de
enamoramiento conocen un aspecto de esto. Cuando la persona está
enamorada, cada vez que se encuentra con la persona amada, cada vez
que habla con ella, la situación se vive como si fuera totalmente
nueva, aunque se estén diciendo las mismas cosas y aunque mirado
exteriormente lo que se diga sean solemnes tonterías. En cambio,
para las personas que lo están viviendo cada una de estas cosas no
solamente está llena de significado, sino que tiene una fuerza y una
frescura siempre nueva.
Bien, esto sucede con el amor en su
aspecto humano; pero esto mismo se manifiesta absolutamente en todo.
La persona disfruta haciendo lo que tiene que hacer, sea lo que sea,
y disfruta simplemente por el hecho de hacerlo. Es como el niño que
está gozoso y disfruta enormemente jugando con lo primero que se le
presenta; lo importante no está en si el juguete es bueno o malo,
técnicamente perfecto o no, caro o barato, lo importante es la
expresión misma, su alma que se expresa a través de aquel juego,
jugando quizás con muñecos de trapos, papeles o cualquier otra
cosa. La creación transforma nuestra vida en un proceso
constantemente viviente, en algo lleno de fuerza, lleno de sentido,
lleno de riqueza. Este aspecto creativo se manifiesta y se desarrolla
porque el sujeto se vive a si mismo de una manera nueva. Ésta es una
de las cualidades que aparecen cuando la persona se va acercando a
este yo, a esta realidad, a esta intimidad, a esta autenticidad suya.
El yo es una fuente de renovación constante, el yo no es un punto
estático sino que es un punto de donde surge todo dinamismo, el yo
en sí mismo es constantemente nuevo.
Esta creatividad, pues, no solamente
ilumina toda su capacidad de acción y le da un sello de calidad, un
sello de autenticidad, sino que también aumenta realmente su misma
capacidad de acción. Por el hecho de estar situado en una
perspectiva distinta de los automatismos, la persona ya no se limita
a funcionar de una manera convencional, de esa manera en que los
problemas se enfocan siempre de la misma forma, de modo que para cada
situación se tiene sólo un tipo de respuesta. Nosotros no nos damos
cuenta pero estamos funcionando normalmente dentro de círculos
completamente cerrados, dentro de patrones rutinarios. El vivir más
cerca de este yo hace que uno improvise las cosas cada vez con más
frecuencia. Ya existe la experiencia y uno puede echar mano a los
aprendizajes anteriores si quiere, pero también existe la
posibilidad de no utilizarlos o de utilizarlos de una manera nueva. Y
así la persona podrá ser en su modo de hablar algo completamente
distinto en cada momento, no se sabrá nunca exactamente cuál será
su reacción, cosa que ahora ocurre en pocas ocasiones, puesto que
cuando se ha visto a una persona varias veces se puede predecir con
mucha exactitud cómo actuará «si digo tal cosa qué responderá;
si digo tal otra cómo reaccionará». Esto es automático y en esto
se basa precisamente el estudio de la psicología humana. La ciencia
psicológica se basa en esta periodicidad, en este automatismo de
respuesta; si todo el mundo respondiera de un modo distinto no se
podría estudiar a nadie, pero como las personas responden de una
manera muy semejante, entonces es posible sistematizar estas
respuestas y estudiarlas. Por esto la personalidad creadora no se
puede estudiar, escapa a todo estudio porque constantemente es
distinta, no está dentro de una norma, su norma es precisamente
salirse de las normas, de manera espontánea y natural.
LA CREATIVIDAD SUBCONSCIENTE Y LA CREATIVIDAD SUPERIOR
Así pues, esta capacidad creadora
permite enfocar los problemas de un modo enteramente nuevo. Ahora
bien, la creatividad tiene dos aspectos distintos. Hay una
creatividad que procede no del acercamiento a este yo profundo, sino
del simple hecho de que funcionen nuestros automatismos inconscientes
con más libertad que de costumbre. En nuestro subconsciente hay una
gran cantidad de material que tiene su dinámica propia y su sentido
estructurador; y esto lo vemos muy claramente en los sueños. Cuando
la persona se relaja, una de las cosas que ocurren es que su
inconsciente comienza a funcionar un poco más libremente porque el
peso del control y represión del yo consciente disminuye. Esto
permite que se expresen también con más facilidad que antes
capacidades de creación que son propias del subconsciente y que son
distintas de las que proceden del yo superior. ¿Qué diferencia hay
entre los dos tipos de creación:
la creación del subconsciente y la creación del yo central, del
superconsciente?
La creación del subconsciente
siempre consiste en una combinación nueva de elementos viejos, para
dar origen a algo que ya estaba implícito en los datos. El ejemplo
típico de esto lo tenemos en los sueños. ¿Cómo se construye un
sueño? Un sueño se construye siempre con material que ha entrado
previamente por los sentidos; ahora bien, este material se combina de
una manera diferente y entonces uno puede tener sueños fantásticos
donde salen personajes extraordinarios. Pero si lo examinamos bien
veremos que todos los elementos que integran esta fantasía son
elementos previamente conocidos, quizá remotamente, pero que ya
estaban dentro. Es como si la mente inconsciente echara mano de todo
el material de que dispone para hacer una creación, para poder
expresar en su lenguaje simbólico de la manera más clara, directa y
eficaz, lo que está tratando de manifestar. A veces será la
expresión de una protesta, o la reclamación de un deseo que no está
satisfecho o la denuncia de un conflicto o de un temor que está
dentro y que no se ha apagado del todo. Siempre encontrarnos en los
sueños un significado, un mensaje, que si lo estudiamos con cuidado
veremos que es una auténtica obra de arte, una auténtica creación,
porque nuestro inconsciente elige situaciones, ambientes, personajes,
incidentes y detalles, y los combina de una manera realmente
magistral, para condensar en un mínimo de tiempo y espacio la máxima
riqueza de significación.
Un ejemplo exterior, objetivo, de este mecanismo del
subconsciente lo encontramos en los dibujos animados; los dibujos
animados no son nada más que una expresión de este mecanismo en el
que cada personaje, cada situación simboliza unos problemas, unos
conflictos, unas situaciones, una dinámica y una solución que se
refieren todos a cosas interiores. Que un personaje tiene miedo,
inmediatamente vemos cómo este personaje se hace pequeño, se
encoge, disminuye hasta casi desaparecer; que se siente muy fuerte y
poderoso, entonces crece; la forma se adapta exactamente al
sentimiento, a lo que se quiere expresar. Si gustan los dibujos
animados, es precisamente porque están reflejando de una manera
gráfica e inmediata una serie de situaciones y de estados interiores
reales. Y porque algunos de ellos son verdaderas maravillas, las
mismas que surgen de la dinámica previa de nuestro subconsciente.
Un fenómeno semejante se produce en el arte. El arte es
también una creación, pero en muchas ocasiones no tiene un carácter
de creación genuina, de creación superior. Esto lo podemos ver casi
en la mayoría de las obras de arte que no son nada más que
combinaciones de fuerzas del inconsciente, o una proyección de estas
mismas fuerzas y de su juego interior, al cual de una manera u otra
se intenta dar expresión.
En cambio, cuando la fuerza creadora procede del
superconsciente, cuando no es producto de este libre juego de la
parte inferior, sino de la parte superior, entonces tenemos la
auténtica inspiración. La auténtica inspiración representa
siempre la aportación de algo realmente nuevo, no solamente en
cuanto a lenguaje o en cuanto a forma, sino sobre todo en cuanto a
contenido y significación.
Se trata de una verdadera revelación que tiene el
carácter de una mayor altura y calidad. La persona que lo percibe y
contempla se siente ella misma ampliada, elevada, magnificada. En
esto se diferencia de las obras que proceden del subconsciente. Estas
últimas también pueden producir un impacto, incluso profundo, pero
muchas veces en vez de elevar, le hunden a uno, le hacen vivir
contenidos más bajos o elementales.
Sin embargo, cuando existe una auténtica inspiración
que viene de arriba, entonces se percibe siempre una intensidad, una
grandeza, una luminosidad que tienden a elevar tanto la mente como el
sentimiento. Es la persona toda entera que se siente como
transportada y transformada.
Con esto no queremos decir que
hayamos de menospreciar el trabajo creador del subconsciente, sino
que simplemente hemos de saber distinguir uno del otro.
LA CREATIVIDAD EN LA VIDA ORDINARIA
Este trabajo creador tiene en la vida
constantes aplicaciones, sobre todo en la relación humana, en la
forma de tratar a las personas. Si nos pudiéramos examinar un poco
objetivamente veríamos la enorme monotonía que tenemos en el trato
con las personas con quienes convivimos, siempre hacemos lo mismo,
siempre decimos lo mismo. Es por esto que si no hay una vida interior
muy intensa encontramos esos casos tan enormemente frecuentes de
matrimonios que están callados y que pasan así horas y días. ¿Por
qué? Porque ya se lo han dicho todo, se aburren. No se trata de
aquel silencio positivo que no necesita decir nada porque ya hay una
mutua participación en la simple presencia, no es esa comunicación
silenciosa, viviente, no; es el ostracismo, que es muy distinto, es
el aburrimiento, es el hecho de que faltan estímulos. La persona no
puede reaccionar de una manera nueva, sabe que dirá tal frase y el
otro le responderá con otra; no vale la pena hablar. Ya se sabe toda
la gama de recursos del otro; son dos automatismos que están
agotados y que no ofrecen interés.
Esto, cuando la persona va trabajando interiormente,
desaparece. La persona nunca es la misma, siempre tiene enfoques
completamente distintos y no porque los busque o porque se esfuerce
en ser original.
Su originalidad procede de una fuerza renovadora que le
brota de dentro y que le permite vivir todas las situaciones, incluso
las mismas situaciones y las más prosaicas, con una ilusión, con
una alegría y con una perspectiva completamente distintas de la
persona que está automatizada.
Así pues, la creatividad transforma
toda nuestra actitud ante la vida, e incluso ante el trabajo. Ella
hace que aumente no sólo nuestra capacidad de eficiencia en el
trabajo, sino también nuestra capacidad de gozo en el trabajo.
Además, la creatividad nos hace participar en el
sentimiento de belleza y nos permite descubrir la belleza en todas
las cosas. Uno aprende a ver que de la misma manera que todo cuanto
existe está expresando en un grado u otro energía y conciencia,
también en un grado u otro está expresando belleza. O sea que la
persona se hace apta para poder descubrir el mundo en función de la
belleza; no según los cánones más o menos convencionales del
momento actual sino en el sentido más profundo y permanente de
belleza. Entonces se da cuenta que todo, incluso las formas que
normalmente se suelen despreciar por no ajustarse a los cánones
externos y habituales de belleza, están llenos de hermosura, porque
descubre una armonía que es interior, una belleza que está tratando
de expresarse en una forma exteriormente bella.
INCREMENTO DE LAS FACULTADES MENTALES
El despliegue de la capacidad creadora es sólo un
aspecto de este acercamiento progresivo al yo central.
Otro aspecto que se produce al
acercarse al yo es una mejora muy interesante y muy clara en el
funcionamiento mental. La mente, por el simple hecho de aprender a
estar atenta y silenciosa, se va transformando, haciéndose cada vez
más clara, más fuerte y más profunda. Su visión de las cosas gana
en amplitud y en precisión, aumentando de día en día su capacidad
de comprensión inmediata, su capacidad de evidencia, evidencia
dentro de sí mismo y evidencia respecto a los demás. Va apareciendo
lo que podríamos llamar una compensación intuitiva de la vida y de
las personas. Ya no necesita estar reflexionando largo rato sobre las
cosas porque al mirarlas parece como si se hicieran transparentes;
las razones, las causas y los efectos son vistos de una manera
inmediata. Descubre que no necesita ineludiblemente ser esclavo del
mecanismo de raciocinio, pues adquiere la capacidad de ver de un modo
directo lo que antes necesitaba estar trabajando, razonando,
comparando, abstrayendo antes de llegar a una conclusión.
O sea que la mente se aclara, se profundiza, se
estabiliza, se fortalece, se hace, en una palabra, más intuitiva.
Esto es lo que podríamos decir un resultado inmediato y elemental.
Otra característica que se produce es que la persona
aumenta su capacidad de recuerdo, de memoria. ¿Por qué? Porque no
está presionada como estaba antes siempre por las tensiones
interiores o por la agitación mental que le impedían centrarse en
algo y poner el interés suficiente para poder grabarlo y, más
tarde, recordarlo con claridad. La mente está funcionando de un modo
más libre, más natural, sin tanta agitación, sin tantas prisas,
pero con muchísima mayor eficacia.
Con esto tenemos los rendimientos más
inmediatos. Ahora bien, poco a poco esta capacidad mental se
manifiesta también en un terreno nuevo, va aumentando lo que
podríamos llamar su capacidad de intuición profunda. Uno no
solamente comprende más a las personas, sino que parece como si en
esta comprensión estuviera incluida muchas veces una previsión de
algo de lo que ocurre en los demás o de lo que está a punto de
ocurrir. Es como si el aspecto tiempo se ensanchara, sin quedar
limitado a este inmediato presente como suele ocurrir normalmente,
con la mente asomada al exterior. Parece como si al estar la mente
más serena y más centrada la visión se ampliara y abarcara un
mayor período de tiempo, de manera que a veces se puede anticipar
algo que está a punto de llegar. O sea dile la intuición con esta
característica suya de ver lima verdad, y a veces de poder anticipar
hechos, empieza a manifestarse de una manera espontánea y natural en
la vida diaria.
Uno empieza a ver también más claro
qué es lo que ha de hacer, qué es lo que conviene en cada momento y
en cada situación; siente como si una guía especial le estuviera
orientando e inspirando por lo menos en algunos momentos. La persona
tiene la certeza de que no está sola, que ya no está en medio de un
terreno desconocido en donde puede perderse en cualquier momento; uno
empieza a confiar en esta guía interior, como si fuera un consejero
superior que le estuviera indicando lo que es correcto y lo que no lo
es.
Esta misma capacidad intuitiva se
manifiesta también en otro terreno; en el terreno de la comprensión
de los grandes problemas filosóficos, en los que normalmente la
persona se rompe la cabeza pensando y especulando sin poder llegar a
nada cierto o seguro; problemas como los de la existencia y de la no
existencia, de lo absoluto y lo contingente, de la nada, del tiempo,
etc. Pues bien, este trabajo interior desarrolla la capacidad de ver
y de llegar a realizar lo que se llama la experiencia metafísica.
Llegar a tener una evidencia clara de la verdad, de la verdad
profunda de las cosas. Claro que esto requiere que la persona ya esté
bastante cerca y que además tenga una técnica de curiosidad
intelectual y de marcado interés por comprender. No se trata de que
le guste precisamente el trabajo especulativo, el puro razonamiento,
porque esto no ayuda a nada, sino de que tenga una auténtica
curiosidad por conocer. Si existe este factor de interés marcado y
permanente, entonces se desarrolla en la persona esa intuición
metafísica que la hace capaz de comprender de un modo inmediato las
teorías y los escritos de los filósofos, por lo menos los
contenidos esenciales, y le hace discernir con gran facilidad lo que
es correcto y falso en un razonamiento o en una afirmación incluso
de tipo superior.
En la vida práctica este mayor
despliegue de la mente tiene infinitas aplicaciones, no siendo la
menor de ellas evitar que en un momento dado cometa uno ciertos
errores o disparates.
Pero esta intuición, para que sea fidedigna, es preciso
que vaya siempre acompañada de un estado de serenidad interior; si
la persona está agitada por tensiones, por emociones, por deseos o
temores, entonces esa intuición no le funcionará o le funcionará
de un modo distorsionado. La tranquilidad, la quietud, la
transparencia interior, son absolutamente necesarias para que el
sector de sabiduría, diríamos, del yo superior se manifieste con
fidelidad a través de nuestra mente consciente.
INCREMENTO DE LA FELICIDAD Y SEGURIDAD INTERIOR
Otro aspecto interesante de la
realización o del acercamiento al yo es que la persona va creciendo
en alegría, en gozo interior. La persona se siente contenta, se
siente satisfecha, sin saber por qué; no está contenta por nada
especial, simplemente está contenta. Y cuanto más trabaja
interiormente más intensamente vive ese sentimiento de alegría y de
amor, hasta que acaba por convertirse en un estado permanente de
felicidad y de paz. Este estado ya no depende en absoluto de nada de
lo que -ocurre
exteriormente y es compatible incluso con la existencia de problemas
y dificultades y hasta con el mismo dolor físico o moral.
Es como si se estuviera viviendo
desde un plano más profundo y más auténtico, en donde reinan
permanentemente una serenidad, una paz y una felicidad inalterables.
Todo esto, claro está, solamente
podemos señalarlo, ya que ha de ser uno mismo el que lo ha de
descubrir y experimentar personalmente. Las indicaciones que hemos
dado pueden surgir, sin embargo, de Útiles puntos de referencia para
que las personas que trabajan puedan constatar por los síntomas y
los resultados si están realmente avanzando por el camino acertado.
Y, por último, el otro aspecto
notable, fundamental, de este trabajo interior es que la persona se
nota más segura, más libre, más sólida por dentro. Se siente con
más fuerza para afrontar aquellas situaciones que antes le hacían
tambalear, que antes le producían un desgarre interior; ahora no
pasa nada de esto. Puede tener unas sacudidas, pero hay una mayor
solidez, una mayor entereza, una mayor capacidad de aguante y de
reacción ante las situaciones; la persona se hace más madura. Y
esto va creciendo de manera tal que uno va sintiéndose por dentro
con una fuerza cada vez mayor, va sintiéndose cada vez más joven;
joven en el sentido auténtico de la palabra, no en ese sentido de
medio en broma medio emotivo con que a veces se suele utilizar. Y es
porque siente en su interior una fuente de fuerza inagotable, que
siempre está disponible, que siempre se renueva, que no se gasta,
que no se consume. El secreto de la eterna juventud en sentido físico
es posible que nunca llegue a descubrir, pero sí es cierto que en el
sentido psicológico existe y consiste precisamente en esta apertura,
en esta sintonía con el yo central, con nuestra realidad esencial,
con el núcleo espiritual de nuestra alma.
Este sentirse lleno de energía y de
fuerza, da una libertad interior extraordinaria. La persona, al
sentirse sólida y segura, se siente inmediatamente emancipada de los
miedos anteriores, de las convenciones; ya no necesita estar
utilizando una táctica de seguridad, una táctica de tanteo, una
táctica de mantener el «stato quo» con personas y con ambientes.
Ella se siente libre, siente que para ser ella misma no depende
absolutamente de nada. Exteriormente sí, seguirá dependiendo de
todo el mundo; para comer necesitará dinero y para ganar dinero
necesitará trabajo y para tener trabajo necesitará de una capacidad
de trato y de cumplimiento; en ese sentido exterior todos dependemos
de todos. Pero en el sentido interior se siente totalmente libre,
cosa que no ha ocurrido nunca antes, y esta libertad interior le da
un sentido de ligereza, de agilidad, un sentido de alegría y de
gozo, extraordinarios.
Una vez más todo esto no depende para nada de las
contingencias exteriores, sino sólo de uno mismo. El camino para
conseguirlo es trabajar de un modo inteligente y perseverante en
llegar a ser uno mismo, en descubrir ese yo auténtico y central, tal
como lo hemos ido explicando.
Las metas señaladas son plenamente asequibles, pero el
trabajo debe hacerse de una manera sistemática, inteligente, total y
sincera. Aunque el trabajo requiera no sólo meses sino años de
perseverante labor.
Sin embargo, cuando para una persona
el descubrimiento de sí mismo, este llegar a ser auténticamente él,
se convierte en lo más importante de toda su vida, sin lo cual todo
lo demás carece de sentido, cuando uno adopta esta actitud de un
modo claro y decidido es cuando estará dispuesto a emprender el
trabajo y a mantenerse en él pase lo que pase. Y ciertamente éste
es quien conseguirá alcanzar los resultados propuestos.
VI. RELAJACIÓN Y VIDA ESPIRITUAL
VIDA ESPIRITUAL Y REALIZACIÓN DEL YO
Vamos a hablar en este artículo de la relajación en
relación con la vida espiritual, entendida ésta en su sentido
religioso tradicional, esto es, como nuestra relación personal con
Dios.
Anteriormente hemos hablado de la
autoinvestigación llevada a cabo en el silencio interior como un
camino para llegar a la realización del Yo. Pero hay muchas personas
a quienes este camino de realización del Yo no les atrae, no les
dice gran cosa y tienden a rechazarlo. Quizás esto ocurra porque en
Occidente no se nos ha educado en el sentido de que haya que valorar
el Yo profundo, el Yo central, como algo sumamente positivo. Por el
contrario, más bien se nos ha dicho siempre en nuestra formación
religiosa que lo que ha de hacer el hombre para perfeccionarse, para
progresar interiormente es luchar contra su yo, superarlo,
trascenderlo o matarlo, porque el yo es algo defectuoso, pequeño,
limitado; algo que en el fondo es la causa de todos los problemas,
porque, dicen, es la causa del orgullo, defecto capital del cual
derivan los demás problemas morales y psicológicos.
Esto contrasta con uno de los puntos
capitales de la doctrina del cristianismo que afirma que el hombre,
en su realidad más alta es espíritu y, como tal, imagen y semejanza
de Dios. No obstante, parece como si esto no tuviera unas
consecuencias prácticas para el trabajo interior. Estamos sufriendo
todavía un poco la influencia de siglos en los que el hombre ha sido
muy poco valorado, en la creencia de que el único camino posible
para elevarse algo sobre su condición habitual era dirigirse a Dios
como realidad suprema, olvidándose a sí mismo y negando en bloque
toda importancia y valor al hombre.
Por este motivo a muchas personas,
cuando se les habla de realizar el Yo, y aun cuando se les diga que
este Yo no es el yo frontal, ese yo egocentrado que -éste sí- es
realmente la causa de una vida centrada alrededor de los propios
intereses, gustos y aficiones, aunque se les diga esto, el Yo les
sigue resonando como algo que envuelve siempre una amenaza latente;
creen que eso es querer exaltar su personalidad, y en este sentido
temen que se les haga pretender llegar a ser más que Dios. Les
parece ver en esto un peligro de soberbia porque inconscientes
temores irracionales les impiden entender y aceptar su verdadero
sentido.
Conviene repetir que esta realización del Yo profundo
de la que hemos hablado en otros lugares exige dejar atrás todo lo
que son emociones, sentimientos e ideas centradas alrededor del
yo-idea, o sea, todo lo que tiene un carácter egocentrado, para
poder llegar a esta dimensión transpersonal, esta dimensión central
que, precisamente, y según la Teología, está unida con Dios.
A otras personas les ocurre, simplemente, que no sólo
su vida espiritual o religiosa sino incluso todo deseo de mejora de
carácter o de personalidad, ha discurrido siempre dentro de una
línea devocional hacia Dios, y solamente conciben un mayor
perfeccionamiento, un mayor progreso, mejorando su relación con Él,
con todas las obligaciones y prácticas que esto lleva consigo.
Así, pues, es conveniente estudiar el estado de
relajación profunda para ver cómo puede afectar o beneficiar a la
vida espiritual, a la vida religiosa, prescindiendo aquí de otras
formas y técnicas de mejoramiento personal.
Consideraremos la vida espiritual desde su aspecto
puramente psicológico. No nos interesa ahora, ni e nuestro campo,
entrar en el terreno teológico dogmático ni siquiera moral. Lo que
decimos es algo fundamental, algo esencial que cada cual puede
encajarlo y completarlo con la visión propia de su fe, de sus
creencias, de su sistema teológico, de su sistema moral, incluso de
su sistema devocional; no se opone a nada sino más bien es algo
central en todas las formas religiosas de tipo superior.
QUÉ
ES LA VIDA ESPIRITUAL
La vida espiritual podría ser
definida de muchas maneras, pero si atendemos al modo práctico como
suele ser vivida, creo que deberíamos dar las siguientes tres
definiciones:
1. La vida espiritual es el cumplimiento del conjunto de
obligaciones decretadas por Dios y por sus representantes, con el fin
de estar en paz con Dios y poder morir tranquilos, confiando que Dios
me permitirá, según me tiene prometido, gozar eternamente la gloria
del Cielo.
2. La vida espiritual es la relación
personal que el hombre establece con su Creador y de cuya relación
surge un progresivo acercamiento hacia Él, con todas las
implicaciones que este acercamiento representa, o sea, una
transformación del modo de ser, viviendo un amor más concentrado,
más exclusivo hacia Dios y, por Dios, hacia todos los demás seres
humanos.
3. La vida espiritual es el conjunto de medios cuyo
objeto es realizar nuestra total y definitiva unión con Dios, de
manera que llegue a ser Él mismo nuestro ser, nuestro Yo, nuestro
amor, entendimiento y voluntad.
Estas tres definiciones señalan muy claramente, creo,
tres actitudes completamente distintas ante el hecho de la vida
espiritual. Y ojalá se tratara tan sólo de tres grados o fases de
maduración ante lo espiritual. En algunos casos, desde luego, así
es. La persona se inicia en lo religioso de acuerdo con el concepto
dado en nuestra primera definición, la más elemental, y a medida
que va creciendo su comprensión y su capacidad de ser sincero pasa
con naturalidad a la fase que corresponde a nuestra segunda
definición, para, finalmente, desembocar en la visión del objetivo
supremo la unión íntima, total y permanente con Dios.
Pero en la observación diaria no es difícil constatar
que una gran mayoría de personas, de las que se consideran a sí
mismas sinceramente religiosas, permanecen toda su vida de manera
estacionaria en la categoría más elemental de las indicadas. Su
preocupación única parece consistir, una vez bien aprendidos unos
conceptos teológicos y unas normas morales, en esforzarse durante
toda su vida en el fiel cumplimiento de tales deberes. Su actitud
parece ser la de «yo cumplo mi parte, que Dios cumpla la suya», sin
especial interés en ahondar en la experiencia religiosa. Sus
prácticas son casi exclusivamente externas y, como es natural, su
vida cotidiana familiar, profesional y social queda como algo
totalmente separado -excepto en las repercusiones de la moral que se
esfuerzan en seguir- de su vida espiritual. No conciben que la vida
espiritual pueda transformar interiormente y vivificar de forma
revolucionaria su modo de sentir, de pensar, de amar, de hacer.
La verdadera vida espiritual, creo
yo, empieza a existir cuando aparece en la persona una inquietud,
tina aspiración, una llamada que no puede ser desoída y que tampoco
puede ser acallada con ninguna de las satisfacciones que la vida
cotidiana puede ofrecer. Esta llamada a lo realmente trascendente
puede tener muchos matices diferentes y adoptar muchas formas, pero
en todo caso hace que la persona no pueda seguir contentándose con
los valores que hasta el momento polarizaban su vida y la obliga a
tomar una actitud de búsqueda, quizás exteriormente a través de
libros, de personas, etc.
Pero después de un tiempo pasado en esta búsqueda
exterior sin haber logrado acallar esta demanda interior, descubre
por fin que la forma más genuina de buscar es el dirigirse
directamente a Dios, en expresión espontánea del propio anhelo
interior. En este momento es cuando se inicia para la persona la
vivificante vida espiritual. Y se inicia con una exclamación, con
una oración, pidiendo ver, comprender, solicitando más luz. Después
vendrá el pedir más amor y más fuerza para mejor luchar contra sus
defectos y adquirir unas determinadas cualidades o virtudes.
Cuando una persona empieza a abrirse
a lo espiritual experimenta una gran dificultad porque la tendencia
general es la de buscar a través del raciocinio, a buscar tal como
estamos acostumbrados a hacerlo en todas las cosas de nuestra vida
concreta. Esto le obliga durante algún tiempo a muchas gestiones y
tanteos, hasta que por fin se da cuenta que la forma correcta de
buscar no consiste en discutir o en leer, sino en obligarse a aceptar
el hecho de que tiene algo que expresar y que esta expresión no
puede ser sustituida por ninguna otra acción, estudio o discusión,
sino que ha de consistir simplemente en hacer una exclamación, en
una autoexpresión directa y espontánea ante Dios.
Una vez ha logrado dar este primer paso en su vida
espiritual y lo cultiva gracias a la práctica frecuente de la
oración -oración que ha aprendido a hacer en el instante de su
primera exclamación- entonces vendrá el aprender a estar a la
expectativa, el aprender a recibir el resultado de esta expresión,
de esta oración. Vendrá el aprender a sentir interiormente más y
más la acción de unas fuerzas superiores, de unos sentimientos más
profundos y más exigentes que le impulsan a adoptar tal tipo de
vida, tal tipo de prácticas devocionales, o a corregir precisamente
este o aquel defecto en particular.
Así la persona va avanzando, apoyándose, diríamos,
por un lado en la expresión de su deseo, de su anhelo, de su
demanda, y por otro, en la recepción de esas mociones superiores. Y
de estos dos factores surge la acción, que consiste en ir poniendo
en práctica lo que interiormente siente e intuye como más correcto,
como más verdadero.
Las incidencias y la evolución de la vida espiritual
pueden ser muy diferentes según cada persona. Pero en todo caso
parece ser que el progreso o crecimiento de la vida interior depende
de la sinceridad de su demanda, de la disponibilidad interior o
receptividad ante la respuesta o acción divina en él y, por último,
de la colaboración activa que preste a la voluntad de Dios según
pueda entenderla o captarla en su recogimiento interior.
A medida que el trabajo prosigue se
producen cambios. Cambios que esencialmente responden a que la
persona ve aparecer en su horizonte interior como único objetivo
realmente importante en su vida el llegar a la unión completa e
incondicional con ese Dios que está Hecho de amor, de fuerza, de
sabiduría, de felicidad. Se va dando cuenta de que hay unas
prácticas y unas actitudes que son ahora las más importantes y las
más efectivas para acercarle más íntimamente a Dios, que puede
desechar muchas cosas que antes consideraba necesarias, simplificando
así toda su vida interior. Y descubre que su vida interior se mueve
en un circuito compuesto de tres fases o tres tiempos fundamentales
que consideraremos brevemente a continuación:
1. Abrirse más y más a la presencia y a la acción de
Dios dentro de sí mismo.
2. Hacer una entrega siempre renovada de sí mismo a Él.
3. Colaborar activamente para cumplir
en todo su voluntad.
PRIMERA
FASE: ABRIRSE A LA PRESENCIA DE DIOS
En primer lugar hay que cultivar - y
abrirse a la presencia de Dios y a su acción dentro de nosotros.
Dios no es una realidad por la que uno puede preocuparse tan sólo a
unas horas determinadas; cuando una persona va teniendo más urgencia
de la vida espiritual, Dios es algo de cada momento, de cada
instante. Dios es exactamente el mismo Ser Absoluto con respecto a mi
vida como lo es en Sí mismo en cada instante. Por lo tanto, el hecho
de que en un momento dado se le sienta como muy importante y en otro
se le olvide, aunque éste sea el proceso inevitable de todo ser
humano durante el camino, no es ni puede considerarse como algo en sí
mismo justificable. Dios en cada momento es central, es lo más
importante, no sólo por la importancia intrínseca en Sí mismo,
sino porque está en el fondo de todo y de todos, obrando en cada
instante como el auténtico protagonista de toda la existencia.
Dios está en mí, como está absolutamente en todo, y
está en mí no de un modo estático, sino de una manera dinámica,
de una manera creadora, y también de una manera amorosa. Hay una
presencia especial, que en el lenguaje cristiano llamaríamos gracia
santificante, que está actuando, dinamizando toda nuestra
personalidad desde su centro. Por tanto, esta presencia de Dios, esta
presencia de lo más importante, de lo único central de la vida en
nosotros es algo que despierta, que exige nuestra capacidad de
atención, exige que aprendamos a abrirnos a la conciencia de esta
realidad permanente. De aquí surge el que nos sintamos obligados a
estar en todo momento conscientes de esta presencia de Dios en
nuestro ser.
Esta presencia de Dios en nosotros se
puede conseguir a través de una atención sostenida, o de una serie
de actos repetidos de devoción, de pequeñas oraciones, por medio de
una actitud de recogimiento, de aislamiento, etc. Pero es parte
esencial de esta fase el que se aprenda a estar muy atento, muy
abierto, y muy receptivo a su acción en nosotros, porque nos damos
cuenta que si bien por un lado somos nosotros quienes hacemos el
esfuerzo de estar atentos y de abrirnos a esta intuición de Dios en
nosotros, hay un movimiento que procede del otro lado, un movimiento
que viene de lo más profundo de nosotros mismos y que es como si
fuera una acción especial superior que nos impulsa, que nos anima,
que nos recuerda esta presencia interior. Es como si empezara a latir
en nosotros una segunda vida, independiente de la vida personal que
hemos llevado hasta el presente. Este impulso se manifiesta a veces
como oleadas de nuevo amor, de comprensión, de fuerza, que son como
una respuesta a nuestra petición, a nuestro esfuerzo por establecer
contacto con Dios a través de nuestro corazón.
SEGUNDA
FASE: ENTREGA A DIOS
La segunda fase es entregarse a Él.
Cuando nos damos cuenta de que todo lo que somos, y todo lo que
podemos hacer nos viene de Dios, entonces la acción más natural,
más inmediata que surge es la de una total entrega a Él. ¿Qué es
esa entrega a Dios? Esa entrega a Dios no es nada más que un
reconocimiento del hecho de que ya somos suyos, puesto que toda
nuestra existencia, nuestra acción y nuestra capacidad de acción
nos viene de Él; por tanto, entregarnos a Dios quiere decir
simplemente reconocer que Dios es quien nos está dando el ser y nos
está dando el vivir, es reconocer una situación de hecho. Pero es
obligarnos también a situar nuestro punto de mira, nuestra mente,
nuestro afecto, nuestro sentimiento y nuestra acción en esa nueva
perspectiva, en este nuevo centro de gravedad que se está generando
cada vez con más fuerza en nuestro interior; y ésa es la verdadera
renuncia. La renuncia en el sentido activo, podríamos decir, es el
esfuerzo por aprender a mirar, a sentir y hacer las cosas desde este
nuevo nivel, desde este nuevo centro. Debemos producir esta
traslación de nuestra voluntad, emoción y acción personal, y
hacerlos coincidir con este nuevo foco vital que se está
desarrollando en nosotros y, a partir de este momento, veremos lo que
hemos de hacer, sentiremos cómo hemos de actuar, comprenderemos lo
que Dios espera de nosotros en cada instante.
TERCERA
FASE: COLABORACIÓN ACTIVA CON DIOS
La tercera fase es la decisión de colaborar activamente
con esta moción de Dios en nosotros y viene como resultado de
nuestra actitud de entrega. A través de esta entrega y
correspondencia interior a cuanto percibimos de la moción, del
impulso, de la acción de Dios en nosotros, sentimos cómo hemos de
actuar en la vida, cómo hemos de ordenarla de acuerdo con este nuevo
estilo de ver y de sentir.
Esta exigencia de responder con toda nuestra capacidad
de acción y de colaboración es sumamente importante porque hasta
este momento parecía que todo el proceso era puramente interno:
percibir, abrirse, amar, aceptar, entregarse interiormente. Sin
embargo, una parte integrante y esencial de este proceso es el hecho
de que hemos de aprender a colaborar activamente en lo que es
voluntad de Dios que hagamos. En el cumplimiento de esta voluntad de
Dios irán surgiendo dificultades porque tropezaremos con nuestros
hábitos y, aunque ahora valoramos más las realidades superiores,
sin embargo, los antiguos hábitos siguen ejerciendo su influencia,
por lo cual hemos de aprender a contrarrestar aquella influencia,
hemos de aprender a utilizar todas nuestras fuerzas, toda nuestra
energía, toda nuestra capacidad de dedicación, toda nuestra
sinceridad, a veces toda nuestra sutileza mental para mantenernos en
la postura correcta en todo momento.
Es en este trabajo, precisamente,
cuando nos veremos obligados a afrontar situaciones difíciles sin
que podamos huir ante ellas como solíamos hacer antes. Ahora
sentiremos, por el contrario, que no nos es posible eludirlas, que
forzosamente hemos de abordarlas. Incluso nos parecerá a veces que
nos vienen más dificultades que antes, más situaciones nuevas que
nos obligan a actuar decididamente, a sacar fuerzas de flaqueza. Ya
no podemos quedarnos en esta actitud puramente receptiva, puramente
pasiva, interior, sirio que es necesario corresponder activamente,
utilizando todas nuestras fuerzas, convirtiendo todo en experiencia,
viviendo toda nuestra capacidad de razonar, de expresar, de actuar.
COINCIDENCIAS Y DIFERENCIAS SEGÚN LOS DIVERSOS CAMINOS
DE TRABAJO INTERIOR
Vemos, pues, que en este circuito se
produce inevitablemente el que la persona llegue a vivir más y más
todas sus capacidades y, por lo tanto, alcance un punto en el que va
tomando una conciencia de sí mucho más profunda. Exactamente como
ocurre cuando se sigue el camino inicial del encuentro del Yo,
solamente que en este encuentro con Dios el resultado se produce
después, al final. Allí se partía de la conciencia del Yo, y a
partir de esta conciencia se trataba de ser auténtico en la acción,
de descubrirse a sí mismo a través de todos los recursos, de todas
las posibilidades que están interiormente encerradas y que las
circunstancias se encargan de movilizar, de actualizar. Cuando al fin
se va madurando interiormente, y se van invirtiendo en este esfuerzo
todas las fuerzas retenidas y todas las cualidades potenciales,
entonces se es capaz de percibir esta realidad central que, como
decíamos, es un centro de fuerza y de paz; y es dentro de esta
fuerza y de esta paz donde se descubre que todo nos viene del centro
absoluto de fuerza, de paz y de amor que es Dios.
El proceso es distinto en un caso o en otro pero
forzosamente han de coincidir si existe verdadera autenticidad en la
intención. Obvio es decir que hay muchas personas que se quedan a
mitad de camino, otras que ni siquiera llegan a esta mitad, tanto en
el camino del trabajo del Yo, como en el del trabajo religioso.
Queremos destacar aquí que no se debe hacer nunca una
contraposición entre estos dos estilos de trabajo. Es exactamente lo
mismo, únicamente varía el punto de arranque, el cual depende,
muchas veces, del tipo de personalidad que tenemos, de la educación
recibida y a veces de nuestra función en la vida. Las personas que
trabajan inicialmente sobre la conciencia del yo, son personas que
viven más directamente su capacidad de esfuerzo y de
responsabilidad, se obligan más a estar centradas en la conciencia
inmediata de sí mismas porque esto las capacita de un modo más
directo para vivir con mayor intensidad las situaciones presentes,
para tener una acción más total y una responsabilidad personal más
directa.
En cambio, ocurre con cierta frecuencia que a las
personas que adoptan la actitud religiosa, les parece al principio,
que disminuye su capacidad de vivir el presente, su capacidad de
dinamizar las energías, de luchar por lo inmediato con todas sus
fuerzas, puesto que están viviendo, como más importante, otra
realidad superior que, a veces, les sirve de huida, de refugio. Sin
embargo, en la medida que este proceso espiritual avanza, no se podrá
seguir utilizando esta realidad superior como refugio, sino que se
transformará en un foco productivo de energía para entregarlo todo
y para entregarse del todo a Dios.
O sea, que hay distintas modalidades según los diversos
modos de ser, pero debemos aprender a ver que no hay una oposición
fundamental alguna en los dos tipos de trabajo, sino simplemente una
preferencia en el punto de partida.
LA
RELAJACIÓN, ESCUELA DE DESPRENDIMIENTO
Hemos abordado, hasta aquí, este esquema, sencillo, de
la vida interior, pero no hemos hablado de la relajación.
La relajación empieza por enseñar a ser consciente de
una contracción en el brazo, por ejemplo, o en el pecho, o quizás
en el estómago y uno aprende a aflojarse apoyado en el ritmo
respiratorio o simplemente en la acción de dejarse ir. Esto señala
el primer paso de todo un proceso reactivo contra la tendencia a
vivir solamente vertido al exterior. La persona empieza a adoptar una
actitud nueva, empieza a descubrirse a sí misma con una capacidad
nueva de respuesta ante el exterior. Cuando la persona realiza y
comprueba este descubrimiento puede comenzar a actuar de tina manera
diferente, que consiste en aprender a aflojar las tensiones
interiores establecidas y provocadas por alguna situación externa
difícil. Es un negarse a seguir estando tenso porque uno deja de dar
un valor absoluto o predominante a los condicionamientos que surgen
de las situaciones externas.
Así percibimos, poco a poco, que poseemos una capacidad
de aflojar, una capacidad de distensión, una capacidad de soltar, de
liberarnos de la presión del mundo exterior; empezamos a poder
respirar directamente, por nosotros mismos, con independencia del
mundo exterior.
Resumiendo, podríamos decir que se
trata de todo un proceso de independencia respecto al mundo externo,
y por eso, precisamente, es todo un proceso de aprendizaje de lo que
constituye la actitud fundamental de la vida espiritual, que no es
nada más que la culminación de esta misma disposición. Porque el
mundo exterior, que son los apremios económicos, las dificultades
familiares, sociales, etc., después lo volvemos a encontrar en otro
plano más elevado o interior son entonces nuestros deseos, nuestros
miedos, nuestras ambiciones, todo este mundo interno que no es nada
más que un calco, una reproducción o un efecto del mundo exterior
en nosotros. En este plano hemos de aprender a hacer lo mismo que
antes respecto al mundo objetivo, exterior; debemos seguir el proceso
de aprender a dejar también nuestras tensiones propiamente
interiores, nuestras inquietudes, preocupaciones, deseos, temores,
porque todo esto no es más que una reproducción en negativo, en
nuestro interior, de lo que era nuestra acción frente al exterior.
Al aprender a aflojar en esa nueva dimensión comenzaremos a
descubrirnos a nosotros mismos de un modo más directo, sin esta
tensión, sin este miedo, sin estas preocupaciones, y a medida que
sigamos aflojando de una manera lúcida y consciente, descubrimos una
nueva zona interior cada vez más auténtica.
Así, pues, la técnica de la relajación es
paralelamente una escuela de desprendimiento y una escuela de
autodescubrimiento.
LA RELAJACIÓN COMO MEDIO PARA ABRIR NUESTRA
SENSIBILIDAD
Una vez conseguido, hasta cierto
punto, este desprendimiento del mundo y de la impronta que el mundo
deja en nosotros, entonces, respecto a la vida espiritual, ocurre
exactamente lo mismo. La vida espiritual exige una apertura de
nuestra capacidad receptiva hacia arriba, una mayor sensibilidad a lo
que procede de arriba o de mi centro que tiene allí su origen. Todo
lo que se refiere a la presencia de Dios requiere nuestra apertura
interior, nuestro constante aflojar, porque sólo así podremos ser
más conscientes de lo que sentimos en nosotros. Mientras estemos
crispados y serrados, lo que hay en lo profundo de nuestro corazón
será una caja cerrada, una caja de caudales, podríamos decir, con
una combinación ignorada. En la medida que vayamos aflojando
nuestras preocupaciones, nuestros deseos, nuestro mundo egocentrado,
nos capacitamos para poder sentir en nosotros una presencia que antes
no sentíamos, para sentir una impulsión, un estímulo interior
hacia un tipo de oración, hacia la petición de ciertas cosas o a
adoptar una actitud determinada respecto a la vida espiritual. O sea,
que se va produciendo, poco a poco, una auténtica dirección que
procede de nuestro propio interior. Pero esto requiere que uno sea
receptivo, que el corazón y la miente estén tranquilos y conectados
con la presencia y acción de Dios en nosotros.
Es imposible cultivar esta fase un
poco superior de la vida espiritual si no se ha aprendido a producir
esta distensión, este desprendimiento, esta relajación interior.
Para facilitar esto se aconseja que la oración, como práctica
prolongada, se debe hacer en lugares en que se esté cómodo, en los
que se esté aislado, en los que uno pueda ensimismarse. Pero si no
se ha hecho este trabajo o no se va haciendo deliberadamente, que es
lo que se aprende en la relajación profunda, no se conseguirá esa
sensibilidad. Hay muchas, muchas personas llenas de buena fe y de
aspiración espiritual, personas incluso consagradas a la vida
religiosa que, no obstante, no pueden percibir nada de esta
resonancia interior, de este clima vivencial profundo porque les
falta este adiestramiento, les falta este ejercitamiento de
desprenderse y de estar centrados interiormente.
Así, pues, la relajación nos permite desarrollar esta
receptibilidad y sensibilidad que son indispensables para el progreso
de la vida espiritual.
HACIA LA COLABORACIÓN TOTAL CON LA VOLUNTAD DIVINA
Vimos cómo en la primera fase de la vida espiritual lo
fundamental era abrirse a la divinidad, a los valores absolutos. En
esta fase precisamente es donde interviene nuestra capacidad de
receptividad y sensibilidad interior, mientras uno se mantiene con la
mente silenciosa, atenta y lúcida. La segunda fase de entrega es una
consecuencia o prolongación espontánea de la anterior. A medida que
uno va descubriendo más y más, que va percibiendo en su interior el
latido de esta Vida superior que ya estaba allí, a medida que se va
haciendo cada vez más consciente de la Presencia de este Ser que nos
atrae hacia Él con una fuerza de gravedad potentísima, entonces uno
comprende que solamente llegaremos a ser nosotros mismos cuando
estemos totalmente sintonizados con este Ser Supremo, cuando seamos
capaces de aceptar del todo esta acción de Dios en nosotros.
Es, pues, esta intuición que se va teniendo de Dios y
de su formidable amor y presencia en nosotros, lo que despierta una
creciente aspiración, un creciente amor y una creciente necesidad de
entregarse a Él.
Entregarnos, ya lo hemos dicho, no es
más que el hecho de aceptar que Dios es quien ha de obrar en
nosotros dirigiendo todo el proceso, y que nuestra acción más
perfecta debe consistir en centrarnos, en sintonizarnos para unificar
nuestra voluntad, nuestro sentir y nuestro pensar con esa misma línea
de la acción de Dios en nosotros. Nuestra entrega a Dios exige, por
lo tanto, una movilización de nuestra voluntad.
En las dos primeras fases del desarrollo espiritual
intervienen, sobre todo, la mente que percibe y el amor hacia Dios,
que se despierta con una gran intensidad. En la tercera fase la
apertura y la entrega a Dios se resuelven en una decisión eficaz de
colaborar plenamente en la realización de la voluntad divina.
En este momento el problema que se plantea es el paso
efectivo del deseo de entregarse a una entrega real y completa.
Cuando uno siente con autenticidad la
necesidad de entregarse ya procura hacerlo, pero con frecuencia se da
cuenta después que su entrega no ha sido efectiva, o al menos no ha
sido ni de lejos lo efectiva que uno creía. Uno piensa que se ha
entregado del todo, pero Juego sigue queriendo tal cosa, pensando tal
otra y teniendo que esforzarse por cumplir con su deber. Esto indica
que no había efectivamente tal entrega, que era tina entrega
intencional más que una entrega de hecho.
¿Por
qué? Porque la persona todavía no se posee a sí misma, no está
suficientemente integrada. Hay sectores de su psiquismo que escapan
al sector que funciona cuando trata de entregarse.
LA RELAJACIÓN HACE POSIBLE UNA ENTREGA REAL Y EFECTIVA
A través del estado de relajación
profunda, siempre que se viva con plena lucidez mental, uno es capaz
de vivir en una zona mucho más central de sí mismo y es en esta
zona más central donde es posible hacer que esa entrega sea más
completa. Cuando estamos
exaltados, cuando estamos entusiasmados o cuando estamos viviendo en
un sector diferenciado de la mente, la entrega se hace sólo en este
sector; por lo tanto, el resto sigue funcionando con la fuerza que le
es propia y en la dirección que le es habitual. En cambio, cuando
uno se encuentra en el estado de relajación profunda existe una
resonancia global, como si uno estuviera más en el centro de todos
los departamentos de su mente, y entonces este acto de aceptación,
de sintonía y de entrega, se hace mejor, más globalmente y por lo
tanto, más efectivamente. No es un sólo sector, soy yo, todo yo con
esta conciencia profunda de mí adonde van a parar todos los sectores
de mi psiquismo, el que está actuando en el momento de la entrega.
Esta entrega, hecha así, no es que transforme
instantáneamente pero sí predispone y facilita instantáneamente el
que toda la personalidad y cada uno de los sectores puedan influirse
mucho mejor.
Entonces viene la fase que hemos dicho de corresponder,
de convertir en hecho el producto de esta recepción y de esta
entrega, el que yo aprenda a funcionar como un instrumento de la
voluntad, de la mente y del amor de Dios. Aquí no interviene
propiamente la relajación; es decir, la relajación sí que
persiste, pero solamente dentro, como un estado de soltura y
aflojamiento que se ha de mantener en todo momento tanto en la zona
central de la mente como en la zona central de la afectividad. Pero
las zonas exteriores han de actuar, y actuar quiere decir ponerse en
tensión, hacer esfuerzo, aunque sin perder esta relajación central,
pues entonces la persona se desconecta. O sea, que este estado de
relajación central viene a convertirse en el clima general, en la
condición básica para que uno pueda mantener este contacto entre su
conciencia y ese mundo trascendente de Dios en él.
La persona tiene, pues, que aprender
a coordinar y mantener simultáneamente los dos aspectos: por una
parte esta soltura interior, este silencio, esta tranquilidad, esta
paz dentro de la mente y dentro del pecho, y por otro lado la
actividad, el movimiento, el pensamiento, la gestión exterior, el
dinamismo que exige la vida en el mundo. O sea, que ni siquiera en
esta parte activa la relajación pierde su vigencia, solamente que se
mantiene ahí, donde es esencial, en el fondo. En la parte exterior
necesitamos esforzarnos, trabajar, luchar, ejercitar todas nuestras
capacidades, necesitamos dar y entregar al mundo todos nuestros
recursos, pero eso sí, fecundados ahora por esa visión, por esa
perspectiva, por esta intuición de lo que es la voluntad de Dios a
través mío.
CÓMO SE RECONOCE LA VOLUNTAD DIVINA
Este reconocer lo que es la voluntad
de Dios se produce de
varias maneras. Por un lado existen esas nociones o intuiciones
internas que de una manera muy clara señalan lo que uno ha de hacer,
pero que no siempre funcionan y que no funcionan respecto a todo.
Quizá en la última fase de unión total con Dios esto debe ser así,
pero de acuerdo con la experiencia de personas que ya están viviendo
este aspecto, se puede asegurar que esto no funciona de un modo
total, absoluto y permanente, y que, por tanto, es preciso que la
persona tenga también unos criterios muy claros sobre el modo de
conocer la voluntad de Dios cuando no siente directamente de una
manera indiscutible qué es lo que ha de hacer. Aquí entran en juego
los llamados criterios positivos externos de lo que es el bien. Según
ellos el bien es el cumplimiento de nuestras obligaciones sociales,
morales, religiosas. Lo interior nunca ha de contradecir estas
obligaciones exteriores, las auténticas obligaciones exteriores, se
entiende, no las introducidas artificialmente, las que son producto
de un círculo pequeño, de una tradición familiar o a veces de una
superstición personal que uno ha incorporado en su vida. Son
auténticas obligaciones la ley positiva, los Mandamientos, y para la
persona que esté dentro de una estructura religiosa los preceptos
que la autoridad religiosa establezca.
Si la persona es sincera, nunca se
encontrará que su vocación interior le lleve a negar esos deberes
exteriores. Sin embargo, es importante que la persona cuente con una
dirección para evitar lo que podría ser un iluminismo, un
subjetivismo peligroso. En este terreno, en efecto, las cosas son
siempre delicadas, porque si bien existe realmente esta ilustración,
este empuje, esta guía interior, y esto es maravilloso, no obstante,
también existe el peligro de que si la persona no está realmente
sintonizada pueda confundir a veces la auténtica impulsión de la
presencia divina con aspectos suyos emocionales, con prejuicios, o
con ambiciones personales, en fin, con los elementos egocentrados del
psiquismo que todavía quedan alrededor del yo-idea. Por esto es
necesario que la persona tenga alguien que le pueda guiar y asesorar;
es decir, que la dirección espiritual en el verdadero sentido de la
palabra, es sumamente necesaria para toda persona que trabaja
interiormente. Esta dirección espiritual, en este aspecto que
estamos tratando ahora, es distinta de una dirección en el aspecto,
diríamos, moral o de conciencia.
La dirección espiritual requiere que
la persona que dirija tenga una auténtica intuición y si es posible
una auténtica experiencia de esta vida interior. Esto nos conduce a
lo que podemos llamar la mística. La palabra mística, no sé por
qué, causa pánico en muchos ambientes; uno se imagina a un montón
de personas histéricas, haciendo cosas raras. Y no. Ésta es una
falsa idea que responde a una falta de comprensión o a determinados
prejuicios. La mística, que no es nada más que esta acción
especial, sencilla, de Dios en el ser humano, es algo mucho más
extendido de lo que se cree. Solamente que las personas no suelen
hablar de esto, aunque esto existe y es una realidad. La mística,
pues, no nos ha de hacer miedo, al contrario, hemos de considerarla
como la culminación de todos nuestros esfuerzos. ¿Por qué queremos
ser religiosos, si no es para acercarnos de veras a Dios y que Dios
se acerque de veras a nosotros, para poder tener con Él una
interacción constante y permanente?
RELAJACIÓN,
CONTEMPLACIÓN, ACCIÓN
Por lo que respecta a la relajación
quiero señalar e
insistir, cómo la relajación es una base, un punto de partida de
extraordinaria utilidad para alcanzar estas fases de auténtica vida
interior. Y que este trabajo de vida interior a través del estado de
receptividad, de silencio y de distensión interior no debe
representar para nada una negación de todo lo que son valores
activos, dinámicos. La vida requiere siempre J doble juego acción y
no-acción. Y esto ocurre en ¡odas las dimensiones y en todos los
niveles de la vida. Todo lo que es vida tiene este doble movimiento:
sístole-diástole, acción- reposo, acción exterior y acción
interior. En la vida espiritual ocurre exactamente igual. Pero
incluso en el período de expansión y de actividad, la relajación
debe seguir siendo la gota permanente, la nota central gracias a la
cual podemos mantenernos unidos a lo que es realmente nuestra fuente
de acción; no solamente nuestra fuente de inspiración o de
felicidad, sino también nuestra fuente de fuerza y de dirección
para la acción.
Para la persona que practica la
relajación profunda en esta fase superior, la oración se convierte
con mucha facilidad, al cabo de un tiempo, en una verdadera
contemplación. No necesita estar elaborando discursos, no necesita
meditar largamente; simplemente se mantiene en un estado de presencia
interior, de entrega, de apertura, apertura que es una proyección
total de la voluntad y del amor hacia Dios, y esto es una auténtica
oración contemplativa. La oración contemplativa no consiste, como
algunos creen, en estar así como ensimismados con la mente
completamente pasiva, pensando en lo bonito que es Dios y todas sus
cosas. La oración contemplativa, la contemplación, es el funcionar
con todas nuestras energías centralizadas en nuestra capacidad de
querer, de ver y de aceptar; todo a la vez. Es un funcionar en el
vértice, en la cúspide de nosotros mismos, y esto requiere una
presencia total de uno mismo, una lucidez, un estar plenamente
disponible. Es una acción de tal intensidad que se concentra en un
punto, y por esto no hay acción en el sentido exterior, no hay
movimiento en el sentido exterior; es una total concentración de
toda mi capacidad de concienciación mental, afectiva y volitiva, en
este punto de presencia central en mí;
eso es la oración contemplativa. Por tanto, es la oración más
activa que existe. Activa en el sentido de que están funcionando
activamente todas las facultades; una persona que esté atontada,
distraída, medio dormida, que no tenga una disponibilidad de su
voluntad, de su energía, no puede hacer una auténtica
contemplación. Por eso también la contemplación no solamente es
producto de un estar despierto y disponible del todo, sino que se
convierte en una fuente de fuerza, de lucidez y de amor. Es como si
la vida entera subiera de voltaje, y, por lo tanto, la persona se
hace capaz de realizar cosas que antes parecían completamente
imposibles. Quizás exteriormente no pase nada, pero interiormente se
va operando una transformación extraordinaria en un nivel mucho más
profundo y paralelamente mucho más alto. Como consecuencia, su
acción externa se hace también mucho más eficaz sin tener
necesidad de agitarse tanto como antes, de hablar tanto, de demostrar
tanto las cosas. Adquiere espontáneamente un poder de demostración,
de convicción, de movilización que actúa directamente desde su
interior hacia el interior de las otras personas. Por esto su acción
en el mundo se convierte en algo de una gran eficacia y de un poder
extraordinario.
Al llegar a este punto encontramos de nuevo el camino
que explicábamos al hablar del trabajo del yo.
Allí el yo partía de su capacidad
de acción intensa en
el mundo y a través de
una actividad cada vez más consciente procuraba ir interiorizándose
hasta desprenderse de las valoraciones superficiales sobre el mundo y
la vida.
Aquí, por el contrario, el punto de
partida es más bien un proyectarse hacia Dios, un abrirse hacia Él,
un entrar hacia sí mismo alejándose del mundo. Por lo tanto,
disminuye en la mayoría de los casos, al principio, su capacidad de
acción, de rendimiento; pero en cambio, en el momento en que ha
podido establecerse en su centro, que ya se siente vivificado desde
su centro, entonces se convierte en un foco de acción de una
eficacia extraordinaria.
Vemos, pues, cómo el proceso, de una
manera u otra, cuando es correcto y si se sigue hasta el final,
conduce siempre al desarrollo de todas nuestras capacidades en todos
sus aspectos, tanto nuestra capacidad de acción, de movimiento, de
esfuerzo en la vida como nuestra capacidad de apertura interior, de
aceptación y de entrega con respecto a Dios.