CAPÍTULO IV
LOS EFECTOS DE LA CULTURA INTERIOR EN LA VIDA
COTIDIANA
A lo largo de todo el presente libro hemos estado
exponiendo ya con cierto detalle diversas aplicaciones del estado de
relajación consciente al mejoramiento de nuestra personalidad y de
nuestra vida en varias de sus facetas. Pero el tema en sí mismo es
tan extenso y tan importante que creemos útil hacer en este último
capítulo una especie de recapitulación complementaria de aquellos
aspectos del trabajo interior que más se relacionan directamente con
nuestra vida cotidiana.
LA DOBLE POLARIDAD BÁSICA DE LA VIDA
Hay una serie de personas en quienes en su vida diaria
predomina netamente el factor tensión. Encontramos que toda su vida
está bajo el signo de la rigidez, de la violencia interior, de la
crispación, de un cerrarse, de un aislarse.
Otras personas, en cambio, están bajo el predominio del
factor relajación y esto se traduce en una pasividad y atonía
general, en una falta de energía, de impulso, de voluntad.
Por otra parte se ve que lo ideal es
que exista un equilibrio entre estas dos actitudes o gestos básicos,
entre la tensión y la relajación. Ahora bien, este equilibrio lo
hemos de conseguir teniendo en cuenta que nuestra vida está sujeta a
dos polaridades: por un lado existen las fuerzas centrípetas y por
otro las centrífugas. Nos desarrollamos gracias a este doble juego
centrípeto y centrífugo. Por la fuerza centrípeta tendemos a
adquirir del exterior lo que necesitamos para nuestro sostenimiento,
para nuestra seguridad. La avidez con que el niño pequeño se pone
al pecho de la madre es la primera manifestación clarísima de este
sentido centrípeto, de este sentido de adquisitividad que es básico
para la conservación de la vida. La fuerza con que, en caso de
enfermedad, lucha el organismo para sobrevivir, para seguir
respirando, es otro síntoma elemental de esta fuerza centrípeta.
Pero esto mismo existe en todos los niveles, en todos los planos de
nuestra existencia. Existe en el aspecto económico; todo el mundo
lucha para tener el máximo de dinero. Existe en un plano de relación
social, todo el mundo quiere tener una seguridad en cuanto a la
opinión y el aprecio de los demás, quiere tener lo que se llama un
lugar en donde esté aceptado, donde tenga ciertos derechos y
privilegios, aunque sea a cambio de unos deberes. En el aspecto
afectivo exactamente igual, necesitamos afecto, anhelamos afecto,
como anhelamos el aire y la comida. Y en el aspecto mental es la
exigencia de comprender, de conocer, de saber más y más.
Frente a estas manifestaciones de la
fuerza centrípeta podemos observar también la existencia de la
fuerza centrífuga. Esta es la que nos impulsa a exteriorizarnos, a
salir fuera de nosotros, sea para rechazar o expulsar lo que nos
estorba, sea simplemente como un acto creador, como una expresión
positiva de nosotros mismos. El niño necesita amar, necesita salir
de sí, averiguar, investigar, descubrir el mundo, descubrir sus
posibilidades, hacer, deshacer.
En el aspecto físico esta fuerza se expresa a través
del crecimiento, del sentido de expansión, de la necesidad de
ejercicio y de movimiento. En el aspecto afectivo en la necesidad de
comunicar afecto, de comunicar confidencias, de comunicar sus estados
interiores. Y en el aspecto intelectual a través de la necesidad de
poder participar sus ideas, sus opiniones, sus puntos de vista.
El hombre necesita pues, extenderse,
desarrollarse, expandirse y por esto gusta de hacer algo que tenga un
efecto exterior, busca dejar algo creador en la vida, busca dejar una
constancia de su paso.
De hecho es absolutamente necesario que funcionen estas
dos fuerzas y del perfecto funcionamiento, del perfecto equilibrio de
ambas, surge la persona dinámicamente equilibrada.
Desde otro punto de vista experimentamos también una
doble necesidad: de adaptabilidad y de imposición; y aquí también
se forma una nueva polaridad. Nosotros necesitamos adaptarnos, porque
si no nos adaptamos no podremos sobrevivir: ya nuestro organismo
tiene una gran capacidad de adaptación en lo referente a la
alimentación, a la humedad, a las temperaturas exteriores, e incluso
a los elementos patógenos que entran dentro y que el organismo o
bien asimila, o bien se adapta interiormente para poder combatirlos
mejor.
En la vida a nivel psicológico se
necesita igualmente la adaptación. La persona que no puede adaptarse
no puede convivir con los demás; necesita saber ser tolerante,
necesita saber encajar bien las cosas, no sólo exteriormente, sino
también interiormente aceptándolas de verdad, porque si no es así
entonces es cuando se crean esos problemas de resentimientos, de
irritación interior que siempre acaban explotando y traduciéndose
al final en un verdadero drama.
Por otro lado necesitamos también la capacidad de
imponer, de proyectarnos hacia fuera con fuerza, y es gracias a esta
capacidad de proyección impositiva que nosotros somos capaces de
transformar lo exterior. Porque al adaptarnos no hacemos más que
transformarnos nosotros interiormente, pero hemos de tener también
la capacidad de transformar lo otro, de imponer exteriormente lo que
consideramos nuestras necesidades básicas, nuestros derechos,
nuestras razones. Esto a veces se manifiesta de un modo muy destacado
en las personas que hacen una labor creadora, una labor de introducir
algo nuevo, sea en el terreno comercial, sea en el terreno científico
o en cualquier otra actividad.
LA RELAJACIÓN COMO MEDIO DE RESTABLECER EL EQUILIBRIO
INTERNO
La vida consiste, pues, en un proceso de recibir,
conservar, y dar; o, cuando se manifiesta de manera más activa, en
coger, retener, imponer.
La persona que trabaja interiormente, la persona que
cultiva en este caso el arte de la soltura interior, del aflojamiento
interior, contrarresta la tendencia que hay a vivir excesivamente
tenso, excesivamente crispado. Cuando una persona vive excesivamente
tensa y crispada predominan en ella los factores que hemos dicho
antes de cerrarse, de rigidez y de imposición; por otra parte,
disminuye su capacidad de adaptabilidad, su capacidad de
comunicación, su capacidad de participación y de comprensión. En
este caso, pues, podemos decir que es una necesidad urgente para la
persona cultivar la distensión, el relajamiento integral consciente,
para corregir no ya sólo la fatiga psíquica o nerviosa, producto de
su trabajo, de su actividad exterior, sino sobre todo para corregir
su actitud fundamental ante la vida. Es inútil que la persona
pretenda arreglar un problema de tensión nerviosa o de salud si no
modifica antes su actitud fundamental. Al fin y al cabo las
manifestaciones psíquicas de irritabilidad y de malestar, así como
los trastornos fisiológicos funcionales no son nada más que un
síntoma, una señal de toda una actitud, de todo un modo o estilo de
vivir de la persona. Y si se pretende curar una de estas
manifestaciones a través de una técnica, pero no se modifica lo que
es la actitud central, es evidente que la solución no puede ser
efectiva ni duradera. Por eso hay muchas personas que se esfuerzan en
practicar algo, con toda la buena fe del mundo, y no logran corregir,
no lograr curar aquello que se proponían. Al principio parece que el
síntoma se alivia, pero después vuelve a salir, de la misma manera,
o modificado, o empeorado, y es porque el problema está en la
actitud. Este es un problema absolutamente de todos, y ahora lo
examinaremos con un poco más de detalle.
La persona que cultiva la relajación tiende a aminorar
esa tendencia a la crispación, a la rigidez, a la violencia. Depende
también del nivel o de la madurez con que la persona vive. Una
conciencia poco evolucionada sólo ve como valor en la vida lo
material, lo inmediato y la necesidad de consolidar y reafirmar su yo
personal, su yo-idea personal. Todo lo organiza alrededor de esto y
considera la vida como una batalla campal en la que se trata
simplemente de ganar; en donde todas las armas son lícitas, todas
las tácticas son adecuadas si se consigue del modo que sea un mayor
beneficio material, o una mayor seguridad o prestigio del yo-idea
personal. Son muchas las personas que están funcionando con esta
consigna aunque se oculten bajo el disfraz de la educación y de la
cultura.
A medida que la persona va madurando,
va evolucionando, entonces descubre que hay otras realidades más
significativas en la vida; que la vida tiene también un sentido y un
valor en otras dimensiones más amplias. La necesidad de la
subsistencia persiste, pero se comprende cada vez mejor que lo que da
el verdadero sentido a la vida no es tanto el hecho de tener yo algo
para mí, el hecho de sentirme yo seguro, sino más bien, por
ejemplo, el poder participar lo mío con alguien, o el poder
comunicarme con los demás estableciendo una relación mutua y
recíproca, que es otro modo de participar. La persona descubre que
es sumamente interesante comprender el ambiente que le rodea,
comprender lo colectivo, lo impersonal. Descubre también el valor de
la creación o de la creatividad, pero no la creación como un medio
o recurso simplemente personal, sino la creación como algo que ya en
sí y por sí es positivo; la creación como un modo de ser más
auténtico, y como un modo de expresarse y de expresar sus cualidades
de una manera más directa e inmediata. Esta creación no hace falta
que se exprese en obras de tipo artístico, de tipo literario o
musical, sino que consiste sobre todo en un nuevo enfoque de vida
concebida como creación, como un proceso continuo de descubrimiento
y de expresión de algo constantemente nuevo.
Otra característica de madurez
interior es la importancia que va adquiriendo la idea del bien común.
Esto hace que cada vez se instale con más fuerza en su mente como
norma de conducta la idea de hacer en cada momento lo que conviene
desde el punto de vista colectivo o del conjunto. Esto lo podemos ver
en un ejemplo muy sencillo: la reglamentación de la circulación en
una ciudad. La persona como individuo se dirige a un sitio, su yo
personal tiende, pues, a desear que todo se subordine a esta
finalidad de llegar a su destino del modo más cómodo, más rápido,
más directo; entonces se encuentra que hay otros coches, que tienen
que ceder el paso a los de la derecha, que hay peatones, que hay
semáforos que se empeñan en ponerse colorados precisamente cuando
uno se acerca a ellos. Esto a uno le irrita; pero es entonces cuando
hay que ver hasta qué punto tiene peso en la persona la comprensión
de que esto es un bien y no un mal. Si sólo vive el aspecto negativo
-la negación de su voluntad personal, de su deseo personal-; si
solamente vive esto y no pasa la señal únicamente porque teme el
accidente o el castigo, entonces es indicativo que esta persona está
viviendo a niveles muy elementales. Ahora bien, si a esta persona le
sabe mal, pero al mismo tiempo no solamente comprende que ha de ser
así, que ha de haber una reglamentación general en la que unos han
de sacrificar su prisa para el bien de todos, sino que además sabe
aceptarlo de tal manera que si dependiera de él aquello continuaría
funcionando del mismo modo, entonces podemos ver en esto un indicio
de que esta persona está funcionando ya en un nivel más elevado,
que se trata de una persona mentalmente madura. En la vida hay muchas
clases de semáforos; sepamos mirar con sinceridad cuál es nuestra
actitud ante cada uno de ellos.
ACTITUDES NEGATIVAS BASADAS EN UN RECHAZO
El problema de la actitud frente a
los demás es un problema que en el fondo deriva de la actitud que
uno tiene hacia sí mismo. Y la actitud que tiene uno hacia sí
mismo, depende a su vez, de cómo se ha ido estructurando la
personalidad desde sus primeros pasos en la vida, desde sus primeras
experiencias, su propia capacidad de reacción, y su modo particular
de respuesta ante las diversas
situaciones. Aquí es precisamente donde podemos hallar el origen de
ciertas modalidades y actitudes de la persona frente a sí misma, que
luego se manifiestan en forma de actitudes negativas.
Una actitud negativa es, por ejemplo, la de la persona
que se siente a sí misma débil o poca cosa; no en cuanto
sentimiento particular que puede experimentar en un momento dado,
sino en cuanto que es el fundamento de toda la actitud general que
tiene la persona hacia sí misma y que le hace considerarse o
juzgarse como algo inferior o de menor valor.
Si se trata de una persona que de hecho tiene en su
interior mucha energía, es muy frecuente que reaccione de un modo
violento contra su propio sentimiento de inferioridad adoptando una
actitud de dureza y de hostilidad, procurando crearse una seguridad
artificial a base de ciertas exigencias, de cierta tensión, de
cierta imposición en su modo de ser hacia sí mismo y, como
consecuencia, en su modo de ser hacia los demás.
Por el contrario, puede ser que la
persona no tenga esta energía que le permitiría reaccionar con
violencia frente a sí misma, y entonces tenemos el caso de la
persona débil, apocada y que reacciona siempre encogiéndose o con
miedo. Tanto el miedo como la hostilidad tienden a producir una
especie de sobrevaloración artificial. La hostilidad, porque la
persona está tratando de aparentar ser más sólida, más fuerte dé
lo que es, y esto en si es ya una sobrevaloración artificial. Y la
persona que vive encogida, porque precisamente este encogimiento la
hace enormemente sensible a toda clase de heridas, de lesiones, y sé
convierte en alguien muy susceptible; esto se traduce de inmediato en
una mayor exigencia en el trato con los demás, para que le tengan
más consideración, pues se siente herida con mucha facilidad.
El resultado es que tanto en un caso
como en el otro se produce una actitud de crispación hacia sí
mismo. Estas personas, si no sienten una exigencia interior de
sinceridad son las que no quieren saber nada cuando se habla de
autoconocimiento, de un trabajo de descubrimiento profundo de sí
mismas, porque como existe esta trampa básica, como hay esta actitud
ficticia en su interior, presienten de alguna manera que se van a
encontrar con algo muy desagradable, con algo que niega esa
valoración artificial que se han hecho de sí mismas, y, por tanto,
rehúyen todo trabajo escudándose tras una excusa u otra.
También existe el caso de la persona que, simplemente,
tiene poca sensibilidad; entonces esta persona es dura en su modo de
proceder personal solamente porque es menos sensible; por tanto, no
conoce otra cosa, no tiene otra posibilidad de actuar más que de un
modo tosco y primitivo. No olvidemos que esta cosa primitiva y tosca
puede encontrarse en personas que exteriormente parezcan muy
cultivadas, muy inteligentes, con mucha cultura; personas que por las
experiencias que han vivido se han ido afinando en aspectos
exteriores de su personalidad, pero en cambio lo que constituye el
núcleo principal de su modo de ser permanece primitivo y elemental.
Luego tenemos el caso del que se
acepta a sí mismo pero de un modo falaz. Es la persona que cree
ingenuamente que es todo un personaje, y se lo cree, no como un
autoengaño o como mecanismo de compensación, sino porque así se lo
han hecho creer los demás, quizás va desde que era pequeño. Esta
persona se pasea por el mundo con unas exigencias y con unas
pretensiones completamente desorbitadas y desacordes con la realidad.
Como el mundo, naturalmente, no puede responder a estas falsas
exigencias entonces la persona se encuentra desambientada,
desadaptada, y piensa que el mundo está lleno de imbéciles, de
personas retrasadas que no saben reconocer su valor.
Finalmente, podemos citar la persona que ha aprendido a
valorarse, a sentirse a sí misma de un modo correcto; la persona que
se acepta a sí misma no porque se encuentre perfecta, o se juzgue
superior a los demás, sino porque ha sido capaz de tener y
experimentar unas vivencias muy positivas respecto a sí misma. Esta
persona tiene una actitud fundamentalmente positiva, aunque acepta
que tiene sus puntos débiles y reconoce que falla por muchos lados.
Esta persona es la que básicamente está mejor equipada para poder
hacer un trabajo armónico sin grandes conflictos.
ACTITUDES NEGATIVAS ORIGINADAS EN UNA FALSA ACEPTACIÓN
A continuación podemos señalar otras posturas también
negativas, pero que se diferencian de las anteriores porque en vez de
un conflicto o un rechazo frente a la vida o los demás, se basan en
una actitud de aceptación y de colaboración, pero incorrecta.
Así, por ejemplo, la actitud de aquellos que esperan
que la vida sea para ellos como la madre cuando eran pequeños, y
esperan buenamente que la vida les vaya solucionando todas las cosas.
Son personas que adoptan básicamente una actitud pasiva infantil
frente a las dificultades, que no saben asumir su propia
responsabilidad, ni hacerse independientes. Por esto, ante los
problemas adoptan simplemente una actitud lastimera, una actitud de
exponer lo que ocurre, de lloriquear para provocar la compasión y la
ayuda inmediata de los demás. Tenemos, pues, aquí una actitud
negativa aunque en una forma más blanda, en una versión más
sentimental.
Otros, por el contrario, pretenden
servirse o utilizar la vida para un fin personal determinado. Éste
es el caso, por ejemplo, de los que constantemente desean demostrar
que son superiores. ¿Superiores a quién? Pues a todo y a todos. En
realidad tienen un problema, una cuenta pendiente, diríamos, en este
sentido, quizá desde los años de su niñez, o juventud, y esto ha
quedado como una especie de consigna que se va repitiendo durante
toda la vida. Están hablando con alguien y necesitan demostrar que
saben mucho, que han hecho muchas cosas. Constantemente tratan de
demostrar que son más, y claro, cuando una persona ha de demostrar
constantemente que es más, es porque está temiendo ser menos, está
viviendo una conciencia interior de déficit, de carencia; le falta
una afirmación suficientemente evidente de sí mismo. Estas personas
no solamente se manifiestan así en su conversación, sino que
incluso toda su vida, y todos sus esfuerzos están orientados a esta
demostración. Esto se encuentra con frecuencia en personas ante
quienes sus padres o sus hermanos se han mostrado despectivos y que,
por tanto, tienen el problema de pensar: «mi padre o mi hermano, no
me valoran, dicen que no sirvo, que no llegaré a nada». Esta idea
queda dentro con una fuerza muy grande y hace que toda su vida tenga
como objetivo principal el demostrar a todo el mundo -en el fondo es
querer demostrar al padre, o al hermano, o a cualquier figura de la
familia- que realmente uno valía mucho, más, muchísimo más de lo
que ellos pensaban.
Lo curioso de casi todas estas
consignas es que la persona nunca o casi nunca se da cuenta de cuál
es el verdadero motivo que la empuja a estas reacciones, a tal tipo
de elección, de conversación, de trabajo, o de lo que sea. Todas
sus actividades de un modo u otro están organizadas al servicio de
esta consigna, pero la persona no se da cuenta. La persona sólo se
da cuenta de que entre varias posibilidades ésta es la que le gusta
más, le atrae más sin saber por qué o atribuyéndole otros
motivos.
Finalmente, hay algunos que descubren que la vida en
realidad es un campo de oportunidades para desarrollar sus
capacidades, para intercambiar experiencias y para crear algo en
colaboración con los demás; aquí encontramos ya una visión mucho
más positiva. Son los que descubren que aunque en la vida
necesitamos desarrollarnos, necesitamos afirmarnos, sin embargo, en
el fondo, el verdadero sentido de la Vida consiste en poder dar, en
poder entregar, en poder comunicar. En oposición a la ley inicial
primitiva de la persona elemental que consistía en acaparar, en
retener, en conservar, descubren que realmente las cosas son al
revés, que a través del dar, a través del ofrecer, a través de la
entrega hay una posibilidad de satisfacción y hasta de afirmación
de sí mismo mucho mayor.
Uno comprueba cómo a través de esta ley de entrega y
de donación uno se siente poco a poco liberado de ataduras y de
egoísmos interiores, alcanzando una soltura, una libertad y una
independencia que le permiten vivir la vida con más sentido y
sentirse a sí mismo de una manera más plena y luminosa.
ACTITUDES POSIBLES ANTE LOS VALORES TRASCENDENTES
Toda esta gama de actitudes posibles que hemos observado
ante sí mismo y ante la vida se reflejan también a su manera cuando
se trata de enfrentarse con los valores llamados superiores o
trascendentes.
Así vemos cómo ante el sentido
último de la existencia o ante el factor Dios, Absoluto, etc., se da
el tipo de personas que dicen: «no, Dios no me interesa». Otros
dicen: «quizá sí, pero no tengo tiempo de pensar en ello». Otros:
«sí, yo creo que existe», pero no van más allá ni se sienten
obligados a más. Otros dicen: «sí, creo en Él y además cumplo
con mis obligaciones», adoptando una actitud ante lo superior como
si fuera una especie de contrato: «yo cumplo mis obligaciones y por
tanto, tengo unos derechos adquiridos». Otros dicen: «yo, en
ocasiones le rezo mucho, sobre todo cuando tuve a mi familia tan
enferma, o cuando pasó aquel problema tan fuerte». Otros exclaman:
«si yo pudiera llegar a tener algún contacto auténtico con Él ».
Otros adoptan una actitud más bien de antagonismo: Dios y yo frente
a frente; la ley de Dios y la ley mía; la ley de Dios que me pide
una serie de cosas, y lo que yo por otro lado considero como derechos
propios. Creo, pues, que hay una contraposición fundamental entre
Dios y yo, entre las exigencias divinas y los valores concretos
personales. Viven la situación como si fuese una lucha constante, un
constante regateo, en el que se trata de no ceder, o de ir cediendo
palmo a palmo, después de muchos esfuerzos; conciben a Dios como una
contraposición de la propia afirmación.
Otras personas son capaces de intuir que no se trata
tanto de una lucha u oposición, sino simplemente de descubrir esa
realidad última a través mío, a través de mi centro, a través de
mi autenticidad. Dios no es un problema a resolver exteriormente por
mi mente, ni por sólo un acto de fe externa, sino que el problema de
Dios es ante todo un problema de sinceridad, de autenticidad.
Se dan cuenta que sólo cuando uno es
sincero, cuando uno quiere ver con claridad qué es la Vida, qué es
el yo, entonces está también en disposición de poder encontrar a
Dios. Conciben, por tanto, a Dios como el término u objetivo final
de la progresiva sinceridad interior, y esto lo traducen en una
consigna de trabajo con el objeto de alcanzar cada vez más en sí
mismos esa necesaria autenticidad y sinceridad.
También se dan las personas que partiendo de ciertas
ideologías de un tipo u otro -puede ser, por ejemplo, una ideología
religiosa, o la ideología del yoga en algunas de sus diversas
formas, etc.-, se esfuerzan mediante unas disciplinas por seguir un
camino que según ellos creen les conducirá a una realización de sí
mismos y de Dios.
Finalmente podemos señalar, al término de esta
graduación progresiva, aquellas personas, quizá son las mismas que
hemos citado en los últimos puntos, que llega un momento en que
descubren que Dios no es tanto una realidad a ser alcanzada, no es
propiamente algo que esté fuera ni siquiera dentro de mí, que Dios
no es algo contrapuesto a mí, sino que es simplemente algo que esté
funcionando a través mío, algo que es la base consciente y dinámica
del Yo y de mi vida, de modo que toda mi labor debe consistir en
dejarle paso, en aceptarle, en abrirme a Él para que a través de mí
se exprese de un modo cada vez más pleno y más directo toda su
energía, toda su inteligencia, toda su fuerza, amor y felicidad.
EL TRABAJO INTERIOR ES UN PROCESO DE MADURACIÓN
Reflexionando sobre todo esto se ve que todo este
proceso no es nada más que un pasar de una actitud crispada,
cerrada, más o menos rígida y violenta, a una actitud de
transacción, a una actitud de acercamiento, para llegar finalmente a
una actitud de apertura y de aceptación total.
Todo nos pone de manifiesto que existe una escala de
actitudes que la persona va aprendiendo a adoptar a medida que va
madurando, a medida que la experiencia le va enseñando que ciertas
actitudes no son correctas, o que no son todo lo correctas que
deberían, o que no le producen los resultados tan satisfactorios que
esperaba. Y así, poco a poco, va pasando de una fase a otra en la
evolución de su actitud interior.
El trabajo interior conduce a esta maduración siempre
que la persona entienda por trabajo interior no lo que hace durante
veinte minutos o media hora, sino algo que a partir de esta media
hora permite introducir un nuevo estilo en su modo de vivir todo el
resto de las horas del día, es decir, media hora o una hora que abre
una actitud nueva, una disponibilidad interior nueva, para vivir y
enfrentarse con cada una de las cosas del día. Entonces es cuando se
produce un proceso de transformación, entonces es cuando la cultura
interior es dinámica, es progresiva; no como en algunos casos que
contemplamos en que la persona realiza unas prácticas como si se
tratara de una obligación, de un rito, pero su vida sigue al margen,
exactamente igual que antes, y si evoluciona es simplemente porque la
persona se hace mayor y envejece, pero no porque haya una
transformación, o una amplificación o profundización de su
conciencia.
EN LA VIDA COTIDIANA
¿Cómo funciona en la vida diaria la
persona que va trabajando? En primer lugar la persona que trabaja
interiormente se preocupa cada vez menos de sí misma. Uno se
preocupa de sí mismo cuando este sí mismo es problema, cuando tiene
que demostrar o aparentar que él es esto o aquello. Pero a medida
que la persona va trabajando y se va expresando de un modo más
auténtico, a medida que se va acercando a este sí mismo, esto le da
tal fuerza, tal vivencia, tal seguridad, tal aplomo que su afirmación
deja de estar en entredicho, deja de ser cuestión de demostración o
de problema.
Como consecuencia, en su vida
práctica no tiene problemas con su yo personal, no tiene problemas
de susceptibilidades, no anda preocupado por demostrar su
superioridad o por defenderse de una supuesta inferioridad.
Simplemente, se expresa: siente una capacidad de hacer, siente una
posibilidad de expresar algo, y si lo ve adecuado lo hace. Es una
persona poco susceptible porque fundamentalmente no depende del
exterior. A medida que uno va trabajando predomina cada vez más el
factor centrífugo, aunque nunca se elimina del todo el factor
centrípeto ya que es un elemento integrante indispensable de la
persona completa. No obstante, va predominando, como decimos, el
factor centrífugo de exteriorización, de donación, de entrega,
porque la ley fundamental de la vida y del crecimiento es la
expresión.
Entonces la persona descubre y
comprueba de un modo directo e inmediato que es precisamente
expresándose, creando, actuando, dando, abriéndose al exterior pero
permaneciendo centrada en Dios, como va creciendo más y más,
como se siente más
y más afirmada. Ya no
necesita estar exigiendo que le den reconocimiento, que le den afecto
o estima, aunque esto le guste y le agrade igual que gusta y agrada a
todo el mundo. Pero de hecho ya no depende en absoluto de nada de eso
para sentirse a sí mismo afirmado.
Por eso también ya no subordina más su acción o su
esfuerzo a conseguir la admiración o el aprecio de los demás a no
ser que esto convenga para la eficacia de la misma acción; pero
tampoco hace nada para ir en contra o merecer críticas.
No obstante, si llega el caso en que se presenta algo
realmente importante, la persona no tiene problema en decir las cosas
con toda la fuerza y claridad que juzgue necesarias, aunque esto
pueda provocar a veces la crítica o la oposición abierta de los
demás. Si él cree, si él siente que ha de obrar así, lo hace sin;
más, sin perder por eso nada de su serenidad y tranquilidad
interior.
Esta persona aprende a ir viendo la vida como un proceso
dinámico como un proceso de creación constante en el que se trata
de hacer todo lo que podamos y del mejor modo que podamos pero sin
dejarse arrastrar por ese sentido urgente y trágico de
responsabilidad que parece dominar a todo el mundo en la vida. ¿Por
qué las personas viven la vida con este sentimiento trágico tan
enorme, toman las cosas tan a pecho, y viven cada circunstancia con
ese agobio e inquietud? Simplemente porque en cada cosa la persona
está tratando de sentirse a sí mismo, de afirmarse a sí mismo, de
conseguir algo para sí mismo y es por esto, porque está en juego
este sí mismo, por lo que cada cosa adquiere un carácter de
totalidad, una importancia suma, y en consecuencia, la mera
posibilidad de fracaso, o el no ir bien una circunstancia cualquiera
se convierte para la persona en motivo de disgusto y preocupación.
En cambio para la persona que va viviendo este sí mismo
de una manera más directa, más inmediata, esto deja de ser
problema. Se da cuenta que la vida no consiste en buscar estos
apoyos, ese aprecio para uno mismo, sino simplemente en el gusto de
hacer, en el gusto de expresarse a través de lo que uno es capaz de
hacer, de ofrecer o de dar. Esto es algo estupendo.
Hay un placer extraordinario en el mismo hecho de hacer
todo lo que uno es capaz de hacer. Y la recompensa consiste
precisamente en eso, en el hecho de poder expresarme yo con todas mis
capacidades, de poder hacer algo por el simple gusto de hacerlo;
aunque viendo al mismo tiempo que lo que hago es útil, y en una
escala u otra redunda en provecho mío y de los demás.
No obstante, el acento principal, la preocupación
dominante, no se pone en la finalidad o en los resultados a obtener
-lo cual no haría más que revertir sobre el yo-idea-, sino en el
mismo hecho de hacer, en el mismo gusto de la acción, viviendo toda
la actividad como una autoexpresión gozosa y actual de uno mismo, en
la que la persona, cuanto más da y se entrega, más plenamente se
encuentra a sí misma en medio de un ambiente de suma alegría y
libertad interior.
Entonces es cuando la vida se presenta a la persona como
un proceso fundamentalmente positivo, creador, dinámico, en el que
lo que son notas trágicas para los demás se convierten en simples
incidencias que permiten destacar todavía más el carácter
sumamente positivo de toda la existencia. Esta persona puede encajar
dificultades, limitaciones, disgustos, y fracasos, y sobre todo los
puede encajar con una fuerza, con una serenidad y con una capacidad
reactiva, que es lo más extraordinario y lo que más llama la
atención. Como no depende de la idea de éxito o fracaso, como
además vive de una manera esencialmente positiva, el hecho de
actuar, y de actuar del mejor modo posible, resulta que para ella en
cada momento la motivación está en sí misma. La motivación ya no
viene dada por el ambiente, el ambiente podrá determinar el modo de
actuar pero no la razón de actuar; la razón de actuar brota siempre
de la dinámica de su misma naturaleza. Puesto que tenemos
capacidades de acción y nuestra vida es esencialmente productiva y
dinámica, la razón de la actividad no es otra más que expresar
inteligentemente estas capacidades que uno tiene. Por tanto, aunque
las cosas fracasen, aunque las cosas vayan mal, la persona no se
siente hundida, considera simplemente que algo ha dejado de funcionar
en aquella dirección. Ahora sólo se trata de reorientar de nuevo
esta capacidad de acción que persiste en él exactamente igual que
antes o quizá mejorada y enriquecida a la luz de la experiencia
adquirida.
Esto le aconsejará posiblemente dirigirse hacia otros
campos, orientarse en otra dirección, y así lo hará sin más, sin
experimentar por eso ningún problema especial.
EL TRABAJO INTERIOR Y LA VIDA DE RELACIÓN
Una aplicación inmediata de lo que estamos explicando
es el problema afectivo dentro de las relaciones familiares. Muchos
viven una verdadera tragedia cuando no reciben todo el afecto que
esperaban o cuando la otra persona no está a la altura que uno
exige.
La mayor parte del problema reside en que nosotros
queremos que los demás sean de una manera determinada. Nos hemos
formado la idea previa de que aquella persona ha de ser así y que ha
de tener tales cualidades determinadas; y esto le ocurre tanto al
hombre como a la mujer. Como partimos de esta idea, y por esto nos
hemos casado con esa persona, entonces al comprobar que la persona no
es así, pensamos que esta persona nos ha fallado, nos ha
desilusionado. Pero además, como la cosa es difícil de arreglar
porque por más que le digo, por más que se lo pido en todos los
tonos, la persona sigue siendo como es, no como yo había soñado o
deseado que fuese, o quizá sí que era al principio como yo deseaba
pero ya no ahora, entonces esto se convierte para mí en un grave
problema de convivencia porque constantemente estoy comparando entre
la persona tal como es y tal como a mí me gustaría que fuera. De
aquí resulta que cada situación es un nuevo motivo para acrecentar
esta distancia entre la persona tal como es y mi idea.
Interiormente comienzo a protestar y a lamentarme casi
por cada cosa, por lo que no hace y yo creo que debería hacer, o por
lo que hace pero no como yo esperaba o deseaba. Y así voy acumulando
progresivamente este sentido de protesta y de resentimiento, aunque
exteriormente trate de disimular o de adaptarme, hasta considerarme
una verdadera víctima. Pero no me doy cuenta que precisamente debido
a este resentimiento estoy tratando a la otra persona con una falta
de justicia total, con una falta de consideración, con una falta de
visión objetiva extraordinaria; me creo lesionado en mis derechos
sólo porque lo miro todo desde mi punto de vista ideal. Éste es uno
de los casos que se presentan con mayor frecuencia y es entonces
cuando la vida de familia se convierte en un verdadero problema.
Sin embargo, la persona que trabaja
interiormente puede superar toda esta clase de dificultades. No digo
yo que no le afecte para nada su familia, pues cuando uno trabaja no
se hace insensible; simplemente se hace más fuerte interiormente y
más independiente, pero nunca más insensible; al contrario, aumenta
más su sensibilidad porque aumenta su amplitud de conciencia, su
profundidad y su ductilidad. Lo que pasa es que la persona aprende a
amar por el hecho mismo de amar, no solamente como respuesta a un
amor, o como correspondencia a una actitud benevolente. Ella ama
porque éste es su modo de ser, porque el amor no es nada más que la
expresión de una faceta de su ser auténtico, un aspecto fundamental
del yo central. Y como yo siempre soy yo, siempre puedo amar
cualesquiera que sean las circunstancias exteriores. Por tanto,
expreso amor simplemente por el hecho de expresarlo, por el hecho de
que amando expreso una verdad mía. Y más bien estoy agradecido al
otro porque me permite expresar esta cualidad.
¿Quiere decir esto que me da igual
que el otro reaccione de un modo u otro? No. Yo siento mucho cuando
el otro no está a la altura, cuando el otro no me corresponde,
cuando no es capaz de vivir y compartir conmigo la felicidad y el
amor de un modo total; lo siento de verdad, me afecta mucho, pero no
me aparta nada de mi actitud fundamental de vivir y expresar un amor
sincero y auténtico.
Esto es algo que debería quedar
grabado en todas las personas que están pretendiendo buscar la
felicidad a través del amor. El secreto de la felicidad consiste en
amar, no en ser amado; la persona puede ser muy amada, puede saberlo
y, no obstante, sentirse muy desgraciada; en cambio, es imposible que
uno ame de veras y que no sea totalmente feliz. Una vez más se
cumple esta ley: le plenitud viene del hecho de dar.
Cuando la persona en el fondo sólo
está pendiente de sí misma, cuando continúa en esa actitud
infantil del que sólo desea que le den afecto, apoyo o admiración,
entonces es cuando el ser objeto de amor se convierte para ella en
algo muy importante, en algo imprescindible. Pero esta misma actitud
infantil es la que le impide amar de verdad; su amor no es un amor
que está al servicio de la persona amada; depende, por el contrario,
de que él se sienta amado. Si no se siente protegido, amado, mimado,
entonces la persona deja de amar, y manifiesta una hostilidad y una
protesta que indican claramente que allí no había un amor
auténtico.
Hemos visto cómo la persona que
aprende a amar aprende a ser verdaderamente feliz. Las incidencias
negativas que puedan presentarse, y siempre hay alguna, no son más
que eso, simples incidencias, rasgos que aunque tengan un carácter
desagradable nunca anulan ni nublan de un modo considerable esta
luminosidad del amor profundo, del amor permanente, del amor liberado
de la dependencia personal. Esto una vez más se va adquiriendo de
una manera natural cuando uno trabaja.
¿Cómo vive la persona que trabaja interiormente, su
vida profesional, social, sus amistades? Pues a través de los
amigos, a través de sus relaciones, la persona encuentra el modo de
poder contactar con otras modalidades de ser, de poder comunicarse,
de poder vibrar en notas distintas. Tanto el trabajo como la familia
le proporcionan unas notas fundamentales y le obligan a un tipo de
contacto y de actitudes que son relativamente fijas, permanentes. En
cambio la variedad de amigos le permite pulsar y resonar
interiormente según otros modos de ser. Y como la amistad la concibe
como una auténtica comunicación, como un abrirse simultáneamente
para recibir y para entregar, como no hay regateos en la amistad,
entonces el trato con cada personalidad es un enriquecimiento
continuo para ella misma.
Por una parte esto moviliza y actualiza sus recursos y
capacidades personales, y por otra el abrirse sinceramente a la
experiencia de cada persona le hace participar de nuevos modos de
ver, de sentir y de ser que renuevan, amplían y enriquecen su visión
y su experiencia personal. Es como una especie de ventilación que
refresca y ensancha todo su horizonte mental y afectivo; aparte del
servicio que él mismo puede prestar al otro, en el sentido de
amistad, de comunicación, de ayuda, de orientación, e incluso a
veces de dirección.
HACIA LA UNIDAD Y LA LIBERTAD INTERIOR
¿Qué actitud tiene ante los valores superiores?
Las actitudes pueden ser muy diversas, porque no hemos
de creer que hay una sola actitud. Hay muchas actitudes, todas ellas
correctas. Pero, en general, la persona que trabaja interiormente lo
que busca es acercarse a lo que constituye su yo central, su
auténtico sí mismo. Cada vez reconoce con mayor naturalidad y
espontaneidad que hay un sí mismo absoluto, que es el ser central y
el foco creador de todo cuanto existe. Y cuanto más se acerca a este
sí mismo, mayor es la evidencia que tiene de esta realidad última y
más sintonizado se siente con ella, de modo que su aceptación y su
apertura hacia la acción y los valores que emanan de este ser
central llega a ser absoluta y universal.
Es decir, que la persona que trabaja por encontrar este
sí mismo profundo se hace de un modo espontáneo más
espiritualista, no espiritualista en el sentido de escuela, sino en
el sentido auténtico, en el sentido de comprender que esto que
llamamos espíritu o que podamos llamar por otro nombre, está en el
centro de todo cuanto existe y es lo que une realmente a todos los
hombres y a todas las cosas. Entonces comprende que si realmente las
personas son próximas unas a otras es precisamente porque tienen
este mismo centro común y que no es por un sentimentalismo por lo
que las personas se han de tratar como hermanos. Son realmente
hermanos porque tienen esta misma raíz, esta misma base, este mismo
padre común, este mismo foco central del que todos procedemos
actualmente, y por el cual todos estamos sostenidos actualmente.
Así pues, al acercarse más a este
sí mismo se acerca más a este sí mismo absoluto y se acerca más
al sí mismo de los demás. Como consecuencia, comienza a vivir lo
que son cualidades esenciales de la vida: energía, amor, potencia,
verdad, libertad, alegría, gozo, de un modo más directo, más
inmediato, y por lo tanto se hace cada vez más independiente. No
depende de las cosas exteriores, no depende de la buena o mala cara
de los demás, no depende de la posición o proximidad de las
personas o de las cosas; goza de ellas porque es un aspecto más de
la existencia, pero no depende de ellas. Lo que al principio buscaba
a través de la posesión de las personas, del éxito económico o de
otras cosas, ahora lo está viviendo de una manera directa porque lo
está viviendo en su misma fuente, en el centro de donde todo
procede, y lo vive con tal intensidad, con tal evidencia y plenitud,
que se siente totalmente lleno.
Ésta es la raíz de la auténtica libertad interior; lo
que le permite por un lado sentirse más cerca que nunca de todo y de
todos, y al mismo tiempo completamente libre e independiente de todas
las cosas.
EL TRABAJO INTERIOR Y LAS DIFICULTADES INTERNAS O
EXTERNAS
Estas personas pueden tener muchas dificultades porque
es muy posible que, aun cuando la persona vaya madurando en este
sentido, todavía tenga muchas limitaciones y muchos defectos
personales. Una vez más no hemos de idealizar a estas personas. Uno
puede trabajar en esta dirección pero puede ser que subsistan en
ella rasgos que otros consideran como defectos. Esto, desde luego, a
la persona que trabaja de veras interiormente no le preocupa gran
cosa, porque para ella el ser perfecto ha dejado de ser problema.
Descubre que lo importante no es tanto el ser perfecto como el
abrirse al centro perfecto, abrirse a la perfección; no es el actuar
de un modo perfecto, sino simplemente el dejar que lo que es la
fuente de toda perfección se exprese más y más a través de él.
Uno acepta con naturalidad que tiene muchos defectos y que muchas
cosas andan mal. Y es natural que sea así, porque es absolutamente
imposible que una persona deje de ser eso, persona; por tanto, con un
modo de ser particular y con unos límites en tanto que persona.
Interiormente se sentirá en contacto con algo muy grande, pero
exteriormente sigue siendo una persona con una educación dada, con
unos condicionamientos, con unas capacidades muy limitadas, y por lo
tanto lo natural es que funcione de un modo limitado.
Ante las dificultades, ante las adversidades, ¿cómo
reacciona esta persona? Empecemos por comprender que a medida que la
persona trabaja, lo que eran antes adversidades no se viven ahora
como tales; ya hemos dicho cómo el drama que uno vivía antes en la
vida cuando le fallaban algunas cosas, ahora va dejando de serlo. No
es que la persona no viva las cosas con una sensibilidad concreta,
pero como vive también algo mucho más profundo, más auténtico,
aunque viva esa sensibilidad personal, aunque ponga también su parte
de ilusión en las cosas, si éstas le fallan se queda con lo más
auténtico y no pasa nada, no pasa nada grave.
A veces, cuando la persona no vive
esto de un modo tan directo e inmediato, puede experimentar ciertas
crisis, crisis fuertes incluso. Estas crisis consisten precisamente
en que a veces a uno le parece que interiormente se ha desconectado
de este centro, de esta cosa que le da impulso, que le da fuerza, que
le da alegría; es como si de repente se hubiera cortado la
comunicación y uno no siente nada. Entonces se encuentra sin esa
fuerza, sin esa luz interior y uno no tiene más remedio que ir a
pie, ir por sus propios medios, por su propio esfuerzo y hacer lo que
buenamente pueda.
Muchas veces esto sucede porque la actitud de la persona
no es todavía suficientemente correcta en cuanto a aceptación y
colaboración. A veces uno se entrega de una manera excesivamente
pasiva a este impulso, a esta dirección interior, y esto es
negativo. Una cosa es el impulso que brota del ser central y otra la
actitud de respuesta y colaboración que uno debe adoptar poniendo en
acción todos sus recursos y capacidades. Pero a veces uno elude
hacer el esfuerzo correspondiente porque no se da cuenta que si uno
tiene esas capacidades es para usarlas y desarrollarlas ya que ésta
es una de las facetas y finalidades de la vida. Por eso cuando la
persona se inhibe no poniendo el esfuerzo que debería, se produce
este aislamiento, este corte interior, y entonces se ve uno obligado
a poner por la fuerza el trabajo necesario para conseguir el
desarrollo de tal faceta del carácter o de la personalidad que uno
quería ahorrarse.
Por lo que se refiere a las dificultades de origen
exterior, depende una vez más de la persona, de su grado de madurez
e incluso de su estilo de trabajo. Algunas personas frente a las
dificultades externas adoptan la solución de refugiarse en esa
vivencia interior que tienen de fuerza, de amor, de luminosidad. Esto
ya está bien, pero no es lo más correcto. Lo más correcto sería
que la persona adoptara una actitud abierta de enfrentarse con la
dificultad, que no quisiera ahorrarse un dolor, un malestar, sino que
tratara de vivir este malestar con toda la apertura de su ser, con
una actitud interior de centramiento y de aceptación. Cuando la
persona rechaza algo, este rechazo se hace mediante una crispación,
mediante un cierre interior y esto es negativo. En primer lugar
aumenta el dolor, en segundo lugar lo prolonga, pero en tercer lugar
impide un desarrollo, impide convertir la situación en una
experiencia positiva. La persona, pues, ha de aprender a aceptar el
dolor. Claro que uno no puede aceptar el dolor por el dolor, porque
esto no gusta a nadie. Sólo puede aceptar el dolor cuando uno no
depende ni del placer ni del dolor. Mientras la persona haga
distinciones entre placer y dolor, aceptando el placer y rechazando
el dolor, estará haciendo un doble juego imposible. Uno sólo puede
ir aceptando el dolor cuando está viviendo una realidad central que
es mucho más fuerte, que es dinámica, que es un foco de energía,
de empuje y de dirección que en sí misma no depende para nada ni
del placer ni del dolor. Éste es uno de los resultados del acercarse
a este sí mismo central. Entonces la persona adquiere poco a poco la
capacidad de abrirse, y el dolor pierde ese carácter sumamente
negativo que tiene en la mayor parte de personas, en las personas que
tratan sólo de vivir aferradas a sensaciones agradables. Lo
agradable es agradable, pero uno se da cuenta que no es la realidad
de uno; la realidad de uno tiene un carácter tan positivo que
trasciende todo lo meramente sensible.
Cuando uno comprende esto, entonces puede aceptar
también lo negativo, porque ve que el sentido desagradable que tiene
el dolor es algo natural e inevitable que forma parte del juego.
Entonces comprende también perfectamente que es una falsedad, una
trampa que se hace uno a sí mismo el pretender estar en las cosas
que le gustan y huir de las cosas que no le gustan. Uno ha de estar
presente y abierto a la vida en su totalidad, en todos sus aspectos.
LA RELAJACIÓN, APRENDIZAJE DE APERTURA A LA VIDA
Si yo me acepto a mí mismo, si me abro interiormente a
mí mismo, no tendré más remedio que abrirme a la vida; y en la
medida que me abra a la vida sentiré una evidencia más profunda de
mí mismo, porque lo que me impide llegar a mí mismo no es nada más
que los bloqueos y las defensas que pongo frente a la vida, y frente
a las demás personas.
Pero cuando me esfuerzo por abrirme a los demás, por
aceptarlos y por reaccionar frente a ellos de una manera activa y
positiva, entonces esta actitud, que implica simultáneamente un
doble movimiento de expresar y de recibir, produce en mí la
liberación de todas mis crispaciones y retenciones interiores.
Entonces es cuando emerge lo que estaba oculto detrás de todo esto y
que no es otra cosa sino el mismo yo, el ser central, esa fuente
inagotable de energía, de amor, de plenitud y de felicidad.
O sea, que el abrirse a la vida, el abrirse a los demás,
el abrirse a las situaciones, el aprender a abrirse cada vez más y
más de un modo activo y pasivo es una técnica fundamental, es,
diríamos, la aplicación suprema de este arte de la relajación.
En la relajación aprendemos a
soltarnos físicamente, emocionalmente y mentalmente. Pero este
estado de soltura, de serenidad, de lucidez y disponibilidad internas
que uno alcanza en la relajación, se puede y se debe mantener
durante todo el día. La relajación empieza modestamente
extendiéndose en el suelo, o sentándose en un sillón, cerrando los
ojos y tratando de aflojar los brazos y demás partes del cuerpo.
Pero esto no es más que el primer paso de un aprendizaje general de
aceptación, de apertura a nosotros mismos y a la realidad de la
vida; a la realidad de la vida que nos viene en primer lugar desde un
plano horizontal al que hemos de responder con totalidad, y ante el
que hemos de actuar de un modo inteligente utilizando todos nuestros
recursos.
La relajación así entendida y practicada no nos aleja
en modo alguno de la vida real, al contrario, es el medio más eficaz
para llegar a una aceptación e integración profunda con la realidad
auténtica.
Pero además de esta apertura que llamamos horizontal
hacia los demás, debemos abrirnos también hacia arriba, hacia esta
dimensión vertical de la que estamos recibiendo todo lo que es
nuestra fuerza, nuestro sustento, que es, podríamos decir, el centro
de nuestro centro.
No obstante, es importante que comprendamos que es
imposible que uno aprenda a aceptar algo que no ve, que no conoce, si
primero no acepta lo que ve y conoce. Si yo no me abro a los demás,
si no comprendo y acepto a los demás, si no acepto la vida y me
entrego a ella de un modo pleno, interior, incondicional, aunque
siempre inteligente, no puedo pretender ni sentirme a mí mismo ni
encontrar a Dios. Puedo crear fantasías, puedo adherirme a sistemas,
puedo hacer proyecciones de mis problemas y de mis deseos, pero
llegar a la experiencia inmediata de esta realidad central, de esta
fuerza central, de esta inteligencia central que es Dios en mí, esto
no podré hacerlo.
La relajación, pues, al enseñarnos a soltar nuestras
crispaciones y deshacernos de nuestros condicionamientos, al
enseñarnos a abrirnos plena y sinceramente hacia todos los niveles
de la existencia, se convierte para nosotros en un medio excelente y
extraordinario para llegar a ser nosotros mismos del todo y para
vivir la Vida de un modo más auténticamente fecunda y feliz.
APÉNDICE
EL ENTRENAMIENTO AUTÓGENO DE J.
H. SCHULTZ,
LLAMADO TAMBIÉN AUTORRELAJACIÓN CONCENTRATIVA
La técnica de Schultz es hoy día
la más extendida en Europa y quizá también en todo Occidente.
Muchas otras técnicas han surgido ulteriormente que de una manera u
otra se fundamentan en el procedimiento de Schultz. Su carácter
global -cuerpo y psique- la sitúa por encima de otros procedimientos
más exclusivos o parciales, como por ejemplo la técnica de
Jacobson, de Chicago, que trabaja solamente la relajación muscular
aunque esto lo hace de manera muy sistemática y completa.
Como explica Schultz, el
entrenamiento autógeno tiene su origen en la hipnosis médica y en
la autohipnosis. De hecho, la técnica sigue los pasos de los
fenómenos experimentados por el sujeto durante el proceso de
hipnotización. Se trata, pues, de conseguir el mismo estado de
relajación y de sugestibilidad que se alcanza en la hipnosis
profunda, pero evitando los inconvenientes que este procedimiento
presenta: la necesaria dependencia del sujeto respecto al
hipnotizador, la dificultad que muchas personas presentan a ser
hipnotizadas, el estado meramente pasivo del sujeto, etc.
En el entrenamiento autógeno es
el mismo sujeto quien aprende a dirigir sus propios procesos,
manteniéndose en todo momento independiente y dueño de su propio
estado. Su aprendizaje requiere un ejercicio perseverante de la
facultad de concentración interna, pero sin recurrir a la voluntad
consciente habitual, ya que ésta, por su carácter activo, tiende a
tensar el cuerpo y la mente y no a relajarlos.
¿Cuáles son los resultados
fundamentales a que conduce esta técnica? Según su autor, todos los
rendimientos que la relajación y la concentración pueden producir y
que él resume así:
1.
Restablecimiento.
2. Autotranquilización,
conseguida por relajación interna y no por propia imposición.
Disgusto, violencia, temor -en resumen, todas las fuertes emociones-
sólo deben su poder a la fuerte conmoción del organismo.
3. Autorregulación de funciones
orgánicas consideradas «involuntarias»; por ejemplo, la
circulación sanguínea.
4. Aumento de rendimiento; por
ejemplo, de la memoria.
5. Supresión del dolor. No se
trata de un aumento de la capacidad de sufrimiento, sino de una
desaparición total o incluso una no aparición del dolor.
6. Autodeterminación conseguida
por la formulación de propósitos representados en estado de
concentración. Esta formulación de propósitos actúa
automáticamente al igual que las sugestiones post-hipnóticas.
7. Autocrítica y autodominio
conseguidos por visión interior en el curso de la concentración.
El ciclo completo de la
autorrelajación concentrativa tiene dos grados: el grado elemental o
inferior y el grado superior.
Cuando se habla de la técnica de
Schultz suele referirse únicamente al primero de dichos grados, ya
que el grado superior, como veremos más adelante, requiere un
entrenamiento muy prolongado -varios años- y la asistencia de un
neuropsiquiatra que sea, además, psicoanalista.
El grado inferior suele ser más
que suficiente para los rendimientos que normalmente se buscan en la
relajación.
En el aprendizaje del grado
inferior se enseñan a conseguir unos resultados precisos en seis
«zonas» diferentes, que se van trabajando paso a paso:
1. Los músculos.
2. Los
vasos sanguíneos.
3. El
corazón.
4. La respiración.
5. La zona abdominal.
6. La cabeza.
Pero incluso
este grado elemental y debido a que el aprendizaje requiere una
estrecha conexión entre la mente consciente y determinadas funciones
fisiológicas -circulación, respiración, latidos cardíacos, etc.-
y al objeto de evitar los posibles peligros de un aprendizaje
defectuoso, o también de reacciones anormales que se puedan producir
eventualmente en el curso del entrenamiento, Schultz recomienda que
la técnica se aprenda siempre bajo la dirección de un médico,
especialmente formado para este fin.
DESCRIPCIÓN DETALLADA DE LA
TÉCNICA DE SCHULTZ
Ambiente
Schultz recomienda una habitación
tranquila, con temperatura agradable y en una suave penumbra.
Vestidos
Los vestidos deben ser cómodos y
adecuados a la temperatura, de manera que no entorpezcan la
concentración sea por presiones molestas -cuello, cintura, pies-,
sea por frío o calor.
Postura
La postura ha
de facilitar el establecimiento de un estado pasivo. Para ello se
recomienda, preferentemente, una butaca
bien cómoda en la que queden naturalmente apoyados los muslos,
tronco, cabeza y brazos. No deben cruzarse los pies (V. Fig. 2).
En el caso de no disponer de
sillón adecuado, se puede utilizar otra posición. Es la "postura
de cochero", que puede verse en la Fig. 3.
También puede hacerse el
entrenamiento en postura decúbito supino -echado sobre la espalda-.
Hay que procurar que la cabeza esté ligeramente elevada, que los
brazos estén bien apoyados, las manos descansando sobre las palmas y
las puntas de los pies separadas. (V. Fig. 4). En el tercer paso, que
es el de la vivencia cardíaca, la postura ideal indicada por Schultz
es la que puede verse en la fig. 5.
Los ojos
Una vez colocado en la postura
adecuada, el sujeto deberá cerrar suavemente los ojos. En todo el
entrenamiento del
primer grado no debe preocuparse
en hacer ningún movimiento especial con los globos oculares, sino
simplemente mantener los ojos cerrados durante toda le sesión sin
esfuerzo alguno.
FASE PRELIMINAR
Sintonización de reposo
Al iniciar la sesión el médico
que dirige el entrenamiento le dice al sujeto de manera persuasiva
una sola vez: "estoy completamente tranquilo", para que
éste trate de ajustar su ánimo a dicha sugerencia.
Todo cuanto se ha mencionado
hasta ahora sólo constituyen los preliminares del entrenamiento. A
continuación vienen los pasos propios del grado elemental.
1º
Paso.- El ejercicio del peso.
El primer paso del grado
elemental consiste en sugerir al sujete que se diga mentalmente: "el
brazo derecho pesa mucho". Esta fórmula ha de repetirla seis
veces. No hay que hacer absolutamente nada con el brazo. En las
personas que son zurdas la frase habrá de ser: "el brazo
izquierdo pesa mucho".
Esta frase ha
de pronunciarse mentalmente. Algunas personas notarán mayor
facilidad en "hablar interiormente". Otras, de manera que
oigan
mentalmente
la frase. Y en fin, a otras les resultará más efectivo imaginarse
como si vieran esta frase escrita en letras luminosas. Hablar, oír,
ver son tres modalidades de lenguaje interno y debe elegirse la que
está más de acuerdo con la mayor facilidad evocadora de cada
persona.
Normalmente, al cabo de unos
momentos se percibe una sensación de peso, especialmente en el
antebrazo.
Pasados de treinta segundos a un
minuto aproximadamente en los que se mantiene dicha sensación de
peso y a la vez de tranquilidad general, se procede al retroceso en
el ejercicio.
Retroceso
Hay que obligarse a aprender con
todo cuidado y detalle este volver atrás para hacerlo siempre
exactamente igual.
Para retroceder se hace lo
siguiente:
1. Se mueve el
brazo, flexionándolo y extendiéndolo varias peces con vigor.
2. Se hacen varias respiraciones
profundas.
3 Se abren los ojos.
Frecuencia
de las sesiones
Ya hemos dicho que los primeros
días cada sesión es muy breve -de 30 segundos a un minuto-. Este
tiempo puede ampliarse paulatinamente a dos o tres minutos.
Estas sesiones deberán hacerse
dos o tres veces cada día. Y se considera requisito fundamental la
regularidad absoluta en las prácticas.
La generalización de la
sensación de peso
Al cabo de unos seis días de
entrenamiento, cuando ya se consigue la sensación de peso en el
brazo más intensamente y con mayor rapidez, suele manifestarse
también espontáneamente en el otro brazo y, en ocasiones, hasta en
todo el cuerpo.
Esto se puede ayudar mediante
formulaciones precisas que se van introduciendo poco a poco en el
transcurso de las sesiones: "el brazo izquierdo pesa mucho",
"la pierna derecha pesa", "la pierna izquierda pesa",
"todo el cuerpo pesa".
En el retroceso no está indicado
mover las piernas de ningún modo especial. Basta hacerlo con los
brazos, según se ha indicado antes.
Duración de este primer paso
El ejercicio de la sensación de
peso debe hacerse hasta conseguir que con sólo un momento de
concentración interna ya se relajen con pesadez de plomo los brazos
y las piernas.
Esto suele requerir de diez a
quince días de práctica regular.
2º
paso.-
Sensación de calor
Una vez conseguida la sensación
instantánea de peso de brazos y piernas -y mejor aún de todo el
cuerpo-, se prosigue la sesión con la fórmula: "el brazo
derecho está caliente", "caliente". Y en días
sucesivos: "el brazo izquierdo está caliente", "la
pierna derecha está caliente", "la pierna izquierda está
caliente", todo el cuerpo está caliente".
Hay que hacer notar que la
sensación de calor evocada ha de ser agradable, esto es, un calor
suave, cálido, como la que, por ejemplo, se opone a la desagradable
de manos frías, pies fríos, etc.
Formulación simplificada
Con la práctica se hace
innecesario repetir las fórmulas completas: "estoy
completamente tranquilo", "todo el cuerpo pesa", "todo
el cuerpo está caliente". Basta con las palabras:
"tranquilo-pesado-caliente".
Igualmente en la frase de
retroceso con que debe terminar cada sesión se utiliza la fórmula
resumida: 1. «¡Mover los brazos!". 2. "¡Respirar
profundo!". 3. "¡Abrir los ojos!".
Digamos ahora que la sensación
de calor que estamos describiendo no requiere ninguna acción
especial de retroceso. Se seguirá haciendo, pues, el mismo que se ha
descrito.
OBSERVACIÓN IMPORTANTE
La inducción de la sensación de
calor debe hacerse siempre como continuación de las fases de
tranquilización y sensación de peso. Y nunca debe intentarse sin
haber conseguido el estado de relajación general que a dichas fases
corresponde.
Igualmente conviene recordar que
siempre que se pasa a un nuevo ejercicio, la persona debe dedicarse
ante todo a los ya conocidos y destinar al nuevo un espacio de tiempo
corto, como se ha señalado inicialmente para el ejercicio del peso.
Sólo en sesiones sucesivas el nuevo ejercicio irá ocupando más
tiempo dentro de la sesión.
3º
paso.-
La regulación cardíaca
Una vez
conseguidas las fases descritas anteriormente con rapidez y
profundidad, se pasa a tomar conciencia de la manifestación
subjetiva del latido cardíaco. Esto se efectúa de la siguiente
manera: "hallándose la persona en decúbito supino apoya el
codo derecho de tal manera, que quede situado al mismo nivel que el
plano anterior del tórax; la mano derecha se aplica a la región
precordial. El brazo izquierdo permanece en la postura usual. A
continuación se concentra en "tranquilidad, peso, calor",
procurando localizarlos en la región del tórax en que se apoya la
mano. El peso de la mano
es una especie de indicador. Al cabo de algunos ejercicios comienzan
a percibirse sensaciones cardíacas; repitiendo constantemente toda
la cadena de ejercicios ("tranquilización-peso-calor") se
concentra en esta región con la fórmula: "El corazón late
tranquilo y fuerte".
Una vez se ha "descubierto
la sensación cardíaca", la mano ya no se aplica a la región
precordial.
La persona se sitúa como un
observador del automatismo de su corazón. Nunca se debe intentar la
lentificación del pulso, por ser perjudicial. Todo este ejercicio
cardíaco debe hacerse solamente bajo rigurosa vigilancia médica.
4º
paso.-
La regulación respiratoria
Dominado el ejercicio anterior,
se inicia la concentración en la fórmula: "La respiración es
tranquila". No debe alterarse voluntariamente el ritmo
respiratorio. Este se ajustará automáticamente a la situación real
de reposo.
Para evitar la intervención
consciente en la respiración se aconseja la fórmula complementaria:
"Algo respira en mí". El sujeto debe dejarse llevar por la
respiración, como si flotara sobre el mar tranquilo.
La respiración se presenta por
sí sola de tipo diafragmático o abdominal. A cada espiración
aumentan las sensaciones de peso y calor, ya que este movimiento es
por naturaleza fisiológica de relajamiento muscular.
DURACIÓN MEDIA DEL APRENDIZAJE
El dominio de cada uno de los
cuatro pasos descritos hasta ahora suele requerir, en término medio,
de diez a quince días cada uno. O sea que desde el comienzo del
entrenamiento hasta dominar este cuarto paso o ejercicio podrán
haber transcurrido de seis a diez semanas.
5°
paso.-
Regulación de los órganos abdominales
Viene ahora la concentración
sobre el plexo solar, que es el mayor nudo vital del abdomen, para
conseguir una mayor relajación en todos los órganos abdominales.
A continuación del ejercicio de
regulación respiratoria y dirigiendo la atención hacia la mitad
superior del abdomen, debe concentrarse en la fórmula: "el
plexo solar irradia calor".
Este ejercicio se facilita en
ocasiones imaginando que el aire espirado se dirige hacia el abdomen.
A semejanza de los anteriores,
también este ejercicio suele requerir para su completo dominio de
diez a quince días.
6°
paso.-
Regulación de la región cefálica
Éste
es el último ejercicio del grado elemental del método de Schultz.
La fórmula a utilizar ahora es: "la frente está agradablemente
fresca". Es importante que la evocación sea de un agradable
frescor y no de frío. El frescor se asocia a una sensación general
de libertad y ligereza en toda la cabeza y responde a una experiencia
constantemente observada en hipnosis.
Con esto
termina el ciclo inferior del entrenamiento autógeno. Su aprendizaje
completo requiere en conjunto de
dos a tres meses por término medio.
EL.
GRADO SUPERIOR
Para iniciar el entrenamiento de
este grado superior es condición absoluta el perfecto dominio del
grado elemental, de manera que en breves segundos se consiga mediante
una conmutación concentrativa una relajación completa, es decir,
con palabras de Schultz, "que el cuerpo sea vivenciado como una
masa pesada, caliente y tranquila, de pulsación regular y
respiración tranquila y fluyente, y separada de la cabeza enfriada
por concentración".
Además, este grado superior
requiere aún de manera más indispensable la dirección no sólo de
un médico sino la de un neuropsiquiatra muy experimentado y que al
mismo tiempo haya tenido una formación práctica de tipo
psicoanalítico.
El entrenamiento del grado
superior requiere varios años, ya que se trata de una psicoterapia
de tipo profundo, mediante el progresivo contacto y apertura al
inconsciente.
El Dr. Eric de Winter establece
cierto paralelismo entre el grado superior del entrenamiento de
Schultz y ciertas técnicas contemplativas orientales, en particular
con las empleadas por el budismo Zen. Estas técnicas son hoy
empleadas en el Japón no sólo para lograr el "kensho" o
"satori" (estado de iluminación conseguido al realizar
experimentalmente la naturaleza del ser central del hombre), sino
también para mejorar el estado de salud y como técnica
psicoterapéutica, particularmente en los casos de neurosis.
LAS TÉCNICAS
El primer paso consiste en hacer
girar los globos oculares hacia arriba y de forma convergente, o sea
"mirar hacia el centro de la frente". Esto produce
automáticamente una profundización de la mente.
El siguiente paso consiste en que
el sujeto deje aparecer espontáneamente en su imaginación algún
color, homogéneo y armónico. El sujeto acaba encontrando el color
que le es, ele alguna forma, más natural, esto es, el color propio.
Cuando está ya determinado el
propio color, el médico director invita a que el sujeto se vaya
representando todos los colores del espectro. En muchas personas el
color es evocado con mayor facilidad si se asocia a un objeto
concreto.
El paso siguiente consiste en
hacer aparecer determinados objetos ante la mente. Primero hay que
ejercitarse en objetos concretos y familiares. Una vez dominado esto
se pasa a la visualización de objetos abstractos, como por ejemplo,
justicia, felicidad.
Otro tema ulterior de trabajo
consiste en que el sujeto busque la vivencia que sea expresión del
estado de ánimo más anhelado por él.
Viene luego el plantearse
preguntas concretas y observar las vivencias internas que se
producen, que son como respuestas del inconsciente. Schultz sugiere,
entre otras, estas preguntas: "¿Qué hago yo mal?", "¿Qué
finalidad tiene el trabajo?", "¿Qué vale más, felicidad
o justicia?", "¿Soledad o comunidad?", "¿Cómo
quisiera ser de ser distinto?"
Todo este trabajo produce ya de
por sí un cambio profundo en la personalidad, pero los efectos son
incrementados aún más por las significaciones de las producciones
que el sujeto obtiene en las experiencias y que son debidamente
manejadas por el director técnico del entrenamiento. Estos logros
requieren, como ya hemos dicho, varios años de entrenamiento
paciente y sistemático, con sesiones diarias de más de media hora
de duración.
BIBLIOGRAFÍA DE ANTONIO BLAY
La personalidad creadora.
Lectura rápida.
Hatha yoga. Su técnica y fundamento. Tantra yoga.
Creatividad y plenitud de vida. Energía personal.
Caminos de autorrealización (Yoga
superior) 3 tomos.
T. I° La realización del Yo
central.
T. II0
La integración vertical o realización trascendente.
T.
III0
Integración con la realidad exterior.
Plenitud en la vida cotidiana.
Tensión, miedo y liberación interior.
Radja yoga (Control
mente realidad espiritual).
Maha yoga (Investigación
directa realidad del Yo).
Dyana yoga (Transformación
mediante la meditación).
Hata yoga (Técnica
y aplicaciones vida práctica).
La relación humana medio de
desarrollo de la personalidad.
Yoga integral.
Zen. El camino abrupto.
La tensión nerviosa y mental. ¿Qué es el yoga?
Karma yoga (Realización
espiritual vida activa).
Bhakti yoga (Desarrollo
superior afectividad).
Desarrollo de la voluntad y perseverancia.
Relajación y energía.
Curs de psicologia de
l'autorrealització (en
catalán).
NOTA: Debido a la dificultad de
conseguir algunas de las obras que aparecen en la presente
bibliografía, por hallarse agotadas y en algunos casos por su
distribución irregular, recomendamos a los interesados se dirijan a
librerías especializadas en estos temas.
Í
N D I C E
Prólogo a la segunda edición
Introducción a la primera edición
PRIMERA PARTE
NOCIONES TEÓRICAS FUNDAMENTALES
Capítulo primero. –
GENERALIDADES
Ritmo vital de la personalidad
La tensión de la vida moderna
Consecuencias de la falta de descanso
Formas correctas de descanso
1ª Sustitución de una actividad
por otra
2ª Sueño profundo
3º Relajación general consciente
Capítulo II. –
RELAJACIÓN GENERAL
CONSCIENTE
Principios básicos
Requisitos esenciales
Efectos de la relajación
Fases o grados de relajación
Actitud positiva de la mente
Los impedimentos
Contraindicaciones de la relajación
Ventajas de la relajación sobre otras formas de
descanso
Factores que facilitan la relajación
La relajación
en la vida diaria
SEGUNDA PARTE
PRÁCTICA DE LA RELAJACION
Capítulo primero. - PRELIMINARES
Lugar
Ropa
Hora
Duración del ejercicio
Posición
Respiración
Actitud mental
Capítulo II. - APRENDIZAJE
PROGRESIVO DE LA RELAJACIÓN GENERAL CONSCIENTE
Primera y segunda fases
Tercera fase o grado de relajación
Hacia la cuarta fase
Quinta fase
Sexta y última fase de la relajación
Capítulo III. - OBSERVACIONES
COMPLEMENTARIAS
Algunos fenómenos que pueden
presentarse durante la
relajación
Nota sobre las fases superiores de la relajación
Bibliografía
TERCERA PARTE
SUGERENCIAS COMPLEMENTARIAS Y
APLICACIONES PRÁCTICAS DEL ESTADO DE RELAJACION CONSCIENTE
Capítulo primero. - SUGERENCIAS
COMPLEMENTARIAS A LA PRÁCTICA DE LA RELAJACIÓN
Capítulo II. - LA
ACTITUD POSITIVA EN LA RELAJACIÓN Y EN LA VIDA COTIDIANA
¿Qué es la vida positiva?
La actitud positiva en la pasividad y en la actividad.
La actitud de centramiento no debe
alejarnos de la vida
La actitud positiva en la vida activa
La actitud positiva en el estado receptivo
La actitud positiva en el estado pasivo o de relajación
Importancia y necesidad de la actitud
positiva durante la
relajación
La actitud positiva, clave para
controlar el doble ritmo
vital
El ritmo actividad-descanso en nuestra vida cotidiana
El ritmo actividad exterior-receptividad
Capítulo III. - LA
RELAJACIÓN COMO BASE DE DIVERSAS TÉCNICAS DE MEJORAMIENTO PERSONAL
Necesidad de
profundizar en la relajación
Métodos para profundizar los estados de conciencia
Las antiguas escuelas
La hipnosis
La autorrelajación concentrativa
de Schultz
El método de Jacobson
La escuela de Sofrología
Escuelas esotéricas y de
parapsicología
Requisitos fundamentales para
lograr una relajación positiva
I.
La relajación y el mejoramiento de la salud
Origen de los trastornos funcionales
Influencia de la mente consciente
sobre la mente
vegetativa
Los procesos de recuperación
Los trastornos funcionales
Los hábitos perjudiciales
Aumento del tono vital
Indicaciones específicas de la
relajación sistemática en
el tratamiento de enfermedades
II.
La transformación del carácter
El temperamento
Cómo se forma la personalidad
El carácter
Resumen de estas nociones
Elementos fijos y variables del carácter
Formación de los hábitos
Influencia de los patrones mentales sobre los hábitos
Cómo aparecen los rasgos negativos
del carácter
Cómo se eliminan los rasgos negativos del carácter
¿Qué hay que hacer para transformar el carácter?
Autoexamen previo
Proceso de autocondicionamiento durante la relajación
III.
La relajación consciente y el mundo de los fenómenos
parapsicológicos
El interés de este tema
Y también sus peligros
Las actitudes correctas
Relajación y parapsicología
Las variedades de los fenómenos paranormales
Diversos niveles de conciencia
Percepciones del nivel vegetativo
Percepciones del nivel subconsciente
y sus diversos modos de
expresión
Peligros de las percepciones provenientes del
subconsciente
Percepciones de la mente interna
Percepciones provenientes del nivel
superconsciente
Cómo se ha de manejar la mente en el
entrenamiento
perceptivo
Desarrollo del nivel mental superconsciente
Levitación e inmovilidad
La telequinesis
El desdoblamiento
¿Existen pruebas?
¿Tiene alguna utilidad esta experiencia?
Desdoblamiento y relajación
Bibliografía
IV.
La realización del Yo central
Crisis de los valores externos tradicionales
Necesidad del descubrimiento de uno mismo
Falsa idea del sí mismo
La relajación, puerta de entrada
para el descubrimiento
de sí mismo
Descubrirse a sí mismo no significa
olvidar la vida
exterior
Fases del autodescubrimiento a través de la relajación
a) Silencio interior
b) Actitud de investigación
c) La iluminación
La adecuada orientación en este trabajo
V.
Los efectos del acercamiento al Yo
El Yo central, fuente de todas nuestras cualidades
Dos caminos posibles de acercamiento al Yo
Silenciamiento de las capas
intermedias de nuestra
personalidad
Eclosión de nuevas facultades
Incremento de la capacidad creadora
La creatividad subconsciente y la creatividad superior
La creatividad en la vida ordinaria
Incremento de las facultades mentales
Incremento de la felicidad y seguridad interior
VI.
Relajación y vida espiritual
Vida espiritual y realización del Yo
Qué es la vida espiritual
Primera fase: Abrirse a la presencia de Dios
Segunda fase: Entrega a Dios
Tercera fase: Colaboración activa con Dios
Coincidencias y diferencias según
los diversos caminos
del trabajo interior
La relajación, escuela de desprendimiento
La relajación como medio para abrir nuestra
sensibilidad
Hacia la colaboración total con la voluntad divina
La relajación hace posible una entrega real y efectiva
Cómo se reconoce la voluntad divina
Relajación, contemplación, acción
Capítulo IV. - LOS
EFECTOS DE LA CULTURA INTERIOR EN LA VIDA COTIDIANA
La doble polaridad básica de la vida
La relajación como medio de
restablecer el equilibrio
interno
Actitudes negativas basadas en un rechazo
Actitudes negativas originadas en una falsa aceptación
Actitudes posibles ante los valores trascendentes
El trabajo interior es un proceso de maduración
En la vida cotidiana
El trabajo interior y la vida de relación
Hacia la unidad y la libertad interior
El trabajo interior y las dificultades internas o
externas
La relajación, aprendizaje de apertura a la vida
APÉNDICE
El entrenamiento autógeno de J. H. Schultz, llamado
también «autorrelajación concentrativa»
Descripción detallada de la técnica de Schultz
Fase preliminar
Duración media del aprendizaje
El grado superior
Las técnicas
FIN